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HERNÁNDEZ VA CON EL HÍGADO RAJADO CHORREANDO HIJOS
Sobre “Un Sueño Mío” de Héctor Hernández Montecinos.

Por Pablo Paredes Muñoz

Hace años atrás con Héctor tuvimos un hijo y lo escondimos. No voy a decir su nombre, pero de cariño –y aclaro que en esos días pensábamos algo no muy distinto del cariño- le decíamos Jirafa Negra. También le decíamos HH.PP, pero eso sólo en la intimidad e ingenuidad de creer que algún día ese hijo sería publicado. Ahora, Héctor me muestra su último bastardo para que lo presente en sociedad y yo pienso en ese hijo que obligamos a hacer huelga de hambre, pero que nunca salió en las noticias. Ha pasado tanto tiempo desde esa ilegalidad. Tanto que ahora a tu bastardo lo puedes llamar Hambre y Deseo, sí, dos apodos. Ha pasado tanto tiempo que ahora puedes tener un hijo con dos apodos.

Ya no somos poetas jóvenes, hablemos de los hijos. UN SUEÑO MÍO comienza a terminar cuando llegan a la puerta de la casa de tu madre a cobrar todo lo que antes quebraste. Te sorprendes de que vengan a cobrar algunos de los que te amaban tanto mientras les enseñabas los secretos de cómo romperlo todo en las duras noches del comienzo del Fascismo Democrático. Uno podría decirte, pero bueno, Héctor, Chile es así, pero No, Chile no es, simplemente, una constante épica geográfica, sino más bien un triste y exitoso debacle político, eso lo sabe muy bien tu libro, y basta leer los últimos dos versos de él para tenerlo claro.

En este libro, amoroso como nunca, la fauna hachehachecística, se despliega como en textos anteriores, pero ya con la tranquilidad de habitar la Tragedia teniendo miedo, pero no a Dios. Tu padre, tu hermana y tu madre continúan viviendo sus distintos castigos, pero tu voz circula ya convencida de que La Máquina de Castigo, a la que también podemos llamar La Máquina del Deseo, funciona a la perfección. Lo divino estaba en litigio en tu poética y es en este libro con dos apodos, donde decides ganarle ese litigio a Dios. Semejantes triunfos sólo son posibles cuando, y como es en este caso, al poeta le  fascina la ficción, la fatalidad y el frote. La guerra de páginas queda concluida para ti. Y claro tu triunfo queda lejos del tufillo nietzschiano, pues se trata más bien de la constatación de un Dios Mediocre:

aunque yo que soy un simple coleccionista de palabras
podría pararme frente a Dios
y decirle que he escrito más que él.

Esta máquina, que no imaginan los ángeles mediocres, pues no saben imaginar botones de piedra, tiene un brevísimo manual de instrucciones:

La delicadeza de un poema no se da
por lo que llega a decir sino
en cuanto desprecio puede provocarle a la vanalidad
y cuanto peligro a lo fútil

Pienso en dos antecedentes importantes para este libro –aunque bien sabemos se trata de la misma criatura- Uno en el poema de “la Vida Muerta”, en el que hablas de la tragedia de haber nacido novela en el mundo de los poemas y otro de la interpretación de mis sueños, en donde defines el miedo. Pienso en estos dos textos como parte de tu venganza segismundiana y pienso en que ha pasado tanto tiempo que algunos de los que llegan a cobrarle a tu madre lo que quebraste no han venido hoy; y otros que te odiaban se camuflan y se hacen los huevones, disfrutando de los espacios que ganamos frotando gentitalidad, pena y rabia.

Finalmente, y rompiendo esta carta, diré que tiene razón Hernández Montecinos en levantar la consigna ¡El poeta saluda al sufrimiento del oprimido! Pero aclaremos para que nadie se confunda, ni los camuflados quieran subirse por el chorro. El poeta saluda al sufrimiento con un beso en la boca, el poeta que ama HH puede empuñar su lengua y esta no es una metáfora sino una habilidad del cuerpo que no se adquiere en los gimnasios del Nuevo Chile.

29 de Julio del 2009
Santiago de Chile

 

 

 

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