Ramón Díaz Eterovic: La ciudad está triste.
Eduvim, Colección Tinta Roja. Córdoba, 2010. 78 pp.
Por Gabriel Zanetti Reyes
Director de Revista Lecturas
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Publicado en Diario30.com, http://diario30.com/cultura/3854/
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Da gusto leer una novela políticamente comprometida no de manera partidista, quizás a la manera de Ernesto Cardenal [1] donde lo que importa es el compromiso con las personas, con el pueblo. Por lo tanto, tal vez, estamos frente a un autor moralmente comprometido que desarrolla aquella premisa a través del personaje Heredia, un primer Heredia, porque La ciudad está triste es el pie de partida para una serie de libros donde este detective de humor ácido y estómago duro es el protagonista.
“La palabra ‘política’ sonaba con frecuencia, y si bien es cierto que a mí esas cosas cada día me interesan menos, no por eso dejo de darme cuenta de lo que pasa a mí alrededor. A veces, cuando en el callejón mugriento donde vivo han muerto a alguien, por más que no lo quiera, tengo que aspirar el olor nauseabundo de los criminales" [2]. El ‘callejón mugriento’ es un país donde todos son víctimas del aire -como poco- enrarecido por el derramamiento de sangre. Un lugar donde los acontecimientos a la vez se desconocen y conocen.
La contraparte del punto de vista de Heredia es su amigo tira Dagoberto Solís, un detective que por estar dentro de la institución oficial debe hacer la vista gorda: “Mi escritorio está repleto de denuncias que no se pueden investigar, informes a los que no se les cree ni una coma, resultados de autopsias adulterados y cientos de papeles a los que sólo se les tira polvo encima” [3], es el enlace entre la investigación callejera y la legal, los puntos de encuentro y desencuentro entre la justicia posible y la justicia.
Acá la trama del libro es importante y lo interesante es que el autor no hace ninguna peripecia para urdirla. De hecho, es una historia repetida, escuchada infinidad de veces. Marcela Rojas –no es casual su apellido, Díaz Eterovic usa bien los topónimos, otro ejemplo es “Villa Pronunciamiento”- llega al despacho de Heredia para que encuentren a su hermana, una universitaria llamada Beatriz que lleva días sin volver a casa. ¿Qué puede significar una universitaria que lleva días sin volver a casa en la época de los Estados de Excepción?
La intriga es mínima, al menos desde lo enunciado por una hermana desesperada, lo que le da un pellizco al género. Al rato Heredia se entera que Beatriz usa una chapa (América) y que su novio es el cabecilla de algunos movimientos estudiantiles. Aparece un cuerpo degollado. Luego uno descuartizado. Después un apostador, el Pony Herrera, con la tripa rajada en el baño de un bar. Heredia, el cojonudo Heredia, va desenmascarando y subiendo poco a poco, escalón a escalón, directo al pez gordo, y se toma la justicia por las manos.
Una novela valiente, bien construida, con la rapidez de la novela negra, a veces con la potencia significativa de la poesía, otras con alcances fílmicos. Un Heredia atractivo como personaje secundario. Setenta y siete páginas nada breves, más para un chileno o sudamericano. Interesante documento rescatado por Eduvim (Editorial Universitaria Villa María) para el territorio argentino, disponible supongo, en algún sello chileno y en las librerías.
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NOTAS
[1] Invito a leer el poema “Holocausto” de Ernesto Cardenal.
[2] pág. 34.
[3] pág. 44.