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UNA CUENTA REGRESIVA PARA EL CIELO
Presentación de K.O. (2009) de Juan Carlos Urtaza
Por Héctor Hernández Montecinos
A pesar de que muchos no lo quieran ver, o no les interese, una nueva oleada de obras y autores han entrado a escena sin tanto aspavientos en el diario mural de la poesía, o sin rodar cabezas en la farandulilla que recrea en su malignidad los retruécanos del fascismo. Pienso en libros solitarios, hechos a pulso fuera de la parafernalia editorial regocijada en su carácter de remanente, como Raso de Carlos Cardani o Pandillas 2473 de Felipe Becerra, por citar a dos de los más jóvenes y mejores autores.
Es en este ring nacional, donde K.O. de Juan Carlos Urtaza también entra a jugar en las ligas mayores de una literatura menor en el sentido políticamente deleuziano, pues no sólo crea su propio coeficiente de resistencia, sino que a la vez desarma y ridiculiza la insistencia de una presencia en este escenario vacío en el que muchos se regocijan o creen hacer patria y no es más que higienización y aseo debajo de la alfombra.
Entrando ya en K.O., lo primero que nos deslinda en esta obra es la homologación del país con un cuadrilátero, ambas figuras geométricas, frías, de contención, quizá arrancada su matemática hacia el cuerpo en su límite de dolor, hacia cuerpos que llegan juntos al clímax de un dolor que es placer en un frente a frente, del mismo modo que la página lo es. Un uno y un otro atravesados por una mirada que esconde las ganas de morir y las ganas de matar, como metáforas de la lectura y la escritura. En este sentido, ring, país, poema como un solo espejo que se releva como anuncio de muerte, canto de cisne.
Juan Carlos Urtaza se sirve de estas materialidades para reconstruir una épica agonizante en el folklore urbano moderno, que es a la vez simulacro de un país que no deja de golpear y ser golpeado dentro de su legalidad histórica. Como si tratase de no permitir el fin de un sueño, se libra una pelea en cada poema, en cada verso, sin saber quienes son los que ahí se enfrentan. El flash de una fotografía es lo que dura una noche, y las gotas de sangre y sudor son la geografía de un no lugar, de un ritual en que el cuerpo se expone hacia su cercanía con el fin, es decir, se regocija en esa posibilidad y desde ahí traza una genealogía de fantasmas con músculos y guantes que bailan en una tarima al ritmo de su adrenalina y del instinto de supervivencia.
No se busca ese “dominio de hacedor” que señala Roberto Onell desde la tribuna mercurial a modo de reprimenda, pues aquí hay una pelea limpia entre la vida del autor y la vida del poeta, ahí mismo, escindidos e idénticos, el poeta y el boxeador se dan la mano y hacen un pacto de total agresión dentro de su propia ficción.
De este modo es que Juan Carlos Urtaza nos presenta un poemario sólido como una mano sin miedo, lúdico, no exento de una ternura conmovedora y sobretodo con una narratividad que lo convierte prácticamente en la novela de la agonía de un sueño, un sueño íntimo y colectivo. K.O. sin más, es un combo en el hocico para los que creen que escribir bien es escribir cagados de miedo.
Santiago de Chile, 19 de marzo, 2010.