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Jürgen Habermas: La infancia de un filósofo optimista

Por Juan Rodríguez M.
Publicado en El Mercurio, 25 de mayo de 2020



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Se publica en español "Jürgen Habermas. Una biografía" (Trotta), de Stefan Müller-Doohm. Haber vivido el nazismo durante su niñez definió en parte su ideal de una razón como diálogo democrático.


Tras el nazismo y la Segunda Guerra Mundial era difícil volver a creer en un mundo mejor. El filósofo y sociólogo Jürgen Habermas (Düsseldorf, 18 de junio de 1929) lo hizo, volvió a confiar en la razón y en el ideal de una sociedad más democrática —no entregada a la mercantilización y las lógicas tecnocientíficas—, construida sobre la base del diálogo y la deliberación racional.


LA RELEVANCIA DE LOS OTROS

Autor de libros como "Historia y crítica de la opinión pública", "Ciencia y técnica como ideología" y "Teoría de la acción comunicativa"; intelectual involucrado, ciudadano comprometido hasta hoy en los debates públicos, Habermas fue niño y adolescente en la Alemania nacionalsocialista. Su padre, Ernst, nacionalista y conservador, fue un destacado miembro del partido nazi y funcionario del régimen, y también un militar apresado en la guerra por los aliados. "¿Cómo llegó Habermas a ser, por un lado, el filósofo de la razón comunicativa y, por el otro, el influyente intelectual público?", se pregunta Stefan Müller-Doohm en "Jürgen Habermas. Una biografía" (Trotta), libro recientemente traducido al castellano y disponible por ahora en formato electrónico.

Müller-Doohm no entra en intimidades, escribe una biografía intelectual; la vida privada que incluye se justifica por su importancia para la evolución de Habermas como académico e intelectual público. Por eso nos habla de la infancia del filósofo, incluida su fisura palatina: "Habermas confiesa que esta experiencia particular despertó en él 'el sentimiento de dependencia y el sentido de la relevancia del trato con los otros'", se lee. También, dice el biógrafo, que las burlas y las discriminaciones lo "sensibilizaron moralmente para toda forma de marginación y conformaron de modo no irrelevante su pensamiento político".

Habermas nació meses antes de la quiebra financiera de 1929, en "una República de Weimar sacudida por las crisis económicas y amenazada por intentos desestabilizadores, tanto por parte de la derecha como de la izquierda radicales, y cuyo final ya empieza a perfilarse. Es el mismo año en el que Thomas Mann obtiene el Premio Nobel de Literatura. Y un año antes de que el nazismo se vuelva un movimiento de masas: "La SA (Sturmabteilung, 'Sección de Asalto') crece hasta convertirse en una contundente organización terrorista, y el Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP) se dispone a crear de la nada su propio consorcio de medios de comunicación".

El futuro filósofo crece en una familia protestante, burguesa, en una pequeña ciudad de 18 mil habitantes, Gummersbach, en la región renano-prusiana de Oberberg. Es el mayor de tres hermanos. El 31 de octubre de 1932, Hitler hace un acto de presentación en la ciudad; al año siguiente, el Parlamento alemán le concede el poder total. En 1938 recrudece en Oberberg la persecución contra los judíos: "Jürgen Habermas tenía nueve años cuando en el gimnasio de la escuela de ciclo superior de formación profesional de su ciudad natal se celebra una exposición con el título 'Razas, pueblo, familia en Oberberg', organizada por los maestros locales".

El propio Habermas, como tantos otros niños y jóvenes alemanes, fue parte de las juventudes hitlerianas; claro que su propia condición, ha dicho, lo hacía poco receptivo a la idea y proyecto de una "raza de señores".

Stefan Müller-Doohm muestra que, a partir de esa infancia, de lo personal y social en ella, Habermas desarrolló un pensamiento y un compromiso político que, primero, no olvida la responsabilidad de una generación con el nazismo, intenta comprenderla sin justificarla, y desde esa conciencia, construir una comunidad política asentada en la razón e instituciones cada vez más democráticas, participativas, en un bien común debatido y definido en conjunto, según los tiempos de la política, no de la economía.


PATRIOTISMO CONSTITUCIONAL

De ahí el llamado "patriotismo constitucional" que defiende este hombre que creció entre las ruinas alemanas y con dificultades para comunicarse. Un patriotismo que no es cultural, ni nacional, ni racial, sino plural; un orden que se hace legítimo y cohesiona porque es democrático: "Un enlace con principios constitucionales universales arraigados en convicciones", dice Habermas, la "aprobación de un orden político constituido por derechos de autodeterminación y de su delimitación frente a una idea de orden de una 'comunidad de destino' étnica, cultural, colectiva".



 

 

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Jürgen Habermas: La infancia de un filósofo optimista
Por Juan Rodríguez M.
Publicado en El Mercurio, 25 de mayo de 2020