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          2010 | index | Juan Carlos Urtaza  |   Héctor Hernández Montecinos   |   Autores 
         
         
         
        
          
          
          
          
        
        UNA CUENTA REGRESIVA PARA EL  CIELO
            Presentación  de K.O. (2009) de Juan Carlos Urtaza
        Por  Héctor Hernández Montecinos
         
        
        
        A pesar de que muchos no lo  quieran ver, o no les interese, una nueva oleada de obras y autores han entrado  a escena sin tanto aspavientos en el diario mural de la poesía, o sin rodar  cabezas en la farandulilla que recrea en su malignidad los retruécanos del  fascismo. Pienso en libros solitarios, hechos a pulso fuera de la parafernalia  editorial regocijada en su carácter de remanente, como Raso de Carlos Cardani o Pandillas  2473 de Felipe Becerra, por citar a dos de los más jóvenes y mejores  autores.
        Es en este ring nacional, donde K.O. de Juan Carlos Urtaza también entra  a jugar en las ligas mayores de una literatura menor en el sentido  políticamente deleuziano, pues no sólo crea su propio coeficiente de  resistencia, sino que a la vez desarma y ridiculiza la insistencia de una  presencia en este escenario vacío en el que muchos se regocijan o creen hacer  patria y no es más que higienización y aseo debajo de la alfombra.
        Entrando ya en K.O., lo primero que nos deslinda en  esta obra es la homologación del país con un cuadrilátero, ambas figuras  geométricas, frías, de contención, quizá arrancada su matemática hacia el  cuerpo en su límite de dolor, hacia cuerpos que llegan juntos al clímax de un  dolor que es placer en un frente a frente, del mismo modo que la página lo es.  Un uno y un otro atravesados por una mirada que esconde las ganas de morir y  las ganas de matar, como metáforas de la lectura y la escritura. En este  sentido, ring, país, poema como un solo espejo que se releva como anuncio de  muerte, canto de cisne.
        Juan Carlos Urtaza se sirve de  estas materialidades para reconstruir una épica agonizante en el folklore  urbano moderno, que es a la vez simulacro de un país que no deja de golpear y  ser golpeado dentro de su legalidad histórica. Como si tratase de no permitir  el fin de un sueño, se libra una pelea en cada poema, en cada verso, sin saber  quienes son los que ahí se enfrentan. El flash de una fotografía es lo que dura  una noche, y las gotas de sangre y sudor son la geografía de un no lugar, de un  ritual en que el cuerpo se expone hacia su cercanía con el fin, es decir, se  regocija en esa posibilidad y desde ahí traza una genealogía de fantasmas con  músculos y guantes que bailan en una tarima al ritmo de su adrenalina y del  instinto de supervivencia.
          
          No se busca ese “dominio de  hacedor” que señala Roberto Onell desde la tribuna mercurial a modo de  reprimenda, pues aquí hay una pelea limpia entre la vida del autor y la vida  del poeta, ahí mismo, escindidos e idénticos, el poeta y el boxeador se dan la  mano y hacen un pacto de total agresión dentro de su propia ficción.
        De este modo es que Juan Carlos  Urtaza nos presenta un poemario sólido como una mano sin miedo, lúdico, no  exento de una ternura conmovedora y sobretodo con una narratividad que lo  convierte prácticamente en la novela de la agonía de un sueño, un sueño íntimo  y colectivo. K.O. sin más, es un combo en el hocico para los que creen que escribir  bien es escribir cagados de miedo.
        Santiago de  Chile, 19 de marzo, 2010.