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En los 90 no estaba de moda ser gay
No ficción, Alberto Fuguet. Random House 2015


Por Héctor Andrés Rojas
Publicado en http://www.ojoentinta.com/



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En una de las escenas de No ficción (Penguin Random House, 2015), de Alberto Fuguet, el personaje principal, Alex, le pregunta a su interlocutor, Renzo, con quien trabajó hace algunos años, si alguna vez sospechó que era gay. “Eran los 90. ¿Nunca supiste eso: que me echaron por puto?” (146). En este episodio de la obra la identidad homosexual se cruza con la reconstrucción del pasado, que es la apuesta de esta novela. El tema identitario, como veremos más adelante, a pesar de ser el motivo de las conversaciones, no es el eje de la discusión.

No ficción podría ser la primera novela de Alberto Fuguet, precisamente porque resulta ser un texto que experimenta en su forma de narrar. A lo largo de la obra, que principalmente se constituye de un diálogo entre dos amigos o ex amigos o ex amantes, va delineándose la dificultad de narrar el pasado. Incluso, podría decir, lo que se delinea es la plena consciencia de que la memoria es ficción, a tal nivel, que la memoria es literatura.

Una novela gay, para ser tal cosa, debería problematizar la homosexualidad en su narración, lo que no ocurre en este caso. Más allá de la narrativa del deseo de un hombre a otro hombre lo que está experimentando Alberto Fuguet es lo que el mismo título de la obra deja ver: una pregunta sobre cuáles son los límites de la ficción. Esta obra fracasa como novela gay, precisamente porque no lo es. Intentar leerla desde ese lugar sería ingenuo, sería quedarse en el envoltorio. Menciono esto ya que la homosexualidad ha sido el lenguaje del marketing de la novela, estrechamente vinculado al morbo de que esta haya sido una salida del closet de su autor. El potencial de la novela, en cambio, está en otro lugar, en la literatura como herramienta de memoria, espacio desde donde realiza un aporte a la narrativa.

“Voy a escribir de ti, hueón” (13) es la primera línea de la novela. Ese inicio es la tensión de la obra: cómo acordar una memoria en común, estar de acuerdo en lo sucedido, coincidir en el relato de los afectos. Mientras el protagonista narra los episodios de su romance, su interlocutor los renombra, los justifica, les encuentra un lugar. La amistad es un gran closet para algunas historias de amor. El protagonista quiere escribir y así entender lo que vivieron, darle sentido, incluso cerrar una etapa de la cual se siente víctima. La pregunta por la literatura es la pregunta por las responsabilidades: “Mi verdadera meta, mi desafío literario, digamos, es no dejarte como el malo o el antagonista” (28).

Al ser una novela sobre literatura, el mismo ejercicio de la escritura se encuentra ficcionalizado. En la constante negociación entre los personajes para llegar a un acuerdo sobre qué fue lo que vivieron, aparece la literatura: “No sé… Raro. No me gusta llamarme Roque” (70). En esa novela dentro de la novela la historia es distinta, el cuerpo es distinto, precisamente porque es ficción.

¿Cuál es la verdadera revelación en esta obra, entonces? No es una salida del closet ni un ajuste de cuentas con el pasado. La revelación está, precisamente, en la imposibilidad de narrar. “Nos inventamos” (38), dice el personaje, resumiendo el ejercicio propuesto en la novela para recordar. Este es un giro en la narrativa de Alberto Fuguet, pero para la decepción de algunos, se trata de literatura y no de sus memorias. Tampoco es una novela gay, la homosexualidad en la obra es una herramienta para poner tensión entre los personajes que reflexionan sobre la ficción.





 

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En los 90 no estaba de moda ser gay.
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