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“Vox tatuada” de Humberto Díaz Casanueva  Anamorfosis y poética

Por Italo Nocetti
Magister en Literaturas Hispánicas, Universidad de Concepción
A.B.D. University of Oregon
Becario doctoral Conicyt Universidad de Concepción

Publicado en Logos: Revista de Lingüística, Filosofía y Literatura. 2009, 19 (2) 27-37

 


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Desde “El Aventurero de Saba” (1926) hasta Vox Tatuada (1991) su poesía ha sido una indagación, encaminándose hacia las zonas más oscuras del ser humano: “... desde los peligros y sobresaltos del hombre, hacia el ser, hacia zonas huidizas e inaccesibles de ese ser por excesivo...” (Jiménez, 1981: 87). Su lenguaje poético posee una voz delirante, donde la palabra está articulada a una pluralidad de símbolos diversos que produce una escritura de la diseminación. Esta particular relación con el lenguaje le permite indagar en problemas existenciales permanentes en el hombre: “... el ser y la nada, el delirio y el dolor, canto y llanto...” (Jiménez, 1981: 87)

Su poesía refleja un constante conflicto que se despliega en oposiciones que luego surgen plenas de sentido. El título “Vox tatuada” sintetiza, en una frase, la cualidad singular del lenguaje del texto. Por medio de un juego de oposiciones semánticas se crea una expresión nueva que abre posibilidades nuevas de significación para lograr expresar lo aún no dicho, aquella zona de la interioridad que es apenas consciente, donde la palabra llega difícilmente, donde se mezcla el lenguaje consciente, la reflexión, el sueño, el recuerdo, el grito y la palabra. Díaz-Casanueva produce un lenguaje nuevo para la indagación de zonas poco exploradas de la vida humana, allí donde pocas veces llega el discurso crea un lenguaje nuevo para una nueva relación simbólica con el mundo. Esta poesía que ha sido considerada como metafísica, pero no lo es. Es una búsqueda hacia adentro: “... proceso creativo que revela al yo... del misterio del ser...” (Jiménez, 1981: 87). Su indagación toma un camino opuesto a la metafísica; despojada de trascendencia, la expresión poética surge de una mirada introspectiva que va descubriendo zonas inexploradas de la subjetividad por medio del lenguaje poético. No es meditar poéticamente sobre el ser: “Jamás he podido escribir con planes abstractos o ideas metafísicas deliberadas...” (Jiménez, 1981: 87). Esta poesía se abre a una zona del lenguaje estructurado por lo múltiple, a lo equívoco, a lo absurdo y contradictorio, donde consciente e inconsciente coexisten simultáneamente. El proyecto poético de Diáz-Casanueva apunta a develar la experiencia de este lugar íntimo en que coexisten el grito y la palabra, el susurro y el aullido, sueño y lucidez, positividad y negatividad. El poeta sabe que todo lo experimentado allí difícilmente lo reconocemos como un universal humano: la negatividad, la angustia, la muerte, el sinsentido. Pues vivimos a este lado del lenguaje en donde las normas controlan el discurso consciente, reprimiendo lo contradictorio y conflictivo, es decir el deseo y la muerte, el goce y el dolor.

Desde esa zona preconsciente surge el poema, construido por medio de oposiciones que pueblan su poesía, produciendo movimientos dialécticos que cruzan su poesía de parte a parte. Díaz. Casanueva describe su poesía como un amargo juego dialéctico (Díaz-Casanueva en Jiménez 87), cuya finalidad es revelar especularmente rasgos escondidos del yo del poeta mismo. Búsqueda de un sujeto que se halla frente sí desprovisto de una identidad sólida, de un reconocimiento frente a sí mismo. El reconocimiento viene al encontrar su intimidad en su propia escritura poética, abriendo su yo al lector, donde el lector también se encuentra y se reconoce.

Si consideramos el título del texto es una anamorfosis que permite develar la naturaleza tanto del juego dialéctico del sentido, como de las propiedades del lenguaje del poema. La palabra título viene del latín titulus, su historia y significado remiten a la escritura:

Títulus, -i m.: cartel o afiche, escrito llevado en la punta de un asta en los triunfos, y sobre el cual se inscriben en grandes caracteres los nombres de los prisioneros y de las ciudades tomadas en los triunfos, etc.;… por extensión: “inscripción”, “título” de una obra…” (Ernout, 1939).

Título como signo manifiesta precedencia escrita, encabezamiento escrito que guía; entrada en la escritura que ya es escritura. Tal es el punto desde donde el hablante lírico, el sujeto de la enunciación, puede ser leído. Punto desde el cual el lector dispone sus elaboraciones del sentido, pues el título anuncia desde sus comienzos el proyecto poético. El título “Vox tatuada” es extraordinario por la densidad de su sentido, ya que devela la naturaleza del lenguaje en el poema. Desde la retórica es una paradoja que Lázaro Carreter define en el “Diccionario de términos filológicos” como “unión de dos ideas en apariencia irreconciliables” (311). Figura que aloja en su seno la negatividad; por ende, figuras dialéctica, sustentada en un diferendo del sentido. Reenvía al problema de la diferencia, de la escritura: “…la materia del pensar…la Diferencia como Diferencia” (“…die Sache des Denkens,… Differenz als Differenz”) (Heidegger 37). Lo cual trae a la luz el problema decisivo de la diferencia central del pensar europeo, la distinción entre Ser y Ente. Afirma Martin Heidegger que partir de esta distinción se producen series de conceptos centrales del pensar: physis, logos, en, idea, energeia, substancialidad, objetividad, subjetividad, voluntad, voluntad de poder (Heidegger 64). Así leemos ya en el título la dimensión de un proyecto poético que se sustrae a todo intento de trascendencia poética, al pensar onto-teológico, a la teleología. Estamos frente a un proyecto poético post- metafísico chileno que parte de un habla que es habla a medias, ni habla, ni gemido habla, ni puro logos, ni pura physis; por ello poema de la paradoja y la contradicción. Voz y grito, palabra y susurro a la vez. Pero no menos verdadera y develadora de una verdad del sujeto, de aquello que se oculta entre significantes.

En la frase “Vox tatuada” la idea de voz nos remite a lo inasible, al aliento, a lo incorpóreo, a la inmaterialidad del sonido de la palabra hablada, al espíritu. La idea de tatuaje reenvía a la marca, a la impresión, herida que se ejerce sobre la piel, al cuerpo. Ambas ideas remiten, a su vez, a dos técnicas del producción del significante: habla y escritura. Esta oposición tradicional ha privilegiado siempre la voz:

Inmediatamente próxima de lo que en el “pensamiento” como logos tiene relación con el “sentido”, lo produce, lo recibe, lo dice, lo recoge. Si por ejemplo para Aristóteles “los sonidos emitidos por la voz... son los símbolos del alma..., y las palabras escritas los símbolos de la palabra emitida por la voz” es porque la voz tiene una proximidad esencial e inmediata con el alma. Productora del primer significante...” (Derrida 17) En cambio la escritura, en Platón es: “... a la vez mnemotécnica y poder de olvido...” (Derrida 17).

Y en Hegel: “En tanto escritura fonética el alfabeto es, al mismo tiempo, más servil, más secundario... pero también la mejor escritura, la escritura del espíritu...” (Derrida 33). Por lo que la escritura se condena a ser una mera técnica secundaria de expresión, dependiente de la voz, Jacques Derrida advierte del privilegio de la voz que organiza un sistema en torno suyo: “... presencia de la cosa para la mirada como eidos, presencia como substancia... presencia del cogito, conciencia, subjetividad... inter-subjetividad como fenómeno intencional del ego, etc...” (Derrida 19).

El logocentrismo comprende la escritura como mera mediación, ubicada en la “exterioridad del sentido” (Derrida 19), versus la voz del alma que es interior. Sin embargo, la paradoja de la imagen “Voz tatuada”, se opera un movimiento del sentido que remece y subvierte el inconmovible peso de la tradición logocéntrica. El sustantivo “vox”, en un movimiento de expresividad subversiva se une al adjetivo “tatuada”, proponiendo la síntesis poética de dos signos irreconciliables para la tradición filosófica: voz y escritura. La oposición es superada al desvincular a la voz de todo privilegio, retrotrayéndola a su materialidad significante por medio de la articulación al adjetivo “tatuada”. Construyendo la frase que ambivalente rompe sus filiaciones tradicionales y crea un umbral nuevo para la poesía de Díaz- Casanueva.

En esta frase el adjetivo “tatuada” produce un efecto de sentido que permite leer el texto como un radical desalojo de la metafísica en el poema. La voz, reducida a significante, despojada de todo privilegio frente a la letra, opera un descentramiento. Es decir, el sistema de oposiciones que se deriva del concepto metafísico de voz es superado por la incorporación de un nuevo elemento que impulsa el movimiento dialéctico del poema, la voz no es a una expresión directa del alma. Sino tatuaje, inscripción, huella significante y expresión del individuo; exterioridad y subjetividad a la vez. “Vox tatuada” quiebra la comprensión de la subjetividad como un adentro, el poeta nos dice que no hay adentro, que lo interior también es un afuera, que el sentido está marcado en una superficie y allí habita el sujeto. El poema debe ser leído comprendiendo que expresa la subjetividad externamente, una subjetividad constituida por significantes que representan un yo lírico abierto de par en par, que no posee más intimidad que aquello que los significantes muestran y ocultan. El título del texto, si lo consideramos desde la perspectiva de la paradoja expresa el surgimiento de una concepción materialista de la poesía y el sujeto, provoca una ruptura con concepciones poéticas o ideológicas trascendentalistas, esta poesía abierta a la multiplicidad no se sustenta en nada más allá del lenguaje, bajo esa multiplicidad 0.

En el poema se entrecruzan dialógicamente retazos de discursos diversos que poetizan y problematizan el significante “vox”, que va enriqueciendo su sentido en la escritura poética. Para Díaz Casanueva “vox” no es solo un signo, sino que algo más, un símbolo nuevo para un un proyecto poético radical. El poema dice así: “ pero viene la VOX/ como iniciática” (26). La “vox” trae la revelación de lo oculto. La voz se presenta en el texto “como iniciática”; devela símbolos que, a la vez, develan y ocultan. Así surge en el poema la esfera de lo mítico, como indagación de aquello que el símbolo oculta, su significación olvidada que guarda como en un archivo: “la memoria de los viejos símbolos”(8). En los símbolos de la iglesia gnóstica busca el origen de la voz: “ llevando un Cuerpo Hermético/ huesos fosforescentes a la gente lanzo” (11), Díaz-Casanueva se representa portando un “cuerpo hermético” que se transforma en materia de poesía. Cuerpo cerrado en sí mismo, inaccesible al símbolo, cuerpo real, pero también texto gnóstico que se lleva en la memoria. Desde ahí lanza sus huesos luminosos, sus poemas. Esta representación imaginaria de su cuerpo real y texto mítico constituye el yo del poeta, mezcla de voz y letra.

La evocación de la mitología gnóstica remite a un origen mítico de la voz, lo que une la poeta a una tradición religiosa, finalmente a la religión y al mito. El poema busca el origen cultural de la voz, su propia base material, su sustentación, por ello, poema de retorno al origen. Como es sabido, el “cuerpo hermético” o “corpus hermeticum”, conjunto de manuscritos que se creían perdidos en el período clásico y fueron encontrados en el siglo XV, que representan una tradición no-cristiana del gnosticismo helénico, traducidos en la corte de Cosimo Medici. Posteriormente, en 1945, se encontraron en el Alto Egipto un sinnúmero de documentos gnósticos llamados los Rollos del Mar Muerto o textos de Nag-Hammadi. Entre ellos destaca Trimorphic Protennoia que menciona la voz como poder cosmogónico: “Yo soy una Voz hablando suavemente... Y es la voz que habita en mí, dentro del incomprensible, inconmensurable pensamiento, dentro del inconmensurable silencio...” (Turner). También en el mismo texto se dice: “Ahora la Voz que originó mi Pensamiento existe como tres permanencias: el Padre, la Madre, el Hijo. La Voz, existiendo como habla ha dotado a una palabra con toda gloria” (Turner).

En las religiones orientales siempre existe una madre divina primordial, la gran madre (mater), que aparece bajo diversos nombres: Astarté, Beltis, Atargatis, Afrodita Asiria. Ellas fueron el prototipo de la mater gnóstica. Esta es la madre divina que habla desde su pensamiento en estos textos cosmogónicos, invirtiendo el monoteísmo patriarcal. La voz de la poesía en el texto de Díaz Casanueva viene desde afuera, tanto en el texto cosmogónico, como en el texto poético. El poema narra un mito de origen de la voz coincidente con el origen singular del poeta. La voz primera es la voz de la madre, la caricia como palabra somática, palabra sin logos ni trascendencia, palabra de la voz primera del poeta y del hombre. Gemido: “CON LAS MANOS PARLANTES ELLA ME/ TRANSMITE EL / PRIMER VAGIDO DE LA TINIEBLA HENDIDA” (13).

En los fragmentos gnósticos la presencia de la voz materna, voz sagrada femenina que habita en el vacío, da lugar al triángulo padre/madre/hijo. Esta voz cosmogónica originaria sale del silencio primordial. En el poema la madre está en posesión de esta voz originaria transmitiéndola al hijo en las tinieblas antes de la presencia de que posea voz alguna: “en lo más hondo de un Mar que pulsa/ cuerdas órficas” (14). Es la voz la que: “configura el/ fundamento” (82). El poeta pasa del mito a su propia existencia utilizando como puente la madre, como principio que origina la voz y la poesía. Logra condensar ambos orígenes organizándolos en torno a la relación entre madre y voz. En ambos, la madre es voz transmitida al hijo. En ambos discursos la madre crea la existencia desde un caos original previo al ser. En la cosmogonía gnóstica la madre crea el Hombre Primario, profeta que va por el mundo bajo diversas formas. En el poema de Díaz Casanueva, el hombre que la madre trae al mundo es el poeta, profeta, Cristo, Hombre plural y sacro: “será generado un dios de madre moribunda” (27).

El adjetivo “tatuada” dota a la frase materialidad significante, idea de huella, de marca corporal, de signo escrito en el cuerpo, de inscripción y carne, de palabra. Pero sobre todo de silencio que entra en conflicto con el sonido de la “vox”, ambivalencia que en la colisión de los sentidos nos deja frente a un absurdo. Pero la opacidad de la paradoja llama a la interpretación, obliga al lector a la producción de un sentido a partir del encuentro de dos series de significados que difieren. No podemos leer la frase “vox tatuada” usando el criterio de verdadero y falso, siendo necesario otro tipo de operaciones interpretativas para leerla. Nos exige una interpretación que se instale entre las series de significados, que se comprenda qué mediación dialéctica es producida, que lea “entre” las series significantes. Entre esas palabras hay un blanco del sentido al cual no estamos acostumbrados, pues siempre apelamos a un más allá de la escritura, a una presencia trascendente del sentido que permite avalarlo: Significado, Lógica, Tradición, etc.. Una pluralidad de palabras-institución que inmediatamente remiten a ellas mismas para avalar el sentido. En este caso “vox tatuada” no encuentra una palabra que centre su expresión; frase siempre doble y contradictoria, siempre múltiple y huidiza, y siempre abierta. Sin un sentido último que la funde puede expresar poéticamente una síntesis del logos en la materia y de la materia en el logos. No se funda en una palabra totalizadora que la dote de trascendencia, sino que avanza en múltiples senderos a la vez, en un proceso de espacialización del sentido que rehúye la totalización, siempre trascendentalista. No hay un sujeto lírico que se oiga hablar en su interior y luego se escriba en el afuera, sino que su contacto con la escritura y la voz es inmediato y exterior por medio del significante, constituyendo una subjetividad a partir de la palabra. El símbolo “vox tatuada” en su opaca presencia evoca al poeta y la poesía que se cierne sobre su existencia en tanto hombre y poeta. Por ello poéticamente busca una y otra vez su origen mítico e histórico. En el origen mítico está la dualidad, punto de arranque de la diferencia: “luego apóyome en el DIAD/ (columna vertebral/ de Osiris)” (p. 70).

De la dualidad mitológica (diad) surge el triángulo primordial, padre, madre, hijo. Los dioses de la tradición egipcia se distribuyen en pares: Isis y Osiris. Isis en los tiempos dinásticos fue representada como la esposa de Osiris (Budge 200). Isis es una figura femenina que personifica a la madre del faraón. Osiris, es el monarca divino; rey muerto, rey del mundo subterráneo. Horus es el heredero real, asociado al sol de la mañana. En el mito Osiris fue despedazado en 14 pedazos por su hermano Seth, pero Isis los encuentra y entierra. Luego Horus acompañado de sus cuatro hijos e Isis (Budge 193) reconstituyen el cuerpo del padre. Osiris se convierte en el gobernador y juez del submundo. Así Díaz-Casanueva en el poema se asigna un origen mítico que es una metáfora de la tríada elemental humana. Señalando una variación del mito de Edipo, en la cual el hijo con sus propios hijos revive al padre muerto. Nos dice el poeta que el padre no muere totalmente, vive todavía como recuerdo.

Podemos leer en “Vox tatuada”: “el Padre muerto mata nunca me he emancipado/ del todo” (48). Así Díaz Casanueva introduce el tema freudiano de la “muerte del padre”, con lo que suma al triángulo mítico el triángulo familiar, condensando dos universos del discurso diversos. Poéticamente une un mito religioso y un mito científico –el tema freudiano de la muerte del padre-, con doble movimiento temporal que busca en el pasado histórico un reflejo de su singularidad e instala en el presente el testimonio íntimo. Así como otros hombres en la antigüedad resucitaron el padre muerto en el mito, el poeta en el presente reconoce la verdad amarga de un padre siempre presente, resucitado por el hijo. Confesión poética en que devela motivos profundos de su poesía, poniendo al desnudo los mecanismos más íntimos de su yo que por medio de la escritura comparte con el lector, los temas de la madre y de la muerte del padre. Díaz Casanueva fue psicoanalizado y esa experiencia guarda una estrecha relación con su poesía: “El psicoanálisis me hizo penetrar en zonas oscuras de mi personalidad, descubrir el inconsciente, mi infancia, los sueños, lo manifiesto y lo latente, las analogías y las asociaciones”. Esta experiencia determina la posibilidad conferir expresión poética a temas inconscientes, su poesía se hunde en representaciones imaginarias latentes que constituyen su yo. Poéticamente se representa su universo imaginario, en el que vuelca íntimas experiencias que transformadas en contenido artístico surgen como imágenes poéticas. Díaz-Casanueva hace coexistir en el poema el trauma y sus consecuencias. Sus palabras hacen aflorar latencias, variantes y metaforizaciones, en un despliegue atemporal. Por ello confiesa ”el Padre muerto mata/ nunca me he emancipado del todo” (48), revive el trauma y deja entrever la fantasía inconsciente de estar muerto y la relativa fijación en la escena edípica. Cabe agregar que no lo une a la escena edípica el padre, sino que la madre, no es aquello que lo castra, sino aquello que lo hace gozar. A partir de alli se construye el poema, en el que surgen caóticamente las imágenes de la evolución del sujeto y su narrativa poética. Este poema parte desde el origen del sujeto – Edipo- y se desarrolla en múltiples direcciones, ahí está presente la cualidad artística del texto. La multiplicidad de efectos poéticos se disponen en el texto de manera que el lector sea testigo de una experiencia de apertura del yo del poeta que también alude a su propio ser íntimo, comenzando por el origen de la palabra, el vagido. Poema que habla de la ontogénesis del lenguaje y del símbolo que emerge en medio de una interminable crisis. Para Díaz Casanueva la palabra siempre emerge desde la crisis edípica, nunca se ha emancipado del todo, y ello hace de su poesía la expresión de esa dificultad. Vox Tatuada representa una enunciación poética siempre en crisis, fundada en la paradoja, ambivalencia que se origina en el advenir de un sujeto frágil, cuyo lenguaje está siempre en dispersión. Una subjetividad que intenta entrar en el habla poéticamente, accediendo a ella dificultosamente, ciega, cojeando en el verso como Edipo: “En efecto, es cosa sabida que la palabra es el asesinato de la cosa y que esta muerte es la condición del símbolo” (Rifflet-Lemaire 42). Podemos decir que el sujeto de Díaz-Casanueva está siempre en crisis, eso dota a su poesía de cualidades singulares. El poema siempre interrupto, fragmentario, oblicuo, surge de una zona en que todo se funde, imágenes poéticas, recuerdos, símbolos, mito, fantasmas inconscientes. Zona preconsciente en la cual el sujeto habla con todas las intensidades de la voz. Raramente se podrá encontrar un poema que lleve a cabo este proyecto exorbitante en que la escritura deje expresada artísticamente una lenguaje arrasado por fantasías a expensas del registro simbólico de la lengua.

En el poema el sujeto entra en la cultura al ingresar al lenguaje y al registro de lo simbólico, esto es, en el campo del significante que lo estructura. La solución del conflicto edipiano se encuentra en la alienación en el deseo que le domina. Díaz Casanueva da cuenta de su singularidad en tanto que sujeto; simbólicamente sacrifica al padre para entrar en sociedad, ese sacrificio fallido deja marcas indelebles en el cuerpo, en el yo, la escritura, el lenguaje, la voz, no emergen sin una crisis total del sujeto que necesita abrirse paso en la realidad. El poeta guarda y reproduce las huellas de la crisis en el poema, retrocede al vagido de dolor y goce, a la voz de la madre, a la traición del padre y desde allí entra nuevamente a la cultura, creando un mundo simbólico nuevo con el que funda lo real poéticamente.

Este texto se afirma en la relación entre el sujeto y el significante, entre el significante y la huella: “ pinto la MÍMESIS de cosas veladas/ por la Cifra” (23). Dice el hablante escribir de lo oculto por la Cifra. “Cifra” escrita con mayúscula de intensificación, metáfora del símbolo que revela y oculta, que señala una positividad y la negatividad que la acompaña como una sombra obscena. Esta sombra es lo que poéticamente desea expresar Díaz-Casanueva en el poema, trabajo de develación de espacios discursivos vedados en el campo de la cultura; transgresión de las normas de lo “literario”. Por ello poesía anti-literaria que osa extender la significación más allá de los límites para encontrar nuevos umbrales del ser: “simbolizo lo que de otro modo no sería existente” (25).

Como se ha visto, la lectura anamórfica de la frase “vox tatuada” abre la lectura a todo el poema, a su poética que aparece construída dialécticamente, en cada uno de sus registros surgen oposiciones entre el mito gnóstico y el yo poético, los cuales son llevados a un punto de superación dialéctica (Aufhebung); en el cual síntesis de contrarios se pliega en la escritura poética. Tatuaje de la palabra en el cuerpo, metáfora del yo.

 

Bibliografía

- Budge, E. A.(1972). From Fetish to God in Ancient Egypt. New York: Benjamin Bloom. Inc.
- Carreter, F.(1977) Diccionario de Términos Filológicos. Madrid: Editorial Gredos.
- Del Re, A.(1988). Introducción. Poesía de Humberto Díaz-Casanueva. Ed. Biblioteca de Ayacucho. Caracas, XXV.
- Derrida, J. (1971) De la Gramatología. Buenos Aires: Siglo XXI Argentina Editores.
- Díaz-Casanueva, H. (1991). Vox Tatuada. Santiago: Editorial Universitaria.
- Ernout, A.(1939). Dictionnaire Etymologique de la Langue Latine. Paris: Librairie C. Klincksieck.
- Freud, S. (2007). Obras Completas. Buenos Aires: Editorial El Ateneo.
- Heidegger, M. (1957). Identität und Differenz. Tübingen: Günther Neske Pfullingen.
- Jiménez, J. (1981). Hacia el Pensamiento Poético de Humberto Díaz- Casanueva. Hispamérica 31.
- Lacan, J. (1981). Le Seminaire Livre III. Paris: Éditions du Seuil.
- Rifflet-Lemaire, A.(1986). Lacan. Buenos Aires: Editorial Sudamericana. Turner, J.(translator).
. . . . . . . .. (2002) The Gnostic Society Library. The Nag Hammadi Library. Library. December 2,
. . . . . . . .. <http://www.gnosis.org/ naghamm/nhl.html>.



 



 

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“Vox tatuada” de Humberto Díaz Casanueva Anamorfosis y poética
Por Italo Nocetti
Logos: Revista de Lingüística, Filosofía y Literatura. 2009, 19 (2) 27-37