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Cruces y roces de la poesía chilena actual
Por Pedro Pablo Guerrero
El Mercurio, 16 de Marzo de 2014
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"Quiero que afuera haya un cartel con los nombres de toda la gente que tiene prohibido entrar a esta maravillosa fiesta. Todos los poetas del 90 y todos los poetas del 60", desafiaba Héctor Hernández en un poema de su libro [Guión] (2008). Ha pasado el tiempo y el mismo autor convoca para esta semana el Seminario Nueva Poesía Chilena, que reúne a más de cien críticos, estudiosos y poetas, varios de los mismos a los que no dejó entrar a la disco de la generación "Novísima", bautizada así en 2001 por Alejandra Costamagna (en una entrevista a Hernández), y que integran también Paula Ilabaca, Gladys González, Pablo Paredes y Diego Ramírez, entre otros autores nacidos a fines de los setenta y comienzos de los 80, presentados con bombos y platillos por Raúl Zurita en la antología Cantares. Nuevas voces de la poesía chilena (2004).
Entre los poetas no invitados a la fiesta de Hernández estaban Alejandro Zambra, Armado Roa, Rafael Rubio, Javier Bello, Andrés Anwandter, Jaime Huenún y Germán Carrasco, que a su vez habían figurado en la Antología de la joven poesía chilena (1999), realizada por Francisco Véjar, quien la considera hoy el "acta bautismal" de la generación del 90. Cuando Francisca Lange publicó en 2005 su antología Diecinueve (Poetas chilenos de los noventa) su intención era ampliar el corpus de autores de lo que llamó, cuidadosamente, "poetas de los 90", no generación. Y destacó en ellos su infancia en dictadura, el desorientador paso a una transición de blanqueamiento, y la decisión de "asumir el uso del lenguaje poético en todas sus esferas". Un punto no menor, añade Lange, es que casi todos eran universitarios, lo que les hizo blanco de acusaciones de "preciosismo literario academicista", como les dijo Héctor Hernández.
"Los traté de literatosos, fomes, sin vida, individualistas, ajenos a temas políticos, incluso a la coyuntura social. Les di como zamba a los pobres -admite Hernández-. Pero pensándolo harto ahora, fueron cosas que hablé hace diez años. Quizás en mis juicios me fui en la dura y también por lo mismo en este seminario invité a Javier Bello, Germán Carrasco, Zambra, Juan Cristóbal Romero, Alejandra del Río, como un espacio de discusión sobre lo que se pensó respecto de los 90. Para que ellos también puedan responder, porque al final nadie se hizo cargo frontalmente de esos ataques".
Los poetas de los 90 se instalan
Hernández cree que el tiempo le dio la razón. "Yo les dije academicistas y hasta fue una cosa medio profética. En ese momento eran estudiantes universitarios y justamente ahora están situados en universidades privadas, en agenciamientos editoriales, en los escasos espacios de la prensa y en la Academia de la Lengua. Yo me peleé un montón con Rafael Rubio, al que vi como el símbolo de esta escuela del rigor, la concisión poética, el soneto, el madrigal, porque era el símbolo de esta tensión entre los 90 y nosotros. Ellos nacieron al alero de la Universidad de Chile, era un grupo de compañeros que actualmente es más amplio. Ciertamente tienen espacios de poder, están en las editoriales que más suenan. No lo digo moralmente ni criticándolos ni excusándolos, sino que es un proceso natural que iba a suceder. Son súper estudiosos de la literatura, súper capaces, y finalmente se terminaron instalando".
Las críticas las devuelve Germán Carrasco. "Los novísimos fueron un invento de Héctor para meter bulla. Además había varios a los que no les interesaba tampoco la poesía. Pablo Paredes ocupó la escena de peldaño para pasarse al teatro y a los guiones de televisión. Y había mucha cuestión sexual también, iban a ligar, a sentirse liberados. Trataron de hacer muchas ridiculeces como linkearse con el movimiento estudiantil. Había mucha ansiedad por figurar. Pero Héctor Hernández ahora no anda así. Está más maduro".
Tanto los poetas de los 90 como los novísimos ya no se juntan tan seguido entre sus pares, pero hay más cruces entre ellos y con otras generaciones. De los 90 continúan iniciativas como el colectivo Casagrande, dirigido por Julio Carrasco, y el Foro de Escritores, fundado en 2003, por autores como Martín Gubbins, Andrés Anwandter y Felipe Cussen. Abocados a la poesía visual y sonora, se reunían sábado por medio en el bar Rapa Nui, de la calle Los Jesuitas. "Ahora nos juntamos con menos regularidad, pero el grupo sigue activo -admite Cussen-. El que más lo mueve es Gubbins. Hace cinco años la frecuencia bajó bastante".
Junto al poeta y académico Fernando Pérez, Cussen está en un grupo llamado "La orquesta de poetas". Cruzan poesía con música y Fernando Pérez saca libros que hay que armar en el mismo lanzamiento: pegarles calcomanías, por ejemplo.
"Yo soy súper crítico de la cosa tan encerrada de los poetas. Si hay algo que encuentro bueno del ámbito de la poesía experimental es que por un lado te permite un diálogo fluido con otras disciplinas y trabajos colaborativos. Y, por otro, permite un intercambio con lo que se está haciendo en otras partes del mundo. Es un tipo de poesía que no depende del lenguaje ni de la traducción".
De la Novísima derivaron otros núcleos poéticos. Uno de los más activos es el Taller Moda y Pueblo, de Diego Ramírez, que se caracteriza por una tendencia de escritura neobarroca, cercana a los temas de género y la política. Hacen intervenciones en lugares públicos, como los puentes del Mapocho e instalaciones en la Feria del Libro.
La profesora del Instituto de Letras de la Universidad Católica, Magda Sepúlveda, en su libro Ciudad quiltra. Poesía chilena (1973-2013) , editado por Cuarto Propio, dice que "el rechazo de los poetas del 2000 hacia la escritura de los poetas del 90 tiene que ver con la contención de los poetas del 90 frente al exceso de los del 2000". La ensayista argumenta que los nuevos personajes han despertado de un coma, de un imbunchamiento (encierro del cuerpo) y entran con energía desatada a la fiesta, donde se mezclan fluidamente clases, etnias y géneros alrededor de una metáfora espacial: la discoteca.
El poeta y librero Sergio Parra destaca el hecho de que estos nuevos autores practican una abierta apropiación de textos de la tradición. "Como DJ's empiezan a samplear textos de la Mistral, Neruda y voces de otros poetas. Ya no hay una experiencia. Quedan en una huerfanía porque los poetas mayores ya no están, no tienen un referente. Se fueron Juan Luis Martínez, Lihn, Teillier, Cárdenas y solo alcanzaron a tener alguna experiencia con Millán", dice.
Parra ve un puente entre los novísimos y su generación: la de fines de los 80, con Pedro Lemebel y Carmen Berenguer. El mismo gusto por el callejeo, la noche y la diversidad sexual, hasta el punto de que muchos de ellos asumen abiertamente una voz poética homoerótica.
Sin embargo, la oposición entre calle y academia es desvirtuada totalmente por Germán Carrasco. "A la academia no le interesa la literatura, buscan sólo síntomas, les interesa precisamente lo experiencial, sexual, marginal, la cosa de género, la mala escritura, el mestizaje y muchas veces la pachotada. Tiene que ver más con la calle y menos con la forma, porque buscan justificar sus teorías queer , sus estudios culturales, su marxismo de Eagleton. No les interesa la creación, sino calzar un zapato teórico determinado en el pie de la creación, que no entienden. Además la calle, el realismo sucio y toda esa cosa contenidista, antipoética, testimonial, la choreza, me parece que está en franca decadencia".
El papel de la Academia
En los últimos años, la Academia de la Lengua, bajo la iniciativa de Adriana Valdés ha impulsado el proyecto "Poesía chilena viva", un intento de acoger la producción poética actual, "no necesariamente de jóvenes, sino de gente viva", advierte. Su intención era abrir el lugar a los poetas, incorporarlos en diálogos y lecturas. "La manera era trabajar con distintas editoriales. Pfeiffer, Tácitas y ahora quiero hacer lo mismo con la Editorial de la Universidad de Valparaíso. Mi idea era hacer cada vez un acto con una editorial que les conviniera a ellos, porque es un buen lugar para las presentaciones, y que al mismo tiempo nos pusiera a los académicos en contacto con las cosas más vivas que se están haciendo", dice.
"Me preocupo mucho de que las personas que sean invitadas no se yuxtapongan en una mesa por casualidad, sino que ya tengan algún tipo de relación o que puedan crearla con facilidad. Que los textos nos parezcan compatibles y creen un efecto especial para el público. No se trata de hacer una fila de personas, sino un conjunto que tenga sentido".
El riesgo latente que advierte Francisca Lange en esta iniciativa es que los académicos son "bastante conservadores" en su mayoría. "Adriana Valdés trata de incluir la mayor cantidad posible, lo que no ha sido fácil, porque también hay reticencia, y me parece normal. Pero por otro lado es bueno que se aproveche ese lugar, que desde ahí también se construya un diálogo que rompa ciertas barreras, por ejemplo sociales".
Gastón Carrasco, poeta y profesor ayudante de narrativa hispanoamericana de la Universidad Católica, destaca que talleres como Balmaceda 1215 y las editoriales independientes hoy son espacios de encuentro gravitantes. En torno a ellos se nuclean los poetas nacidos entre los 80 y 90. Aparte del propio Gastón Carrasco (1988), autor de Viewmaster (2011) y El instante no es decisivo (2014), destacan nombres como los de Carlos Cardani (1985), autor de Caldo de Cardán (2013); Francisco Ide (1989), que prepara un poemario sobre Michael Jordan, y Juan Carreño (1986), cuyo libro Compro fierro se ha convertido en un hallazgo para autores como Elvira Hernández. De todos sus contemporáneos es el más estudiado en las universidades. Das Kapital publicó su segundo libro, Bomba bencina (2012), y Adán Méndez, editor de Tácitas, dice: "He tratado de ubicarlo, lo publicaría inmediatamente. Me gusta mucho".
A pesar de que son propuestas distintas, Gastón Carrasco distingue nexos fundamentales: "Una tendencia mucho más realista de escritura. Me parece que en el caso de Carreño es casi sociológica-documental. Nos importa harto la imagen poética, más que los sonidos o las triquiñuelas de la forma. En el último libro de Cardani eso está claro. Y también no descuidar la palabra, que es como la materia prima. Me parece que hay política, no panfletaria en ninguno de los casos, pero sí un tono documental de todos los autores. La experiencia de cada uno es potente".
Aunque quedan cuentas pendientes y diferencias, lo que más destaca Francisco Véjar de la actual escena poética chilena es su "diversidad". Lejos de creer que está viviendo un momento de decadencia, Adriana Valdés añade: "Yo cada vez que oigo eso pienso que no estamos leyendo lo suficiente. Cuando oigo a todo el mundo quejarse y alrededor mío hay mucha gente que se queja en todos los campos, digo problema de lectura y de apertura mental. Además es muy difícil, como bien lo han dicho autores respetables, dar una opinión verdaderamente sólida acerca de cosas que son estrictamente contemporáneas".