CITA CON LA MUERTE
La poesía chilena soy yo, de Héctor Hernández Montecinos. La Propia Cartonera, Montevideo 2010.
Por Manuel Barrios
El próximo sábado 27 el poeta chileno Héctor Hernández Montecinos estará presentando su libro “La poesía chilena soy yo” en los talleres de la editorial cartonera, “La Propia”. Este libro ya había sido anunciado por la editorial para el año pasado pero, por cuestiones de cronograma, no es sino hasta ahora que el libro sale a las calles. La edición será acompañada por “Los espacios irónicos” de Eduardo Halfon y Canon Perpetuo de Mario Bellatin.
Tanto La poesía chilena soy yo como Libro Universal están contenidos como capítulos del libro Coma (Mantra, 2006), ambos han sido publicados en Brasil, Paraguay, México, Perú y Argentina como obras independientes cumpliendo la función de difundir su escritura por Latinoamérica.
La poesía chilena
La poesía chilena soy yo plantea cuatro reescrituras literales o históricas y otra que podríamos denominar ontológica o semiótica. La primera, Simas de la Paccha Mamma, es una reescritura de Canto General de Pablo Neruda; la segunda, Chile es el nombre de mi padre, es una reescritura de Poema de Chile de Gabriela Mistral; la tercera La última Luz de Luto, reescribe al libro U, de Pablo de Rokha; la cuarta es La Gran Visión de los Siete Cielos Gramaticales, donde reescribe el Altazor de Vicente Huidobro. La quinta reescritura no aparece explícitamente como capítulo, se trata de La poesía chilena de Juan Luis Martinez, libro-objeto aparecido en 1978 pero que incluso hoy puede adquirirse en alguna librería de Santiago a un buen costo metálico.
La poesía chilena es un objeto que plantea los problemas de interpretación y significado de un ready-made. Se presenta como una caja negra en cuyo interior contiene un sobre con "tierra del valle central de Chile" y un conjunto de fichas bibliográficas empastadas, autentificadas con el sello de la Biblioteca Nacional de Chile reseñando cuatro poemas que hablan de la muerte. Los poemas son: "Los sonetos de la muerte", de Desolación (1922), de Gabriela Mistral; "Solo la muerte", de Residencia en la Tierra, Volumen II (1935), de Pablo Neruda; "Poesía funeraria", de Gran Temperatura (1937), de Pablo De Rokha; y "Coronación de la muerte", de Últimos Poemas (1948, póstumo), de Vicente Huidobro. Estas fichas están acompañadas de banderas chilenas y fotocopias de los certificados de defunción de estos cuatro "padres fundadores" de la poesía chilena, también figura una quinta partida de defunción que no es otra que la del padre biológico de Juan Luis Martínez, Luis Guillermo Martínez Villablanca. La serie se abre con este texto: “Existe la prohibición de cruzar una línea que sólo es imaginaria/ (La última posibilidad de franquear ese límite se concretaría mediante la violencia):/ Ya en ese límite, mi padre muerto me entrega estos papeles:” La Poesía Chilena Soy Yo, de Héctor Hernández comienza su serie poética citando este mismo texto.
Una intervención…
En ambos libros, la poesía chilena es vista como la muerte. En el libro de Martinez el autor delimita el tema de la muerte a la invención de la poesía chilena, los cuatro poemas y las cuatro partidas funerarias permiten leer lo que los relatos guardan en el interior del territorio. La caja negra resguarda estos papeles como un sarcófago, o también como la propia muerte de la poesía chilena vagando por las calles de Santiago en 1978. En el libro de Hernández se continúan estos cuatro relatos poéticos y también las cuatro vidas, se reescriben, pero es ahora la propia muerte la que habla sobre ellos: “Soy el hombre solo/ que escribió para no morir todavía/ los diablos azules se reflejan en mi esqueleto de cristal/ y de esa luz se alimentan los gusanos/ La historia de esta letra/ resume la historia de mi caída/ incluso más allá de la muerte.”
En 1978 la muerte era Chile, los poetas fantasmas. La frase de Paul Celan referida al holocausto judío “la muerte es un maestro venido de Alemania” también es citada por Martinez en La Poesía Chilena. En ese sentido, cuando Hernández cita a Martinez establece una semiósis en el tiempo, es decir, establece un código íntimo, una entidad supuesta y generativa entre su obra y la de Martinez. De esta manera interfiere en el contexto literario actual y también en el del pasado, es decir, reescribe el pasado de la literatura chilena. Releer es reescribir, Hernández declaraba por el año 2005: “Me adhiero a un Huidobro marginal, un De Rokha queer, una Mistral postestructuralista, un Neruda esquizo.”
En el 2006, cuando salió Coma, no faltaron las voces de queja ante la declaración de “La poesía Chilena soy yo”. Se pensó que Hernández se declaraba como epicentro de la poesía chilena, como un nuevo pionero o “padre” del futuro. Ambas posibilidades, la rabia de los lectores o la supuesta intencionalidad adjudicada a Hernández responden a un plano de existencia solamente posible en el campo cultural chileno. La poesía en chile tiene algo más que tradición o buenos poetas, tiene identidad, un lugar en el relato de la nación, pero no solo eso. Escribir poesía en Chile es incorporarse a un medio endogámico y corporativo que usualmente mira muy poco para afuera. En este sentido la obra de Martinez y la de Hernández comparten la autoconciencia de la poesía como un saber-poder, donde el poeta convive con los muertos de la nación que son los que posibilitan su escritura: “Humildemente pondré mi cabeza/ bajo las manos en alto de la fatalidad/ para que ella sepa quién de los dos/ debe escribir/ Creo en una muerte que no existe/ yo pensé que la vida era más cortita/ Soy gesto/ Soy violencia”
La presentación del libro contará con la presencia del poeta en los talleres de La Propia, centro cultural Clase A (Santa Lucía 5265 esquina Farmaiñán, Nuevo Paris, Montevideo).