Apenas terminó de hablar me abalancé a hacerle dos comentarios
que en realidad eran dos preguntas, pero finalmente eran dos objeciones,
una celebrando un pequeño desliz al fascismo y la otra criticando
una nueva forma de éste, pero virtual.
Llegué un poco tarde a la conferencia, pero en ese rato
sólo se hicieron guiños a Bolaño para, de algún modo, insertar el
tema en la Cátedra que lleva su nombre, y por ende, justificar su
presencia allí. Me senté
al lado de un amigo y me puse a escuchar pacientemente el desenvuelto
castellano del franchute, pero a medida que el conferencista hablaba
sobre los beneficios, maravillas y facilidades que el libro digital
nos traería a todos como usuarios mi estupefacción se fue haciendo
cada vez mayor. Lo primero que señaló fue que el fenómeno que sucedió
con la música en internet, es decir, su democratización y total acceso,
sería lo que pasaría con los libros digitales. Lo cual, si sucediera,
podría llegar a ser de verdad notable, pero lo que él señalaba no
era justamente eso y ahí radicó el primero de los problemas. Fogel
ejemplificó el caso de cómo en Japón ya es una realidad el uso de
los celulares como soportes para leer novelas que las mismas compañías
venden como servicio a los clientes, de hecho nombraba una, “Enlace
(de amor)”, que había sido la más bajada, aunque reconocía que eran
folletines romanticones, lo que nosotros bien conocemos como best
sellers hechos sólo para vender; es más, contaba que la novelita tuvo
que ser impresa debido a su éxito. Este dato inmediatamente me llevó
a una primera pregunta: ¿Qué pasa cuando ese tecnócrata se convierte
en editor y es él quien elige que deben leer los usuarios del celular?,
es decir, al imaginar este fenómeno no puedo dejar de pensar en como
se construye un nuevo canon virtual, un posicionamiento empoderado
de una serie de elecciones que no son más que estrategias de (des)visibilización.
Se lo pregunté a Fogel y me respondió, un poco molesto, que si no
me había dado cuenta yo que ahora todos los libros son democráticos
y libres para bajar de internet, y punto. Evidentemente rehuyó el
tema porque para mí, como para todos nosotros, es evidente que ahora
existe una libre circulación de material bibliográfico dando vuelta,
de hecho en la Red de poetas latinoamericanos en Facebook estamos
construyendo una primera biblioteca virtual para esa plataforma. Mi
comentario que en realidad era una pregunta, pero finalmente era una
objeción tenía que ver con algo muy distinto a lo que él me respondía,
pues al pensar que las compañías de celulares tengan el control de
lo que se leerá en un mediano plazo y, en efecto, el mismo conferencista
señaló que para los empresarios de la informática, los mega servidores
y buscadores el celular era el negocio del futuro, y ya no los PC,
me parece no menos que estremecedor. ¿Será este el inicio de una neofascismo
virtual, un index expurgatorum de una inquisición tecnológica,
en el cual ya no podrá haber literatura independiente, subversiva,
clandestina a nivel masivo? Uno se puede responder con la esperanza
de que libros en papel siempre existirán, pero justamente allí aparece
otra de las encerronas, ya que lo que también le pregunté, y fue mi
celebración al desliz al monopolio, duopolio, oligopolio de la celulosa
y el papel, era sobre el fin de ese mercado, o sea, que al popularizarse
y hacerse hegemónico el libro digital ya no habrá necesidad de seguir
cortando árboles para esta industria que ha sido la responsable de
tantos desastres ecológicos en nuestro país, como en muchos, además
de acabar con un recurso natural como es el forestal y las tierras
fértiles con el monocultivo. Esa fue mi otra intervención y el franchute,
más que irritado, irónico, me respondió: sí, es mejor porque así le
dejamos la tierra a los mapuches. Lo dijo con una sonrisa que me pareció
de una malignidad terrible, y por cierto, arrancó varias risitas de
los que estaban ahí. Estaba en un cónclave del fascismo. Entre varias
cosas más como cifras exitosas, publicidad a nuevos dispositivos como
iphones, ipod y maquinitas para poder bajar libros, señaló que trabajaba
para el gobierno francés como asesor y promotor del libro digital.
No pude dejar de pensar en cuando los europeos venían a vender vidrios
de colores a los indígenas a cambio de oro, plata, materias primas.
Un nuevo postcolonialismo aquí en vivo y en directo. No me explayaré
más para ojalá generar una discusión al respecto, pero la idea del
control me abruma, y me pasan cosas por la cabeza al ver los noticiarios
y saber que entre las evidencias y pruebas contra los imputados están
sus llamadas telefónicas, celulares y fijos, sus correos electrónicos,
sus compras con tarjetas. Pareciera que nadie se percatara de eso,
pero es real. Lo mismo sucede con Facebook, al responder cada quiz,
hacer rankings y regalos a los amigos estamos siendo de alguna manera
delatores de sus costumbres y creencias y uno mismo está detallando
ya no su vida privada sino que su vida íntima, con quién te acuestas,
qué haces en la cama, con qué te drogas, cuánto tomas, si estás favor
del gobierno o de la oposición, qué marcas prefieres y mucho más.
Es por eso que con la Red de poetas latinoamericanos le doy un uso
meramente literario y de conectividad con otros usuarios interesados
en la literatura, pero aquí alguien sabe más de nosotros, que nosotros
de ellos. No es la paranoia izquierdista ni el miedo al futuro, sino
que más bien plantear unas inquietudes sobre una ecología digital,
en donde la libertad y la creatividad sean recursos naturales renovables
y reproductivos, no al revés.
PD1: Justo ayer me pasó algo pertinente, encontré una
crítica no sólo personal sino que a un grupo de amigos poetas, en
una página que se llamaba algo así como “Libros de me...” ( no les
haré propaganda), estaba escrita con una profunda ignorancia, era
pura mala leche como se dice y les respondí y borraron mis post. Si
alguien ataca el administrador debe tener la ética de permitir una
respuesta. Mala cosa la de esta página.
PD2: En el caso contrario, este mismo sitio, Proyecto
Patrimonio, ha sido un ejemplo a lo que se refiere a autonomías virtuales,
aunque si bien es cierto que existe un editor, se puede hablar de
una real heterogeneidad en sus decisiones sobre la página y un fácil
acceso editorial a los más diversos puntos de vista sobre temas literarios.
Santiago de Chile, 25 de Junio, 2008