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La Otra Historia.

Por Hélmuth  Jaramillo Vlaes

 


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Las Pirámides no fueron tumbas.  Sumeria y Egipto no son las civilizaciones más antiguas. La Atlántida existió ya que Platón no escribía ciencia ficción.  Mitras, Horus y Jesús son el mismo espíritu encarnado en diferentes épocas y lugares. El arte rupestre no es el resultado de simios transformándose en humanos que descubrían que podían hacer rayas en paredes de piedra para pasar el tiempo mientras se acercaba alguna bestia salvaje para cazar.

Las anteriores afirmaciones y muchas más resultan escandalosas para gran parte de la minoría que  aún incluye en sus conversaciones o reflexiones estos temas, la mayoría está ocupada acumulando datos de fútbol, farándula, eventos y ofertas de temporada en centros comerciales, y es mejor dejarla tranquila, poner simbólicamente el letrero de “No despertarlos, han sido hipnotizados y podría ser contraproducente sacarlos bruscamente de su estado”  Solo la minoría de la minoría aún se preocupa por saber más de su verdadero origen como especie, de las posibles conspiraciones existentes(aunque algunos se vayan irremediablemente a la paranoia del conspiracionismo, algo más digno  que saberse de memoria el nombre de los Kardashian), de la posibilidad de ser manipulados por una élite rancia y enferma que le ha caído de maravilla la epidemia de casi muerte de lo individual que han mantenido las religiones, el cine de Hollywood y todos sus imitadores a nivel global  y los medios masivos de comunicación.

Pero cualquier escéptico adicto a los datos que puede arrojar nuestra miope ciencia podrían comprobar que algunas de las afirmaciones de estudiosos como Klaus Dona y Nassim Haramein  entre otros, están sustentadas por la física y  la datación con radiocarbono, como en el caso de Gobleki Tepe en Turquía erigida hace unos 13.000 años, un historiador conservador  dirá que posiblemente por cavernícolas hiperactivos.    Llevamos siglos definiéndonos como especie desde la comicidad de teorías como la de los  primates que de tanto erguirse para coger frutas terminaron decidiendo que se transformarían en algo más pensante y menos peludo para sincronizarse con la leyenda de Adán y Eva y perpetuar el absurdo en los textos escolares.

Hace algunos años, gracias a un niño de nueve años, entendí que lo de Darwin, por lo menos la parte que explica al hombre, era un sinsentido rotundo. El niño me preguntó  por qué en continentes como África y América en donde aún sobrevivían tantas especies de monos  estos no habían decidido transformarse  en hombres  como los otros.    Me sentí tonto al no tener una respuesta, se me ocurrió decirle que seguramente los monos que no se erguían habían sido castigados por perezosos  y de una vez impliqué la culpa judeo-cristiana. Me disparó su segunda pregunta con la que hice un mayor ridículo al responder  ¿Y los de Europa del norte también evolucionaron de monos, no quedó ninguno porque son menos perezosos?  Se me ocurrió decirle, sin salirme de la línea darwiniana,  que ellos eran descendientes de osos polares que nadaron hasta tierras continentales y en cuestión de algunos años perdieron su pelaje y adquieieron una forma similar a la de los ex primates,  descubrieron el fuego y decidieron con el tiempo convertirse en tribus bárbaras  para que nosotros pudiéramos ver documentales sobre ellos  en la actualidad.   Y  no son las preguntas de un niño índigo sino de un niño evangélico al que le tienen prohibida la televisión y la internet, y solo puede ver documentales con su abuelo los domingos, lo que le ha permitido expandirse como humano curioso y no limitarse como los otros niños adictos a las redes sociales, lo viral y  los youtubers.

¿Por qué no se retiran los libros de historia existentes?  ¿Por qué las teorías más lógicas se han relegado al mundo de lo insólito y las más absurdas siguen siendo las señaladas como verdaderas? ¿Por qué no son asumidas algunas religiones  mayoritarias como  expresiones folclóricas del medioevo?  ¿Quién necesita que los humanos sigan repitiendo disparates sobre su pasado remoto?  ¿ Y  dónde puede llegar una especie que ignora tan profundamente sus verdaderos orígenes?  No es tan difícil de responder, solo puede llegar a un atasco colectivo en que las prioridades son vender la vida para comprar cosas en mayoría inútiles y llenarse la cabeza de ideas y rituales básicos asociados con el comer, el fornicar, acicalarse,  poseer y retener la atención de los otros.

Solo unos pocos privilegiados tendrán la opción de ver la vida más allá de una esclavitud inevitable, solo un grupo de valientes empezará a sacar conclusiones de su papel en este planeta y de la auténtica esencia  del mismo y su rol en el universo, este grupo es y será llamado de muchas maneras: Paranoicos, obsesivos, desubicados, delirantes, nueva era, satánicos, alucinados, ateos, troilos…  Quizá este mismo grupo sea quien pueda después de las mil hecatombes anunciadas, repoblar el nuevo mundo.



 

 

 

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