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GABRIEL SALAZAR DESCUARTIZA A LA CLASE POLÍTICA
Gabriel Salazar: La enervante levedad histórica de la clase política civil (Chile, 1900-1973)
Editorial Debate, 2015

Por Alejandro Lavquén
Entrevista publicada en Punto Final Nº 837, Año 50, septiembre 25 de 2015





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Editorial Debate acaba de publicar el libro La enervante levedad histórica de la clase política civil (Chile, 1900-1973) del historiador y Premio Nacional de Historia, Gabriel Salazar. “Partió como una aristocracia, siguió como una oligarquía y terminó convertida en una ‘clase intrusa’, que no opera como representante de los intereses soberanos del pueblo, sino como una máquina dedicada a perpetuarse a sí misma en el poder y en el enervante goce de los privilegios asociados a éste. Así describe Gabriel Salazar a la clase política civil chilena, focalizando este monumental estudio en el siglo XX, pero yendo al pasado y viniendo al presente”. Con estos conceptos los editores nos presentan este voluminoso ensayo (son 1.139 páginas), sobre el cual Punto Final conversó con el historiador.

¿Cómo nace la idea de este libro?
— Nace desde cuando comencé a asumir con claridad el por qué de mi militancia política. Yo entré a militar al MIR, antes nunca había militado. Siempre me hice la pregunta ¿Por qué estoy militando, qué significa militar, cuál es mi opción política? De ahí surgió la pregunta fundamental que ha guiado toda mi vida:

¿Es posible, y necesario, desde lo social plantear un proyecto revolucionario, y que al mismo tiempo pueda ejecutarse desde lo social? Junto con eso ¿Puede construirse un proyecto revolucionario desde una democracia participativa?

Esa fue mi preocupación política todo el tiempo, pero como no fui encontrando totalmente una respuesta en el MIR (estuve diez años militando), comencé a construir una propuesta crítica frente a lo que se estaba planteando. De ahí en adelante profundizo en qué significa eso de que desde lo social se puede construir un proyecto revolucionario ejecutable. Investigué en todas las direcciones, desde el exilio y cuando volví a Chile, sobre todo al ver lo que pasó con la llamada transición a la democracia. Había muchas dudas, especialmente en la juventud.

Investigué distintos aspectos del problema: el tema de los movimientos sociales, la legitimidad, la construcción de Estado, etcétera. A partir del año 1998 comienzo con el proyecto de analizar a la clase política. El proyecto se fue agrandando a medida que la historia de Chile se iba potenciando o complicando, en especial desde el 2011.

¿Por qué clase política civil?
— Porque a mi juicio hay dos clases políticas en Chile, la civil y la militar. Los militares han intervenido en política, decisivamente, en momentos cruciales. Son, de cierto modo, unos verdaderos arquitectos del Estado en Chile. Y la clase política civil lo que ha hecho, fundamentalmente, ha sido administrar lo que le deja la otra clase política: los militares.


LA CLASE POLÍTICA ARMADA

¿Podríamos decir que los militares han actuado como una especie de red de protección de la clase política civil?
— No tanto de protección. Lo que pasa es que los militares han dado golpes de Estado para destruir lo que no les gusta. Pero para construir lo que consideran correcto, dentro de su lógica militar, echan mano de algunos políticos para que les redacten la Constitución que ellos determinan cómo tiene que ser. Los militares actúan en general con mentalidad geopolítica. El espacio y el poder. Por eso siempre han buscado una alianza en el espacio mundial que se supone es más importante que el espacio nacional. Estuvieron muy asociados durante el siglo XIX a Inglaterra. Protegieron ese vínculo. En el siglo XX poco a poco se fueron cargando por el lado de Estados Unidos. Y el socio natural de ese aliado exterior en Chile, desde el punto de vista económico, ha sido el empresariado mercantil financiero, no el industrial.

Los militares han jugado con esta alianza, se asocian con el imperialismo de turno con el apoyo de la burguesía mercantil financiera y bancaria. Pero cuando hay que redactar la Constitución piden la ayuda a los técnicos en eso, que son los políticos de profesión, la clase política civil. En 1829 la burguesía mercantil dio un golpe con los milicos que contrataron y en 1833 redactaron la Constitución con las personas que ellos indicaron, lo mismo hicieron en 1925 y 1980. Por eso es que digo que la clase política militar ha hecho historia en Chile estructurando el Estado, el que luego es administrado por la clase política civil.

También hablas de la conducta económica de la elite chilena, que deviene en clase política.
— La elite dirigente chilena, la oligarquía, en su origen mismo fue de origen peninsular. Español. Buscaron su status, su prestigio, en la lógica imperial. Se aristocratizan en la lógica del imperio español. Sus intereses mayores de clase están afuera, en España. Después los van a cambiar hacia Francia. Su identidad de clase, en última instancia, apuntaba al imperio de turno. Entonces, necesariamente, adoptan políticas librecambistas, para permitir la entrada de los intereses extranjeros al país. Abren el camino para la penetración del capital extranjero, que no llega por la industria sino que llega como compañías comerciales. La clase política civil chilena impidió el desarrollo de la industria nacional.

¿Cuándo se manifiesta en partidos políticos ese poder de la elite?
— Los partidos políticos surgen en relación a un Estado liberal. Hasta 1833 no había partidos políticos. En ese tiempo se votaba por pueblo, por comunidad. Los pueblos votan, los pueblos deciden. En los pueblos mandaba la asamblea del pueblo, que se expresaba a través del Cabildo. Desde el período de la Colonia hasta 1833 la gente pensó y actuó políticamente a través de asambleas locales. Después del triunfo en Lircay la aristocracia de Santiago, dirigida por Diego Portales, destruyó los Cabildos y establecieron el Estado centralista de Santiago a titulo de que era liberal. La oligarquía de Santiago gobernó prácticamente hasta el año 1871. No había partidos políticos, ellos controlaban todo. Es el período pelucón. Sólo cuando los derrotados en Lircay logran entrar al Estado, después de 1860, y sobre todo después de 1870, se organizan como Partido Liberal y ahí aparecen propiamente los sistemas de partidos. Así los liberales logran competir con los conservadores en el Parlamento. Luego aparecen los radicales, los democráticos, etcétera.


DIEGO PORTALES: UN MERCACHIFLE

¿Cuál es el papel de Diego Portales en la conformación del sistema republicano? Lo pregunto considerando la importancia que le asigna la clase política a este personaje, a pesar de que todo apunta a que era un mercachifle.
— Portales era un mercachifle, y de él hay que decir tres cosas fundamentales. Uno, el tipo quería ser mercader y enriquecerse como mercader para no ser hijito de su papá, que era rico. Quiso ser un hombre importante desde el comercio y desafiar a su clase. En segundo lugar, Portales pertenecía a una de las familias más aristocráticas de Chile, familia que estaba unida a cinco familias que tenían títulos de nobleza o mayorazgos. Entonces, el hombre estaba en el centro de la aristocracia castellano-vasca. Republicano no era, por origen por lo menos. En tercer lugar, el hombre fue un mercader fracasado, fracasó en todas sus aventuras mercantiles. Después de la última, que fue el estanco del tabaco, y para justificar su desastre, le echó la culpa a que los chilenos no respetaban las leyes. A raíz de eso dice: hay que imponer la ley con el garrote. Tal como él había destruido un gremio de cigarreros y plantadores de tabaco para establecer su monopolio.

En su concepción de la política lo importante era el garrote. Porque con el garrote ibas a obligar a la gente a obedecer la ley. Portales era un aristócrata, fue un mercader fracasado y nunca fue demócrata. Ni siquiera era un gran estadista, porque no escribió ningún texto ni jurídico ni político, sólo están sus famosas cartas llenas de garabatos. No fue otra cosa que el instrumento político de la oligarquía, que al perder la batalla política del año 1828 dio un golpe militar el 29. Portales con su garrote transformó eso en una dictadura.

¿Se podría decir que la clase política es hereditaria, que desde los albores de la Independencia se repiten los mismos nombres? ¿Que la clase política ha cometido “un crimen de usurpación de la soberanía popular”?
— Es lo que quisimos demostrar en más de mil páginas. Durante cien años, desde 1833 hasta aproximadamente 1930 las elecciones eran sólo una pantalla. Porque la oligarquía en el poder, tanto la conservadora como después la liberal, manipularon todas las elecciones, de una manera tan brutal que fabricaban descaradamente los resultados. Estuvieron cien años manipulando totalmente las elecciones para elegirse entre ellos mismos, anulando totalmente a la ciudadanía, al pueblo. Generaciones completas de políticos hicieron eso, y cuando por fin se establece un sistema de elecciones medianamente vigilado y más transparente, después de 1930, fue necesario que la aristocracia se pusiera seudo democrática y comenzara a ofrecer políticas de desarrollo y justicia social. Se pusieron populistas. Pero la clase populista, del 32 hasta el 73, y ahí entran todos, izquierda y derecha, nunca permitieron que la ciudadanía deliberara y tomara decisiones.

Portales había destruido el Cabildo y las asambleas provinciales y Alessandri, en 1925, no las restituyó. Entre el 25 y el 73 la ciudadanía no tuvo donde deliberar por sí  misma. Por eso que los herederos de la oligarquía del siglo XIX van a gobernar también con ciudadanos reducidos a un individuo un voto, pero ajenos a cualquier decisión y participación. Sólo les permitieron el derecho a petición. Entonces pedían y pedían, pero como no llegaban las soluciones concretas, todo se tornó petición y protesta. La clase popular se enredó en eso y ahí perdió también su soberanía política. Por eso llamamos clase política civil, desde el treinta y tanto hasta el 73, a los que originalmente habían montado el sistema, que fue la oligarquía del siglo XIX.


EL PERÍODO DE ALLENDE

¿Los partidos de la Unidad Popular pertenecían a la clase política civil?
— Sin duda, por varias razones. Ellos no cambiaron la Constitución liberal ilegítima, que impuso Alessandri el año 1925. Era una Constitución liberal. Entonces, los distintos políticos de centroizquierda y derecha administraban un Estado liberal, no un Estado social ni nada de eso. Por otro lado, mantuvieron la característica de que los políticos eran profesionalmente políticos, se puso la carrera política ante todo. La representación del pueblo se convirtió en carrera profesional, por eso ellos no daban cuenta a nadie. Y como el pueblo no deliberaba elegían representantes sin mandato, y éstos hacían –y siguen haciendo- lo que quieren.

El presidente Allende en sus últimas palabras expresa que las fuerzas armadas rompieron su tradición democrática. Tradición que al parecer la clase política considera real, a pesar de que los hechos históricos lo desmienten ¿Pecaron de ingenuidad el presidente y los partidos de la UP?
— En mi opinión, a mí no me interesaba estudiar el detalle de la figura de Allende. A mí me interesa la clase política en su conjunto. Para mí Allende fue víctima, justamente, de su pertenencia a la clase política, el era un político parlamentario. Él respetaba la Constitución, y porque la respetaba no quería dar un paso fuera de lo legal. Y porque él la respetaba creía que las fuerzas armadas también la respetaban. Entonces, como tú dices, esa era la aptitud ingenua de su parte. Y por otro lado, Allende estaba planteando un cambio revolucionario, que con la Constitución del 25 era imposible de hacer, y eso se lo previnieron todos los líderes de izquierda de su época, se lo mando a decir Ho Chi Min, se lo dijo Mao, se lo dijo Brézhnev, Fidel, todos. Ese es un punto capital, había que dar el paso.  El pueblo quería cambios revolucionarios, pero como Allende no iba a conducir al pueblo a la opción revolucionaria, sino que se iba a matar como tenía pensado, en La Moneda, por defender su táctica legalista, el pueblo se quedó sin conducción.

Se cumplen 50 años del MIR, donde tú militaste, y el MIR no nace como partido político, nace como movimiento ¿Quisieron marcar una diferencia notable con la clase política?
— La juventud de los sesenta, en la que me incluyo, tuvimos la clara percepción de que la vía parlamentaria al socialismo estaba agotada, que ya no era posible. Y que la vía parlamentaria al desarrollo tampoco era posible. Por eso estábamos pensando en algo distinto, y por eso me gustó el MIR, porque se planteó como un movimiento social, un movimiento político social, y no como la organización que iba a trabajar dentro del parlamento aceptando la Constitución. El problema del MIR, en mi opinión, es que se fue transformando en un partido. No de parlamento, pero sí entró al juego electoral. Y eso ya es un punto discutible. Lo otro importante, y que no está en el libro, pero podemos conversarlo en profundidad otro día, es que creo que la izquierda tradicional chilena, la tradicional, tiene una muy clara tendencia a la autodestrucción. Piensa tú que el Frente Popular se autodestruyó, no lo derrotó la derecha. Luego el Partido Radical comenzó a combatir al Partido Comunista. La CTCH fue destruida por dentro por los partidos políticos. Más adelante el MIR también se autodestruye. Porque si bien es cierto que fue golpeado brutalmente por la dictadura dos veces, sobrevivió. Luego se fragmentó y hoy se encuentran distantes unos con otros, imagínate que Cabieses se negó a ir al seminario por los 50 años del MIR. También está el tema de ARCIS, el ARCIS fue un gran proyecto de izquierda, y la izquierda lo destruyó. Y hoy día se da la extraña situación de que no hay izquierda. Porque los que están en la Nueva Mayoría no son de izquierda. El Partido Comunista está a la cola de los neoliberales.


SOBERANÍA USURPADA

Respecto a la clase política actual ¿Cómo la evalúas?
— Ella no es consciente, ni quiere ser consciente, de que es clase política. No quiere aceptar que ha usurpado la soberanía política porque se cree que es dueña de la soberanía. Varios políticos han dicho, de una manera u otra, que el poder constituyente, que es la máxima expresión de soberanía, radica en el Parlamento. Andrés Zaldívar y Camilo Escalona lo han afirmado, pues creen que ellos son soberanía, desconociendo la soberanía ciudadana. Eso es una usurpación, porque la soberanía es del pueblo. Es un derecho humano fundamental.

O sea los políticos salen a la calle a pedir el voto para “legitimarse” y después se escapan…
— Y no sólo eso, después de aprovecharse de la calle, la insultan, los políticos insultan a la ciudadanía. Entonces hay que organizarse para rechazarlos. La historia muestra que cada vez que los representantes del pueblo se convierten en una oligarquía que se auto reproduce como clase política y todo termina siendo un negocio, el pueblo se vuelca hacia sí mismo y comienza a desarrollar movimientos sociales, tendencias insurreccionales, para tratar de cambiar directamente el sistema. Yo creo que estamos de nuevo en una situación del mismo tipo, porque la clase política está desprestigiada a un nivel casi absoluto. Queda claro que como el pueblo no cree en ellos está asociándose consigo mismo. Los estudiantes ya lo han demostrado. Desde el 2011 vienen apareciendo asambleas territoriales, vecinales, por todas partes. La clase política, no debiendo haberlo sido, se ha convertido en un parásito. Y además se enriquecen. Esto es una anomalía social y un nuevo tipo de lucha de clases. La clase política se protege a sí misma, tiene intereses gremiales particulares, y cuando están en peligro acuden a la política de los acuerdos. Es hora de que la ciudadanía actúe de una vez por todas para cambiar el modelo.

¿Qué pasa con el rol de las fuerzas armadas? ¿Hay posibilidades de democratizarlas?
— Es lo que hay que hacer ¿Pero, quién puede democratizarlas sino es la ciudadanía? Ellos no se van a auto democratizar. La clase política menos lo va a intentar, porque les conviene que permanezcan como están. Hay que desarrollar una política ciudadana hacia las fuerzas armadas. Lo más inteligente es que los militares sean también ciudadanos, porque si son ciudadanos van a estudiar junto a nosotros, van a estar en las asambleas deliberando junto a nosotros. Así van a entender los problemas de la comunidad y van a defender a la comunidad, en vez de ir a aprender guerra sucia a los Estados Unidos para asesinar a sus propios conciudadanos. Por lo tanto, es absolutamente necesario refundar la institución de las fuerzas armadas. Porque juzgar asesinos individualmente no resuelve el problema, ya que no estamos juzgando a la institución fuerzas armadas, que es lo que hay que juzgar, no como un juicio de jueces, sino como un juicio ciudadano.



 



 

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GABRIEL SALAZAR DESCUARTIZA A LA CLASE POLÍTICA
Gabriel Salazar: La enervante levedad histórica de la clase política civil (Chile, 1900-1973)
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Entrevista publicada en Punto Final Nº 837, Año 50, septiembre 25 de 2015