Presentación
de
EL BARRO LÍRICO
DE LOS MUNDOS INTERIORES
.................................................... MÁS OSCUROS QUE LA LUZ
(contrabando del bando
en contra, 2003)
Por Fernando Blanco
Quisiera comenzar significando un problema que la lectura de este
libro de Héctor Hernández me ha planteado y que
tiene que ver con la forma en la que me implico en su lectura. No
es obviamente un asunto reductible al género, a la temática
o las relaciones subjetivas que pudieran establecerse entre
goce y escritura, entre goce y masculinidad, entre pactos sadomasoquistas
y controles sociales; o a problematizaciones de la tradición
literaria canonica o anticanonica en torno a construcciones de sujeto
o nación en la poesía chilena contemporánea,
los que, sin duda, se encuentran presentes en la tematización
y hermenéutica del libro. Es algo más personal, y por
lo mismo con un alto contenido y sentido políticos al momento
de comentarlo ante ustedes.
En 1971 el crítico argentino Enrique Pezonni en un artículo
publicado en la Revista de Occidente(1) alertaba
sobre una de las características de la literatura argentina
contemporánea, que podemos hacer extensiva hoy más de
20 años después a cierta contingencia librera de nuestra
propia escena local: "el confort intelectual". Esta advertencia
que recordé al leer desafiado y placenteramente el monumental
libro de Héctor Hernández me llevó al problema
de conciencia que me provocó su lectura y la tarea encomendada
por el poeta de llevarlo ante ustedes hoy. Por lo que me precavo,
siempre es indispensable detenerse un poco frente el vértigo
y la tentación que el sentido común nos impone y comienzo
con un comentario al otro texto, el del argentino.
Pezonni definía al acomodo reflexivo entonces como la condición
de tener a la "literatura rebelde al alcance de la mano".
Esta consecuencia esperada por la burguesía, que lejos ya de
la aneja sentencia de sentirse agredida por experiencias que parecen
cuestionar todo cuanto se da por sentado -como si no hubiera derecho
a la ética y la subjetividad individuales dictadas por el singular
deseo, escribo, mientras pienso en un trabajo del critico norteamericano
Brad Epps releyendo a Nestor Perlongher sobre lo que significa en
treminos de una etica privada la promiscuidad homosexual como potencia
del deseo individual en relación con la cultura y sociedad
contemporánea- se enfrenta a ellas con la tranquilidad y mansedumbre
que la disolución del potencial subversivo en la costumbre
de consumo segmentado del mercado le proporciona. La rebelión,
de este modo, se institucionaliza y una vez esterilizada ya no hay
mundo propio ni menos, ajeno para ser descifrado. La conciencia se
unifica, el sujeto se restablece del mareo producido por la pérdida
de sentido de la obra trasgresora, felizmente momentáneo y
de la mano de su analista introyectado, quien comenta con entusiasmo
y vocabulario técnico apropiado la obra, entiende aliviado
al leer la reseña o presentación cómo es que
ese agitador, ese ser vanguardista trabaja, cuáles son sus
materiales, cuál es el misterio clandestino de su existencia
como artista.
He debido por equivocación del destino tecnológico
leer no sólo El Barro Lírico de los Mundos Interiores
más oscuros que la luz, sino también su homónimo
Este libro se llama como el que yo una vez escribí.
Una pregunta me invade. ¿Es realmente la realidad la humillación
de la literatura como reza la prédica de Kafka, Proust o Joyce?
¿Es la realidad el punto máximo de abyección
en el Occidente post vanguardias históricas?
Debo ceder al impulso celebratorio de cuño postestructural
y zapatear una cueca frente a la aparición de un nuevo aspirante
de apariencia trasgresora al panteón de la modernidad a la
chilena.
La burguesía nacional y nuestros círculos intelectuales
asimilan rápidamente los potenciales beligerantes de los discursos,
ya no prácticas, estéticos, sumidos en la dialéctica
global de transgredir y normalizar bajo la firma del intelectual de
moda o del consenso y el acuerdo como pilares del "estado en
obra" en relación a nuestra historia reciente. La literatura
es tan abstracta para el poder como la noción de ciudadano
lo es para el estado humanista liberal.
El punto de conversión frente al cual solo cabe la posición
de rodilla en tierra: la novedad.
El punto de fractura que sella la alianza con el mercado y confunde
para siempre los juegos del arte y la literatura con la realidad es
la traducción a la actualidad.
Valor simbólico que sabemos es bien apreciado en el país
de las vanguardias donde todo lo que suene un poquito a Deleuze o
haga eco foucaltiano solo descubre la debilidad decimonónica
por el occidente francés en desmedro de la tradición
de pensamiento hibrida y mestiza que se aloja en la propia historia
literaria y visual del continente.
Jorge Cáceres, Benjamín Subercaseaux, Luis Oyarzún,
Carlos Faz, Carlos Altamirano, Germán Molina, Carla Cordua
son obras aún pendientes y que reclaman con legítimo
derecho ser consideradas junto con César Vallejo, Octavio Paz,
Carlos Monsiváis, Nicolás Casullo, Beatriz Sarlo, Diana
Bellesi, Néstor Perlongher u Osvaldo Lamborghini al momento
de pensarnos. Aunque si Occidentales, por qué no vérselas
también con el Oriente no bíblico.
La condición de buscar la recompensa en las que se celebren
los desacatos contra el sistema se vuelve vaso comunicante entre teoría
y práctica intelectual y artística. El espectáculo
crítico de la obra como entretenimiento, justifica la exégesis
desapasionada de más de algún académico quien
hace desaparecer el repudio a la hipocresía bajo el oficio
de rebajar a parodia de trasgresión(2)
todo aquello que sancione o desestabilice los tabúes de
control maestro social. El aplauso complaciente a la trasgresión
hace de ella nada más que un simulacro. Un efecto mediante
el cual la agresión se torna ornamento, lo insólito
pasa por la criba crítica y de mercado para explicarla y evitar
que lo insólito forme parte de lo cotidiano. Ya no hay más
un verdadero campo cultural, sino la reducción sistemática
de la duda a la certeza y con ella a la simulación de la libertad
definida ésta por la condición de haberse vuelto inofensiva
y suntuosa. Su destino final, el museo o la biblioteca.
En otras palabras, inofensiva y suntuosa equivaldrían a lograr
en la sociedad civil un nuevo tipo de negociación social para
el éxito de los modelos sociales. Negociación que como
bien sabemos se da en el simulacro de democracia que el mercado de
bienes y consumos ofrece para satisfacción de las esperanzas
humanistas de ciertos sectores alentados en su voluntad individual
por el uso del control remoto.
El mejor ejemplo es para mí el del escenario consensuado sobre
el cual se ha pactado el periodo transicional chileno. Este acuerdo
debe resolver una doble abyección que caracteriza al tejido
simbólico de nuestra sociedad en el espacio nacional. Moral
sexual y moral estatal se significan en el mismo problema: ¿Cómo
lograr la Unidad de los chilenos? No podría reenunciarse quizás
en un ¿Cómo lograr la seudo unidad de lo diverso éticamente
hablando sin considerar su voto o su veto?. ¿ Qué tiene
que ver la literatura con esto?
No es acaso la literatura, la letra impresa, uno de los medios para
crear o recrear "comunidades imaginadas"(3)
en las que es posible reconocerse y mediante ese mismo acto someterse
por la identificación a las morales y sanciones que perpetúan
modos de ser. Comunidad impelida a identificarse con la historia en
todo lo anacrónico que conlleva ese acto. La dictadura en su
macabra sociedad con el capital trasnacional como agente difusor de
las políticas de expansión del neoliberalismo se aficionó
a la taxonomía a la ortopedia feroz con la cual conocimos engendros
como "nueva literatura chilena","nueva narrativa chilena",
"nuevas generaciones" o "viñas emergentes"
que debieran aterrarnos en su inconsistencia calendaria y funcionalismo
editorialista.
Frente a este peligro de homogeneidad la traición crítica
es volver a todo acto literario un fetiche de la ruptura y el cambio.
Este es el problema para mí en este momento, obligado al parecer
a separar la paja del grano, cuando en realidad creo que debieran
quedar confundidas antes de la utilidad alimenticia o suntuaria. Paja
y grano conviven frente al intento racionalizador de la moral social
que arrastra en la desinfección acelerada de la subjetividad
de las masas a los individuos y sus actos a la condición de
cosa o mercancía. La razón instrumental me obligaría
a reducir a categorías cognitivas-instrumentales un libro que
se levanta contra ellas liberando al sujeto de la estandarización
que los procesos de modernización nacional nos imponen como
comunidad retrasada.
Entonces cedo.
La escritura de este libro repasa todos los mecanismos de control
con carácter psicosocial enfermedades mentales, neurosis, adicciones,
anomia individual y colectiva, contraculturas de inspiración
estética, sectas religiosas de ribetes criminales, discriminación
de roles y contratos sociales, perversiones y la herencia subjetiva
e identitaria de la dictadura y la edad post industrial. Y hace de
ellos la materia de su elaboración poética. Es en el
registro de la psicopatología testimonial individual y colectiva
donde El barro lírico alcanza su mejor nivel de fantasía.
No existe censura para el delirio de su verbomanía, incluso
en el espacio el convencionalismo se ve desafiado. La floración
del sexo y la locura son las figuras que reemplazan a las antiguas
imágenes religiosas metafísicas de la tradición
occidental:
"Lamo la curvatura celeste y velluda de unas huevas tibias Celebro
cada día las astucias de mi sicópata personal que soy
yo mismo Admiro el desgarro de mi y las masturbaciones furiosas Hundo
mi intuición poética en la entrepierna de la humanidad
"Ajún te vuelvo a llamar padre y te quedas inmóvil
te abrazo y te digo papito no quiero que ningún pedófilo
jamás me toque
Ajún abandona la conversación
Se aleja de mí
Y me grita que se lo chupe en el cielo..."
Más adelante en su segundo libro en el poema Uno de Nosotros:
"Uno de nosotros se lanzó a vivir la noche más
oscura para bendecir con su lengua las ciudades impías y las
comarcas pequeñas y ensució sus pies dentro de unos
zapatos llamados nación"
En las postrimerías de otro siglo y a comienzos de un tercer
milenio la poesía ya no parece como antes la mística
del verbo. Si para Martí era depositaria de la conciencia y
responsabilidad social y la capacidad de ella para impedir la desaparición
o volatilización del sujeto, si Casal le otorgaba dones taumatúrgicos
y Lugones reclamaba que no había civilización posible
alejada del verso Hernández lejos de lo que pudiera esperarse
por la textualización temática que expresa coincide
con los versos de Nietzche:
Pretendiente de la verdad ¿ Tü?
No. Sólo un poeta.
...
Sólo bufón Solo Poeta
Solo hablando cosas abigarradas
Saliendo abigarradamente de larvas de bufón con pretextos,
montándose en mendaces fuentes de palabras
en arcoiris de mentiras
entre falsos cielos
vagando rondando
Solo bufón Solo bufón.
Bufón sin embargo para el que los fundamentalismos religiosos
son la vuelta de tuerca de la administración política
contemporánea.
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NOTAS
(1) Revista
de Occidente, N 100, julio de 1971, 172-191.
(2) Revista de Occidente, N 100, julio
de 1971, 172-191.
(3) Utilizo aquí la categoría
sistematizada por Benedict Anderson en su libro "Comunidades
Imaginadas". Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires,2001