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Estar en(tre) coma(s)
[coma] de Héctor Hernández Montecinos

Por Dámaso Andrés Rabanal Gatica
Pontificia Universidad Católica de Chile


 



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Entonces grité y me di cuenta que todos me ignoraban porque había muerto
de una enfermedad que me producía felicidad y ganas de morir

(Hernández 2014: 193)


Estar de espaldas, en la cama, desde un piso 24, mirando el cielo estrellado, casi estrellado, poco estrellado por las nubes verdaderas y artificiales, consecuencia de las máquinas, parece un flotar inadvertido, una inmovilidad autónoma que termina en el sonido de los libros que caen, estrepitosos, sobre el acolchado suelo que disimula el concreto resonante para el vecino del piso inferior.

Así, se da paso al quiebre del ritual mortífero de cada noche, porque cada una de ellas es un estado de coma, es la coma de la vida cotidiana donde sólo los sentidos se mantienen alerta para ser nuestra unión con la consciencia del recuerdo, una coma en la escritura de la vida donde lo que utilizamos para escribir las experiencias es un cuerpo generalmente averiado y una mente liberada. Esta creación, es la inflexión del respirar en medio del día a día.

[coma] es un libro de trayectos, pues ya se sitúa en medio de un proyecto de escritura mayor, donde dialogan diferentes visiones de la construcción de subjetividades. La poesía se presenta desde el cuestionamiento del sujeto por la situación social, amorosa, política, sexual, entre otras, una mirada analítica de la construcción del yo y de las relaciones que se establecen con el entorno.

¿Esto es soma, coma o toma?

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(lapoesíachilenasoyyo)
(R40.2)

La propuesta de escritura de HH se aventura a desarrollar un viaje por los recuerdos, la memoria y el inconsciente, que se visibiliza como una realidad donde sujeto puede vivir. Las experiencias se nutren de bestialidades y barrocas imágenes, de gigantes que tienen en sus estómagos aquellas cosas olvidadas, un vertedero de situaciones que viven al recordarse.

Como en Pantagruel, diría Auerbach, en aquellas interioridades y espacios desconocidos viven mundos propios, casas llamadas noche, sitios en que los paracaídas suben, lugares en que podemos ser Divina y Bastarda. En estas gigantes realidades descubiertas hay nuevas zonas de contacto que nacen de [coma], de estar en coma. Así, al fragmentarse el tejido armado que llamamos realidad, día a día, lo continuo y permanente que se cuestiona y se agota, para fugarse entre orígenes, herencias y apellidos, como si fuesen esos ‘no lugares’ para “vivir/morir” en coma.

El poeta no busca tan solo la reflexión en las entrañas inconscientes de sí mismo, sino que se posiciona sobre el territorio, viaja acompañado de otros: Stella, Diamela, Raúl, Soledad, Paula, Carmen, Alexis, Juan Pablo, Gonzalo, Ramiro. Desde esas experiencias en el entorno buscan los sentidos para diversas situaciones: Inverlink, Codelco, Eurolatina o comprender por qué aquel “parque que había sido pintado con los colores negros de la sangre, el semen y el llanto de la dictablanda” (Hernández 2014:190).

De esta forma, intenta significar el dolor y las huellas con que se escribe la memoria nacional, el poder del silencio, la intensidad insondable de la página en blanco y la oportunidad que, a su vez, significa tener aquel espacio disponible para escribir la coerción del exterior y la liberación existente y resistente de los sujetos en lo privado, como ocurre en la discoteca, siempre de fiesta, donde incluso los funerales se cubren de brillo intenso y máscara de pestañas. Un sitio donde “los problemas del Chile del 2000, de clase, étnicos, etarios o de género, se desintegran o entran en diálogo productivo” (Sepúlveda 2013: 252)
           
¿Esto es soma, coma o toma?, se pregunta. Las respuestas son difusas para quien lee, pues el libro cierra entre llamas, igual que el inicio, desde donde las cenizas han dejado atrás los árboles, los libros, las bibliotecas y casas. Aquí se producen los quiebres, esas realidades comunes que son los espacios de creación fracturados, permitiendo la fuga de las voces existentes en [coma].

La H no es muda y si es doble menos. La coma, es el silencio reflexivo momentáneo.

Héctor Hernández Montecinos o “HH”, profundamente prolífico y, como dice Carmen Berenguer, orientado hacia “producir el hartazgo y leer por donde a uno se le frunza” (2010 en línea), escribe [coma] para abrir territorios creativos que la escritura visualiza en el diseño de un espacio irreconocible, zonas aparentemente confinadas para aquella “casa que se llamaba noche” (Hernández 2014) en la que nos cuesta ingresar o no podemos comprender.

En este sentido, la crítica nacional Patricia Espinosa ya advertía para sus textos anteriores, en específico para “Este libro se llama como el que una vez escribí” (2002), uno de mis libros favoritos, que HH proyecta “una escritura [que] se niega a un formato estable, simétrico y se sustituye por formas inestables, irregulares, un asumir la crisis, la pérdida de la sistematización …” (Espinosa 2003). En [coma], la impronta se mantiene y refuerza, avanza hacia la lectura de imaginarios difuminados que se reconstruyen para rediseñar esa “Alfombra manchada con vino / donde hay unos fornicarios maravillosos y locos / que hacen de la poesía poesía” (Hernández 2002: 107) y posiciona al sujeto en una aventura de las experiencias para cuestionarse y conocerse, así como a sus convivientes y las otredades más lejanas.

[coma] es un rizoma que escribe desde la fractura, donde el cuerpo asume una síntesis de las complejidades de la subjetividad humana, formula un trayecto de interpretaciones múltiples, alza la crítica, la analiza y propone formas poéticodiscursivas de ingreso a la literatura por medio del cuestionamiento del yo.

Los sujetos no enuncian “Miro mi cuerpo y el tuyo / Miras tu cuerpo y el mío” (Hernández 2002: 286), sino que abren esa zona de contacto para ingresar una mirada más amplia que vincule diferentes experiencias en cada texto y avanzar hacia un descubrimiento de sí mismos en los territorios exteriores e interiores. [coma], es el punto de inflexión del inconsciente.

Desde otra perspectiva, las subjetividades que se construyen en estas creaciones poéticas van a comunicarse con los territorios, legitima las vivencias de los sujetos, teniendo cada uno de ellos un sentido que le permite conocer(se). Así, se establece una correspondencia de sentido entre sujeto (yo), territorio, otredades y sentidos.

El desafío escritural, la posición del cuerpo y la voz del autor, se sitúan en un espacio de discusión con el que se pretende ampliar los territorios, escribiendo entre comas desde el coma, y las estrategias de vínculo crítico con los imaginarios que nacen del yo, discutiendo, visibilizando, cuestionando y resignificando el ejercicio poético.

Como señala Arnaldo Donoso, sobre la nueva poesía chilena, y en específico de Hernández, “Pareciese inaugurar un discurso de categorías objetuales y pictóricas que subvierte el concepto de signo, con una generosidad o “despilfarro” imaginativo-performativo que exhibe una apertura imaginaria de una hostilidad terminante hacia el estado de las cosas…” (en línea). [coma] posee una tendencia hacia fuga de las limitaciones del cuerpo y los diseños establecidos, mantiene la disidencia frente a lo fijo,  para armar un trayecto en que los sujetos se autoescriben, orientando al lector a rescribirse leyendo. Se integra, siguiendo a Scarano, la “voz de y en la escritura” (2000:20), pues existe un motivación del discurso poético que se inscribe en una frontera de escritura donde Héctor Hernández se visualiza para abrir nuevos territorio de sorpresa creativa.

Los poemas devienen espacios significativos para los sujetos, quiebran el concepto de identidad, de uniformidad, pues atenta contra las individualidades y particularidades, para amplificar las visiones del yo hacia una subjetividad dinámica, fluctuante, flexible, cuestionadora de sí y de sus procesos de construcción íntimos.

Otra noche, la misma cama, las estrellas sobre todo y más allá del piso 24, el cielo entre residuos y nubes, los libros caen y se abren en esta realidad constante y permanente que se fractura una vez más por el atrevimiento del ruido sobre el suelo. Ese quiebre, es [coma].

Finalmente, [coma] es el respiro, la frontera, la creatividad, el espacio de escritura, el eslabón crítico de un campo cultural que Héctor Hernández insiste en renovar, tal como lo hace esa “Promoción posComa” (Sepúlveda 2013:252), que destaca la investigadora Magda Sepúlveda en su libro Ciudad Quiltra.

La voz poética, posicionada sobre el estado de coma, nos lleva a considerar que “Sólo el que lo ha perdido absolutamente todo y cree ser feliz puede estar soñando y a medio camino entre el dormir y el soñar estirar la mano con un lápiz Abrir los ojos y decir que estoy escribiendo” (Hernández 2014:15)
           

 

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Obras citadas

— Berenguer, Carmen. Exceso y chorreo en la obra de Héctor Hernández Montecinos. Revista de cultura N°6. Santiago de Chile: Fundación Pablo Neruda. 2010. En línea
— Donoso, Arnaldo. Cuatro poemas. Aproximación a la poesía Chilena Nueva. Repositorio Letras s5. En línea.
— Hernández, Héctor. Este libro se llama como el que yo una vez escribí. Santiago: Contrabando del bando en contra, 2002. Impreso.
_____. [coma]. Santiago: LOM. 2014. Impreso.
— Espinosa, Patricia. Entre lo queer y lo neobarroco. Revista Rocinante N°55. 2003. En línea.
— Scarano, Laura. Prólogo” y “Lugares del sujeto. Los lugares de la voz. Buenos Aires: Melusina, 2000: 11-43. Impreso.
— Sepúlveda, Magda. Ciudad Quiltra. Poesía chilena (1973-2013). Santiago: Cuarto Propio. 2013. Impreso



 



 

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Estar en(tre) coma(s).
[coma] de Héctor Hernández Montecinos.
Presentación de Dámaso Andrés Rabanal Gatica