Patricia Miró Quesada, escritora:
“En mi vida y en mi literatura, un detalle lo hace todo”
Por Gabriel Ruiz Ortega
La escritora limeña Patricia Miró Quesada se perfila como una de las voces más interesantes de la nueva camada de escritoras peruanas, su libro “Herencia de familia” (Mesa Redonda, 2008) nos trae cuentos en los que tenemos personajes femeninos que luchan contra el absurdo de la cotidianidad, la pesadez existencial, que encuentran en un hecho inesperado la posibilidad de enmendar, al menos por un instante, sus vidas. Sobre esta publicación conversé con la autora.
- Algo que configura a todos los cuentos de “Herencia de familia” es el apego por los detalles.
- Cuando leí a Nabokov y conocí su famosa frase “acaricia los detalles”, se me quedó dando vueltas en la cabeza porque siempre he sido una persona muy observadora. La puse en práctica en mis lecturas, afilando el ojo en los detalles de las novelas o cuentos que leía, y descubrí que los detalles describían aspectos de la naturaleza humana, suplían silencios, hablaban por los personajes y podían convertirse en metáforas. Además calzaban bien con mis personajes y mi estilo. En mi vida y en mi literatura, un detalle lo hace todo. Por ejemplo, en el cuento “Cirugía mayor”, que para mi era un cuento de aprendizaje sobre el amor, el reloj “aquel aparato extravagante” que el personaje no entiende, a quien le fastidia y finalmente espera a que timbre. Lo dice todo.
- ¿Y en cuánto tiempo escribiste el libro?
- Lo escribí en un año. Algunos meses muy intensos y productivos, otros de corrección y pausa. Lo tuve guardado 6 meses en un cajón de mi escritorio. Tengo un amigo que me dice que no lea tanto -soy una comelibros- porque exacerba en ti el lado crítico y luego tu lado creativo se intimida y da miedo publicar. Eso dice. Finalmente, publiqué y no he dejado de leer.
- ¿Un cuento en especial que te tomó mayor dificultad?
- El cuento que quizá me costó más fue “Cirugía mayor”. Recuerdo que tenía un epígrafe que me marcó: “Tenemos que soportar que las personas que amamos no siempre nos amen, o que no nos amen como nos gustaría”. Es de Sandor Marai. El editor lo sacó porque le pareció muy novelita rosa. Pero para mí fue el detonante de una reflexión personal que me llevó a escribir ese cuento. Me costó mucho en lo personal, pero también en lo literario porque he cambiado su estructura varias veces, hasta que finalmente quedó.
- Me queda claro que los cuentos son sostenidos por el perfil de los personajes.
- Esta opinión tiene mucho que ver con mis influencias, piensa que yo he leído mucho a Mc Cullers, Moore, Clarice Lispector, Alice Munro, entre otros y a Luis Loayza. Si bien mis argumentos giran en torno a la familia: mujeres como hijas, madres, amantes. No puedo negar que el perfil de mis personajes, es decir, lo que hacen, dicen, o dejan de decir; define la historia. Me gusta narrar una buena historia, pero también me interesa mucho el discurso interior de los personajes.
- En casi todos los cuentos es evidente el desquite de deudas con el pasado por parte de los protagonistas. Esta idea se hace muy patente en el cuento que titula al libro.
- Sí, hay muchas deudas con el pasado. Dicen que así son los primeros libros, ¿no? Quizá influye el hecho personal de haber tenido la suerte de hacer psicoterapia, y el descubrir que sólo confrontando tu pasado puedes aceptar tu presente y lidiar con el futuro. En “Herencia de familia” está el tema de lo que realmente heredas de ese pasado, qué te deja tu familia, o qué sabe realmente tu familia de ti. Ese doble discurso, típico limeño, el de la apariencia y el de la realidad, está presente en el cuento. ¿Y cómo te desquitas? Escribiendo. ¿Y cómo se desquita el personaje del cuento? Vendiendo todas las joyas.
- Siguiendo la línea de lo que acabas de decir, como que lo protagonistas piensan en la posibilidad de cambiar solo cuando están en una situación límite.
- También hay mucho de eso en este libro. Situaciones límite o azarosas que fuerzan a los personajes a una introspección. Si no se dieran probablemente los personajes no cambiarían o no se permitirían reflexionar. A mí me preocupa mucho eso de andar por la vida sin detenerte un minuto a preguntarte, bueno en qué estoy. Uno tiene que reinventarse, pero da miedo perder ese justo equilibrio, y claro, muchas veces sólo una situación límite, o como en “El Mar”, una caída, da esa oportunidad y el coraje de hacerlo.
- “El mar” es uno de los mejores cuentos. ¿Lo escribiste a partir de una experiencia?
- A mí también me gusta mucho. Hay unas cuantas cosas reales, por ejemplo: yo le tengo miedo al mar, pero me atrae. Y no sé nadar. En una época, solía caminar por la orilla con los ojos cerrados y los audífonos puestos. Soy una persona que le coqueteo al peligro, disfruto mi soledad, y tengo dos hijos. Todo lo demás es ficción. Lo escribí casi de una, fue incontenible; recuerdo que me senté a escribirlo luego de una de esas caminatas y ese día no almorcé, ni comí, hasta terminarlo. Y mira que tengo buen diente. De repente es ocioso decirlo, pero para mí el mar es la metáfora de la vida. Si lo lees así, es un cuento de madurez, reconciliación y esperanza.
- Lo explícito se deja desplazar por la sugerencia. Lo veo en “Un traje para Alma”, “El ascensor” y “Madre interna”
- En el caso de “El ascensor”, está inspirado en Mrs. Dalloway cuando sale a comprar flores. En mi cuento Malena es una Mrs. Dalloway limeña, guardando las distancias, esas flores y el pescado pudriéndose en el encierro del ascensor son bastante sugestivos. “Madre interna” es un cuento psicoanalítico, si cabe el término, un tributo a tantas horas de diván ... Allí aposté a la sugerencia más que en ningún otro cuento, quería que el lector se diera cuenta de lo que le pasaba al personaje, pero que el personaje fuese un negador profesional. Bueno, y en “Un traje para Alma”, está el tema de asumir la identidad y ser quien uno quiere ser; otra vez sugerido a través del detalle de la elección del traje, y detonado por la situación de la muerte del padre.
- Es imposible no preguntarte qué piensas, en general, de lo que se llama “literatura escrita por mujeres”.
- Creo que no debe etiquetarse como literatura de mujeres y literatura de hombres. Es literatura, punto. Me parece que las narradoras mujeres van tomando presencia, porque el mundo evoluciona y les da cabida. Tenemos algunas ganadoras de un Nóbel, que aunque sea un premio polémico, ya es algo en un ambiente donde la mayoría son hombres. Pero en la actualidad aún hay dificultades para que la mujer se acepte, se realice. La mujer latinoamericana es más compleja en el desarrollo de su identidad por el propio contexto e idiosincrasia, por los valores familiares, educación, etc. Por eso los temas en la literatura escrita por mujeres se etiquetan como “de mujeres”. Y hoy nos han asignado un nicho en el mercado literario … Las mujeres observan el mundo con minuciosidad, crean personajes con perfiles psicológicos interesantes y quizá cuentan un ángulo distinto de la historia.
- De las nuevas narradoras peruanas, ¿quiénes son las que te llaman más la atención? Por ejemplo: noto no pocos lazos entre el libro de Susanne Noltenius y el tuyo.
- Susanne y yo somos muy amigas. Estudiamos juntas en la Escuela de Narrativa, escribimos nuestros libros juntas, en ese entonces conformamos un trío que llamamos el “Equipo Azul” por una anécdota de Paul Auster, nos leíamos y corregíamos. Las dos somos lectoras compulsivas, compartimos muchos temas e intereses; pero tenemos inquietudes y estilos narrativos distintos, salvo en el tema de “los detalles”. Ella es más “carveriana” que yo. La admiro y quiero especialmente. También me llaman la atención Claudia Ulloa, Rossana Díaz y Katya Adaui, cada una en su estilo.
- Cuéntame un poco de tu método de escritura.
- Yo me cuestiono todo, para alegría de algunos y desesperación de otros, eso me ayuda en mi literatura. Soy muy observadora y curiosa, por eso llevo apuntes de todo lo que me llama la atención, voy recogiendo información -como espía a sueldo- y lo anoto en una Moleskine, que siempre alguien tiene a bien regalarme, y que siempre llevo en mi bolso. Todo comienza con una necesidad, surge este algo, esta idea que necesita ser escrita. Entonces, hago pequeños esquemas o escaletas bases que me sirven para armar la estructura de la historia y pulir técnicas. Cuido mucho el lenguaje, y soy muy exigente con ello. Soy disciplinada para escribir, comienzo un cuento y lo acabo. Porque me come el ansia ... De pronto, no es disciplina sino obsesión. Pero también tengo periodos de pausa, en los cuales leo, también obsesivamente. El cuento es un formato que me calzó bien para este libro. Me sirvió para narrar historias distintas, pero que en el libro se encadenan por el tema de la familia.