Proyecto Patrimonio - 2009 | index | Héctor Hernández Montecinos |
Autores |


Un sueño mío, de Héctor Hernández Montecinos.

Por Juan Manuel Silva Barandica

 

¿Cómo presentar a alguien que ya conocen? Si bien pareciera problemático, no lo es. Los que hacen con palabras, los poetas, más que ser conocidos por sus maneras o exterioridades, lo son por sus poemas. Aunque evidente, dicha aclaración no lo es en el caso de Héctor Hernández. Imagino que como a otros, las primeras noticias que recibí de él tenían que ver con su díscola performatividad, con sus amigos, con la cerveza.  Para aquellos con espíritus neoclásicos, como yo,  esto no funcionaba de ese modo. Pero sí, funcionó y bien. Muchos otros se enemistaron con él, difamaron y hablaron a sus espaldas del aparente centrismo que tenía en la poesía joven (me cuento entre ellos). Y si estas estrategias le sirvieron en su momento, acabaron por posponer la experiencia más relevante que uno puede tener con un poeta: leer su poesía. Desde hace un tiempo y por razones que no vienen al caso, he leído la poesía de Héctor Hernández junto a las propuestas de los poetas de los años noventa y dos mil, siendo para mí, al menos, sorpresivo haberme encontrado con que aquellas materias que reproducía en su performance, eran representadas en su poesía. La amistad, el homoerotismo, la cerveza, la traición y el panóptico de un país anestesiado y culpable, eran matrices temáticas de suma importancia en su producción.

Dos cosas me llaman la atención de Un sueño mío: su amigable brevedad y su vuelta al poema en verso. Más allá de estas minucias, es relevante dar cuenta de este libro pues aunque desarrolla las temáticas que eran parte de su anterior producción, afirma un modo de comprender la realidad y la escritura, podría decirse, dialéctica, en un constante diálogo e intento de superación entre la candidez y la ácida crítica. Dentro de la perspectiva crítica, es interesantísimo el desarrollo que el poemario hace de categorías claves para entender el imaginario religioso occidental.  Así, la poesía como un acto de creación, digamos, onomatésico, en el que la palabra y la cosa están relacionadas (como ya recordaba Borges haciendo alusión al Cratilo) y la idea del Libro como imagen monádica o símbolo del universo entero, son instancias en las que el sujeto busca dislocar la ortodoxia y canon religioso desde la misma ortodoxia. Esto, pues se ve claramente cómo en la poesía de HH hay una voluntad de entender cómo funcionan estas categorías, deslizando, aunque con cierta laxitud, las posibles genalogías literarias.

El libro como imagen del universo, presente en los relatos proféticos y el Apocalipsis, es una idea capital en el imaginario judaico. El mundo es escritura y escritura es mundo. Las religiones del libro lo saben. Por otro lado, la visión  y las imágenes visionarias en las que el sujeto ensaya y conjetura una interpretación oniromántica de la realidad, son, subrepticiamente recordadas desde su relación vinculante con Dios, es decir, una suerte de mensaje de Dios al hombre. Pero el mensaje no llega, pues como HH advierte, el lenguaje de los sueños en sus dinámicas de condensación y desplazamiento, es un juego libre, un libérrimo don que se juega y retruca desde las vanguardias europeas, como el vaciamiento de todo libro sagrado y original. Puede pensarse incluso esta poesía desde la traducción de una tradición, pero sería demasiado aventurado para este legajo.

Pasado el theos, vamos al falo. Es evidente la filiación de un amor entre camaradas, iguales, pares, hermanos y constructores del nuevo mundo, a la idea de amor que tenía Walt Whitman, o como dice HH: WW. Y hay también en este tema una dislocación de la profanación, la paideia invertida, en la que los jóvenes efebos acaban conviertiendose en el poema, siendo más que una materia en él. También recuerda a cierto Kavafis, llevándose a chiquillos en un presente historizable, guardándolos para siempre del olvido. Pero veo con mayor intensidad el simulacro de un tono sagrado, casi místico, que hermana su búsqueda, a veces surreal, con la del sufismo, tonalidad en la que encontramos el amor sagrado de Mevlana Jalaludin Rumi y Shams de Tabriz, amor que es ansia de conocimiento, deseo furioso de hundirse en el fuego como una polilla, o como un observador en los cuerpos celestes que describe HH.

Algo difícilmente tratado por el snobismo de nuestras letras, es la afinidad de esta poesía por la cerveza, alcohol leve y ambarino, frío y de masculina impronta, que más que cualquier otra cosa simboliza la brutalidad y la miseria de nuestros alcohólico medio. Ver en ella al sol, la luz y un espejo, al menos a mí, me devuelve a un tipo de realismo desplazado por la academia, entre los cuales se cuentan Gómez Morel, Méndez Carrasco y Juan Godoy, esa felicidad de la miseria, esa risa que surge de la putrefacción, de algún modo ligada a lo grotesco y al carnaval, emparenta este simbolismo con la larga familia literaria que tiene a Francois Rabelais como su padre (Harold Bloom y Juan Santander, dixit).

Ciertos cuestionamientos me hacen pensar que detrás de ciertos poemas habita una que otra reflexión búdica e hindú. Diferentes y ricas, las tradiciones del Indostán se posicionan en Un sueño mío desde una comprensión de la inexistencia del tiempo humano y la reversibilidad de los ciclos naturales. Así, la trimurti hindú revela el constante cambio y discontinua renovación que implica la muerte. Siglos y siglos demora la materia en establecerse y gobernar un breve lapso de tiempo antes de derrumbarse. Como Vyasa y otros sabios de dicha tierra, esta poesía, plantea pornográficamente su tendencia a un tiempo no humano, un tiempo literario, un tiempo escritural, interpretable, ilógico, inmoral.

Por último, una pequeña crítica al exceso en ciertos pasajes del libro, ya sean de candidez, literalidad o profusión inexacta e ininteligible de imágenes y conceptos. Dentro de este marco, se agradece tanto como se extraña la aparición del tecnolecto académico y postestructural que había marcado cierta tendencia a una irrupción postmoderna, o quizás de un modo más correcto, postmodernista.  En fin, creo que este libro nos hace un poco más legible el mapa de lecturas y coordenadas estéticas y políticas de la producción reciente, sus diálogos, sus oposiciones, etc. Juzgo apropiado leer estas textualidades aparentemente opositivas a algo, algo que es llamado como fascismo pero que se diluye en su extensión, justamente para entender cómo  la destrucción crítica de la dictadura militar y su consiguiente concertación demócrata, han planteado un panorama coherente a sus propios intereses. ¿Hasta qué punto es posible que un gobierno licite la producción de literatura en Chile? Es la pregunta que debiéramos plantarnos los poetas, sobre todo, en vistas del silenciamiento y la pobreza crítica que envuelve a nuestra creciente y económica república.

 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2009 
A Página Principal
| A Archivo Héctor Hernández Montecinos | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez S.
e-mail: osol301@yahoo.es
Un sueño mío, de Héctor Hernández Montecinos.
Por Juan Manuel Silva Barandica