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DEVENIR TRANSDÉLFICO
Presentación de Roberto Echavarren en Cátedra Abierta de la Universidad Diego Portales
Por Héctor Hernández Montecinos
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Quise decir obra, pero tenía que decir puesta en escena escritural. Quise decir autor, pero tenía que decir estilo fuera de género. Quise decir libros, pero tenía que decir máquinas deseosas e incesantes. He querido pensar la producción y pasión de Roberto Echavarren, para este texto introductorio, bajo tres líneas de fuga, ciertamente indóciles, rizomáticas y no menos complejas que las propias inscripciones que comprenden. Tres fetiches alegóricos de su performance total. Por un lado, bajo la rúbrica ‘Cuerpos/Corpus’ me he acercado a su trabajo en poesía, narrativa y teatro. Luego, en ‘Territorios/Fronteras’ me desplazo por lo que ha sido su labor como traductor, antologador y performer. Finalmente, en ‘Discursos/Sabotajes’ dialogo con lo que es su rol como teórico literario y en los descalces del género/sexo. Vistas de este modo, en esta rápida y breve panorámica, las escrituras de Echavarren se nos presentan como una subjetividad problemática en su expectativa, altercanónica en su instalación e irradiante en su fulgor estético. Sí, una vibración cultural que desestabiliza los géneros desde dentro. Sí, desde dentro donde no hay más naturaleza que la ficción.
CUERPOS/CORPUS
Las primeras inscripciones literarias de Echavarren de las cuales tenemos noticias son sus libros de poesía. El primero de ellos es El mar detrás del nombre (1969), del cual como diría el propio Parra sobre su Cancionero sin nombre, pareciera ser un pescado de juventud. Después de catorce años de silencio retomará la publicación de su obra poética con La planicie mojada (1981) al que le seguirán cinco libros más hasta Oír no es ver (1994). Otra pausa, esta vez de una década y sigue Casino Atlántico (2004), Centralasia (2005), El expreso entre el sueño y la vigilia (2009) y Ruido de fondo (2010), éste último publicado en Chile por la editorial Cuarto Propio. ¿Cómo podemos leer estos casi cuarentaicinco años de poesía? ¿Qué puntos de fuga atraviesan esta decena de libros? ¿Qué nos dicen de una poética estos extensos períodos de silencio? Esto será tema de otro texto en preparación.
En lo que podríamos llamar agenciamientos novelísticos, Echavarren ha publicado las novelas Ave Roc (1994), Julián, el diablo en el pelo (2003), que en el 2005 se convertirá sólo en El diablo en el pelo, y Yo era una brasa (2009) que también dos años después alterará su nombre y se transformará en Las aventuras de la negra Lola, las cuales están protagonizadas por un Jim Morrison desdoblado, Julián el extraño del pelo largo y Lágrima Ríos, ‘cantante negra de Uruguay’ como señala la dedicatoria del libro. Tres performances existenciales atravesadas por la música, la cultura popular y la de masas tensionándose mutuamente, reverberando estilos sediciosos e insubordinados en la ficción de la ficción.
En dramaturgia ha publicado y presentado dos obras, la primera de ellas es Natalia Petrovna, que ciertamente presenciamos como monólogo durante el Poquita Fe acá en Santiago el año 2008. La otra es África, la muñeca de Felisberto Hernández, que trata sobre la tercera esposa del escritor: costurera y espía soviética.
El corpus ficcional de Roberto Echavarren no tan solo congrega obras donde las identidades son puestas a pruebas, sino que justamente lo que hace es poner a prueba la identidad de esas obras como géneros literarios, como dispositivos de saber/poder y como cuerpos adiestrados de lectura mediante recursos insólitos tanto en el modo de construir como en el de desmontar aparatos de realidad y verdad: la verosimilitud del fracaso.
TERRITORIOS/FRONTERA
El lenguaje es un lugar que habitamos, y que nos habita, de allí que el traductor sea un trashumante, un nómade que cruza las líneas imaginarias del sentido y la traición. Un buen traductor no acarrea de lengua a lengua, sino que como Echavarren lo ha practicado, es de lenguaje a lenguaje. Y en ese gesto a la vez íntimo y patrimonial es que obras tan disímiles como Troilo y Crésida de Shakespeare, El ocaso de los ídolos de Nietzsche o Punto y línea sobre plano de Kandinski se nos presentan como un ejercicio de rotación y traslación. En poesía y con toda la imposibilidad y renuncia que conlleva es que entre varios otros autores ha traducido del inglés a John Ashbery y Wallace Stevens; del portugués a Paulo Leminski y Haroldo de Campos; del ruso a Alexander Blok o Nikolai Kluev, tal como a Ana Ajmátova, Marina Tsvetáieva y Sergei Esenin para La Edad de Plata (2011), en un gesto similar y tan poco usual como el de Parra con su Poesía rusa contemporánea (1971).
Otra forma de deslindar las fronteras son las antologías. Digamos cirugías al lugar del porvenir. Exitosas o casi siempre malogradas. Sientan al futuro en sus rodillas e injurian la prepotencia y soberbia de la realidad. Echavarren cuenta con el mérito de haber reunido por primera vez a Marosa Di Giorgio, Néstor Perlongher y Oswaldo Lamborghini en Transplatinos: Muestra de poesía rioplatense (1991), pero casi sin imaginárselo dicho libro cuenta con un mérito aun mayor y es que, junto a Caribe trasplatino de Perlongher, será la matriz del trascendental Medusario (1996), donde da cita, junto a José Kozer y Jacobo Sefamí, a las poéticas más radicales del devenir neobarroco. A mi juicio personal creo que sigue siendo la muestra recopilatoria de poesía latinoamericana más importante de la segunda mitad del siglo XX, tanto por su densidad escritural como por lo propositivo y certero de su proyecto. Por otra parte, no hace muchos meses se lanzó en Buenos Aires Indios del espíritu: Muestra de poesía del Cono Sur, su última selección del corpus latinoamericano, que si bien es cierto vuelve a autores de Medusario como el mismo Perlongher, Wilson Bueno, Reynaldo Jiménez o Eduardo Espina aprovecha de incorporar las relecturas, reapropiaciones y nuevas conformaciones de ese ímpetu proliferante en autores jóvenes como Juan Salzano y Gabriela Bejerman de Argentina, o por Chile Diego Ramírez y quien les habla.
“En la escena, de concepción alegórica,/ si los participantes fetichizan su apariencia/ los fetiches destraban el comportamiento/ hasta alcanzar un frenesí no sólo de escritura” dice sobre la performance Echavarren en un poema-ensayo de Perfórmatas “X” Alógenos, recientemente editado en Buenos Aires por naKhabra. Justamente, esa otra forma de desterritorializarse es mediante el acontecimiento performático, la puesta en escena de las palabras sudando y con retorcijones, el lenguaje en la punta de la lengua. Tanto naKhabra, como Salzano y Bejerman nombrados anteriormente, más otros ‘perfórmatas’ y Echavarren conforman el Frente Dionisiaco Pira que hace aproximadamente una década transmutan la experiencia poética en éxtasis y acontecimiento, cuerpo e intervención.
De algún modo, al pensar en la relación entre territorio, frontera y límite es que traducir, antologar y performancear confirman su propia duda con respecto a los sedimentos culturales ya sea de un idioma, de un canon o de la propia representación. Desechos y reliquias que se heredan de lengua a lengua, de libro a libro, de cuerpo a cuerpo y es en esa transmisión deseosa que Echavarren crea su propia intervención: el desborde de los significados.
DISCURSOS/SABOTAJES
Mucho alegan los conservadores de la literatura con respecto a la intromisión insaciable de la teoría como suplemento, como herramienta de lectura, como procedimiento de desmontaje del eje sujeto/verdad. El abrupto teórico removió a los estudios literarios de su falsa modestia, de tanteo y prueba, y lo puso entre el estilete y la página en blanco. Una interrupción, un quiebre, una fuga. Una posibilidad de volver una y otra vez al lugar del crimen. Ese es uno de los vectores del trabajo crítico de Echavarren con respecto a la literatura desde sus estudios señeros y visionarios en los ochentas sobre autores como Felisberto Hernández, Manuel Puig o Juan Carlos Onetti o el papel crucial que ha tenido con respecto a las obras de Amanda Berenguer, Herrera y Reissig o del propio Néstor Perlongher, convirtiéndolo así en uno de los estudiosos, y protagonista, más destacados del neobarroco y las escrituras de la contraeconomía. Los cruces entre escritura, deseo y poder están presentes en estos libros como en los que siguió publicando desde los noventa hasta ahora. Estoy hablando de su celebérrimo Arte andrógino: estilo versus moda (1997) que va en su quinta edición y que se ha convertido en libro de cabecera en las aproximaciones no tan sólo del queer o los estudios culturales sino que además en lo que estamos entendiendo como biopolítica. Me refiero también a Fuera de género: criaturas de la invención erótica (2007) donde se señala una idea que engloba mucho de lo que estamos hablando: “la metamorfosis revela una verdad simbólica, pero el cuerpo puede ser re-envuelto o re-implicado para entrar en otros campos de individuación: he aquí el estilo”.
Para ir cerrando y dándole paso a nuestro autor, es precisamente en esta tensión entre poder, deseo y escritura que engloba no sólo su última producción, sino toda esta performance como la hemos llamado desde sus primeros poemas, es que sus dos más recientes publicaciones sobre el tema tienen que ver con la radicalización de ese encuentro. Hablo de Porno y postporno (2009) que tuve el honor de editar en México junto al poeta Yaxkin Melchy en Santa Muerte Cartonera y Las fronteras del porno, título de su último libro y nombre de la conferencia que hoy nos convoca.
Roberto Echavarren ha creado otro rizoma de lectura sobre lo que es el género y el transgénero y luego el porno y el postporno indagando subrepticia e inéditamente en los cruces entre cuerpos sexuados, territorios de socialización erótica y discursos del placer. Su obra es polimorfa e incesante. No se agota en los géneros existentes hasta hoy. Prueba de ello es su film-poema Casino Atlántico (1989), su antología de y sobre su obra, Performance (2000), o su crónica-ensayo Las Noches Rusas (2011).
Las fronteras del porno, título de esta cátedra, no tiene que ver sólo con lo que entendemos por ‘escritura de la puta’ que es el cauce etimológico de pornografía como él mismo señala, sino que por el contrario, es posible que nos distancie de lo que entendemos por natural o dado, deconstruya el artificio económico de las identidades fijas, pero sobre todo nos conduzca a nuestra propia frontera pornográfica que hemos elegido como civilización y especie: la moral.
Santiago de Chile, 4 de julio, 2013.