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“Este es un libro sobre la distancia, pero sin distancia”
Buenas noches luciérnagas, de Héctor Hernández Montecinos. RIL Editores, 2017

Por Cristóbal Gaete
Publicado en El Mercurio de Valparaíso, Suplemento «KU», 3 de septiembre de 2017


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Tan escritor como personaje, Héctor Hernández siempre cae parado: una de las anécdotas de Buenas noches luciérnagas (RIL Editores), su último libro, refiere a cuando fue atropellado por un empresario que le pagó una indemnización. Por años se bromeó con que se había tirado encima del auto.

Héctor Hernández (1979) vivió con intensidad el cambio de siglo, formándose en la explosión de internet y las noches de recitales literarios. Su sensibilidad y grafomanía son reunidas en el libro, que sintetiza esta época de la poesía chilena con la ambición de nombrarlo todo. En la obra, el poeta decide tomar por mano propia la historia de la generación que comandó («los Novísimos»), con materiales usados que va montando, mails  privados, artículos de terceros, diarios de viaje, ensayos, cartas a ídolos pop o literarios, caídos o muertos, genealogías literarias que van generando un efecto de redundancia e intensidad en el lector.

Las reacciones de lectura han sido más visibles que en los otros libros de Hernández. Muchas de las polémicas que alimentan  Buenas noches luciérnagas eran difíciles de entender. Para el autor, esta vuelta a las rencillas del pasado “es interesante para mal y para bien, o sea, que el libro sea más pendenciero y a la vez más apasionado de lo que soy yo ahora. Han pasado cosas concretas como que Yaxkin Melchy se molestó por publicar nuestros correos, Germán Carrasco me sacó del Facebook». Dice que Rafael Rubio aún le manda mails  molestos, «pero a la vez me ha unido incluso más a gente que quiero mucho, como el mismo Raúl Zurita, Sergio Parra, Paula Ilabaca, Pablo Paredes o Alejandro Zambra, que presentará el libro en México ahora en octubre. Es como si el libro fuera un guion de una película que aún no acaba, la película de la poesía chilena».

¿Cuándo comienza la construcción de este libro?  
La idea es antigua, pero comienza a parecerse a algo posible el 2015, cuando estoy en España. La distancia es siempre una crisis, un modo de repensar todo críticamente. Me vi con tantos documentos, fotos, anotaciones, diálogos que imaginé algo así como un libro raro con todo eso. En un comienzo dudé de su publicación, pero al pensarlo luego como un artefacto o una intervención me hizo más sentido. Un libro sobre la distancia, pero sin distancia. 

Teniendo una cantidad de materiales tan diversos, ¿cómo le fuiste dando un orden al texto?
No fue para mí tan distinto a lo que hecho en poesía ya que  Debajo de la Lengua  tiene casi 500 páginas y  La Divina Revelación  casi 800. Lo que quiero decir con esto es que siempre he trabajado con muchos materiales heterogéneos y eso tiene que ver con la idea de novela. Para mí esos libros y  Buenas noches luciérnagas son ciertamente novelas donde el género es justamente su límite. El orden que les doy es la progresión de la escritura, su relato y su vida interna. Hago muchos diagramas, planos, maquetas mentales antes de escribirlos y luego me ciño estrictamente a eso. 

Seguro que hay gente que hojea el libro buscándose, hay cientos de referencias. ¿Nunca pensaste en hacer un índice onomástico?
Ciertamente, las referencias a autores deben superar fácil las 200. Desde algunos comentarios a poetas de la  Selva lírica, que cumple 100 años, como Pedro Antonio González, padre del travestismo literario tan importante en la poesía chilena, a autores que ahora tienen 18. Y sí, lo pensé, pero justamente por lo mismo deseché la idea. Sabía que algunos poetas sólo mirarían ese índice y nada más.  

En tiempos de que la narrativa chilena cruza por una contenida autoficción este libro toca las teclas de la biografía pero se expande a ideas literarias. ¿Cómo crees que podría leer en este escenario?
Para mí la novela autobiográfica es narrativa y punto, tal como la autoficción: ficción literaria. Lo autobiográfico ahí es un recurso, una figura textual. En cambio, la autobiografía como tal para mí no es literatura, es otro género, el documental donde tiene el mismo valor la autobiografía de un minero de Lota que la de un filósofo. Se trata de documentos y no de obras justamente, es decir, otro régimen de autor y de autoridad, de valor en el mercado cultural, de posibilidades de escritura. La interpretación acá no funciona, sino el modo en cómo se construye una lectura nueva de dichos materiales. 

Hay una parte muy divertida que enumera personajes inspirados en ti. ¿Estabas conforme con ellos?
La primera idea al pensar este libro, y la foto de la solapa lo comprueba, es que soy un personaje literario, hasta para mí mismo. Las lecturas sobre ese personaje, esa caricatura, han sido muy variadas y los que han escrito de ella en su narrativa como Claudia Apablaza, Luis Marín, Ilabaca o Zambra no hacen más que darle cuerpo a esa voz. Para mí es un honor y un alivio ser cada vez más literario y menos real. 

En un fragmento escribes lo que significó la poesía en tu vida. Si no hubiese existido esta invitación de Paula Ilabaca para ir al Taller de Balmaceda 1215, ¿quién crees que serías ahora?
En el colegio soñaba con ser dramaturgo, incluso escribí varias obras y monté un par con unos compañeros, por eso un profesor me dijo que estudiara Letras. Error. Me vi en una carrera que no me decía nada hasta que Paula me llevó al mundo de la poesía y todo me hizo click. La poesía era una forma de ser otro, escribir como un personaje, no ser yo. Entonces, lo más probable es que hubiese emigrado al teatro o a las artes visuales, que son áreas a las que paradójicamente me estoy acercando cada vez más.

Si pudieras devolverte a un momento de los que cruza este libro, ¿a cuál sería?
No imaginé que el libro también podría leerse como una autobiografía sentimental y sin duda es más homosexual de lo que pensé al armarlo. Si pudiera, me gustaría volver a los momentos en que me refiero a mis parejas. Siento que todo el potencial de amor se lo di a la literatura y no a ellos. Fui egoísta y me pesa ahora que comienzo a envejecer. 


 

 

 

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Buenas noches luciérnagas, de Héctor Hernández Montecinos. RIL Editores, 2017
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