Los poetas niños y el lindo más allá
Sobre Breve diccionario de las cosas fantásticas que han descrito aquellos a quienes les fue dada la poesía
(o Breve diccionario poético para niños) (CONACULTA/ Secretaría de cultura de Colima, 2ª edición, 2010)
de Esaú Hernández Vargas (selección e idea).
Por Héctor Hernández Montecinos
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Conozco este libro hace un par de años. Lo he utilizado para trabajar en algunos talleres con niños y jóvenes en México, Ecuador y Chile. Es un libro precioso pero hasta ahora no había tenido la ocasión de reflexionar sobre él desde el punto de vista de la literatura y la creatividad que es lo que pretendo hacer brevemente en estas páginas.
Lo primero que debo reconocer es que siento mucha desconfianza ante la avalancha comercial que ha significado este nuevo nicho de la literatura infantil y juvenil. Basta pasearse por cualquier feria del libro nacional o internacional, e incluso cualquier librería, para darse cuenta que ciertamente hay una predilección no casual en ellas. Desde libros para colorear hasta lujosas ediciones interactivas. No es que desmerezca la capacidad lectora de los muchachos y muchachas sino que justamente como le tengo alto aprecio me hago varias preguntas por la dirección de este canon de lecturas que promueven las transnacionales.
A casi todos nos gustó Harry Potter o El Señor de los Anillos, o al menos sus películas. Me interesó en su momento ese deseo joven por las grandes épicas, las zagas, las nuevas luchas del héroe frente a su destino y sus enemigos. Fenómeno que continuó, en baja, con la serie Crepúsculo, pero ahí me sentí conservador y preferí los vampiros clásicos. También me dio mucha curiosidad un sub-género que se hace cada día más frecuente como lo es la novela gráfica, que para alguien ya con más edad e ignorancia como yo es una suerte de cómic con mayor cantidad de texto. Entonces vi libros de Poe, de Melville, de Wilde, los clásicos homéricos, las gestas de independencia convertidos en curiosas viñetas donde la imagen obnubila al texto, lo convierte en suplemento, lo consigna casi como un subtítulo. Entonces la secuencia más menos era del libro, al cine y luego a la imagen impresa. Sea que sí era cierto lo de la cultura de la imagen, o la sociedad del espectáculo como diría Debord, o que realmente lo que se está haciendo es leer de otro modo lo que siempre hemos tenido en frente. De ser así uno se pregunta cuándo y cómo se nos enseña a leer imágenes y no palabras, o ambos unidos en el contexto que es una obra literaria en estos nuevos formatos.
Tengo la suerte de poder dialogar con mucha gente joven y me da la sensación de que están conscientes del actual maquineo publicitario de este tipo de obras. Se acercan a ellas como diversión, aunque a varios las sagas heroicas les dieron herramientas, por no decir armas,para la propia vida. Seguro que si hubiese sido niño a mí también. A lo que quiero llegar es que estos lectores/espectadores tienen una competencia cultural sin duda mayor a lo que actualmente se les está ofreciendo como literatura infantil y juvenil y que de cierta medida buscan en estos otros formatos lo que la literatura como texto no les da. Lo más probable es que ya existan videojuegos o animaciones interactivas con estas historias. La pregunta de fondo entonces es cuál es el después de las obras literarias, y del libro, ante estos nuevos lectores.
Hasta aquí hemos hablado de niños y jóvenes en general, pero realmente he hecho referencia sólo a una parte muy limitada, es decir, a aquellos que viven en ciudades, que tienen el acceso económico-cultural a este tipo de obras y que son parte de las escolarizaciones tradicionales urbanas. Hago esta salvedad, pues como dije al comienzo he hecho varios talleres con niños y jóvenes que no cumplen casi ninguna de estas tres últimas características y el tema acá da un giro radical. En lo que hemos pensado como los márgenes sociales, comunidades más vulnerables o sujetos desprotegidos, dependiendo del eufemismo que se le quiera dar a la pobreza, es que la literatura, como texto y obra, recupera una vigencia, una actualidad y una utilidad que en los centros de irradiación neoliberal se ha perdido.
Me ha tocado ver y llevar este mismo libro a los extramuros de la realidad. Dárselo a niños y niñas para los cuales un libro es una epifanía tanto o más que un televisor. En esos momentos me preguntaba por el valor de una obra literaria ante la necesidad y no ante el deseo. O dicho de otro modo, qué tiene que decir la literatura cuando su lector vive en la miseria y no en las comodidades ni el bienestar burgués. He pensado mucho en la necesidad como concepto para leer/ver el arte y en especial las obras literarias. Necesidad que lo que hace es visibilizar los coeficientes de creatividad de esas obras, su entereza y sobretodo su dignidad.
Breve diccionario de las cosas fantásticas que han descrito aquellos a quienes les fue dada la poesía (o Breve diccionario poético para niños) de Esaú Hernández Vargas es una respuesta a esto mismo. Comencemos que pese a toda expectativa estamos ante un diccionario, no obstante como se señala en el prólogo “pero a diferencia de los otros diccionarios, estas definiciones son divertidas e imaginativas… [encontrarás] esos elementos que poetas mexicanos y de otras nacionalidades han encontrado en cosas tan comunes para los seres humanos”. Así es, el libro es una suma de definiciones de conceptos cotidianos que poetas en sus versos han de alguna manera definido. Lo que está de fondo es el hecho de que la palabra poética hace de algo ordinario otra cosa extraordinaria. Su epifanía. Lo que niños y jóvenes ven a su alrededor se les aparece ahora con una gracia distinta, una explicación imaginativa y creativa a la prepotencia de la realidad que muchas veces los adultos imponen sin ellos mismos saber de lo que están hablando.
Estamos ante un diccionario vivo que como el título indica nos hace ver la realidad de manera fantástica, es decir, ver en lo que siempre hemos visto una nueva forma de explicarlo, de entenderlo, de comprenderlo. Es el lenguaje creando realidad, o re-creándola en el sentido de que vuelve a verse el mundo como una primera vez, una primera imagen en que las palabras están a su servicio poético. La segunda parte del nombre de este libro nos dice que las definiciones están hechas por aquellos a quienes les fue dada la poesía. Estamos hablando del don, el don creativo que todos poseemos y que se despierta y vibra cuando lo contemplamos en otros. Ese don creativo que los niños y jóvenes poseen de manera natural y espontánea, por eso mismo es tan grato hacer los talleres con ellos porque basta con darles los conceptos y ellos mismos comienzan a crear sus definiciones, etimologías y explicaciones de lo que se les pide.
Recuerdo gratamente a un niño de unos siete u ocho años en Ambato, Ecuador, al cual le di la palabra ‘cebra’ y en un papel me escribió “caballo de otro tiempo”. Le pedí que explicara al grupo su definición y señaló que era un caballo de otro tiempo porque era en blanco y negro. Esas genialidades son la creatividad. El arte visto desde su inversión, la necesidad como decía antes. Gracias a este libro niños y poetas juegan de igual a igual y eso es conmovedor. Los poetas que aparecen en el libro son principalmente mexicanos, uno que otro europeo y un par de poetas peruanos en plena producción como Miguel Ángel Zapata y Luis Fernando Chueca.
Este diccionario es sin lugar a dudas un manual creativo con el potencial de una película, con más herramientas imaginativas que una novela gráfica y en sí un solo poema en que la razón y la definición dejan de ser el centro de gravedad de la cultura logocéntrica y se convierten en la voz antes de las palabras, en cuando los ancestros explicaban el mundo con una sabiduría que no responde a la vulgaridad de causa-efecto o de hipótesis y conclusiones. De las decenas y decenas de definiciones tan hermosas como “Universo: Es un cráneo de luz” de Homero Aridjis o “Poeta: Jardinero de epitafios” de Octavio Paz me quedo pensando en ‘Morir’ que tiene dos definiciones, la primera de Antonio Castañeda “Es dejar de tener sombra” y la segunda es de Elías Nandino “Apagar la luz para siempre”.
Villa de Álvarez, 13 octubre de 2012.
PD: El libro está disponible en este link:
http://books.google.com.mx/books?id=