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GEOGRAFÍA LATENTE
Plasma, de Guadalupe Santa Cruz, LOM 2005. 158 págs.

Por Francisca García B.
Publicada en Revista Taller de Letras N°39, PUC, Diciembre de 2006


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Plasma es novela, poema y ensayo; es documental, cartografía y metaliteratura. Pareciera que en todas estas acepciones estuvieran contenidas a su vez las actividades simultáneas de la autora Guadalupe Santa Cruz, escritora, crítica, traductora, profesora y artista visual.  Plasma  es un universo en sí, donde convergen distintos lenguajes y representaciones sociales, espejos del vasto Chile contemporáneo.

Formalmente la obra se estructura a través de nomenclaturas dadas por la geografía. De esta forma cada cordillera abre paso a la narración de una anécdota que está animada fundamentalmente por Bruno, Rita y Efraín, trío que además instala importantes discusiones en torno al oficialismo y el margen, al centro y la periferia, a lo masculino y lo femenino, al orden y el carnaval, al mundo urbano y el mundo rural.

La obra narra la historia de un detective, Bruno, que debe viajar al desierto en busca de Rita, sospechosa de narcotráfico. La investigación paulatinamente irá transformando su curso, y el personaje de Bruno irá mutando con ella. El comienzo de dicho trabajo está pautado solo por el  dossier  que Braulio, jefe de Bruno, le ha otorgado para seguir las huellas de la sospechosa. El  dossier  está compuesto por los textos que la misma Rita ha escrito en otras circunstancias, que para Bruno son textos “escritos en la inmovilidad”, una “aparente bitácora sobre cosas que no suceden”. Al igual que Rita, Bruno es compulsivo escritor, obsesionado por las letras y las palabras, desde donde siempre intenta penetrar otras dimensiones, develar otras existencias, aunque para él lo suyo es una “vergonzosa artesanía que arrastro a pesar mío”. Sin embargo, los escritos de Bruno no se conocen, solo se dilucidan a través de sus reflexiones en la primera parte, y las de Rita al final. Estas escrituras, además de dar a conocer los personajes y el paisaje a través de lecturas directas e indirectas, se constituyen como una construcción cultural, donde se leen los discursos antagónicos que provocan la tensión a lo largo de la novela.

Esos textos se van convirtiendo en huellas que pautan la lectura. A través de ellos se da cuenta de la evolución que va teniendo Bruno, de su desplazamiento desde la oficialidad. Justamente el dossier que contiene a Rita en las manos de Bruno otorga pistas que van trasladando la recepción (de Bruno), haciendo que la persecución cambie su fundamento y se desvincule del ámbito judicial: “Rita seguía siendo un enigma, una adicción que había que desentrañar, ahora de otra forma”. A su vez, la escritura de Bruno se va extraviando en sinuosas descripciones del territorio, en el cual abundan juegos lingüísticos que abrazan paisaje y sentimiento y donde las correspondencias se suscitan en todos los niveles, humores, imágenes, circuitos. En estas circunstancias “el cielo se ha teñido de un azul intolerable” y “los paisajes iban embalsamándome un nuevo cuerpo”. Bruno se ha despojado del detective, pues “como perro los seguí”. Las primeras instancias del cambio convierten a Bruno en voyeur, hambriento, voluptuoso, obsceno. Su narración en estilo directo se vuelca hacia la sensualidad, mediante una adjetivación insaciable y obstinada, y también oraciones que no tienen pausa. Bruno el detective se extingue en esas quebradas donde los órdenes se vuelcan y las estructuras desaparecen: “Me he recostado para implorar al cielo, a la Oficina, poder seguir llevando nota de esta escena en la quebrada [...] sin sucumbir a sus encantamientos”.

Pero llega el momento en que el  voyeur  logra penetrar la figura y crear la alianza; entonces “éramos tres, de sitio en sitio”. Bruno ha arrojado el teléfono móvil -cual hilo de Ariadna-, y se ha sometido a la trama del nuevo espacio.

El estilo directo le da más adelante la voz a Rita, a través de quien aprehendemos la lectura de una realidad donde priman tipologías de discursos, con sus elementos, con sus topónimos, con sus formas lingüísticas. Ella le da voz a temporeras, arrieros y prostitutas, y la expresión se torna denuncia cultural, social, política. La voz de Rita personifica el lenguaje: diversidad de figuras literarias se esparcen por el texto que es novela, por su relato. Pero la voz de Rita poco se diferencia de la de Bruno durante toda la primera parte, ambos relatos hacen pensar en un mismo referente. Lo femenino y lo masculino se funden en una misma estructura (entonces para el lector es imposible no recordar  Las Olas  de Virginia Woolf, donde todos los personajes se mimetizan y se ven atrapados en la misma red, a la misma temperatura y en el mismo espacio).

El carácter documentalista de la obra se lee en toda su extensión, mientras pasea al lector por diferentes relieves, que tienen nombre, ubicación y características propias: Chuja, Dopque, Misca, Pasama, Vilica, Aspa, Caripi, Valle de Quelamí, Corral Quemado, Aguas Negras, Chumata, Cuenca del Sao; entre todos esos hombres y mujeres, que tienen lengua propia: salmuera, mazos, wankara, paichachis, carracas, ñipa; y todos esos oficios. Además se deja ver de manera profunda la vejez de nuestro nuevo mundo, que no es tercero sino arcaico; una geografía que respira y aporta a la reconstrucción de Bruno: “las rocas se hallaban desgastadas por sus dibujos, líneas labradas con saña y tesón, esbozos de cosas, recuerdos de formas conocidas, de gentes, de ciudades vistas desde el avión, de objetos adivinados, de lugares vividos y perdidos, de lugares por encontrar. [...] Mientras más retrocedía mayor era el mural de recados”.

Plasma  indudablemente hace un guiño a la problemática identitaria de lo chileno, a las culturas simultáneas que coexisten en esta geografía política, sin obviar ni dejar de legitimar cada una de sus manifestaciones. Plasma, que en su etimología es formación, linfa, plataforma y sangre, habla de ese estado inicial donde todo se confunde y donde uno somos todos, donde la correspondencia no habla de segregación sino de conciliación hacia una diversidad que se despliega. Rita, al igual que en cosmovisiones de culturas originarias, trabaja con plasma en la Fábrica. Rita manosea esa sabiduría.


 

 

 

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Plasma, de Guadalupe Santa Cruz, LOM 2005. 158 págs.
Por Francisca García B.
Publicada en Revista Taller de Letras N°39, PUC, Diciembre de 2006