—Y, ¿qué edad para la época de la Unidad Popular, en el 70, o la saco yo la cuenta?
—En el 70, creo que tenía 17.
—¿Cómo viviste tú, cómo te insertas en la Unidad Popular?
—Yo creo que no podría hablar de la Unidad Popular sin referirme a otros acontecimientos previos. Yo cuando adolescente estaba en Europa y me tocó el mayo 68. La primera imagen que tengo, en un diario que llegaba a la casa de mis padres, es de una Citroneta tirada por dos caballos en medio de la nieve. Esa imagen se ha quedado para siempre conmigo, como la sorpresa frente a una suspensión de la sociedad. Algo que ha sucedido que hace que ya nada funciona sobre ruedas, sino que algo ha sido, algo se metió en el engranaje de la sociedad tal como funciona. Cuando en francés la Citroneta o Citrola se dice “deux chevaux”, dos caballos, por el motor. Son unos motores muy débiles, por eso se llaman “deux chevaux” o sea, además hay un juego raro de imágen y de palabra, porque es una deux chevaux, como digamos una Citrola, tirada por dos caballos en medio de la nieve, porque no había bencina. Y esa imagen que venía en primera plana de un diario, es la primera noticia que yo tuve de algo cercano, en que el funcionamiento diario de una sociedad queda en entredicho porque alguien está pidiendo algo. Me marcó para siempre esa imagen. Y luego al colegio al que yo iba, muy rápidamente se contagió de esto de mayo 68. Por ejemplo, hicimos, yo tenía, una de mis mejores amigas era una haitiana e hicimos una marcha en el colegio para denunciar el racismo de una profesora. Yo era amiga de ella y de su prima, dos haitianas. Y que bueno, me habían contado y nos habían contado, eran, entre otras, ellas y otras personas negras. Entonces hicimos una marcha por el colegio. La primera marcha en que yo participé, por todo el colegio, pidiendo la dimisión o la, no sé cómo se dice, la suspensión de esa profesora por racismo. Y lo logramos. Lo logramos porque era mayo 68, y este era un colegio francés que se regía por el sistema francés. Y luego, yo fui delegada de mi clase.
—Todo esto, ¿en qué parte era, qué país?
—Bélgica. Entonces, yo fui elegida delegada de mi curso, y asistía a lo que mayo 68 pedía, que era participar en las reuniones, no recuerdo ahora, una formalidad, no, pero el Consejo de Profesores y yo tenía que estar ahí también. O sea, yo era, digamos, éramos un tercer poder en el colegio. La administración, bueno. Y también, poco después, bueno, mayo en 68, en Alemania, yo lo iba a saber después por quién fue mi pareja durante 10 años en el exilio, pero que yo había conocido en Chile y que había sido dirigente francófono de Bélgica de mayo 68, que el movimiento alemán era un movimiento muy férreo, muy duro, muy teórico, y al mismo tiempo muy alemán. Mi pareja después me decía que se movían entre países que habían participado de una manifestación en Alemania, y por ejemplo, si corrían por un parque, no pisaban el pasto. Incluso, los estudiantes perseguidos, o si se escapaban por el metro, llegaban y pagaban igual su pasaje de metro, no. Cosas que le habían llamado la atención a él. Y, bueno, uno de los grandes pensadores y dirigente de mayo 68, era Rudi Dutschke y su mano derecha, término que sigo usando, el mismo término de esos años, ¿no?, pero su colaborador más cercano, era un chileno, Gastón Salvatore, que era amigo de mi familia, de todos, de mi padre, hermanos y mío. Y que durante los cinco años que estuvimos en Europa, en Austria, primero, en Viena y después en Bruselas, Bélgica, sobre todo en Viena, nos iba a ver todo el tiempo y nos punceteaba y nos hacía pensar políticamente, pero también éticamente, pero también emocionalmente. Bueno, para mí fue un gran iniciador porque llevaba las conversaciones hacia unos sitios inimaginables, para mí, no, a los 13, 14 años y además estaba todo mezclado, no. Era otro modo de pensar, otro modo de vivir, etc. Entonces hablábamos de amores y hablábamos de política, que sé yo. Y estando en Bruselas, y en pleno mayo 68, Rudi Dutschke fue baleado por un francotirador, pero que después quedó demostrado que era, por supuesto, un grupo de extrema derecha, que le disparó a mansalva en la cabeza. Y llegaron a nuestra casa Gastón Salatore con Rudi Dutschke baleado, desde Alemania, y otro amigo y otra amiga. Entretanto, o ahí supimos, que Gastón andaba con mujeres y andaba con hombres. Estábamos muy celosas las hermanas de la mujer con la que fue, pero también había un hombre. Y todo eso en mi cabeza, era una sola y misma...pensamiento, no. Entonces, yo vi el año 68 a Rudi Dutschke baleado, en mi casa, y es algo que no se me va a olvidar nunca. Ver alguien..., por lo demás murió de eso años después, porque quedó con secuelas en el cerebro y tenía una suerte de epilepsia. Y un día de Navidad, o algo así, preparándose para los festejos, se dio un baño de tina y le dio el ataque de epilepsia en la tina y se ahogó. Vuelvo a Chile el 69 para terminar el colegio, porque, mi papá seguía trabajando allá, pero toda mi familia se vino antes, entre otras, para que yo pudiera terminar el último año de colegio acá y no hacer dos años más. Y ahí mi contacto más fuerte fue con un hermano que se había vuelto antes a Chile, que era hippie, pero hippie hasta el final. Bueno, estuvo preso por marihuana, en fin, un asunto así familiar. Pero él y tres amigos más partieron en un yate destartalado que le compraron a no sé quién, lo rearreglaron durante varios meses y cuando él tenía veinte años, se fueron estos cuatro amigos con ese yate, parece una gran palabra, pero era un bote con velas, a recorrer toda América durante dos años. Se paraban en un puerto y ingresaban a los pueblos del interior, trabajaban un tiempo, volvían al yate, seguían subiendo, etc. Y ese hermano me inició, bueno, me inició en toda la cultura hippie. Yo probé marihuana con él, por ejemplo, y probé marihuana escuchando lo que se escuchaba en ese tiempo y que hasta el día de hoy escucho: Led Zeppelin, Pink Floyd. Me puedo acordar después por escrito de otras canciones. Pero él me hacía escuchar, por ejemplo, tirada en el suelo con dos parlantes en las dos orejas, Led Zeppelin. Bueno, entonces, por ese lado también, yo tuve un lado hippie. Y de hecho, yo me vestía como hippie. Tenía trajes centroamericanos y con ellos andaba. El 71entré yo a la universidad. Yo hasta ese momento, dudaba si estudiar el último año de colegio, que fue el último 6° de humanidades. Inmediatamente después comenzó la reforma que era enseñanza básica y media. Yo fui el último 6° año de humanidades. Y a fines de año me decidí por filosofía. No sé porqué, postulé a la Católica. Tenía buen puntaje. No sé porqué. Porque alguien me hizo, una
ex pareja, me hizo una vez la pregunta: ¿Y si hubieras entrado a la Chile? Yo digo si hubiera entrado a la Chile, lo sufrida de mi vida hubiera sido otra. Entré a la Católica. En muy pocos meses tuve tres enormes decepciones. Yo esperaba entrar, o sea, salir del colegio y entrar a la vida, al mundo, iniciar mi vida. Primero, filosofía, me di cuenta que nunca nadie esperó de que uno pensara como el libro de Cecilia Sánchez que se llama..., en fin ya me acordaré cuando lo vea escrito. Pero es un libro sobre cómo ha sido abordada la filosofía en Chile hasta hace un tiempo, porque eso ha cambiado mucho, que era una simple transmisión de la tradición y la católica entre otras. Era lo que más coherentemente hacía eso. Entonces, en tres meses, yo en cada una de las clases busqué la posibilidad de pensar y reflexionar y dialogar con los profesores. Y nada, nada. Eso fue para mí una decepción enorme. Además tener que pasar por los cursos, este nombre divertido, propedéuticos y tener que empezar por el abc cuando yo nunca había creído en ese orden, ¿no? O sea, yo en literatura, por ejemplo, comencé leyendo, así leyendo por placer, a los surrealistas y de ahí llegué a amar la Canción de Rolando, ¿no? No creo para nada en el orden, en la secuencia, en los aprendizajes, bueno. Entonces eran solo cursos de introducción y uno quedarse callada y recibir, como receptáculo, la transmisión. Al mismo tiempo, yo, ya antes de entrar a filosofía, un amigo me había llevado a las reuniones de Centros de Alumnos. Yo ya estaba metida en el Centro de Alumnos antes de entrar a filosofía, y me emparejé rápidamente con alguien que estaba estudiando filosofía algunos años más arriba que yo. Y bueno, nos pusimos a pololear bastante rápido, a conocernos. Y yo no entendí nunca por qué, pero a los pocos meses, porque perdí la virginidad con él, yo me había propuesto desde Europa, ¿no? que la primera vez fuera enamorada. Porque en Europa, o sea, todas mis amigas ya....Pero yo me había propuesto para mí, eso. Y el último año acá en Chile, me tocó hacerme amiga de un cura y de otro, ¿cómo se llama? que nos daba clase de religión, pero que era un político. No he averiguado, pero estoy segura que alguien que trabajó después en la Vicaría, pero no sé por qué no quiero averiguar. Pero que hacía unas clases a un grupo pequeño, que eran clases de pensamiento político, aunque era católico, bueno. Yo era creyente, muy distintamente a Europa, mi padre, eso era por el lado de mi padre que era muy practicante y creyente, y con la gran vida espiritual de él. Una persona muy, muy bondadosa de verdad. Pero yo perdí la virginidad y a los meses me di cuenta que ya no creía en Dios.
—Y eso, ¿cuál es el nexo?
—No, eso yo no he terminado de entenderlo. O lo entiendo demasiado bien. O no sé en qué Dios creía yo. Y luego, en la Católica, en filosofía, y todo el Centro de Alumnos, era del MAPU. Entonces, yo, como quería militar en algún partido hacía rato, pues me metí al MAPU. Tercera decepción. Ah, bueno, la decepción del amor, fue que yo iba a todas las reuniones, digamos, con este pololo y a las manifestaciones. Y se terminaban las reuniones y las manifestaciones, y él no seguía conversando conmigo de lo que habíamos visto y vivido. Y yo lo encontraba tan raro, como que entonces yo era el reposo del guerrero, ¿no? o sea con las mujeres...
—Claro, no se habla de política.
—Se comparten otras cosas, pero no se está de la misma manera. Bueno, las reuniones del MAPU era, se esperaba, o sea, los hombres hablaban y las mujeres servían. Porque yo nunca me levanté a servir el café. Y eso yo no lo conocía, yo no lo conocía. Yo había estado en un colegio mixto. Mi último colegio antes del aborrecido colegio donde terminé mi 6° de humanidades, y que cuando chica hice cinco años así, en ese mismo colegio, aborrecido.
—¿Qué colegio era?
—Jeanne D’Arc, pero yo había tenido cinco años, después de eso, de colegio mixto, tenía mejores amigos, mejores amigas, en fin. Y por supuesto, todas las discusiones eran entre hombres y mujeres. O sea, era otra historia. Entonces no entendí esto de que en el MAPU. A más en el MAPU, me encontré con gente del mismo medio del que yo venía, de ese colegio. Entonces, yo dije: pero cómo, si esto no es ningún cambio en mi vida. Ahora, es importante decir también que ese medio de donde yo venía, era un medio en mi familia muy poco homogéneo. Porque mi papá era burgués, pero mi madre que era estadounidense e hija de emigrados, que habían llegado sin un peso del campo sueco, era de otro medio social. Entonces, ya, en ese tiempo, yo decía que en mi casa ya había lucha de clase. Yo diría ahora que habían dos culturas muy contrapuestas. Y además, mi madre era actriz de teatro. Bueno, con su acento, nunca pudo tener un papel digno. Que le daban solo papeles para extranjera, que ella no soportó. Entonces, esperó que creciéramos un poco, y ella empezó a dirigir obras de teatro en inglés para el Instituto Chileno Británico, en fin, Shakespeare y, eran sus favoritos y Tennesse Williams. Nosotras toda la vida escuchamos detrás de la puerta su dormitorio, ensayos de esos dos autores, no. Macbeth nos lo sabíamos de memoria y el Zoo de Cristal, también. Entonces, yo ya venía de una revoltura social en mi casa, ¿no? Y ese medio del colegio no era mi medio. O sea, todas mis compañeras siempre encontraron que yo era rara, que mi mamá era muy rara, que nos vestía rara, porque ella nos hacía toda la ropa, toda la ropa y porque pensaba distinto. Bueno, y para qué decir en 6° humanidades. Me encontraban inmoral, porque yo ya había visto todas las películas que en Europa eran para mayores de 16 y aquí eran mayores de 21. Entonces, por ejemplo, yo ya había visto El último tango en París, la había encontrado preciosa. Y aquí no la habían visto y hablaban solo de la escena de sodomización con mantequilla. O sea, era lo único que habían escuchado de la película. Bueno, llego a la universidad y me encuentro un poco con lo mismo. Trabajo en poblaciones día domingo. Llegué a la población. No llegó nadie más. Bueno, entonces, fue una desilusión en todos esos planos. Y yo de ahí me retiré, bueno, rompí con este pololo, me retiré de filosofía y me retiré del MAPU. Me acuerdo que en la última reunión yo dije que era una independiente infiltrada. Me retiré de todo y ese fue un año, el 71, de una bohemia desesperada, realmente desesperada ¿no?, de
andar por las calles en las noches y de proponernos experimentos como encamarme con un hombre que había conocido en la calle, simplemente porque me parecía atractivo. Pero también tiene que ver con los aires de ese tiempo, ¿no? Experimentar, experimentar, experimentar, conocer gente. Y yo en ese tiempo escribía y dibujaba. A fines del 71, 70 o 71, la fecha, una amiga me propuso que trabajáramos, que hiciéramos un trabajo en que había que saber francés, que era ser guía turístico-política de un intercambio que había de estudiantes entre distintos países. Y Chile, y en todo caso Bélgica, y ahí llegó el que va a ser mi pareja. Bueno, mayo 68, las preguntas inteligentes sobre lo que estaba pasando en Chile, los diálogos, la cosa cultural, todo. O sea, de los dos, enamoramiento fuertísimo, pero él estaba casado. Y el parte del pago de ese trabajo era que a las guías o los guías nos metían en los grupos que iban de intercambio para allá. Pero, por supuesto, que yo, ya en el aeropuerto, me esperaba esta futura pareja con otros amigos y que nos raptaron inmediatamente. Fuimos a almorzar a un restaurant griego, me curé con el trago griego, me encanta hasta el día de hoy, en fin. Entonces conflictos con los organizadores, que cómo, Yo abandoné el grupo inmediatamente, esperé un tiempo, digamos por sí él se separaba o por si pasaba algo...
—Todo esto en Bélgica, de nuevo.
—Sí, extrañamente. Y de repente dije: me voy a París. Y estuve cinco meses en París, entre preguntándome, quizás yo no pertenezco a Chile, quizás yo soy europea, quizás mi cabeza es otra, quizás por eso todo me desilusionó tanto.
—¿Allende había sido electo, ya?
—Pero, 71.
—¿Y a ti que te pasó, perdona, cuando Allende gana o votaste por él? Ahí nos saltamos...
—Sí, voté por él, voté por él. Tampoco era que me encandilara. Yo venía de otra, venía y sigo estando, en otro pensamiento.
—Ya, okey, ¿en qué sentido dices tú, respecto de la Unidad Popular, de Allende, por ejemplo?
—Demasiado formal, demasiados compromisos con partidos políticos, poca voladura cultural. Digamos de proponer, fuera de proponer el Hombre Nuevo, y cosas que no me sonaba mucho a mí, el Hombre Nuevo. Pero para mí era un caballero Salvador Allende. Bueno, lo que más me importaba era que hubiera una justicia social, porque cuando uno vive en Europa y tú vuelves a volver a este país, no puedes imaginar ni comprender las diferencias sociales que hay acá. O sea, te chocan y te chocan durante un año, hasta que tú ya empiezas a acostumbrarte de nuevo a esta sinvergüenzura ¿no? del ninguneo, de la humillación, de esta cosa latifundista ¿no? de como es la derecha, dueños del país. Bueno, en ese sentido, Allende de todas maneras, de todas maneras. Entonces me quedé cinco meses en París, en parte en espera amorosa, en parte decidiendo qué era yo, qué hacía yo, quién era yo en el sentido que ¿es mío ese proceso que hay en Chile o no? Y durante esos meses trabajé en cien mil cosas. O sea, es una bohemia ya no desesperada, pero una bohemia, cómo decirlo, contundente ¿no? Yo vivía en piezas prestadas, siempre distintas, conocí a un montón de gente, trabajé en miles de cosas, vendiendo quesos en mercados, trabajando con un joyero, acompañando a niños a colonias de vacaciones, formales, del aparato escolar, en fin. Y leyendo mucho, mucho, mucho y escribiendo mucho, mucho, mucho. Y un día me desperté y dije, literalmente: yo soy chilena, me estoy perdiendo algo de mi país que es muy importante. Aquí estoy, en qué estoy. Yo me vuelvo a Chile, me voy a la casa de mis padres, pero yo quiero ser independiente, o sea, esto me ha gustado demasiado. O sea, trabajo, vuelvo a Chile, me independizo, trabajo y me meto al MIR.
—¿Por qué al MIR? Tan categórica.
—Porque siento que tenía algo más de lo institucional. O sea, tenía una resonancia para mí, y esto no soy la primera en decirlo, pero tenía algo que tenía con la anarquía en el sentido cototo, o sea en el sentido histórico y contundente de la palabra, y por ende un grano de locura que yo no veía en los otros partidos. Es decir, algo que iba más allá de...porque yo, la lucha armada, francamente, no sé cómo pude estar de acuerdo con eso. O sea, no me reconozco. Nunca supe, nunca pude, ya lo hablaremos después, que la única vez que me pasaron un arma, cuando estaba arriba del techo de una fábrica, o sea, se suponía que para defenderla si es que había una contra toma por Patria y Libertad. O sea, alguien me pasó una pistola y yo no me la pude con mi mano del peso. Lucha armada, no sé. Por radical, yo, por desesperada, por rabiosa, por rebelde. Ahí yo tendría que, estábamos en los años 70, la guerrilla, el Che, Vietnam, es decir, es muy distinto plantearse eso hoy día que en esos años. Estaba mucho más en la corriente de pensamiento legítima. Y así lo hice. Volví a Chile. Busqué trabajo. Encontré bastante rápido en el Ministerio de Educación. Tenía un sector que se llamaba Jefatura de Adultos, en que ellos formaban a estudiantes en la metodología de Paulo Freire para alfabetizar. Y luego había un programa que era un convenio entre el Ministerio de Educación, la CUT e INACAP. INACAP de ese tiempo. Entonces la alfabetización iba seguida por unos cursos en que los trabajadores y las trabajadoras podían, en un año, sacar su enseñanza básica, con un programa adaptado a adultos. O sea, formación de adultos. Y te formaban durante unos meses en estas metodologías y en este programa. Y tú, entonces, eras asignada a una fábrica nacionalizada.
SEGUNDA PARTE
Celebración del aniversario del Sindicato de la Fundición Libertad
(1972)
—¿Te defino como escritora y pensadora?
—Perfecto. Estaba hablando de cuando vuelvo a Chile, entonces, y me busco trabajo, me arriendo una pieza en la calle Santo Domingo con Riquelme, muy cerca de donde iba a estar después el Arcis, y hago esta formación Paulo Freire, y me ponen como reemplazante de una chica, en Formación de Adultos, para la Fundición Libertad, no en la planta matriz, que quedaba en la calle Libertad, y que es donde se instaló después el Arcis, nuevamente el Arcis, sino que en la Fundición misma, en la Avenida Independencia. Y llego allá, entonces, como profesora de alfabetización y de enseñanza para adultos. Y alguien se enteró, alguien se enteró en el sindicato que yo quería conectarme con el MIR. A todo esto era una empresa en que el sindicato era del MIR, pero en una relación con el MIR de cara a cara y de negociación. Por ejemplo, cuando ellos quisieron tomarse la Fundición Libertad, y nacionalizarla y estatizarla, el MIR, y ellos eran mayoristas, les dijo: no. O sea, el MIR no está de acuerdo porque nos van a acusar a nosotros de rebalsar nuevamente las medidas de la Unidad Popular y la Fundición Libertad no hace parte de las X. Eso tendríamos que buscar empresas del programa de la Unidad Popular nacionalizables o estatizables. Y el sindicato dijo: da lo mismo, nosotros nos vamos a tomar la Fundición Libertad, porque nosotros queremos estatizarla. Y así lo hicieron. Y cuando llegué entonces yo a ese lugar, era un sindicato potente. Y alguien del sindicato se enteró, o qué sé yo, y rapidito llegó alguien del MIR, del aparato del MIR, a conversar conmigo. Toda esa gente que venía del MIR eran clandestinos, o sea, nunca les conocimos el nombre completo, sino que era...
—A pesar de estar en plena Unidad Popular.
—Es que, a ver, pequeña derivación. El MIR se organizaba según el modelo del, también voy a tener que revisar, FNL o FLN argelino.
—Ya, perfecto.
—Ya, Frente de Liberación Nacional, que se subdividía, o sea su estructura era GPM: Grupos Político Militares por zona.
—Perfecto.
—Ahora, inmediatamente te digo, años después en exilio, y después de haber conocido la estructura central del MIR, porque yo entré a lo que se llamaba un Frente de Masa. Yo entré al MIR por el FTR, Frente de Trabajadores Revolucionarios, desde la Fundición Libertad, y no desde la universidad ni de nada. Entonces era la misma estructura del FLN o FNL. Pero, años después en exilio, yo leí un libro maravilloso de Yves Courrière, un periodista que hizo una investigación profundísima, porque sabemos que Argelia es un lunar para Francia y para los intelectuales franceses, así como lo es el gobierno de Vichy que colaboró con los nazis para llevar a los judíos a los campos de concentración, etc. Eso se tiende, ese es un gran tabú en Francia y se tiende a olvidar. Y ahí yo me enteré, leyendo este libro de Yves Courrière, años después, te estoy hablando de los años 78, 79, él entrevisto tanto los franceses como los argelinos. Y esta organización de GPM, la que primó finalmente, fue la estructura militar. Incluso, militares del Frente de Liberación Nacional, o del Frente Nacional de Liberación, se echaron a intelectuales. Bueno, a mí ese libro fue marcador años después. Era al mismo tiempo que uno empezaba a salir en Europa lo que estaba pasando en los socialismos real, en los países del este. Porque muy rápido circuló en Francia y eso llega a Bélgica al tiro, ¿no? Lo que había sido, bueno, la primavera de Praga, lo que, en fin. Y lo que estaba pasando en Unión Soviética misma. Y los servicios de inteligencia de los países del este. Y todo lo que ahora hay películas, y novelas, y autores conocidos, qué sé yo. Pero allá se supo muy rápido. Yo estuve muy rápidamente al tanto. Estoy hablando de las caídas del Muro de Berlín mucho antes de la caída del Muro de Berlín, a nivel individual. O sea, el derrumbe subjetivo de cuando tú te das cuenta en lo que estuviste metida desde ese punto de vista. Bueno, GPM. Yo, al estar, por trabajo, en Avenida Independencia, hacía parte de la zona norte y del G8, que era el GPM de esa zona. Y de vez en cuando, aparecía, entonces, el aparato del MIR, que ellos sí eran clandestinos. Nosotros no, éramos con nombre y apellido. Yo era la profe. Y yo tenía 18, no, 19. Sí 19 y 20 años. Porque luego, para el golpe, yo iba a cumplir 21 a finales de ese mes. El 11 de septiembre y todos nos preguntábamos, así entre amigos, ¿llegará el cumpleaños, o sea, llegará a cumplir 21 años?
—De vida o de...
—Sí, de vida
—Ah, ya, chucha.
—Entonces llegó alguien desde la altura del MIR con un nombre clandestino, o sea por ejemplo, Néstor, y me dijo: oye, me contaron que tú quieres conectarte con el MIR. Le dije que sí, efectivamente. Entonces dijo: bueno, o sea, los pasos son ser simpatizante seis meses, aspirante seis meses y luego, según evaluación, ser militante. O sea, yo pasé por lo que se llamaba en ese tiempo, el conducto regular para llegar a ser mirista militante, ¿no? Y entremedio, no sé, me imagino que tenía que hacer prueba, qué sé yo. Eso es por el lado del MIR. Ahora, la relación con el MIR, eran reuniones de unidad, que así se llamaban. Para los comunistas eran las células. En el MIR eran las unidades. Eran reuniones, entonces, con otros trabajadores y o encargado del MIR que nos daba, esto le da risa a varios amigos poetas y escritores, sipona, situación política nacional. A mí me dan risa todas las siglas, hasta el día de hoy, pero sipona es.
—Es para reírse.
—Es para reírse, sipona. Entonces, cuál era el análisis del MIR de la coyuntura, y recibíamos El Rebelde y etc., etc. Pero, yo siempre sentí que éramos, estábamos, éramos del MIR, pero estábamos frente al MIR, también, ¿no? Y eso, es una experiencia inolvidable en el sentido de una autonomía y de todo lo que hicimos. Ahora, todo lo que hicimos fue sobre todo como profesora de la Fundición Libertad. Que comencé con la alfabetización. La verdad, verdad, verdad, es que logré alfabetizar a muy pocos porque tenía que ser algo mucho más intensivo, mucho más intensivo que las horas previstas y a pesar de que yo, por supuesto, después de un tiempo, ni contaba las horas. Y ya a la universidad, que me había vuelto a inscribir, no sé, por inercia, ya casi no iba a la universidad, porque estaba viviendo esta otra vida, que yo siento que es donde comienza mi vida, ¿no? Me acuerdo, por ejemplo, de un trabajador, uno tiene que pensar en el nivel de analfabetismo que hay en ese tiempo, que no tiene nada que ver con hoy día. Gente venida del campo, directamente. O sea, estábamos todavía muy cerca de la migración del campo a la ciudad. Bueno, me acuerdo, por ejemplo, de Lucho, porque era el más duro de enseñarle. Era grueso, con unas manos enormes y sudaba, sudaba, escribiendo, sudaba. Y en el cuaderno que él tenía, de repente, yo decía: a ver. Y me abre el cuaderno. Y se cayó una foto de su familia. Entonces yo decía: ¿y esta foto? Es mi familia, ¿no? O sea, eran maneras de engancharme, de que habláramos de otras cosas, qué sé yo, bueno. Por ejemplo, a Lucho, yo no pude enseñarle, yo no pude alfabetizarlo. Luego, cosas muy hermosas. Por ejemplo, yo les pregunté en un principio: pero, ¿qué es para ustedes escribir y leer? Mira, yo tomé esos apuntes y se los mostré a una amiga antropóloga y se los quedó, desgraciadamente. Me encantaría tenerlos hoy, porque era una maravilla. O sea, uno que dijo que era, leer era como una serie de banderitas chicas pero acostadas. Y que cuando uno leía, se levantaban las banderas. Bueno, eran de ese orden lo que ellos entendían por leer y escribir. Además, la metodología Paulo Freire es que vincula vida y escritura, y vida y lectura. Entonces era de una intensidad enorme, ¿no? Luego venían, entonces, los cursos de enseñanza en un año, que equivalían a la básica. Y ahí había un programa ministerial de la Jefatura de Adultos. A todo esto, de paso, la encargada de la Jefatura de Adultos, no sé de qué partido era, pero creo que socialista, y ella sabía que yo me había vuelto del MIR. Y hubo un momento que hubo una suerte de rafia, ¿cómo se dice?, de persecución.
—Razia.
—Razia a los miristas que estaban metidos en la Jefatura de Adultos y según el ministerio, haciendo agitación y propaganda en sectores sociales valiéndose de este papel. Y ella me avisó. O sea, yo estoy muy agradecida de ella. Y no puedo recordar su nombre porque, bueno, tengo una serie de blancos con los nombres, pero yo le agradezco infinitamente. Me dijo, o sea, no fue una amenaza, si no me dijo: cuídate porque están persiguiendo.
—De parte de...
—Del Ministerio de Educación.
—De la Unidad Popular.
—De la Unidad Popular. Están persiguiendo a los miristas que están en este programa. Porque es abrirles un espacio a los frentes de masa. Con el sindicato empezamos a conversar de este programa que, ya te lo dije hace un rato, era un convenio entre el Ministerio de Educación, CUT, INACAP. Y de repente dijimos, y yo ahí tengo que hacerle, también, un homenaje a uno de los del sindicato, que era un gringo, no de la CIA, porque después todos los gringos se convirtieron en equivalente a la CIA, ¿no? Paréntesis. Tú sabes que yo me voy siempre por las ramas. Como dice Jaime Norambuena, me dice, no, si sigue hablando, porque así yo aprendo a escribir narrativa. Él tuvo que salir cascando inmediatamente después del golpe. Se fue a Buenos Aires y ahora está en Estados Unidos y es el guardián del acuario de Boston.
—Guauu, qué genial.
—Bueno, muchos de los diálogos eran con él y con los otros del sindicato. Y empezamos a pensar la genialidad de esta formación. Realmente es aumentar la producción, es decir, el objetivo es tecnológico. Está bien, pero qué es lo que hace. Desgrana o desgaja algunos obreros, como se decía en ese tiempo y obreras, pero era la función bien clara, sobre todo, obrero. Habían algunas obreras, bueno, en la cocina y algunas obreras, por ejemplo, me hice muy amiga de una. Al final era, que aprendían rápido lo otro para llegar a lo tecnológico. Y entonces, los más, a ver cómo decir, los que buscaban una promoción personal, era cómo llegar al curso de INACAP. Y el resto. Bueno, ese era el calibre de nuestras discusiones y entonces, poco a poco, fuimos pensamos y propusimos esta alternativa. Que, copiando de la universidad, los cursos fueran con créditos. Que en vez de ser cursos especializados, ya, ciencias naturales, ciencias sociales, matemática y lenguaje, no me preguntes cómo yo hacía matemática. Tenía el programa, ¿no? Que en vez de estar divididos en materias, que hiciéramos seminarios que cubrieran todas esas materias, abiertos a todos, a todos los de la fábrica. Y los que asistían a todos, pues, juntaban créditos muy rápido y podían y nosotros haríamos un equivalente. O propondríamos a la Jefatura de Adultos un equivalente al programa oficial. Entretanto, se nos había ocurrido también, tú me dijiste: estuviste en lo cultural, y yo te dije, no, pero sí estuve en lo cultural, pero, ¿cómo decirte? en esa zona, en esa zona de intereses muy apegado a lo cotidiano. Entonces, decidimos, primero armar una biblioteca, que la construimos con trabajo voluntario un día sábado. O sea, en un sábado estuvo lista. Quedaba cerca de la entrada. Decidimos después llamar a Quimantú, o sea, bueno, yo fui a hablar a Quimantú, para que nos donaran, para que fueran a hacer una exposición de los libros Quimantú para todos los obreros de la Fundición Libertad, y alrededores. Porque también habíamos dicho, bueno, esto hay que ampliarlo. Entonces, al lado de la Fundición Libertad había una empresa X, que tenía que ver con construcción marina y más allá, en fin. Mira, yo me sabía todos los nombres. Deba era una fábrica que había a la vuelta, que hacían llaves, pero que fue siempre el local de reunión comunal, para el paro de octubre, etc., o sea reuniones del sector norte, pero no del MIR, sino que de la comunidad. Bueno, Deba. Pero se me han ido olvidando. Ya. Pero yo, para invitar a estos cursos iba hasta Vivaceta, hasta Recoleta, ¿no? a todas las empresas, Molino, Cuadernos Colón, en Vivaceta, si no me equivoco. En Recoleta no recuerdo cuales, bueno. La memoria la tengo un poco agujereada respecto de todo eso. Entonces, empezamos a invitar, ah, hicimos un cine club. Y yo tenía un contacto maravilloso, o sea, yo tenía que ir a buscar las películas a Chile Films. Que había un caballero, que olvidé su nombre, con un bigotito como de los años 50, maravilloso. O sea, yo le decía, queremos ver, porque eran películas de arte ¿no?, de arte y sociales, en fin. Pero mucho de arte. ¿Por qué para los trabajadores tenían que ser solo películas sociales? Y él me la encontraba y me decía: venga mañana. O sea, fue como un cómplice todo el tiempo. Olvidé su nombre y quién sabe qué habrá sido de él, no tengo idea, no tengo idea. Cine club, con debate después. Y empezamos los seminarios. Entonces, los seminarios eran de esta índole: historia del movimiento obrero. Clotario Blest durante una semana. O sea, fue la oportunidad en que yo conocí a Clotario Blest que era un ser, o sea, un hombre extraordinario, absolutamente fuera de serie por la lucidez, por la independencia, cómo veía las cosas. Él por lo demás, las veía bien mal. O sea, él decía que Allende estaba, que él, a veces, iba a hablar con Allende, y Allende le confidenciaba que él estaba como un sándwich entre las distintas tendencias de la Unidad Popular. Paralizado. Paralizado. Tú ves el privilegio de escucharlo exponer durante una semana, dos o tres horas diarias, la historia del movimiento obrero por él. Abierta a todos los de Fundición Libertad y a todos los del sector. Ciencias naturales. Yo invité a una amiga que era médica, o estaba estudiando medicina, Raquel Chaid, que después, en los primeros años de la Concertación, estuvo a cargo de un tema muy duro que fue el Sida. En salud, muchos conflictos, de índole ideológica, por instalar algunas cosas a pesar de la Iglesia Católica, a pesar de la obediencia de ciertos partidos de la Concertación. Bueno, a alguna gente una la reencuentra. Ella fue a dar un seminario durante una semana de, ¿cómo se llama esta enfermedad que les da a los mineros, de las fundiciones, que es a los pulmones?
—Sí, sí, pero lo vamos a buscar y lo vamos a poner...Silicosis.
—Silicosis. Desarmando todos los mitos de que tomar leche hace que la leche arrastre, por ejemplo, que son cosas que hasta yo pensaría, ¿no?, que la leche arrastre y se lleva todos los deshechos y después se evacúan en los excrementos, ¿no? Una semana hablando de silicosis y de cómo prevenirla y qué sé yo. Este era el sector Fundición, o sea, alto horno, todo el día y noche prendido. A mí el sindicato me exigió, cuando yo entré a trabajar ahí, me exigió, que puesto que yo iba a enseñar, yo también tenía que aprender y dejarme enseñar lo que ellos sabían. Y yo, entonces, asistí, tuve que seguir un curso improvisado por el sindicato ¿me entiendes?, que de repente me ponían en este sector, de repente a este otro, me explicaban cómo es este proceso, etc., cosa que yo encontré preciosa, porque era una reciprocidad, ¿no? Preciosa, suprime esa palabra. Cosa que a mí me pareció muy digna. O sea, que no hay, hay algunos que saben algunas cosas y no saben otras. Y a ti te toca aprender lo que saben ellos. Entonces, yo conocí todo el proceso de una Fundición. Cómo era esto, cómo era esto otro. Y después, en trabajos voluntarios, que los habían, me tocó, a mí por ejemplo, estar en el sector de los almeros.
—¿Qué son los “almeros”?
—Las almas, tú tienes que imaginarte que la Fundición Libertad hacía piezas para ferrocarriles y para el servicio de agua potable, las tapas, etc. Yo, en algún momento, me he encontrado aún en Santiago, en algunas veredas, con las tapas que dicen Fundición Libertad, ¿no? Es decir, que fueron junto con ser fundidas en un molde, en ese molde estaba la matriz que decía Fundición Libertad. No sé a dónde están esas fotos pero es como pisar parte de tu historia, ¿no? Entonces, el alma es cuando tú tienes piezas que tienen una forma compleja por dentro. O sea, imagínate un cuadrado, pero que por dentro el cuadrado tiene una forma ovalada y con varias salidas, por ejemplo. Entonces, las almas es lo que en el momento de moldear esa pieza, tú pones en un cierto lugar y está hecha de una cierta materia, que hace que alcanza a moldear por dentro. Pero pasado un rato, con el calor de la fundición, se derrite. O sea, tiene tanto que ver con el grabado y con escritura.. Entonces, me tocó a mí, trabajo voluntario, estar todo el día en el sector de almeros. Ahora, las almas a su vez, también se hacen con moldes. Y es una suerte de arena mezclada con, bueno, olvidé el curso de fundición a estas alturas, pero es arena con algo más que como te digo, aguanta hasta cierto grado que alcanza a darle la forma y después se derrite. Pero tiene toda una técnica. Qué si tú primero lo pones, imagínate como un candelabro, tú lo llenas de arena y lo tienes que ir apretando con una especie de pistola de aire, una sopapa con aire, porque no tiene que ser ni demasiado apretado ni demasiado suelto. O sea, eso lo aprendí en un día de trabajo voluntario. Bueno, yo vivía entrando y saliendo de la fundición propiamente tal, ¿no? Las oficinas quedaban adentro, porque estábamos en los años 70, ¿no? Y te puedo decir, a propósito de la silicosis, que yo todos los días, después, cuando llegaba a mi pieza en Santo Domingo, me sonaba y era negro, negro, lo que me salía. O sea, el nivel de contaminación era impresionante. Y las medidas de prevención y seguridad, o sea, lejos de ser lo que es hoy. Bueno, por decirte, el tipo de seminario que organizábamos y cine club y las discusiones, bueno, irradiaba y además irradiaba hacia el barrio. Ahora, y yo, esto, no soy única, lo he hablado con varias personas en el exilio, yo en esa época puedo decir que fui feliz, fui feliz, sin lugar a dudas. Me ha tocado mucha gente que dice lo mismo. Yo en esos años fui feliz. Porque tener 18 años o 19 y sentir que tú se te ocurre una idea un día, y al día siguiente la estás realizando. Y que la sociedad es maleable, pero en el más precioso sentido de la palabra ¿no?, es algo inaudito y de lo cual tú no te repones nunca más, nunca más. Esa sensación de potencia y de creatividad hecha actos, y no solo tú, sino que se le ocurre una idea a alguien y se hacía, es inolvidable, es inolvidable. A propósito de Quimantú, fue Quimantú y me acuerdo que a la entrada de la Fundición, hizo una exposición de todos los libros. Oye, era maravilloso ver como todos los obreros se llevaban de a diez, de a quince libros, porque valían nada ¿no? Y eso fue lo que, bueno, lo que nos donó Quimantú comenzó nuestra biblioteca y después todos aportamos, qué sé yo, tenía su pequeña biblioteca. Octubre del 72. A bueno, déjame decirte esto y no pienso seguir, perdona que no siga un orden lineal, pero nunca lo he seguido. Que esa idea de hacer una formación alternativa, que fuera más democrática, en el sentido de que aprovechara a todos, a los que tienen un poco de ganas de saber y a los que tienen muchas
ganas de saber y a los que quieren ¿cómo se llama? una promoción social y a los que no la quieren, en fin.
—Hay una cosa que no entendí. Por qué en el programa del ministerio iba ir la gente que tenía ganas de tecnologizarse y obtener un título. ¿Porque era dirigido puntualmente a alguien que lo tenía que terminar, el curso?
—Claro. Tenía que alfabetizarse, a continuación hacer la formación de un año con los cuatro ramos, aprobar y entonces entrar a INACAP para especializarse.
—¿Y estos era abiertos para todos y te promocionabas igual, buscabas, los que querían tener nota, tenían nota y los que no...?
—O sea, era abierto a todo el mundo, pero cuando ya se había entrado al programa, se cerraba, tú no podiai llegar en medio, ¿no? Bueno, visto desde hoy uno dice: oye, pero bueno, también es el derecho de cada cual de querer tener una promoción, pero en esos años nuestra crítica era muy, muy de esa época ¿no?, o sea, más que la Unidad Popular. O sea, ahí es donde yo digo la Unidad Popular y Allende, para mí eran institucionales ¿no? o sea, esto era una de manera de cambiar ya algo y que para mí tiene que ver con mayo 68. Que es cambiar algo en lo cotidiano. Sí, los que quieren sacar su cartón y especializarse, van a poder hacerlo, atrás de los seminarios y de créditos. Es decir, si van a todos, van a juntar sus créditos. Y lo que yo quería, claro, es que se reconociera eso en el Ministerio de Educación, porque si no, ya. Bueno. Lidia, se llamaba Lidia la persona de la Jefatura, pero el apellido no tengo idea. O sea, se me olvidó. Y yo creo que fue en el momento en que yo se lo fui a plantear y que ella dijo: pero esto, o sea, es una locura, no te lo van a aceptar nunca ¿no?, esta idea crédito como de una universidad ¿no? Y qué sé yo, bueno. Y me pregunto si no fue en esa oportunidad que me dijo: y te quiero pasar un dato, en buena. Bueno, entonces, la Fundición Libertad, a través del sindicato, me iban a contratar de planta en la fábrica, porque antes se decía fábrica, obrero, etc., puesto que la Jefatura cada vez menos, me estaba mirando cada vez, o sea, todo demasiado distinto ¿no?. Y seguiríamos dando esa pelea porque se reconociera. Bueno, en eso sucedió el golpe ¿no? O sea, cuando yo iba a dejar de estudiar e iba a trabajar. O sea, con el jefe de personal, no doy nombres ¿ya?, el jefe de personal, que era un socialista, era muy cercano al MIR y tenía mucho respeto por este sindicato y por las ideas y qué sé yo. Yo a él lo he vuelto a ver ¿ah?, a él lo he vuelto a ver. Él me escuchó una entrevista en la Radio Tierra, una vez, años atrás. Y llamó a la Radio Tierra y consiguió mi teléfono. Y me llamó y nos dimos cita. Los dos todavía como con miedo. Porque ya no estábamos bajo la dictadura ¿o sí?
—Sí, la Radio Terra estuvo bajo la dictadura, yo creo. O al principio de la democracia habrá sido.
—Pero en esa cita me costó, o sea, yo llegué, eran las lanzas, me quedé mucho rato esperándolo. Me bajó una paranoia, a mí, enorme. Y él no se qué. Bueno, nos costó encontrarnos. Pero nos encontramos. Y bueno, imagínate todo lo que teníamos que contarnos. Y él me contó de varios ex obreros ¿no? Y me salto. Cuando el Arcis se quiso cambiar de la calle Huérfanos a la Fundición Libertad, a la casa matriz de la Fundición Libertad, yo algo le dije a la Magaly Menes, que en ese momento era la encargada de... No pongamos ningún nombre. La persona de la Escuela de Cine, la directora de la Escuela de Cine, que la habían puesto a cargo de hacer un video sobre esta fábrica donde se iba a ir el Arcis, ella supo que yo había trabajado en Fundición Libertad, aunque me tocó un par de veces ir a la casa matriz, nomás. Pero yo le dije: yo estoy en contactos con el jefe de personal.
—De la época.
—De la época de la Fundición misma, pero que él sí pasaba yendo a la casa matriz. Y además, Jaime conocía a otra gente. Los convoqué, o sea, le pedí a Jaime ayuda, y él convocó a los otros. Y fuimos con esta cineasta y con alguien encargado de comunicaciones del Arcis, y recorrimos, antes que se cambiara el Arcis, toda la fábrica, toda. Y ellos iban diciendo: aquí estaba tal cosa, aquí era el sector, no sé, de montaje, aquí era el sector de esto, este era el casino de los obreros, esto no sé qué. Reconstituyeron todo, todo, todo, todo la industria ¿no? Después algo hicieron con eso en el Arcis. O sea, hicieron unos textos escritos en el suelo ¿no?, con fragmentos de entrevista y también salió en un catálogo, en una agenda del Arcis, en que me tocó participar como trabajo ¿no?, en el diseño y en los contenidos. Que era justo antes de cambiarnos a Libertad. Entonces, ahí salieron, también, varios testimonios.
—¿Y eso qué año fue, oye?
—¿Lo del Arcis? Ahí tengo la agenda. Mira, incluso lo tengo tan a mano que te lo puedo decir
—Ipso flatus.
—Año 2001. Bueno, a todo esto, en una de las salas, todavía estaba pegado un pequeño, ehhh, por supuesto que no se decía stickers en ese tiempo, sino calcomanía: “Ganemos la batalla de la producción”. Voy a ponerle el hombro, ¿no?
—Voy a ponerle el hombro.
—Cuando Arquitectura, que era donde yo hacía clases en el Arcis, en Arquitectura y en Filosofía, se cambió, y yo vi que en esa misma sala, era la sala de profesores, yo dije: por favor, no saquen eso. Y entonces se pintó toda la sala y se dejó enmarcado.
—Perfecto.
—Ese pequeño... Ahora, extrañamente, toda la gráfica de ese tiempo, oficial, era muy infantilizante, muy infantilizadora ¿no? Porque los trabajadores eran como niños grandes. Yo no sé quién fue el encargado de esa gráfica, porque Quimantú sacó varias revistas que no era así. Siempre era como un hombrecito, un hombrecito trabajador, además siempre eran hombres. Chile se pone los pantalones cuando se nacionalizó el cobre. Ehhh, el MIR. La cosa, es decir, la situación de militancia se puso más tensa para la huelga de octubre 72 de la derecha, ya sabemos, fue organizada por la CIA y todos los sectores, digamos, más conservadores en Chile. Y entonces, rápidamente, ahí apareció el aparato, el aparato, digo bien, el aparato del MIR diciendo: aquí se está jugando algo de nivel nacional, está peligrando todo el proceso y, bueno, hay que estar en todas, en todas ¿no? Y en ese momento, ante los problemas de abastecimiento, bueno, que no llegaban las cosas, del cierre de tiendas, de paro de la locomoción, los camioneros ¿no?, que cerraban las rutas con otras ciudades, surgió del MIR, pero en diálogo con, por lo menos, con el sindicato, creo que a esas alturas, ya era aspirante. Fue cuando surgieron los comandos comunales y los cordones industriales. Pero en nuestro sector, que no era tan denso, del punto de vista fábrica ¿no? sino que había, estábamos al lado del campo. Conchalí era casi campo en ese tiempo. Renca era casi campo. Recoleta terminaba ahí muy pronto ¿no? Bueno, estábamos muy cerca del campo. Y habían colegios en ese sector. Y había universidades. Estaba el J. J. Aguirre con estudiantes de la Chile. Entonces, en mi sector, norte, más bien se pasó de inmediato a comando comunal. Y esa fue la convocatoria, después del paro de octubre y junto con el paro de octubre, pues, si hay esta cosa coordinante de distintos sectores, nosotros también tenemos que coordinarnos entre distintos sectores. Y hacer alianzas con los estudiantes, con los campesinos, con..., en fin. Y esas eran las famosas reuniones en esta fábrica Deba, que quedaba, en mi mapa mental, más allá de la vueltecita.
—¿Deba con V?
—Con B, si no me equivoco. Y entonces, ahí habían, bueno, miristas también, estudiantes de la Chile en Medicina y otros estudiantes, escolares, no sé si llegaron campesinos, pero era como que la utopía estaba ahí, ahí ¿no? y se hablaba y se decía: bueno, entonces tenemos que coordinarnos, crear redes alternativas de abastecimiento, compartir. Entonces, ya, por ejemplo, nosotros, la idea era todo lo cultural que hacemos en la Fundición Libertad, es comunal, comunal. O sea, esto está en posesión de todos ¿no? Me acuerdo esas reuniones, una sala heladísima, una sala sindical heladísima en Deba, ¿no? Montones de reuniones. Bueno, octubre del 72, bueno, siendo aspirante, no sé, pero ahí me obligaban a hablar en público, el MIR. Y yo nunca había sido, digamos, yo era de las que levantaban la mano en el colegio, y había sido delegada, me entiendes, en mayo 68, y en el último año en el colegio, acá, por supuesto, yo era la que levantaba la mano, y la que también le hacía engaños a todo el curso. Por ejemplo, yo, en castellano, último año, me tocó hacer una exposición sobre los surrealistas, y entonces yo expuse y entremedio introduje unos poemas míos, como poniéndolos a prueba. Y fueron los que encontraron más raros, así que yo dije ¿no?, bueno. O de repente, como tenía tantos problemas con matemática, llegaba con una peluca a clase. Como me encontraban inmoral, igual mis compañeras, todos me encontraban rara y como me encontraban de todo, como que ese último año yo ya me senté en todo. Pero hablar en público y sostener un discurso, además un discurso que era el discurso del MIR, yo recuerdo que esas primeras veces yo me ponía colorada, colorada, colorada. Hasta que me dije, bueno, te vas a poner colorada por un rato, pero después ya sabes que se te va. Entonces levantaba la mano y hablaba y me ponía roja, roja, roja, hasta que se me quitaba. Bueno, a todo esto, todo el mundo encontraba que yo era una mirista muy especial, porque andaba con estos trajes mexicanos, tenía el pelo largo y suelto. Y cuando ya llegué a ser militante...
—¿y cómo habría sido el prototipo si hubieras sido una mirista, mirista?
—Primero, vestida de café o de gris. Porque ahí, por supuesto, el modelo era masculino.
—Perfecto.
—Era masculino no llamar la atención, o sea, ser una mediadora ¿no?
Guadalupe Santa Cruz, fotografía interior en su libro Salir (la balsa)
Santiago, Editorial Cuarto Propio: 1989
—Invisibilizarse.
—Invisibilizarme para hacerme creíble. Y yo andaba con estos vestidos y estas, bueno. Y como los obreros y el sindicato me habían enseñado a tomar, me había enseñado a tomar. Porque salíamos, yo de las clases que daba y ellos del trabajo y decía: ya, pues, vamos a tomarnos algo. Y yo decía: es que no me gustas el vino. Ah, no, no vas a poder trabajar acá. Así que un patito chico sírvete, en los boliches que habían alrededor de ahí, de la Avenida Independencia. Yo aprendí a tomar vino ahí. Y después me tomaba un pato grande, ya. Y a veces, bueno, muchas veces, estoy mezclando todo, pero cuando hacíamos guardia en la noche para octubre del 72, y que en la mañana, no habíamos dormido en toda la noche, o cuando tomábamos y nos quedábamos tomando hasta tarde, sea como fuera, el final de Independencia, la micro llegaba al mercado central. Entonces también aprendí a un buen mariscal a las seis de la mañana o una, en fin, de estos caldos criatureros como se les decía ¿no?, para reponer la caña, y perfecto después ¿no? O sea.
—¿Qué es eso?
—El último rincón de la bohemia santiaguina.
—Black and White.
—¿Sabes dónde era? En lo que es ahora el museo de la ciudad de Santiago. ¿Esa casa colorada?
—Sí, perfecto.
—En ese tiempo era un patio con una serie de boliches.
—¿La Casa Colorada?
—Es que así se llamaba, La que está ahí en Merced. Sí, en Mercede. Era igual de colonial que hoy día, pero tal como venía de la colonia. Estaba que se caía. Y tú entrabas al patio y creo que tenía bolones, no sé, o puede que yo lo esté imaginando. Y de ahí, adentro, en ese patio, habían esos corredores y uno entraba, si mal no recuerdo, a distintos boliches. Pero en todo caso al Black and White, que estaba escrito en una pared enorme, escrito, digamos, por un dibujante de letreros: el Black and White, el último rincón de la bohemia santiaguina. Bueno, recuerdo haber bailado ahí, o sea, haber terminado noches ahí bailando en el Black and White, bueno. Ahora, ya voy a volver a octubre del 72, ¿ah? Pero, ya, al final, me dieron el título de militante del MIR. Y junto, o sea, ya, fui militante y la tarea que me asignaron fue encargada volante de agitación y propaganda, o sea, AGP. Porque era muy fácil, porque yo como profesora ya conocía todo el sector. O sea, yo me conocía Vivaceta, las calles entre Vivaceta e Independencia y después conocía Recoleta y las calles entre medio. O sea, yo ya era sin necesidad de ningún cargo, volante. Y me conocía las calles y me conocían como la profe de la Fundición Libertad. Y como era joven y qué sé yo, tenía una cierta llegada. Entonces, me dieron ese cargo. O sea, que era un poquito más delicado, porque no iba a ir a invitar al cine club ni al seminario de Clotario Blest, sino que a actividades del MIR. Con lo cual ya me quemé un poco más. Pero a los quince días, me decían encargada volada de agitación y propaganda. Porque siempre fui, nunca dejé de ser la que era ¿no? Entonces, encargada volante, no. Encargada volada de agitación y propaganda. Porque se me cruzaban las ideas, se me cruzaban los nombres, en fin. Octubre del 72. Mira, en nuestro sector, que era la zona norte, y por eso que “Cita Capital” está tan cargado a la zona norte, porque son libros que yo escribí. Bueno, como cuatro años después de volver a Chile, fue también ir a callejear a esas calles que para mí siguen teniendo un peso enorme, enorme, enorme ¿no? O sea, fueron muy vividas, muy vividas.
—Cuatro años después que volviste del exilio.
—Sí, sí. Yo volví el 85. Y “Cita Capital” yo lo terminé el 89, aunque se publicó el 92. Y fui a callejear mucho con es, porque yo no soy de las que voy a ir a visitar por memoria, nada más, sino que con el respaldo, con el pretexto de la novela, fui a recorrer la zona norte. Entre otras cosas, busqué algo que nunca encontré. Y es que cerca del hipódromo, que había un hipódromo, el hipódromo del que queda ahí en la plaza..., se me olvidó el nombre. Bueno, después lo busco, ¿ya?
—No, no importa, si eso lo...
—Bueno, alguien tendrá que saber ese nombre de plaza. Ya, estaba el hipódromo. Una calle para tras, hacia el Mapocho, había un bar que se llamaba El axioma de Chaplín.
—Qué tal!!!
—No sé si fuimos alguna vez, pero por supuesto que lo vimos. Suprimir por supuesto. Pero lo vimos y nos reímos mucho. No sé si fuimos. Bueno, busqué El Axioma de Chaplín, no lo encontré nunca. Le pregunté a gente de esa cuadra, de la cuadra siguiente. Le pregunté a taxistas del sector. O sea, hice una indagación como diciéndome, como buscando que me corroboraran que yo había vivido eso y que no era fruto de mi imaginación. Y nadie me pudo decir. Era como que yo lo hubiese soñado. Eso queda como un bar, El axioma de Chaplín. Y te digo, en una de esas calles... Ya, pues, octubre del 72. Sucedió en la zona norte algo muy fuerte. Había una empresa que también se había nacionalizado por toma de los obreros, que era Vía Sur. Una empresa de buses, como indica su nombre, hacían viajes al sur. Y para octubre del 72, Patria y Libertad se tomó esa fábrica. Estamos en la zona norte. O sea, no era algo de primera importancia, pero eso lo que sucedía en lo cotidiano. Patria y Libertad se lo tomó y con gran violencia. Y después hubo una retoma por trabajadores y miristas de la zona, que fue más violenta aún. Te cuento. Por ejemplo, yo no estuve en eso, y por suerte. O sea, algo me impidió estar. Pero yo digo, por suerte. Yo me hubiera hecho la qué, la hombre y la guerrillera, ¿me entiendes? Que de eso no tenía nada. Pero fui a ver a uno de los obreros que era joven y muy amigo. Tú sabes que él para la retoma, con obreros y apoyados por el MIR, los de Patria y Libertad tiraron cables eléctricos por el piso. Y en momento que entraba la gente, tiraron una manguera de agua. Eso anunciaba ya todo lo que venía. Y este amigo, que tampoco le recuerdo el nombre, lo tuve en la punta de la lengua, fíjate, ahora que estuvimos hablando de todo esto, porque también hicimos reuniones en su casa. Él vivía en esa zona, pero más tirado para Recoleta. Una casa muy campesina, así, de adobe y como, estábamos realmente al lado del campo. Bueno, él quedó atrapado. O sea, él lo agarró la electricidad y quedó hecho un moretón tras otro. Y yo recuerdo haberlo ido a ver al día siguiente al hospital. Lo hicieron bailar en el suelo.
—¡Qué horror!
—Bueno, uno con Patria y Libertad sabía lo que había en latencia en el país.
—¡Dios santo!
—Cuando vimos una campaña de Patria y Libertad, que rayaron todo Santiago con la consigna: “Yakarta ya viene”. Bueno, uno no tenía idea donde quedaba Yakarta. Qué sé yo, pero uno se enteró y ahora se me olvidó, pero ya lo averiguaremos también. Indonesia, creo. Bueno, que fue una retoma de la derecha de un proceso crítico, y que fue Noche de los cuchillos largos, qué sé yo. Eso anunciaba lo que venía. O sea, uno sabía lo que venía. Estaba latente esa violencia. O sea, en las marchas, los linchacos de Patria y Libertad eran temibles. Por el lado del MIR, te voy a decir, éramos un frente de masa. El GP8 nunca fue estratégico ni táctico, ni nada. Imagino. Porque lo que es nuestra unidad. Más o menos dos meses antes del golpe, llegó otro operativo del MIR, que le decíamos el opereta, a darnos clase. Y entonces, primera clase, era cómo avanzar por el piso en punto y codo, así se llamaba, en punto y codo. Oye, pero, o sea, habían unos obreros que eran macizos ¿no?, entonces, avanzar en punto y codo por el suelo, les costaba tanto. Y además teníamos mucho humor, porque habíamos pasado demasiadas cosas juntos. O sea, estábamos después de octubre del 72, al cual volveré, noches enteras de conversación y todo. Entonces, había mucho humor entre nosotros y cuando le tocaba a X, que estoy pensando en alguien, a ver, hazlo tú, ahora, todos nos caíamos al piso de la risa. Recuerdo una discusión bien importante con este opereta. Que alguien dijo: ¿y qué piensa el MIR de la tortura? No, primero él nos dijo: bueno, en una situación militar, en una situación de enfrentamiento, las órdenes son verticales y se cumplen o se cumplen. Y entonces, alguien de la unidad dijo: ¿y si son erróneas? Y el opereta quedó un poco... y el otro agregó: porque los muertos no hablan, poh, compañero. Bueno, hubo una pregunta sobre tortura. Y este opereta, bueno, que era del aparato militar, entonces no era muy sofisticado en cuanto a reflexión ética ni... dijo: bueno, en una situación en que está en peligro, qué sé yo, todo un sector o qué sé yo, yo pienso que sería aceptable. Ahora, te digo. Era un opereta, pero era del MIR, de la estructura. Yo me he quedado sobre todo, con lo maravilloso de que nosotros hiciéramos esas preguntas. Bueno, del punto y codo, no pasamos mucho más allá. Y entonces, ya. Así nos pilló el golpe militar y nadie tenía idea de nada. Creo que nos enseñaron a manejar un palo, un palo, y como que a hacer unos nudos, pero es que era un poco chacota para nosotros porque te digo, de nuevo, ver a este compañero macizo que le están haciendo un nudo, o sea, era.... O que trataba de pasarse el palo por detrás de la espalda y debajo de la cintura, en fin. No pudo ser más que chacota porque además estaban pasando cosas mucho más grave, y nosotros viendo cómo manejar un palo y hacer nudos. En fin.
—Nudos corporales, me imagino.
—Nudos corporales, claro.
—Para inmovilizar a otros.
—Claro, pero nada muy útil, nada muy útil. Bueno, y armas, nunca. Octubre del 72. Yo voy a seguir, pero necesito también decir que no sé si debiera contar todo esto. Lo digo literariamente ¿no? ¿Debiera contar esto? Sí, debiera contarlo, y no debiera contarlo, y las dos cosas a la vez. Octubre del 72, esto sí llegó, como decía, la estructura, el aparato del MIR. Algo que me impresionó mucho es que llegó la encargada militar de la zona y era una mujer. Y llegó la encargada de información de la zona y era una mujer, o sea del GPM. Dos mujeres en esos cargos, yo lo encontré insólito y fantástico, porque creo que no era lo común en el MIR. Bueno, entonces, no terminé lo de Vía Sur, que un día me tocó a mí. Vía Sur me tocó cuando ya lo había retomado el MIR y los trabajadores, a pesar de los choques eléctricos y todo eso. Lo habían retomado. Durante un tiempo había que custodiar esa empresa. Y yo no sé, por estas situaciones absurdas y también irresponsables y sin sentido, por qué estaba yo sola con alguien del aparato del MIR arriba de los techos de Vía Sur, los dos solos cuidando esa empresa. Ya había pasado mucha agua desde la retoma, pero igual.
—¿Y con arma o así...?
—Ahí voy. Y entonces, en algún momento se escuchó un ruido. A más era alguien muy que ni hablaba, ni conversaba, nada. Yo decía: qué estoy haciendo aquí. Y de repente se escuchó un ruido y se apagaron las luces. Entonces, él me pasó su arma, cómo diciendo, tú sigue custodiando. Si yo nunca había tomado un arma en mi vida. Yo voy a ver qué pasó. Y me entrega el arma y yo no me la podía en la mano del peso. Yo dije: qué es esto ¿no? Me impresionó de que. Dije: pero cómo voy a usar esto si ni siquiera me lo puedo con las dos manos. Bueno, todo esto es octubre del 72. Pero entonces llega el aparato del MIR. Llega la Úrsula y la Jimena, encargada militar, encargada de informaciones. Y las dos se incorporan a hacer turnos de noche como el sindicato y como los miristas de aquí, de allá. A mí me tocó, por ejemplo, una noche entera de vela, en vela, en la Fundición Libertad con la Úrsula, que era la Diana Arón. Yo no le sabía el nombre completo, hasta que en exilio vi la noticia en Chile y vi la foto y dije: ¡la Úrsula! Y la mataron, la mataron en plena calle. Y la mataron, bueno, la tenían atrapada y ella quiso meter la mano en un bolso, por lo que yo he sabido, para comerse una información que andaba trayendo. Y pensaron que iba a sacar un arma, y le dispararon ahí mismo y la mataron. Bueno, la Diana Arón, la recuerdo en especial porque esa noche que estábamos en las oficinas de Fundición Libertad, y qué sé yo, comiendo sandwiches, conversando, uno se contaba las vidas. Porque qué pasa en medio de la noche. Las conversaciones en medio de la noche son muy potentes, ¿no? Y entonces, empezamos a hablar de cómo habíamos llegado al MIR cada cual. Y ella dijo algo extraordinario, para mí, en ese entonces. Que ella dijo que era tan rebelde y estaba tan indignada con el mundo y con las desigualdades, no sé, estaba tan indignada con el mundo, que ella igual hubiera podido entrar en Patria y Libertad o en el MIR. Pero yo lo encontré extraordinario, en qué sentido. Primero, de que ella estaba hablando su subjetividad. No era un discurso. Ella estaba hablando de ella misma, como diciendo era una rebeldía corporal y yo necesitaba algo extremo y pudo haber sido otro extremo. La valentía para decir eso en medio de un turno de guardia de noche en la Fundición Libertad, frente a otra gente, yo lo encontré extraordinario. Y por eso a ella yo nunca, nunca la olvidaré. Como alguien que no ha renunciado ¿no? a su historia y a su subjetividad. Voy a hacer ahora un lazo loco, pero yo, cuando adolescente, que lo pasé como todos los adolescentes, pésimo. Me dediqué a llorar y a leer, antes de mayo 68. Yo tragaba libros, tragaba libros, tragaba libros y andaba buscando. Y entre otros, leí todo Sartre, salvo la filosofía, porque traté de conocerla, nada, nada. Pero leí todo el teatro, todas sus novelas, en fin. Y yo creo que lo que dijo la Diana Arón tenía que ver con lo que yo había heredado de Sartre, del existencialismo. Se me acaba de ocurrir. Hubieron varias guardias en que nos contábamos la vida. Pero así, cosas personales muy fuertes. Bueno, pasó lo que pasó en octubre del 72, se repusieron las cosas, pero ya, uno sintió una especie de saborcillo de lo terrible que podía pasar. No solo que el MIR lo estuviera diciendo todo el tiempo, sino que uno lo sintió. Yo seguí haciendo mis actividades de siempre. Y ahí me voy a pasar al día del golpe. A todo esto, la encargada militar sobrevivió, porque yo me la encontré una vez en un tren, ya en el exilio, entre Lieja y París, o Bruselas y París, porque uno pasaba por Bruselas para ir a París. Algo vago recuerdo ¿no? Y yo le seguía diciendo Jimena. Y no sé, pues, hablamos como pueden hablar dos personas que no tienen idea de...Bueno, ella sabía mi nombre porque como digo era pública yo. Pero lo que recuerdo fue que las dos hablábamos del terror con el que todavía vivíamos. Que por ejemplo, cuando pasó el hombre que punceteaba el boleto, y después cuando pasamos la frontera, la cosa de los pasaportes, era un pánico, pánico. Hablamos, lo que más recuerdo es que hablamos de eso ¿no? que cualquier control, cualquier control, nos ponía en una situación de urgencia enorme. A todo esto, en el Arcis yo me reencontré también con un mirista que yo no había conocido pero hicimos campaña por su liberación estando en Bélgica, en el exilio, y que después llegó a Bruselas. O sea, lo liberaron, qué sé yo. Y yo como lo conocía por el nombre político, de repente estaba en el patio del Arcis y le decía, lo llamaba por el nombre político nada más que por jugar. Y se daba vuelta. Bueno, el golpe. Todos debíamos tener una casa de seguridad. Yo tenía la mía, que era de una de las pocas amigas que yo tenía en ese colegio execrable. Y esa es mi casa de seguridad, en plena Providencia. Los padres eran de derecha, descaradamente, y estaban en la junta de vecinos. En ese tiempo, la junta de vecinos en el barrio alto, era estar muy involucrado en acciones de la derecha. Y el 10 de septiembre, cuando nos dijeron toda esa terminología que hoy día suena, que suena, a militar ¿no?, acuartelarse, casa de seguridad, en fin. Y yo estaba donde esa amiga y bueno, la amistad parecía normal, si éramos amigas antiguas de colegio, o sea, ninguna...Pero de pronto llega ella a la pieza y me dice: oye, me dice, acaban de llamar de la junta de vecinos para decirle a mí mamá que llene las tinas de la casa con agua, a ras, y que preparen colchones al lado de las ventanas. Es decir, había algo inminente. Bueno, me llevó el teléfono a la pieza y yo llamé a mi responsable inmediato ¿no? y le conté
eso, como diciendo esto es una información, ya. Se demoró como una hora en contestarme y me dijo: oye, consulté por los conductos regulares y no pasa nada, tranquila. Bueno, al día siguiente, a las 8 de la mañana o ante, porque yo creo que a las 8 ya estaba en la calle, o sea, ruido de aviones y bocinazos, bocinazos, bocinazos, bocinazos por la Costanera y por la Avenida Santa María. Esta casa quedaba en la esquina de Santa maría con no sé qué. Y yo ya, o sea, comprendí lo que había pasado. Además con los datos de la noche anterior. Y yo dije, bueno, todos sabíamos lo que teníamos que hacer en ese caso, que era juntarnos en la fábrica y ahí recibir, esperar instrucciones. Entonces, yo dije: voy a ir a despedirme de mi mamá. Mi papá estaba de viaje, como de costumbre. Así que pasé primero donde mi mamá y le dije que yo me iba a desaparecer unos días. No sé cómo uno puede ser madre de hijos. Digamos, ahora que yo he tenido un hijo. Y partí a la fábrica. Primero una micro hasta la estación Mapocho, que olvidé decir hace un rato que otra de las picadas era, puesto que la micro, todos teníamos que cambiar de micro llegando a Mapocho. Yo tomaba una hacía, ¿cómo es que se llama la calle? Santo Domingo, otros no sé qué, ya y ahí habían unos puestos de pescado frito exquisitos, pero que en mi cabeza eran como que hubieran sido pescado en el Mapocho ¿no?
—Ya, perfecto.
—Así como una cosa, como una situación paradójica, eran exquisitos y nos reponía mucho comer pescado frito ahí, antes de separarnos. Bueno, llegué entonces allá y ahí tomé la micro por Independencia. Y la micro iba en un silencio sepulcral. Eran solo obreros y pobladores y pobladoras que, bueno, se había anunciado el toque de queda a no sé qué hora de la tarde, que iban de vuelta, no sé, a sus poblaciones. Y alguien iba con un radio transistor escuchando el último discurso de Allende. O sea, imborrable. Estábamos todos en la micro en silencio y acongojados y escuchando esa radio en que se oía clarito lo que él decía. Bien impactante. Bueno, yo me tuve que bajar antes de escuchar el final del discurso, porque la Fundición no quedaba tan adentro por Independencia. Y en la fábrica, bueno, efectivamente, todos empezaron a llegar. Y en primer lugar dijeron, bueno, todos a almorzar, porque sea lo que sea, hay que partir alimentado. Y habían porotos con rienda en el casino ¿no? Ya, comimos porotos con rienda, y de ahí, no sé cómo pero mi responsable, que era el que trabajaba en la Fundición Libertad, dijo: nos vamos a ir caminando hacia Renca de a dos. Éramos 80 personas vinculadas al MIR, trabajadores de la fábrica, qué sé yo, 80 personas. Nos vamos a ir caminando hacia Renca dos por dos, para que no se note un movimiento, y ahí vamos a ver. Bueno, partimos. Yo recuerdo que partimos de los últimos y había un camino que era muy campestre para Renca. Y tengo una confusión en mi cabeza con Barranca. Porque no sé si Barranca quedaba ahí, pero Renca y Barranca.
—Barranca queda en La Florida.
—Ah, no, no, perdón, perdón, nada que ver, nada que ver. Estoy confundida. Y mientras íbamos caminando, teníamos que ir rompiendo nuestro carné de identidad. Entonces me acuerdo, caminando con este amigo Ramón, y rompiendo el carné de identidad y viendo con toda claridad, porque como te digo era bastante campestre esa avenida hacia, La Moneda en llamas. La vi desde ahí, caminando hacia Renca. En Renca llegamos a un campamento recién tomado, en carpas. Y adentro de las carpas estuvimos esperando órdenes, información del MIR, no sé qué. Y mirábamos los aviones a través de los hoyos que habían en las carpas. Porque las carpas, por supuesto, de tercera mano. Y había, por supuesto, siempre alguien, siempre en los grupos, el guatón, el humorista, qué sé yo. Entonces, había uno que decía: bueno, no llegan los armamentos, pero con estos porotos con rienda les podemos responder con ¿cómo se llama en lenguaje elegante?
—Gases.
—Exacto. Bueno, se hizo tardísimo y de repente llegó una orden de no sé dónde, que teníamos que salir del campamento, que era muy arriesgado, y, habían unos uruguayos exilados en el sector que se habían ido con nosotros, que eran ex Tupamaru, y que lo único que hacían era preguntarme a mí, la encargada volante de agitación y propaganda, que cuándo iban a llegar los fierros. Los fierros, los fierros, los fierros. Entonces, de repente, le dije a los responsables, o sea, que había esa presión enorme. Entonces me dijo: mira, vamos a hacer una reunión. Ahora, para que se entienda lo que voy a contar, todos los planes militares, y todo era secreto en el MIR, de la estructura, del aparato del MIR. Pero lo que sí se nos había comunicado en algún momento, es que la zona norte, por ser poca estratégica, sería una zona fácil de convertir en zona liberada, siguiendo ejemplos de, en fin, de Argelia, de Vietnam, etc. Y que nos podíamos alimentar con la carne de caballo del hipódromo. Lo que a mí me pareció lo más, bueno, es muy literario, me pareció fantástico. O sea, esa información que no era para darle tranquilidad a nadie, pero me pareció de una coherencia, de una imagen fabulosa, fabulosa. Bueno, entonces, de repente, el encargado me dice, o sea, tú vas a tener que hablar en público, para variar, y dar alguna de la poca información que tenemos. Y decir que estamos esperando instrucciones y armamento del MIR, pero que todavía no. Y, bueno, circulaban informaciones muy contradictorias. Aquí llegaba gente y decía esto. Que alguien se había escapado por un túnel de La Moneda, que tal regimiento, estaba por el lado de Allende y entonces enfrentando a los golpistas. Mira, todo tipo de información. Y que en tal regimiento no había habido movimiento, lo que significaba entonces que estaban en contra, en fin. Mira, con unas manojillos de información me empujaron por detrás, como de costumbre, a que yo hablara frente a estas 80 personas, como diciendo, efectivamente hay problemas de comunicación con el MIR en este momento. Y no ha llegado esto y no ha llegado esto otro, pero tenemos algunas informaciones positivas y esperanzadoras. Entonces tal cosa, que se cree que... Y después dije: y, bueno, a mí me habían dicho que el aeródromo no sé cuanto, que quedaba en la zona norte, no había pasado nada. Entonces yo dije: y lo mejor para nuestra zona es que del hipódromo El Bosque no ha despegado nada. En vez del aeródromo. Entonces, mira, no, si por eso te digo que yo era la encargada volada, porque yo los mismos lapsus que hago hoy día, los hacía entonces. Mira, una carcajada. Y entonces, hubo un obrero con mucho humor que dijo: qué suerte compañera que los caballos están con nosotros. Bueno, de ahí, a distribuirnos todos en una población recién hecha, sólida, que era de puros comunistas. Bueno, el MIR y el PC éramos noche y día en esos años, noche y día. O sea, los PC para nosotros eran reformistas, en fin. Y frenando siempre todo el proceso, en fin. Pero toda esa población de concreto y ladrillo, recién hecha. Era un programa de vivienda social. Eran todos comunistas y nos acogieron a los 80 miristas. Bueno, la otra irresponsabilidad es que si hubiera llegado cualquier regimiento o cualquier allanamiento, o cualquier cosa, éramos 80 que era llegar y agarrarnos. O sea, esta casa, la casa de al lado, la siguiente, la siguiente, bueno. Y yo me quedé con Ramón distribuyendo a la gente en todas las casa. O sea, los acompañaba a esa casa, qué sé yo. Hablaba con los dueños, gracias. Y qué sé yo. Y dio la noche. Y entonces teníamos que ir a una casa nosotros dos y otro compañero más. Y empezamos a caminar por una avenida, todo esto era una población de concreto recién hecha. Entonces, eran calles sin vereda ¿me entiendes?, sino que calle pavimentada, pero bueno. Y estábamos caminando hacia la casa, que el encargado sabía a dónde quedaba, y de repente vemos en la esquina que doblan unos focos de autos. Yo no sé cómo en un segundo y la suerte que tuvimos que había una plaza haciéndose, frente a nosotros, y habían hoyos para poner estos tubos, o sea estos ¿cómo se llama?, esto, torrante, de la empresa Torrante, de donde viene el nombre los torrantes, estos grandes cilindros de cemento. Estaba el hoyo hecho. No sé cómo, en dos segundos, yo estaba de guata en ese hoyo junto con los otros compañeros. Y bueno, la cabeza gacha, por supuesto. Y ellos iluminando. Bueno, pasamos piola, y después que pasó el auto, dijimos: qué tonto, si era un carro de bomberos. Así como diciendo y nosotros tan...Qué. Cuando llegamos a la casa de los comunistas, nos dijeron: el cuerpo de bomberos de Renca está colaborando con los militares. Bueno, llegamos a esa casa. Tenían la televisión puesta, la radio puesta, o sea, todas las noticias eran, primer bando, no sé qué, no sé qué. Se busca tal, se busca tal, se busca tal, tal fue apresado. O sea, todo era...Segundo día, me desperté escuchando la televisión a todo dar y era la Junta Militar que se dirigía por primera vez al país. Oye, como una pesadilla, como despertar, no de una pesadilla, sino que a una pesadilla. Porque... Muy fuerte. Iba a decir buenos días a todos. Pero, en fin, con la farándula. De otro modo, guardando las proporciones, es más o menos lo mismo, o sea, buenos días Chile. Ohhh, buenos días Chile. O sea, desde ese día, una cosa traumada, traumada, traumada, y como ciega. Entonces, relativamente fuimos a escuchar las noticias, bueno. Y así estuvimos tres días. Esperando
noticias. Que a veces nos llegaba por la pandereta de la casa de al lado, alguien que había recibido, que había llegado un volante de verdad con información. Pero, mira, toda ínfima. Que estaban resistiendo en tal parte, bueno. Nosotros escuchábamos, nunca supe qué fábrica fue, pero nosotros escuchamos el tiroteo, o sea el enfrentamiento entre metralletas y unas pistolas locas, digo, por el sonido, hasta que no se escuchó ningún sonido más. Debe haber sido un grupo que decidió resistir en una fábrica o en un lugar, hasta que se los echan a todos, todos. Eso lo escuchamos y con eso bastaba para entender qué estaba pasando en el país ¿me entiendes? Bueno, en las noticias que se escuchaban por la radio, y todo era bando número no sé cuanto, bando número no sé cuanto, bando número no sé cuanto. Bueno, por mientras, Ramón hacía el ejercicio, por si llegaban las armas, de ponerme un papel en el ojo izquierdo y derecho, para ver cuál era el ojo que tenía mejor vista. Por favor... Y por mientras, los dueños de casa, comunistas, lloraban, porque decían: y ahora por quien vamos a votar. Algo insólito. O sea, como que escuchaban que se había tomado el Estadio Nacional, y que no sé qué, que tal dirigente, tal senador, tal. Y ahora por quien... Lloraba esa señora diciendo, y ahora por quien vamos a votar. Bueno, estuvimos tres días así. Y al cuarto día llegó de pandereta en pandereta, la orden de retiro táctico. Qué grandes palabras, oye, para momentos tan extremos y tan irrisorios. Al mismo tiempo, yo estaba traumada, así como que entré en una cosa blanca ¿no?, blanca, así como emblanquecimiento de todo, como nos arrebataron, nos arrebataron, nos arrebataron, lo que estábamos haciendo. Pero al mismo tiempo, yo todos los días me preguntaba a mí misma: ¿y estás dispuesta a morir? Y yo me contestaba que no. Yo decía: pero pucha, porque si estai desesperada, no estoy dispuesta a morir. Yo decía: no, yo no tengo ganas de morir. Me lo pregunté los tres días que estuvimos ahí. Y siempre me dije a mi misma, no. Ya, retirada táctica. A mí me pidieron que yo pasara por la Fundición Libertad, para averiguar de otra gente. O sea, qué había pasado en la Fundición. Y si andaban buscando a alguien. Yo era muy amiga del portero. Porque como llegaba a deshora y no sé qué. Incluso, el me dejaba abrir sola la puerta, que había un truco y yo la abría desde afuera. Eso era ya un privilegio increíble. Entonces, fui y qué sé yo. Y él se asomó a la reja, al lado del portón y me dijo: váyase luego, me dijo. Váyase luego. Aquí vinieron los militares. Se llevaron algunos,
pero los soltaron después. Y anda buscando a, por supuesto que el sindicato y a Ramón, que era empleado de la Fundición y saben de usted, de la profesora, de qué sé yo. Váyase luego, pero así, como muy cariñoso, además. Y no se asome nunca más por acá. Por cuidarme. De ahí fui donde mi mamá. Mi papá todavía seguía fuera. Y lloré, lloré, lloré, lloré, horas, horas. Al día siguiente amanecí con una neuralgia que se me complicó con un diente. O sea, una cosa pero así, de la noche a la mañana se me hinchó la mitad de la cara. Y mi mamá me consiguió una hora al dentista, ahí a la vuelta. Esto era Providencia. Todas las tiendas tenían de todo nuevamente. Había confort, había pan, había carne, había carne en conserva, todo lo que había desaparecido del comercio y que decíamos que era por acaparamiento, apareció a los cuatro días. Fuera de ver gente celebrando todavía, o no sé si fue en camino a Renca, pero yo en esos días vi gente que había sacado las mesas a la calle para celebrar. Voy al dentista. Tenía un absceso, cosa ahí. Y estaba el dentista en medio de pasarme la máquina y alguien se asomó a la puerta y le dijo: ¿no me puedes atender luego? porque estoy con un problema tremendo. Oye, le dijo, estoy con alguien acá que tiene una muela peor que cueva de mirista. Casi me tragué la máquina ¿no? Pero, o sea, de ahí en más, era la desfachatez de los ganadores. Y era eso lo que no entendía. O sea, que habían ganado los empresarios, los políticos de derecha. O sea, los militares eran el perraje.
—El brazo armado.
—El brazo armado. Ellos tenían respeto a los militares. En fin, ellos habían hecho y seguirían haciendo, el trabajo sucio. Pero, todos los personeros de derecha y toda la burguesía que nunca se arriesgó, eran ellos los ganadores, eran ellos los ganadores. De ahí fui a la pieza que yo arrendaba en Santo Domingo para llevarme mis cosas. O sea, me dije, no puedo seguir viviendo sola acá, es muy peligroso. Y yo misma hice una fogata en un patio donde había una higuera muerta. Que un vecino decía que era porque se había lavado el pelo una mujer tísica al pie de esa higuera. Estaba muerta la higuera. Y yo misma hice una fogata con todos mis libros. Y yo, desde entonces, las bibliotecas, nunca más me interesó armar una biblioteca, porque, o sea, yo la había armado así, con cosas antiguas, con cosas de Quimantú ¿no? y los quemé yo misma, con gran jolgorio de este vecino que demostraba que era un auto de fe, más o menos. No en mala, no, no, sino que encontraba fantástico la acción. Porque, por ejemplo, cuando yo tosía, el me decía: Marguerite Gautier, que te pasó hoy día ¿no? O sea, era alguien muy literario y qué sé yo. Mira, tampoco estoy contando toda la historia. Como toda biografía, hay una construcción y hay recortes y qué sé yo. Pero por darte otro ejemplo, él tenía en su pieza un viejo, antiguo papel mural, con unas flores muy lindas. Y donde tenía recortado el..., o sea por viejo el papel, que tenía hoyos, el se había encargado de pintar las flores al muro, las mismas flores. Bueno, quemé mis libros y me fui adonde mis padres. Yo voy a quedar antes de la detención, porque eso sí que no puedo. Estando en casa de mis padres, por lo visto no me buscaban, por supuesto tenían gente mucho más importante que buscar, si uno también es ubicada, o sea qué me iban a estar buscando a mí. O sea, todo bien. Y seguíamos conectados. Seguíamos conectados con los antiguos, de una u otra forma. Incluso nos veíamos a veces, pero con muchos cuidados y qué sé yo. Y en algún momento, me contactó la estructura central del MIR, preguntándome si yo estaría dispuesta a ser parte de un trabajo en la estructura central del MIR. Mira, como yo veía que todo el resto era puro llamarnos por teléfono y tratar de mantenernos conectados, pero no pasaba nada, yo dije que sí, pero... Voy a hacer también una asociación ¿no? Cuando yo me volví de París y dije: voy a volver a Chile, voy a independizarme, voy a trabajar y me voy a meter al MIR, yo dejé de escribir. Esto me lo preguntó en una entrevista, en una conversación grabada, Javier Norambuena, que por qué. Y yo le di una respuesta que hasta el día de hoy se ríe, pero yo lo volvería a repetir. Yo le dije: porque estaba el llamado de la historia, que era demasiado fuerte para alguien de mi edad. Bueno, él lo encontró así, una frase para la...Y yo me río también, pero era así.
—Como tú lo pensaste.
—Y yo dejé de escribir y de pintar y de dibujar, salvo a ratos que, ya. Pero hubo un congelamiento de algo o hubo un corte de algo ahí ¿no? Y yo siento que después del golpe, esto que te digo yo que entré como en un tiempo blanco, o sea, como de algo traumático. Porque me han quitado, nos han quitado y me han quitado algo, que era la felicidad, y que era puro futuro y que era pura promesa y que... Yo entré en un...en... eso, te diría yo, una especie de blancor. Yo, por ejemplo, no podía escuchar música, no podía escuchar música. Estaba como congelada. Lo único que lograba tranquilizarme un poco, era tejer. Y me tejí una bufanda de no sé cuantos metros. Bueno, me plantearon esto, y... es bien delicado, porque yo miro hacia atrás ahora, y me lo pidieron a mí por mi apellido, cosa que yo siempre había... a ver, renegado la palabra es un poco fuerte, pero nunca había, o sea yo quería escaparme de ese apellido en la connotación que tiene para otros.
—Por supuesto.
—¿No?, para otros. Porque te digo que en mi casa era, o sea, éramos raros, éramos raros para los que nos conocían, etc. Y además, mi padre no tenía tanta plata. O sea, mi padre no había recibido herencia, como no nos dejó, perdona la indiscreción, ninguna herencia. Ninguna. Ya, hasta ahí. Pero el nombre y el hecho que mi padre trabajara en las Naciones Unidas, le servía al... Entonces, ahí yo conocí a otro MIR, la máquina, el aparato, el centralismo que de democrático, nada.
—Te metiste, entonces. Aceptaste.
—Es que acepté y no solo eso. ¿Sabes lo que acepté? Para entrar realmente en la clandestinidad de ese trabajo, yo tuve que decirles a mis amigos del alma, los antiguos del MIR, que yo me había cansado y que yo me iba a Europa. Y lo hice. Y lo hice. Parte de ese congelamiento, te digo. Y en ese congelamiento, hubo una obediencia que no la habría nunca más. Porque después, yo digo poder, aparatos de poder, totalitarismo, adhesión. Adhesión, si no se necesita dominación. Adhesión, como dice Foucault. Yo conocí todo eso en carne propia. Y yo digo, lo empecé a decir después en exilio ¿no? que yo, toda mi rebeldía, se la entregué al MIR en esa época. Y que nunca más iba a hacerlo con nada ni con nadie, ni con ninguna causa, ni con ningún aparato, ni con ninguna vanguardia, ni con, o sea, conocí lo que era la sensación de ser vanguardia política, pero la vanguardia cultural es igual. O sea, la violencia es la misma.
—¿Explícate un poco más esa situación?
—Es ser los elegidos. Es, como decía mi pareja belga, Ludo, Ludovico, ser y no ser, Hamlet, no es la cuestión, es la inquisición. ES decir, los que son, y también los que no son, hay que denostarlos, excluirlos, humillarlos, en fin, sea cual sea la vanguardia. Y lo hice, lo hice.
—¿Entraste a la clandestinidad?
—No, no, no, sino que yo tenía que entrar a la clandestinidad respecto de los antiguos miristas. Para cortar cualquier vínculo o información posible. Bueno, inmediatamente el MIR sacó esta consigna: “El MIR no se asila” y uno de mis amigos cercanos, muy cercano, se asiló. Y yo le dije, yo, o sea, a él lo entendía perfectamente, pero para ese entonces Ludovico, que yo lo había conocido casado, en fin, qué sé yo, se había separado y empezamos una correspondencia. Y él en algún momento me invitó a irme a Bélgica. Y yo le contesté: el MIR no se asila. O sea, lo mío está tan... Pero, le dije, la primera, porque escribíamos con clave, y además él también tenía, lo hacía, en un correo de seguridad en Bélgica, en Lieja. Bueno, porque él igualmente, en Bélgica por otras razones, pero por haber sido mayo 68, a él en algún momento lo convocó la policía política, la BSR, Brigade Especial de Recherche, y él me contó esa escena. Me dijo: usted, un tipo de unos dedos bien gordos con anillo que golpeaba la mesa. ¿Usted quiere ver el dossier suyo? Y le abrió un álbum con fotos de reuniones en casas, en, en fin. Un álbum. Bueno, Bélgica era un estado policial. O sea, antes que suceda algo, están ya... Bueno, entonces, para hacerse parte de esta estructura central, y ahí, este es un descalabro mío, porque fuera de estar congelada, yo no entendía qué diablos era ese MIR ¿no? Personajes muy importantes, que yo me enteraba que eran importantes, porque yo, cuando estaba en la Fundición Libertad, algunos hablaban así como de mitos, unos nombres así sagrados, pero yo nunca les di mucha importancia. Me tocó muchas veces estar con este, con este otro, no sé qué, bueno. Y ahí yo me di cuenta, bueno, uno, de la cosa instrumental del MIR central ¿no?, del aparato del MIR instrumental. El poco valor que teníamos las mujeres. O sea, las mujeres éramos medio para, y ojalá objetos sexuales. O sea, uno de mis jefes me insistió durante mucho tiempo de que para mayor facilidad del trabajo, yo debía irme a vivir con él. Ese mismo jefe, yo tenía el pelo largo, como siempre, bueno, me tuve que disfrazar de señorita con una mini de cierto tipo y con unos zancos de cierto tipo
—Zuecos.
—Y me decía, por ejemplo, que tenía pelos en mi lista, que debiera ponerme bálsamo. O sea, eso es una invasión de tu intimidad, bueno.
—Instrumentalización.
—Instrumentalización y puntos de contacto ¿no? Puntos de contacto. Entonces yo tenía que moverme, tenía que caminar entre tal calle y tal calle, a tal hora, puntualmente, y ahí pasaban autos, qué sé yo. Y por ejemplo, una vez estuvimos a punto de atravesar una barrera de militares. Y este jefe me dijo: yo me quedo callado, te lo dejo todo a ti. O sea, tú lo seduces, tú le embolinas la perdiz, o sea, yo tenía que hacer todo. Por darte algunos ejemplos. Ahora, otro ejemplo fantástico, que no tiene nada que ver, o sea, que tiene mucho que ver, pero era en los tiempos de los puntos de contacto, pero no sé si ya en la estructura central o, yo creo que sí. Y que tenía que moverme rápido de un lugar a otro. Entonces, en vez de tomar micro, o una vez que estaba atrasada, hice dedo. Y mi chapa, como se decía, era que yo era profesora de pintura. Entonces, mi eterno, no, no estaba todavía en la estructura, porque ahí me tuve que poner mini y esas cosas así. Entonces, mi sempiterno vestido mexicano y varios libros de pintura en los brazos. Entonces, hice dedo una vez. O sea, varias veces, pero me tocaron dos situaciones bastante increíbles. Una vez, entonces me subo al auto y qué sé yo. Ya, un hombre. Y me dice: ¿tú qué haces? Y le digo: soy profesora de pintura. Ahh, ¿y en qué colegio? Bueno, inventé en el colegio donde yo había estado, para poder describir y qué sé yo. Ahh, entonces nos pusimos a hablar de pintura, qué sé yo. Ya, me dijo, pero con todo lo que hemos hablado, de todas las escuelas, ¿cuál es tu favorita? Y yo quise decirle el surrealismo y yo dije: no, le dije, no hay donde perderse, el socialismo. Pero, además, ni siquiera dije, el socia.., lo dije entero. El socialismo. Va, dije yo, el surrealismo. Pero él, entonces, por primera vez, me miró para el lado como diciendo, con quién ando. Y yo le dije: sabes qué, que ahí quedo bien y qué sé yo. Y me bajé lo antes posible, pero me seguía el socialismo. Otra vez me tocó, de civil, un milico que era experto en artillería. Y que se fue vanagloriando todo el trayecto. Porque primero comenzó diciéndome: adivine, usted que hace. Profesora de pintura. Adivine qué hago yo. Yo tenía que seguirle el juego, así que, no sé, médico, esto, esto otro. Me dijo no, coronel de artillería. Bueno, ya. Y entonces empieza a sacar el plumaje. A decirme cual era la consigna de la artillería que era, por ejemplo, ¿visto? , por ejemplo, entonces era velocidad, ingenio, sa...
—Superación.
—En fin, pero una cosa demasiado... Y me decía: ¿usted sabe cómo se calcula la tal cosa? Y me fue haciendo una clase de artillería. Bueno, son dos situaciones memorables. Y en algún momento, bueno, te digo, yo acompañaba a uno, acompañaba a otro, o sea, yo les hacía ¿cómo se dice esto? de tapadera. Y en una de esas, bueno, yo, me dijo, mira
—Seguías viviendo con tus padres.
—Sí, sí, por precaución. Ya, de repente me dio una tarea que era juntar fondos para no sé qué. Mira. Al día siguiente empecé a moverme. Al fin, dije, me dan una tarea. Bueno, te podría hablar de mucha gente que fui a ver y todos querían ayudar, todos querían ayudar! Incluso viajé a Buenos Aires. ¿Quién me pagó el pasaje? Mi padre, que estaba desesperado. Él era demócrata cristiano, más bien de los chascones, pero amigo de Frei y después del golpe, cuando volvió, a las seis de la tarde estaba tomando, porque él sabía que Frei estaba metido. Y él fue el primero, el primero, que me dijo, así, muy pronto después del golpe, me dijo: Lupe, te tengo que contar esto, o sea, para que tengas cuidado. Se están abriendo centros de tortura. Hay uno que se llama Tejas Verdes. Y atrás de la tortura, destruyen a las organizaciones, porque le logran sacar información. Y así pasó con los Tupamaros. O sea, me lo dijo mi padre. Él estaba tan desesperado, cuando yo le dije: tengo una misión en Buenos Aires, él me pagó el pasaje, o sea, que él estaba de acuerdo. Armé, entonces, armé toda una red, qué sé yo, y cuando termino de armarla, este jefe me dice: no, no, no, cambiamos de idea, o sea, no sirve de nada todo el trabajo que yo había hecho. O sea, yo no era nadie y ninguna. Bueno, voy a decir algo terrible. Lo mismo para los milicos, después. Nadie y ninguna. Lo mismo, lo mismo. Ya, vamos a llegar al día en que caí. Como te decía. El 1° de mayo, me tendieron una ratonera. Y aquí no quiero ni nombres ni cuestiones porque ya empieza la cosa tremenda. O sea, la cosa tremenda de cómo van destruyendo una organización y cómo intentan destruirte a ti ¿no? tratando de convencerte de que tú eres, o sea, tú entonces estás en contra de tus compañeros, ¿no? O sea, ese juego maldito. A todo esto, el FLM, o sea, Argelia es muy gravitante. El MIR le copió la estructura. Y los torturadores, que se formaron en la Escuela de las Américas, tenían como instructor a un francés que no tengo porque acordarme su nombre, quiero acordarme, pero es cosa de buscarlo en Google, que fue el especialista de tortura de la guerra de Argelia, de la ciudad de Argel. Lo que se ha llamado la guerra sucia. O sea, tortura y hacer hablar. El francés especialista en eso fue profesor instructor en la Casa de las Américas, la Escuela de las Américas. Y yo sé por un compañero del MIR que llegó exiliado a Bélgica, que en Colonia Dignidad, donde lo llevaron a él, los instructores, que él no podía ver, porque estaba con venda, hablaban con acento brasilero y argentino. Entonces, la Operación Cóndor fue efectivamente y Colonia Dignidad era una escuela, una escuela con personas, ya, o sea, con personas. Entonces, ese 1° de mayo, recibo un llamado de alguien que yo conocía, que me pareció un poco raro. Entonces, le pedí a mi papá que me acompañara, fíjate, por un olfato. Y además era una calle en el centro, qué sé yo. Y llegamos con el auto, o sea partimos, no había nadie, dimos la vuelta a la cuadra dos o tres veces, no había nadie. Y yo dije: qué raro. Claro, se descolocaron los de la DINA, porque no iba sola. Y entonces, yo tengo una sensación de haber sido seguida los días antes. O sea, tengo una, es como cuando el 88 me allanaron la casa buscando a..., te acuerdas quien es. Buscando al otro frente, ¿cómo se llama él? bueno, lo hicieron así como rutinariamente y me agarraron toda la lista de retornados que fueron, bueno, dieron vuelta mi casa, qué sé yo. Pero cuando eso sucedió, yo en ese momento, tuve un, o sea, rebobiné y me di cuenta que hacía rato que yo estaba viendo cosas raras en la esquina de mi calle. Siempre unos jóvenes con zapatillas, y qué esto. Es decir, empecé a atar cabos, ¿no? Porque de hecho, allanaron mi casa el día, un día jueves, porque yo tenía, ¿te estoy hablando cuándo, del? año 88. Tenía tres trabajos para poder completar el mes. Y el día jueves era un día en que yo no volvía en todo el día a la casa. O sea, ellos lo sabían. Y fue ese día que llegaron. Pero es rara esa memoria para atrás. Ahora, incluso, una hermana de mi padre, de derecha, y casada con un burgués, tenía un nieto y ese nieto estaba en el Opus Dei. Y ese nieto mandó a decir con mi tía a mi padre, que tuviera cuidado porque sabían todos mis movimientos. Opus Dei. Entonces, varias vueltas en el centro, volvimos a la casa de mis padres, volvimos y a los dos minutos la DINA había ¿cómo se dice esto? toda la cuadra.
—Sitiado.
—Había sitiado toda la cuadra y me llevaron. Y hasta aquí llego. No fui una heroína. Y trataron de destruirme. No me destruyeron. Y bueno, desde entonces, antes y después, antes y después de esa experiencia de detención, antes y después, es algo...
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dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Entrevista a la escritora Guadalupe Santa Cruz
Realizada el 3 de septiembre de 2013 para la Revista Digital Feminista Chilena La MansaGuman
Por Kena Lorenzini & Gloria Maira
Publicado en REVISTA NOMADÍAS, N°22, diciembre 2016