Daniel Hidalgo: Canciones punk para señoritas autodestructivas
Das Kapital Ediciones, febrero 2011.
178 pp.
Por Gabriel Zanetti
http://www.revistalecturas.cl/
.. .. .. .. ..
Lo primero que leemos cuando tenemos cualquier libro en las manos es el título y el nombre del autor. Es inevitable. Para los que saben un poco de punk chileno debería ser igual de ineludible relacionar el título de esta primera entrega del porteño Daniel Hidalgo con el disco “Hardcore para señoritas” de Los BBS Paranoicos. Nada raro. En este sentido el constructo es sólido y a la vez efectivo. Todo lo que rodea el libro aporta a la propuesta estética, cada uno, en su medida. La pintura de Schiele de portada, los epígrafes (Dos minutos, Los peores de Chile, La polla récords, etc.), algún pastiche fílmico y por supuesto la foto de la solapa que siempre nos entrega alguna idea del autor y de lo que vendrá más adelante, acá, los cuentos.
Justamente, no sé precisamente por qué, a medida que leía me estuve devolviendo a ver la solapa. Además de las credenciales del autor está la foto de Hidalgo emulando a una suerte de Glenn Danzig porteño, patillas y mochila incluida, esas mochilas que siempre están llenas de Bálticas, cuadernos de la universidad y cuánta cosa más que llevan los jóvenes chilenos universitarios, sobre todo en Valparaíso. No imagino nada más porteño que una mochila con una Báltica llena, una vacía y quizás, lo más probable, una a medio tomar y chorreando. Digo lo anterior para entrar a este conjunto de cuentos. Igual, no puedo dejar de mencionar que cuando vi a Hidalgo en la FILSA no me calzaba por ninguna parte. Llevaba chaqueta y zapatos. Quizás porque iba a recibir un premio, quién sabe. A mí me da igual cómo viste la gente; ni siquiera me planteo si una persona es mejor o peor en lo que hace por cómo viste. Pero es importante ver este correlato, quizás como signo de madurez, crecimiento o paso del tiempo.
Es que la foto de la solapa nos sugiere experiencia, una relación directa con los personajes y a partir de los personajes –es deseable- una manera determinada de articular un lenguaje. Hidalgo salta del narrador personaje al externo. Si tuviera que quedarme con uno de los dos apuntaría al narrador personaje, al desarrollo de las voces desde la primera persona, sobre todo con el cuento “Barrio miseria 221”. Hidalgo hace algo complejo: trabajar con el argot y hacer algo más que un loleo, trabajar con el argot, palabrotas y un cerro de anglicismos, con el punk, con las drogas, con los crímenes, con los traficantes, con los policías sin hacer el mismo texto archileído. Por las aventuras o imaginación desatada de cualquier autor los lectores, idealmente, deberíamos obtener algo a cambio y lo que nos otorga este libro no es poco.
Digo que me quedo con los textos en primera porque es literariamente lo más destacable, pensando en el trabajo con el lenguaje. Ahora bien, no se puede dejar de señalar lo que ronda en todas las páginas de este libro: el fantasma de mediados y fines de los ’90, la decepción de la alegría que nunca llegó, el alcoholismo –tan latinoamericano-, el uso de drogas no como vía de escape, sino como hábito o único divertimento. “Punks. Borrachos. Felices. Libres. En el local ellos no son punks, son la normalidad. Una raza mutante viviendo en las alcantarillas, en las sombras de los desechos y la mierda de una sociedad que ya colapsa, todos una misma sub-raza”, apunta un autor que nos pasea por escenarios violentos, de una población a un hoyo punk, desde el colapso de un hombre en un hospital público a un joven que recuerda a su chica indie, del asalto a una Esso al vocalista de una banda X. Dice Hidalgo: “Porque hay bandas que están condenadas al fracaso; pero otras que hacen del fracaso un modelo de producción”. Lo anterior suena a promesa. El segundo y tercer libro casi siempre es más decidor que el primero, sobre todo cuando hablamos de propuesta. Por eso hablaba de zapatos, chaqueta, paso del tiempo y madurez. Me entusiasma.