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“Voces de un viajero en la lluvia circular”, de Alejandro Miranda Contreras

Por Horacio Eloy

 


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Conforme pasan los años, sigo pensando que la poesía y el arte en general son necesidades vitales, sociales y espirituales.

En el mundo de hoy, atravesado por la llamada globalización, la avalancha tecnológica y la banalización de la cultura por los medios de comunicación, la palabra del poeta se instala para develar los misterios de la condición humana y para señalar la maravilla de lo cotidiano oculta por el bosque consumista y pirotécnico.

“Voces de un viajero en la lluvia circular” es este itinerario poético que hoy nos convoca en la palabra del poeta Alejandro Miranda Contreras, quien se sumerge bajo la lluvia sin paraguas y solamente protegido por sus palabras, certeras la mayoría de las veces.

El hablante es un habitante de la urbe, que se desplaza infatigable asumiendo a su paso los rostros de una geografía humana diversa y migratoria, en donde “las luciérnagas no viajan por temor al olvido”, sin embargo la luminosidad de la noche acompaña este itinerario siempre imprevisto, siempre misterioso, bajo la coreografía permanente de las estrellas. El espacio territorio que emerge en estos poemas es el mítico San Bernardo, tutelado por Manuel Magallanes Moure y la colonia tolstoyana, pero es la mirada del poeta la que le da vida y representación en este viaje sin retorno aparente, sin brújula, pero con la certeza de ir avanzando y construyendo caminos donde afloran sus preocupaciones creativas: la noche, las calles, los fantasmas pretéritos, la amistad y el amor, el amor presente, el amor ausente y el desamor.

Ahí también la muerte tiene su dominio en el diálogo de aquellas voces bajo la lluvia “sobre aceras recubiertas de lágrimas”.

Ernesto Sábato en su obra “El escritor y sus fantasmas” señala que “la inmensa mayoría escribe porque buscan fama y dinero, por distracción, porque meramente tienen facilidad, porque no resisten la vanidad de ver su nombre en letras de molde… quedan entonces los pocos que cuentan: aquellos que sienten la necesidad oscura pero obsesiva de testimoniar su drama, su desdicha, su soledad. Son hombres que no escriben con facilidad sino con desgarramiento…”.

Parte de lo enunciado, sino su totalidad, dan cuenta del oficio y de la actitud del poeta Alejandro Miranda Contreras, de quien señalamos en una oportunidad que no teme al “lugar común”, un arma de doble filo, pero que el autor sortea con destreza avasallando la obviedad e instalando su discurso poético donde la cotidianidad adquiere un brillo singular.

Celebremos entonces la aparición es esta tarde, de esta hermosa edición, un nuevo libro para compartir nuevos sueños para soñar, palabras, palabras y más palabras para constatar que la vida continúa más allá de todas las preguntas y todas las respuestas.

El hablante se permite desplazarse hacia todos los puntos cardinales, entrando y saliendo desde madrugadas y crepúsculos y lo hace con un lenguaje fluido y natural, desprovisto del artificio inadecuado y fatuo.

En fin, son poemas articulados en torno a unas pupilas que han recorrido los viejos barrios y la república de la infancia, un viaje, un transitar realizado con sensibilidad, honestidad y singular acierto.

Una pluralidad de voces se manifiestan al correr de las páginas, una diversidad de registros encontramos en este viaje poético que avanza libre “mientras detrás de las montañas / llueven soledades”.

Los invito entonces, mortales lectores a mojarse en esta lluvia circular, a entrar sin paraguas al camino señalado y caminar descalzos por este jardín de poemas para conquistar la belleza y la primavera que está a la vuelta de la esquina.

Octubre 28 de 2014.





 

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