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            Guadalupe 
              Santa Cruz: la memoria en la ciudad
                
                
                Por Carol Elizabeth Arcos Herrera 
                
                Colectivo Lingua Quiltra.
                
                
          
          
          
          
          La 
                  ciudad es algo equidistante a los y las habitantes, a los proyectos 
                  urbanísticos y a los mapas.
 
              Me interesa lo inaprehensible 
              de ella. Yo la comparo con un cajo de velador, donde hay un 
              orden
 
              que no es tuyo. Es un orden que es a pesar tuyo. En ese 
              sentido la ciudad es una construcción en la que
 
              todos 
                  participamos, pero las marcas no son directas. La ciudad fagocita, 
                  expulsa, se alimenta,
 
              te transforma, le robas, ella te roba. 
        Para mí la ciudad es, ante todo, una protagonista.(*) 
           
          A modo de aproximación:
          El " Primer Congreso Internacional de Literatura Femenina", 
            realizado en Santiago en 1987 cumple una función inaugural 
            en la formulación de un pensamiento crítico y teórico 
            desde las mujeres ligado a una práctica feminista. Se constituye 
            como un espacio de apertura a la pregunta por la producción 
            intelectual de mujeres desde la literatura.
          Es relevante referirse a la instancia mencionada en relación 
            con la constitución de una lectura crítica de la literatura 
            escrita por mujeres, pues posibilitó la inclusión de 
            discursos, escrituras de mujeres en lo público- intelectual, 
            discursos que escapan al monologismo, entendido este desde la 
discursividad 
            literaria masculina.
          Guadalupe Santa Cruz, escritora y artista visual chilena, 
            nacida en Orange, EE.UU en 1952, participa de estos espacios de discusión 
            y problematización feminista y es también desde ellos 
            que su producción escritural ha sido analizada. Ha editado 
            cuatro novelas: Salir (la balsa) (1989), Cita Capital 
            (1992), El Contagio (1997) y Los Conversos (2001). 
          Su producción ha sido analizada como una necesidad de territorializar 
            la escritura en una huella que busca recomponer los caminos de la 
            memoria. Es en "Lengua Víbora. Producciones de lo femenino 
            en la escritura de mujeres chilenas" (1998), de la estudiosa 
            Raquel Olea, que la discursividad de Santa Cruz, vista desde sus tres 
            primeras novelas, ha sido exhaustivamente teorizada y así también 
            visibilizada, pues las lecturas críticas con respecto a ella 
            escasean.
          Para Raquel Olea el sentido de la narrativa de Santa Cruz se encontraría 
            en la forma y en el argumento, que evidencian "sujetos vagabundos, 
            desligados, relegados, exiliados de las historias y geografías 
            en las que se contenía su sentido"(1). 
            Su narrativa es un discurso de las errancias de sí, "como 
            producción significante de un lenguaje que se gesta y transmite 
            por flujos corporales"(2). 
            La memoria sería una topografía, un territorio, en el 
            cual transitan y se desplazan los cuerpos.
          Otro artículo crítico publicado en relación 
            a la primera novela de Santa Cruz, Salir, escrito por Cecilia 
            Ojeda, indaga en la construcción del sujeto femenino, postulando 
            una sujeto que rupturiza desde la gramática de su lenguaje 
            construcciones totalizadoras y generando un discurso abierto y fragmentado 
            que compromete a un "receptor cómplice", el cual 
            debe armar a retazos el relato. 
          La autora postula que la novela propone:"la construcción 
            de una identidad femenina que no participa de una lógica jerárquica 
            de oposiciones"(3), pues 
            opta por la dispersión. Es así que el recuerdo como 
            directriz de la novela se manifiesta en la potencia de un discurso 
            fragmentario que construye una identidad femenina difuminada, rupturizando 
            lo totalitario, e inscribiendo el texto en las prácticas culturales 
            posmodernas. Sin embargo, para la autora dicha dispersión intenta 
            "no sucumbir en la desintegración producida por la violencia 
            del orden autoritario"(4) 
            al buscar constituir un espacio propio que rechaza la Ley del Padre.
          El discurso de lo corporal inserto en la memoria, en la producción 
            escrituraria de Guadalupe Santa Cruz, y cómo éste y 
            el lenguaje se presentan de forma fragmentaria proponiendo territorializaciones 
            difusas y tensionadas que involucran a un "receptor cómplice", 
            es abarcado por ambos estudios críticos, sin embargo esa territorialización 
            que en nuestro corpus de estudio se articula y desarticula desde las 
            ciudades, como espacio estriado y protagónico, sólo 
            es ensayado de forma insinuante. Es la ciudad, como territorio desde 
            el cual se manifiestan materialidades, y entre ellas el lenguaje, 
            la que posibilita un sistema que contiene depósitos de memoria 
            que entrecruzan y tensionan hablas, cuerpos, presencias, ausencias, 
            lo dicho, lo no dicho. 
          Los cuerpos, materialidades, son depositarios de la ciudad, ellos 
            se configuran a través de un espacio que depende del tiempo. 
            El tiempo expresado en un encuentro, entre cuerpos, que intenta recomponer 
            el pasado. El cuerpo no tan sólo de los personajes, sino que 
            también de los objetos, de las calles, de los caminos que van 
            llenando un espacio, la urbe. Ahora ¿Cómo la memoria 
            se reconstruye a partir de los cuerpos que habitan una ciudad?, es 
            la pregunta que dirigirá el presente artículo.
          Las novelas a analizar serán: Salir (la balsa) (1989), 
            Cita Capital (1992). Novelas que configuran la diégesis 
            a partir de una voz narrativa observadora que permite la inclusión 
            de múltiples registros: estilo directo, indirecto, indirecto 
            libre, monólogos interiores. La memoria es la matriz desde 
            donde se articula un mundo fragmentario, mundo que en sentido cronotópico 
            se asienta en la ciudad.
          Los personajes en las dos novelas requieren del encuentro, como un 
            espejo, para nombrarse y tomar forma. En Salir, los personajes 
            son nombrados a través de pronombres personales, el nombramiento 
            singular de ellos es absorbido por una clandestinidad sustentada en 
            la urbe. Mientras que en Cita Capital, los personajes poseen 
            nombres propios, pero están arrojados a una incomprensión 
            entre ellos, son inaprehensibles, en el Otro buscan respuestas que 
            no encuentran y que los propende a una pregunta continua por la memoria.
          La teoría literaria, a juicio de Manuel Jofré, es un 
            discurso expresado en tres dimensiones: práctica, análisis 
            de textos; histórica, reconstitución de una teoría 
            literaria; y teórica, la teoría literaria propiamente 
            tal (5). Es la primera dimensión 
            la que será abordada en el presente estudio, configurando su 
            orientación metodológica a partir de una matriz teórica 
            centrada en el texto literario.
          Para construir una propuesta macrodiscursiva, que vaya más 
            allá de un textualismo estructuralista, es que se deben articular 
            discursos que rescaten diferentes niveles e instancias del corpus 
            en estudio y que signifiquen el contexto en el cual se manifiesta. 
            Es así que serán recogidos niveles, como las construcciones 
            ficticias de las ciudades en las cuatro novelas, la construcción 
            de los sujetos, los mundos representados, el lenguaje y las formas 
            que asume, la temporalidad y espacialidad de cada relato. 
          
          Cuerpo migratorio: de la casa al templo.
           Salir (la balsa), es la primera novela publicada por Guadalupe 
            Santa Cruz en 1989, bajo el alero de la editorial Cuarto Propio.
           Su título es indicio de un tránsito entre lo que fue 
            en un espacio que contiene y lo que propende un espacio foráneo 
            al primero. Ese salir no será pacífico ni tranquilo, 
            sino que al contrario será violento, se articulará como 
            un desalojo. La balsa, como medio de viaje, encerrada en un 
            paréntesis indicará a nivel de la forma la aparición 
            en el discurso narrativo de la sujeto personaje: Ella.
           La narración comienza con la enunciación de un narrador 
            que habla en tercera persona, existe un conocimiento de la interioridad 
            del personaje que lleva la diégesis: "Hablo de ella que 
            deseando salir de su paréntesis, fabricó tiempo en cantidad 
            suficiente para anudar un relato"(6). 
            Por otro lado, la referencia temporal deíctica se caracteriza 
            por tiempos discursivos plateados desde un presente, estableciendo 
            así una contemporaneidad de la acción presentada por 
            sujetos, personajes, delegados por el narrador con el momento de la 
            enunciación.
           La casa, como metáfora de la protección infantil a 
            manos de la maternidad, es el espacio desde donde Ella es desalojada 
            en un acto violento. La casa, planteada como el contenedor de lo sujetos 
            que la habitan, en ella se constituía el mundo de Ella cuando 
            era niña: "La casa era entonces la más pequeña 
            aventura: no era necesario salir"(7). 
            Sin embargo, Ella es separada bruscamente de esa casa a través 
            de un acto bélico. La casa se inscribe en las dinámicas 
            de una ciudad, salir de la casa equivale a despojarse de la ciudad, 
            significada en Santiago. El crimen que promueve la salida abrupta 
            articula una referencialidad extratextual al Régimen Autoritario 
            Militar de 1973, es así como se lee de forma alegórica:          
          
          
            
              Ocho de la mañana, día domingo, 
                la Alameda está despejada, casi vacía, en descanso. 
                Un loco atraviesa, camina por ella. Lleva un casco militar de juguete, 
                marcha alzando un pie tras otro, con un mango de escoba sobre el 
                hombro que el brazo perpendicular retiene como fusil. Marcha y cruza 
                en diagonal la Avenida B. O' Higgins. Es domingo, no hay guerra.
                No se ve la guerra.
                Los pasajeros de la micro que ese loco sacudió en su somnolencia 
                volvieron la cabeza, hasta perderlo de vista. (...) Ningún 
                pasajero pudo impedir trasladarse a esa figura de pantomima.
                Bajarse y marchar con él, pisotear en lo más profano 
                la bandera que duela, el fusil de plástico, la espada de 
                He- Man.
                Gritar para advertirle, subirlo a la micro, rescatarlo, o romper 
                la mañana voceando hasta enmudecer.(8)
              
            
          
          La salida de la ciudad, tras la muerte del padre y la madre en el 
            crimen, se constituye como una huella. Huella que promueve el viaje 
            de salida y de regreso. Es en la salida en que el motivo del viaje 
            se expresa como el paso de una ciudad a otra, en un exilio que se 
            asienta en Bélgica, en donde la ciudad es diagramada como una 
            protagonista, vive antes de los sujetos que la habitan, tiene un sistema 
            propio e inmanente. Es en el exilio que la huella insiste en el regreso.          
          El encuentro como motivo se estructura como el intento de reconstituir 
            un espacio y un tiempo luego del viaje. El cronotopo, en sentido bajtiniano, 
            cristaliza a una sujeto que se articula en una huella, la que abre 
            el camino a la memoria. Así el tiempo como principio rector 
            dirige y escenifica al personaje en un espacio del pasado, el cual 
            se busca reconstituir para así reencontrar la casa. Este lugar 
            contendría la interioridad perdida del personaje, en él 
            podría volver a aprehender el entorno del cual se encuentra 
            ajeno, entorno simbolizado en la ciudad. El espacio se articula a 
            partir de los movimientos temporales que ejerce el personaje.
          El camino o el viaje que el personaje sigue es hecho por mar, el 
            sentido de la balsa se manifiesta como el paréntesis del personaje, 
            éste se encuentra arrojado al viaje, en un nomadismo constante 
            que busca detenerse en la reconstrucción del hogar materno, 
            que sin embargo la desconoce, la margina: "De repente estiro 
            la mano, corro esa cortina, era un minuto atrás. Ponle aserrín 
            al agua de tus lluvias, seguro que han pasado años, que el 
            tiempo me quiere subir a la garganta y por ahora perdía la 
            canción. Llego, no termino de llegar. Puede que sea el país"(9). 
            El encuentro que se busca es con el pasado, pasado materializado en 
            la casa. 
          El camino a ese encuentro es forjado por la memoria, la cual no se 
            presenta fija ni estática ni unitaria, sino que fragmentaria 
            y discontinua. La memoria es recobrada a partir de fragmentos que 
            están asentados en las materialidades del mundo representado, 
            los objetos permiten un regreso al pretérito. Ella, según 
            el modelo actancial de A. J. Greimas, es el sujeto que desea un objeto, 
            deseo que se actualiza en la búsqueda de dicho objeto que en 
            este caso corresponde a la casa, sin embargo dicho objeto no es pasivo 
            pues en su sentido de ramificación a la ciudad, ésta 
            vive por sí misma, es así como el narrador enuncia:
          
            
              
                  Era Santiago mismo montado en una humareda, 
                    rajando el calendario, introduciéndola de golpe en el escenario. 
                    (...)
                  Porque ahora, caminando con urgencia, recorre la herida de su nombre, 
              el minúsculo itinerario, sumida la pista de su gente y buscando 
                    lo que otros aprendieron a saber aquellos años de su ausencia: 
                    la fuga por el desfiladero de esas calles, que ya desconoce en su 
                    nueva materialidad. La escapatoria precisa, por la laguna que media 
                    entre el arrojo y el temor.
                  Recuerda que esas calles sí fueron suyas, que las perdió 
                  (10).
                  
            
          
          La ciudad absorbe a Ella, la fuerza a ubicarse ajena. Ella no reconoce 
            los objetos que componen la ciudad, las calles le son extrañas 
            lo que la posiciona en un desamparo: "Estaba huérfana, 
            se despertaba quizás a su incompletud, y por ese surco se colaban 
            las cosas a empujones: emanaba de la capital una música indistinguible"(11). 
            El encuentro con la ciudad se propende como irreconocimiento, los 
            materiales que la componen son independientes al regreso de Ella. 
            El tiempo como un irreconocimiento de lo pasado en el presente del 
            espacio en el cual se concentra.
          El mundo representado a partir de la particularidad de un personaje 
            principal, de lo individual se conecta con lo colectivo en la medida 
            que la memoria se asienta en la ciudad, ciudad en la que otros personajes 
            son llevados por el fluir de la misma: "Había muebles 
            entre la gente, maicillo, ripio, edificios, avenidas y letreros. Universos 
            ínfimos de ternura, construcciones de palabras"(12).          
          Además desde la pragmaticidad del texto, retomando Siegfried 
            Schmidt en relación a la fictivización de la comunicación 
            en literatura, el mundo se manifiesta fragmentario al constituirse 
            de retazos que se sostienen precariamente, presentando espacios vacíos. 
            Existe una condición confusa, ambigua del mundo, pues el tiempo 
            indetermina su configuración en fragmentos discursivos que 
            se inscriben en distintas dimensiones de la realidad representada.
          El conflicto que presenta el irreconocimiento en el encuentro con 
            la ciudad se resuelve en la metáfora de otro espacio privado, 
            ya no en la casa, sino en un espacio ritual y sagrado, el templo. 
            El templo, como lugar en que Ella constituye su lugar propio, su región 
            depurada de la nostalgia, pero no desvinculando el pasado de su presente. 
            El hoy, se manifiesta como resurgir hacia una voz inédita, 
            así Ella enuncia:
          
          
            
              (Traigo hasta mi habitación miles 
                de objetos, discontinuos, omitidos. Traigo mis ojos hasta acá, 
                rescribo las fábulas, hago época de nuevo, hoy.
                Me despierto, ya no es el continente desconocido. Mi pieza es un 
                templo, la oscuridad total. Después de perderme, estoy abandonada, 
                en esa noche que podría no terminar.
                Pero es templo, alto pesado ancho, con su arcada extraña 
                y fija, puerta sin salida inmóvil, que espera.
                Estoy adentro, puedo salir, el negro es negroazul, yo soy ese templo.
                Miro de frente el paisaje que puede aparecer tras el azul- negro: 
                mi vida, ese destino, desde la noche.
                Soy la noche, soy esa mujer, esa infancia. Pierdo la mirada, la 
                gano)(13)
              
            
          
           El personaje en la búsqueda del encuentro con la casa, y 
            así con la ciudad, se desconoce en ella, se forja foránea, 
            sin embargo este irreconocimiento le posibilita el configurar un espacio 
            propio desde donde hablar y mirar la ciudad, su propia ciudad desde 
            un hoy. El cuerpo es el templo que la posiciona en una nueva mirada 
            de la memoria.
            
          
          Mudanza en el mapa de Santiago:
          Cita Capital es la segunda novela publicada por Guadalupe Santa Cruz 
            en el año 1992 por la Editorial Cuarto Propio.
           Su titulo se vincula al motivo del encuentro de personajes nómades 
            que tienen cita en Santiago, ciudad capital que supuestamente contendría 
            el centro. 
           El narrador que dirige la diégesis establece una distancia 
            con relación al mundo representado, es objetivo, pero conserva 
            un grado de conocimiento amplio de los personajes, estando por encima 
            de la diégesis. Es a partir de él como principio organizador, 
            que se expresarán diversos puntos de vista desde estilo indirecto 
            libre y directo, monólogos interiores, entre otros registros.
           La narración se articula a partir del mapa de Santiago, el 
            mapa es la entrada figurativa a la ciudad, la que en su materialidad 
            es confusa e inaprehensible. La ciudad es la protagonista en donde 
            tienen cita de forma azarosa Sandra, Octavio y Nicole. 
           Octavio, es el personaje que expresa el viajar, pues continuamente 
            va de un lugar a otro buscando conquistar una región original. 
            Llega a Santiago llevado por el recuerdo materno, recuerdo que le 
            otorgaría figura, ya que él busca el nombrarse en un 
            lugar propio, así el narrador enuncia:
          
          
            
              Se le caían los fragmentos en el camino, 
                comenzaba una y otra vez la mudanza. Pensó que se hallaba 
                ahora en un lugar de despertenencia. Una camisa, sentida como extrajera, 
                se adhería a su cuerpo con el sudor de este clima apenas 
                familiar. Un aire ignorado le cantaba en las fosas nasales y aquel 
                desasosiego en los miembros iniciaba su roce con esta superficie 
                aún incorrupta para él. (14)
              
            
          
            La memoria posiciona a Octavio en un nuevo escenario. Santiago será 
            la ciudad indescifrable, sólo la entiende desde la superficie, 
            como un mapa, pero no puede hallar sus sentidos. Es en esta ciudad 
            que intenta buscar su nombre, territorializarse, propósito 
            que no puede configurar en la tierra paterna: Viena. Es así 
            que dialogando con Sandra le cuenta el motivo de su llegada :
          
          
            
              - Le hemos puesto nombre a todo, en el viejo 
                continente. Los barrios, las catedrales, los bosques, las enfermedades, 
                las edades. Todo se encuentra bautizado, dijo Octavio.
                - ¿Viniste buscando tierra virgen?
                - Vine a conseguir mi propio nombre, lejos.(15)
              
            
          
          Sin embargo, tal objetivo es impedido por la ciudad, que se le presenta 
            confusa y turbulenta, carece de un centro o principio ordenador desde 
            el cual articular un sentido, la asemeja a una selva que no expresa 
            un nombre marginando con la violencia que contiene. 
           Sandra, es errática y vagabunda, no busca la permanencia 
            en la ciudad, sino que ella misma expresa esa ciudad desterritorializada. 
            En su cuerpo se materializa para Octavio la capital, ya que también 
            desea ser escrita. Sandra es en los objetos:
          
          
            
              Sandra se levanta del banco donde había 
                hecho una pausa y deambula por las calles con la bolsa. (...) ella 
                es aquella bolsa plástica que le hace de pasaporte, de recurso.
                Naufraga por el centro parapateada en su forma imprecisa. La oprime 
                en torno a su puño, se cuelga de ella, para atravesar el 
                anonimato de las arterias. Es el distintivo que le hace caber en 
                la micro, es la marca de algún producto que la va borrando, 
                mientras avanza en la muchedumbre. Es signo del plástico 
                que no se reduce, protegiendo su cuerpo perecible. La etiqueta con 
                nombre, cubriendo su ausencia de apellido. Aquellas piernas sin 
                herencia, aquellos brazos sin linaje, aquellos ojos sin estirpe. 
                Esa manera de ver, sin dictado ni rótulo.(16)
            
          
          
            El cuerpo de Sandra y su subjetividad se materializa en los objetos, 
            ellos son la extensión de ella o son ella, es errática 
            y desterritorializada. Sandra es conquistada por Octavio, él 
            la posee como territorio y ella busca esa posesión, ambos motivados 
            por la cita, por el encuentro que se manifiesta en una búsqueda, 
            búsqueda de una ciudad que es inaprehensible y que se le desea 
            otorgar un sentido, estratificarla.
           Nicole, es el nexo entre Sandra y Octavio, ella en su condición 
            de amiga de ambos, los lleva a la cita, al encuentro que se concreta.
           La ciudad y Sandra son el objeto de deseo que se actualiza en la 
            búsqueda de Octavio, éste intenta una escritura en ellas. 
            El encuentro entre Octavio y Sandra, se asienta como una fundación, 
            se le intenta dar un nombre a la ciudad que constantemente y de forma 
            discontinua se transforma. Así el encuentro como motivo posibilita 
            un viaje por los puntos cardinales de la capital, diversos direcciones 
            desde donde se mira el espacio- ciudad, en el que confluyen pasado, 
            presente y proyecciones futuras. La memoria que en Octavio exige el 
            regreso a la figura materna, no se queda cerrada en el pretérito, 
            sino que al contrario potencia el constituir una región propia, 
            un conquistar en el cuerpo de una mujer y de la ciudad a través 
            de la escritura que se ejerza sobre ellas, un nombrar original.
          
            
              
                  Su lengua, como serpiente, busca mi nombre. 
                    Me dejo tensar por la cuerda, sin voz. (...) mi cuerpo se da vuelta 
                    en torno a ese nudo...Todos los lugares y cuerpos en aquel intersticio 
                    que me ayuda a abrir. Me fuerza a ser una a través de él, 
                  para hacerlo debe reunirse con su dolor, su capital.(17)
            
          
          
            La escritura es una materialidad que se expresa en un espacio público, 
            ya no en la casa, sino que en la amplitud del recorrido por la ciudad. 
            A juicio de Raquel Olea, el desafío para Octavio es penetrar 
            los laberintos de la urbe: "el desafío es el acoso, tanto 
            a su propia memoria como la memoria de la urbe, espacio donde se deposita 
            el recuerdo/ olvido, que no es facultad de quien lo posee sino que 
            está contenido en lo objetos"(18). 
            Los objetos son los depositarios de la memoria y así también 
            el cuerpo de Sandra como una materialidad.
           El motivo del viaje como desplazamiento cronotópico hacia 
            un encuentro se configura a partir de los recorridos por Santiago. 
            Es en la capital donde se trazan los caminos, en los que se intenta 
            otorgar un sentido. Luego del encuentro que no halla resolución, 
            que no logra aprehender ni significar la ciudad, viene la despedida. 
            Octavio se embarca de regreso a Viena, es relevante referirse a que 
            el viaje nuevamente, al igual que en Salir, se realiza por mar. Ante 
            la despedida Sandra le dice a Octavio: "Lo nuestro fue una cita 
            mendiga (...) La ciudad era aquello que mediaba entre tú y 
            yo, Octavio, y nos era equidistante. No había que someterla 
            a conocimiento"(19). La 
            ciudad permitió el encuentro en un tiempo y en un espacio, 
            pero al mismo tiempo lo fractura.
           El mundo se configura a partir de retazos, de fragmentos que están 
            sujetos a las materialidades del mismo. El escenario se forja a partir 
            de la memoria, del deseo buscado en ese mismo escenario, la ciudad. 
            La temporalidad configura un relato repetitivo, pues muchos discursos 
            evocan un solo evento único, la cita. De esta forma, el mundo 
            es articulado fragmentariamente, permitiendo otorgar significaciones 
            a lo no dicho en los intersticios que no son sintetizados.
            
          
          De la salida al afuera:
          El encuentro es el motivo cronotópico que dirige las novelas 
            analizadas. Tanto en Salir (la balsa) como en Cita Capital, 
            las uniones entre materialidades le dan un inicio al relato.
          En la primera novela analizada, el encuentro se establece entre el 
            anonimato de un Ella y la casa, como lugar privado en la ciudad. Mientras 
            que en Cita Capital la unión se forja entre Octavio 
            y la ciudad/ Sandra, pero en sentido público, el afuera se 
            escenifica.
           La ciudad es explicitada desde un dentro hacia un afuera. La memoria 
            que busca un encuentro primeramente apela a un espacio privado para 
            luego abrirse a la cuidad en su amplitud. Ambos caminos de reconstitución 
            de la memoria son potenciados por la figura materna, tanto Ella como 
            Octavio configuran un viaje de retorno a la región de la madre.
           En Salir, la casa , como metáfora de lo materno, patentiza 
            un lugar constituido en el pasado, pasado que Ella desea, en cambio 
            en Cita Capital, Octavio llega a un lugar- urbe desconocido 
            y sólo prefigurado por el lenguaje materno. El movimiento de 
            desplazamiento es contrario en las novelas analizadas. En la primera 
            se parte de Santiago- casa hacia Europa, y luego desde ahí 
            se regresa por los caminos de la memoria. Por el contrario, en Cita 
            Capital el punto de partida es Viena, lugar al que regresa finalmente 
            el personaje no pudiendo hallar el reconocimiento que buscaba en la 
            Santiago- urbe.
           El conflicto que experimenta Ella en el irreconocimiento frente 
            a la casa, expresada en sus materiales, la lleva a una resolución 
            de ganancia, pues logra articular un espacio propio en donde no se 
            ha invisibilizado o acallado la memoria, el templo. Lo que no le ocurre 
            a Octavio, el que en su deseo de aprehender la ciudad y otorgarle 
            un sentido, que lo posicione en un lugar propio, es frustrado por 
            la misma ciudad como protagonista.
           La materialidad es depositaria de la ciudad en ambos relatos, pues 
            es a través de ella que los personajes constituyen el mundo. 
            De esta forma, la urbe como protagonista tiene una independencia de 
            los sujetos que la habitan y también ostenta un cierto grado 
            de gobernabilidad. Es en ese espacio, que se configura a través 
            del tiempo expresado preferentemente como memoria, que los personajes 
            son envueltos en laberintos, presentado un mundo ambiguo y difuso.
            
            El nombrar se estructura como el motivo del reconocimiento o irreconocimiento, 
            ya que se intenta suscribir o encontrar en la urbe un espacio que 
            como espejo le de una figura precisa y territorializada a los personajes. 
            En Salir, los nombres son guardados en el anonimato, los personajes 
            son nominados a través de pronombres, sin singularidad, son 
            lugares comunes. Por otra parte, en Cita Capital, es la ciudad 
            la que no puede ser nombrada, porque es errática, no se le 
            puede significar. 
           La urbe se manifiesta acompañada en ambas novelas por algo 
            material, por una casa y por un cuerpo de mujer. La casa representa 
            el enigma de la memoria, un pasado que se desea, el cuerpo de Sandra 
            se patentiza como el deseo de fundación. Fundación que 
            intenta reconstituir un tiempo mítico, ligado a la madre, para 
            darle nombre original a una región, pertenecer a ella, y también 
            así encontrar una interioridad perdida.
           El movimiento del adentro al afuera en la producción escritural 
            del Guadalupe Santa Cruz, se establece como una acentuación 
            de la experiencia de lo ajeno, lo foráneo y la itinerancia. 
            Si Ella pudo lograr un encuentro, posicionar la ciudad desde su interioridad 
            y desde un presente en el templo, ya en Cita Capital, Octavio 
            se manifestará desposeído y extranjero, no logrando 
            conformar un sentido de lo propio en la urbe.
          Finalmente, es importante enunciar que la distribución y/o 
            circulación de novelas que no responden a una lectura de la 
            complacencia, pues no se inscriben en una literatura del tipo masiva, 
            permite preguntar por la productividad de lo literario en términos 
            de la articulación de lenguajes que problematizan sus contextos 
            de aparición y facultan una recepción con anticipaciones 
            que están en constante modificación. La productividad 
            de Santa Cruz, posibilita el pensar lo literario desde lo sensible 
            o material, permitiendo una entrada a la memoria urbana no exenta 
            de contradicciones y tensiones.
          
          
            
          
          
            Notas:
          (*) Entrevista 
            a Guadalupe Santa Cruz aparecida en Revista Vórtice, N° 
            6, Abril, 2001
          (1) Raquel 
            Olea: Lengua Víbora. Producciones de lo femenino en la escritura 
            de mujeres chilenas. Santiago: Editorial Cuarto Propio y Corporación 
            de Desarrollo de la Mujer La Morada, 1998. Pág. 84.
          (2) Olea: 
            op. cit, p.99.
          (3) Cecilia 
            Ojeda: "Recuperando el sujeto femenino exiliado: Salir (la 
            balsa) de Guadalupe santa Cruz". En Acta Literaria n°24. Concepción: Universidad de Concepción. Facultad 
            de Humanidades y Arte. Departamento de Español, 1999, p. 101.
          (4) Ojeda. 
            op. cit, p.100.
          (5) Manuel 
            Jofré: Historia y problemática presente de la Teoría 
            Literaria Post- estructuralista. En: Para leer al lector. Una 
            antología de teoría literaria post-estructuralista . 
            Manuel Jofré y Mónica Blanco (ed). Santiago: Editorial 
            Universitaria, 1987, p. 274.
          (6) Guadalupe 
            Santa Cruz: Salir (la balsa). Santiago: Editorial Cuarto Propio. 
            1989, p. 13.
          (7) Guadalupe op.cit.p, 17.
          (8) Santa Cruz: op. Cit, p. 
            102.
          (9) Santa Cruz, op. cit. P. 
            80.
          (10) Santa Cruz, op.cit, p. 
            91 y 93.
          (11) Santa Cruz, op. cit, p, 
            84.
          (12) Santa Cruz op cit, p. 
            83
          (13) Santa Cruz, op cit. p. 
            116.
          (14) Guadalupe Santa Cruz: 
            Cita Capital. Santiago: Editorial Cuarto Propio. 1992, p. 20.
          (15) Santa Cruz, Cita Capital.. 
            p. 110
          (16) Santa Cruz, Cita Capital. 
            p. 22-23
          (17) Santa Cruz: Cita Capital, 
            p. 235.
          (18) Olea, op. Cit. p. 92
          (19) Santa Cruz: Cita capital, 
            p. 222
          
          
            Bibliografía: 
            
          1.- Fuentes 
            primarias:- Santa Cruz, Guadalupe: Salir 
              (la balsa). Santiago: Editorial Cuarto Propio, 1989.
              
              - Santa Cruz, Guadalupe: Cita Capital. Santiago: Editorial 
              Cuarto Propio, 1992.2.- Fuentes 
                secundarias:- Bajtin, Mijaíl: Problemas 
                  literarios y estéticos. Traducción Alfredo Caballero. 
                  Cuba: Editorial Arte y Literatura, 1986.
                
                - Deleuze, Gilles y Félix Guattari: "Introducción: 
                  Rizoma". En Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. 
                  Traducción de José Vásquez Pérez .Valencia: 
                  Editorial: Pre- Textos, 1977.
                
                - Foucault, Michael: Microfísica del Poder. Julia Varela 
                  y Fernando Alvarez- Uría. España: editorial la piqueta, 
                  3° edición, 1992.
                
                - Greimas, Algirdas Julien: Semántica estructural: investigación 
                    metodológica. Traducido por Alfredo de la Fuente. Madrid: 
                  Editorial Gredos, 1971. 
                
                - Jofré, Manuel: Historia y problemática presente 
                    de la Teoría Literaria Post- estructuralista. En: Para 
                  leer al lector. Una antología de teoría literaria post-estructuralista 
                  . Manuel Jofré y Mónica Blanco (ed). Santiago: Editorial 
                  Universitaria, 1987.
                
                - Jofré, Manuel: Teoría Literaria y Semiótica. 
                  Santiago: Editorial Universitaria y Universidad de La Serena, 1990.
                
                - Ojeda, Cecilia: "Recuperando el sujeto femenino exiliado: Salir 
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                - Olea, Raquel: Lengua Víbora. Producciones de lo femenino 
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                    Sobre arte, cultura y política/s. Santiago: Editorial Francisco 
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                - Richard, Nelly (ed): Políticas y estéticas de la 
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                - Richard, Nelly: "La Política de los Espacios; crítica 
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                    de la diferencia y cultura democrática. Santiago: Editorial: 
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                - Santa Cruz, Guadalupe: Los Conversos. Santiago: Editorial 
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            Carol Elizabeth Arcos Herrera (Santiago, 1980) estudió Licenciatura en Educación en 
            Castellano en la Universidad de Santiago de Chile, egresando el 2004. 
            Ha realizado diversos cursos relacionados con arte y literatura. Ponente 
            en las VII Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana Estudiantiles 
            (JALLA-E 2005). Actualmente cursa el Programa de Magíster en 
            Literatura con mención en Teoría Literaria en la Universidad 
            de Chile y forma parte del Colectivo Lingua Quiltra.