La sensación cada vez más frecuente es que hemos llegado sino a un fin de la civilización a un momento en que todo pareciera expresar una fatiga radical de materiales. Las instituciones y las identidades, el capitalismo y el pueblo, la democracia y la paz, pero también ‘las palabras y las cosas’. En este sentido, hemos visto como el campo cultural se ha convertido en un mercado literario y con ello el modo en que ciertas escrituras, ciertas espectralidades de la palabra, ciertos excesos son doblemente castigados, desde la mofa al silencio. Y más aun, en la propia poesía los proyectos que no desean transar con su presente o que incluso consciente o inconscientemente se presentan como ‘malas conciencias’ de la propia literatura viven en una suerte de espacio donde su lectura siempre se condiciona a algo que la sujete, la contenga, la perdone.
II
Una de las preguntas, que es cada vez más una comprobación, tiene que ver con el hecho de que ese ‘fin de la historia’ no es otra cosa que una guerra, literal, contra el lenguaje, el pensamiento y la memoria. Pareciera que a la sociedad digital, hiperconectada, online, le incomodara lo que ha sido la propia civilización en su capacidad de dialogar, de pensar, de recordar. Y es esta lucha a muerte lo que la propia literatura ha resistido en lo que llevamos de siglo y los tres milenios desde sus primeras imaginaciones creativas. Sin embargo, no está sola, pues la acompañan la filosofía y la historia, que en su momento trabajaron juntas bajo el nombre de la mitología.
III
“No se trata de compadecer a un personaje sino de averiguar si es posible compadecer a una especie, la nuestra, que a conciencia o sin ella trae al mundo hijos para la muerte. La rebeldía de Medea, en esta lectura, es la de una mujer –extraña: maga, oracular, extranjera y desterrada– que, al final de los siglos, toma conciencia del papel que toda madre desempeña en lo que llamo “el círculo del hambre”, y el poder que tiene de detener la rueda. Pues igual que somos capaces de dar vida también somos capaces de no darla. Dejar de procrear es rebelarse. Es un no a la continuidad del artefacto”. Chantal Maillard.
IV
En efecto, lo que hace Chantal Maillard en su libro Medea (2020) es tomar a uno de los personajes más profundos de esto que llamábamos fundamentos de la civilización, es decir, la lucha por un lenguaje, un pensamiento y una memoria, pero también por el término de ellos bajo una determinada decisión. Medea es hecha hablar desde ese lugar más allá, desde un exilio sin espacio ni tiempo, donde pareciera decírsenos que lo único que queda de los seres humanos luego de todo es su voluntad aunque ello sea también un castigo. Los fragmentos que comprenden el libro escenifican lo que está fuera de las palabras, de las ideas, de los recuerdos y que finalmente es donde el mito y la literatura se unen en esa voz singular y total ante la prepotencia de la realidad.
V
María Zambrano en La tumba de Antígona (1967) toma esta otra figura no solo para releer una versión de un mito sino que para darle esa actualidad que es una voz. Es más allá que sus hermanos muertos, Eteocles y Polinices, y ser hija de Edipo, sino que es leída por la filósofa en la voluntad a ultranza que representa su afán de enterrar a un traidor, que es su hermano, pero al mismo tiempo honrar las más profundas leyes humanas que son la sepultura y el duelo. Zambrano no acepta la versión del suicidio según Sófocles del mismo modo que Maillard libera a Medea de ser la asesina de sus hijos. Hay sustratos más profundos en ambos mitos que debieron ser liberados por la poesía y la filosofía. Agrega Zambrano: “mientras la historia que devoró a la muchacha Antígona prosiga, esa historia que pide sacrificio, Antígona seguirá delirando” (545).
VI
Medusa decapitada (2022) de María Dayana Fraile es esa muchacha Medusa que, efectivamente, delira, pero que al mismo tiempo es leída también como una voz que puede como nadie visitar el final de su propia historia que no es otra cosa que nuestro presente. Como señalaba antes, pareciera que el mito no solo es el origen de la poesía sino también su natural destino, pues algo hay en esas voces que responden a la conciencia y decisión humana, su pasión desenfrenada y su más brutal contingencia que es la de la propia humanidad. Es lo que hace María Dayana, brindarle una época como la actual a la eternidad: “Medusa se fugó con un surfista de enrevesados dreadlocks” (11)
VII
En el libro, Venezuela puede leerse como la catastrófica Tebas y el covid 19 se parece cada vez más a la peste que Apolo envío como castigo. Músicos de death metal y Lady Gaga aparecen y desaparecen como deidades ctónicas y olímpicas mientras que el carruaje de Hades es reconocido en un video de Radiohead. El perro Jackson es Argos y G. un nuevo Odiseo más. Por su parte, Estados Unidos no es la Arcadia. Mujeres criminales, mujeres inocentes, mujeres culpadas que son y no son Medusa. Interlocutores virtuales que actúan como oráculos de Delfos oyendo confesiones como esta y que de algún modo son una suerte de coro fantasmagórico y con filtros: “Creo en los mitos y desde siempre he actuado/ como personaje de la tragedia griega,/ sacándome los ojos en público/ y colgándome del tubo del armario, ciberamigo” (75).
VIII
María Dayana Fraile ha escrito un libro tan contemporáneo como Eurípides y lo que ha hecho es darle una vitalidad a las pesadillas que nos definen como seres humanos desde el exilio de casi todos los héroes y heroínas griegas, la culpa, el reconocimiento, pero también los modos extremos de la justicia y la verdad que es finalmente Medusa. Su “Autobiografía estética mínima o burbuja de chicle” (84) es una de las más impresionantes autopoéticas de la poesía latinoamericana contemporánea y en el modo de leerse está al mismo tiempo una época que comienza y termina con nuevas guerras de Troya.
IX
Lo ridículo y maravilloso de una vida, lo banal y ominoso del día a día, de una civilización, encuentran en estas figuras las formas de decirse, de nombrarse, de intentar entenderse, pero es con obras como Medusa decapitada que esa voluntad adquiere un aquí y un ahora, un sentido que pareciera recordarnos que somos muchos y muchas más, que estamos habitados no por monstruos, reyes, dioses y demonios sino por las pasiones que ellos encarnan. Su nostalgia, su esperanza, su perdón.
X
Este libro será leído cuando los poetas ya no existan, es decir, cuando volvamos a ser parte total del mito o al menos nuestras cabezas salgan del laberinto.
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Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com CABEZAS FUERA DEL LABERINTO
Epílogo de "Medusa decapitada" (LP5 editora, 2022) de María Dayana Fraile
Por Héctor Hernández Montecinos
civilización en su capacidad de dialogar, de pensar, de recordar. Y es esta lucha a muerte lo que la propia literatura ha resistido en lo que llevamos de siglo y los tres milenios desde sus primeras imaginaciones creativas. Sin embargo, no está sola, pues la acompañan la filosofía y la historia, que en su momento trabajaron juntas bajo el nombre de la mitología.