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        Juan José Podestá
        
        
          
            
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        A un libro uno le pide muchas cosas,  pero no siempre exige risas a destajo y compañía veraniega y cervecera. Sucede  que uno a veces se cansa de ser serio, o pretender serlo. Lo cierto es que con  el libro de Astorga y Zanetti queda descubierta una veta mía muy desagradable:  la del inoportuno. Me pasa que lo cargo conmigo para leérselo a quien quiera  escucharlo, y donde sea: el bar, la casa del amigo, la fiesta de cumpleaños, la  caminata provinciana. Y siempre produce el mismo efecto: risas in crescendo,  que a su vez generan las graves miradas del que tiene la mala suerte de pasar  al lado de los improvisados lectores, que mira como diciendo: “grupo de  estúpidos”.
        Prohibiciones  y títulos es a todas luces un texto que viene a poner paños fríos a la  seriedad que a cada tanto viene a colapsar a la poesía chilena (lo que por  cierto, no tiene nada de malo). Junto a Playlist,  de González Barnert, el libro de Astorga y Zanetti (deberían formar una dupla  de investigadores privados. Tienen apellidos que sugieren vigilancias a maridos  infieles, conversaciones con mujeres fatales y peleas con ex agentes de la  dictadura), deben ser de lo más refrescante de 2015 en cuanto a poesía.
         Tratar de ponerse serio en el análisis  de este libro sería paradojal, contraproducente y hasta de mal gusto.  Analizarlo debería estar prohibido. Altamente prohibido, como remarca Astorga  en varios pasajes de su libro. Sólo queda matarse de la risa, disfrutar de su  evidente calidad escritural y aguzar el ojo en busca de todas las joyitas  ocultas en sus páginas, en sus delirantes páginas.
         Nota a modo  de joda:
         Prohibición  1: está prohibido empezar una reseña de Prohibiciones  y títulos con una frase como la siguiente: “En el texto de Astorga y Zanetti,  se observan dos voluntades escriturales complementarias. Son dos textos que  dialogan de una forma….”.
         Título 1: Prohibiciones y títulos podría llamarse:  “Que no pare el hueveo de la poesía”.