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Crítica: “La muerte se desnuda en La Habana” (2017)
Hernán Rivera Letelier
Alfaguara, 2017.
177 páginas.
Por Gonzalo Schwenke
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La propuesta de Hernán Rivera Letelier en el mundo del policial tiene varios pasos en falso, mucho de mercado y poca literatura sustancial. Luego de La muerte es una vieja historia (2015), La muerte tiene olor a Pachulí (2016), el autor cierra la trilogía del Tira Gutiérrez y la hermana Tegualda en La muerte se desnuda en La Habana (2017) con resultados correspondientes para el ranking de libros más vendidos, allí donde escasamente hay buena narrativa.
En esta ocasión el Tira Recaredo Gutiérrez y la hermana Tegualda son contratados por Julio Parson, uno de los controladores de Antofagasta a través de las empresas mineras, quien busca a su hijo Theodore Parson (hijo único y de veinte años), que fue enviado a estudiar cine a Cuba pero que al poco tiempo se le pierde el rastro porque se le acusa de asesinato y canibalismo contra una prostituta de la isla caribeña.
La visión de los protagonistas por los caminos de La Habana y Varadero representa la cultura consumista chilena, una total vacuidad. De modo similar al turista que visita Chiloé, se separa el paisaje de la construcción histórica que le ha llevado hasta aquel lugar. Es decir, los ambientes son exhibidos, en apariencia, de modo fascinante pero sin trasfondo, porque en realidad apenas se hace mención de ellos.
Mientras la narrativa de Rivera Letelier se deleita empalagosamente con el paisaje, abunda la obsesión sobre el cuerpo femenino como mero objeto de placer. No es casualidad que las prostitutas desempeñen este rol en toda la obra. En tanto, a los protagonistas no les va mejor. Estos han variado poco con respecto a las entregas anteriores. El Tira Gutierrez profita de un pasado esplendor que no volverá, y el viaje al exterior en nada amplía su perspectiva el hecho de conocer otro país, sino que fortalece las mismas formas de relación con los demás, por lo que la evolución del personaje es insuficiente y plana. Mientras tanto, la hermana Tegualda, de mayor capacidad operativa, se distiende aunque sin quitar de sí el Evangelio, y logra asimilar escuetamente las vicisitudes de la aventura donde participa de manera activa. Este tipo de vínculos serán decidores en el cierre total de la novela, ya que da la impresión de estar comprometida desde el inicio de la trilogía.
Toda la construcción de La muerte se desnuda en La Habana (2017) resulta débil y está expuesta en la incapacidad del Tira Gutiérrez para formar parte del género, lejos de los modelos de la literatura detectivesca como Conan Doyle o Agatha Christie, donde prima la observación, la reflexión y la deducción que resuelve casos enmarañados. En esta tercera entrega, el problema del caso es resuelto con la sagacidad de quien se encuentra una moneda en el piso. Todo está dado y es cosa de indagar bajo el mantel para resolver el caso. El presente volumen viene a confirmar el paso en falso del escritor en género el policial.