Plasma.
Novela.
Guadalupe Santa Cruz.
LOM Ediciones, Santiago, 2005, 156 páginas
Novela / Plasma / Guadalupe Santa Cruz
Por Javier Edwards Renard
Revista de Libros de El Mercurio, Viernes 10 de Marzo de 2006
Como en la música, en la literatura y, especialmente en narrativa, hay espacio para todo: lo serio y lo frívolo, lo masivo y lo selecto, lo popular y lo experimental. Esto, que si bien es un signo de salud en una determinada disciplina artística, también conlleva una falta de simetría que va en perjuicio directo de las manifestaciones más sofisticadas de un determinado arte. De alguna manera, la sintonía esencial entre mercado y masas, entre marketing y ventas impone que ahí donde la palabra busca romper con lo obvio tomando el riesgo de exigir el máximo a las posibilidades formales y materiales, el resultado de tal esfuerzo se convierta en una barrera de acceso que genera el aislamiento de los textos más ambiciosos. Preguntar dónde comienza este círculo vicioso es inútil. Aún así, pareciera existir una complicidad espontánea entre editores, librerías, lectores y escritores, todo unidos y "marketizados" bajo la fórmula del empobrecimiento, una reducción vital que bien podría llamarse - como la novela de John Kennedy Toole- la conjura de los necios.
Valga esta digresión inicial para introducir un comentario sobre la quinta novela de Guadalupe Santa Cruz, texto breve, apretado, consistente y riguroso que se enmarca dentro de esa línea de relatos no complacientes, publicados en editoriales de nicho experimental que no logran romper el prejuicio masivo y terminan convirtiéndose en libros para la academia o lectores avisados. Una lástima que Plasma - breve y sustanciosa- no comparta los privilegios de venta y 
publicidad de un texto como La mujer de mi vida de la best seller Carla Guelfelbein, que el eficiente y necesario hacer de los escritores de masas no deje espacio suficiente - ¿tiempo?- para la lectura de estos otros libros en los que la palabra se crispa, se desenrolla dando lugar a imágenes que hasta el momento de su escritura permanecían en la oscuridad.
Plasma es un thriller policial, una historia norteña en la que el tráfico de drogas hace las veces de mar de fondo; pero, también, es una novela que rompe con los tiempos de su género, con los clichés inevitables del mismo, estructurando un relato geográfico y visual. Ésta es una historia verbal en la que los paisajes del desierto, los matices psicológicos de los protagonistas se convierten en el motivo de la narración y permiten una mirada nueva que constituye una hazaña expresiva. El detective que busca y la mujer investigada, el narrador que nos cuenta la historia, hablan en una lengua rica y poderosa, lejano al discurso realista o coloquial, asumiendo que el verbo auténtico no tiene límites formales. No cualquiera puede escribir: "En el mar de Quispe la luz distribuye a los peces, la luz separa el oleaje de las arenas, el océano de la tierra, y yo no debo hacer partición alguna, mi corazón se aquieta...".
Santa Cruz ha escrito una novela breve y de primer nivel en la que la geografía del desierto, la pasión de los personajes, la compleja trama de la vida se plasma - aunque no sea de ello de donde deriva el título del libro- en un relato de un lirismo exigente que, en todo momento, pulsa la cuerda sensible del lector. Sería un gusto ver que en Chile también se lee esta otra literatura.
