Estos días estoy llena de literatura en mi vida, estoy a punto de decir que estoy un poco cansada de pasar mis ojos por páginas en papel y electrónico, haciendo una pausa y reconociendo todo lo que odio leer en ese medio, a veces no queda de otra, pero volvamos a lo importante, no me he cansado para nada, siempre hay algo nuevo por percibir, yo soy una lectora que siempre está buscando conexiones así que voy a hacer algunas.
Mi primer recuerdo de Héctor Hernández Montecinos se remite a 2013, mi amiga Francia me habló de él como alguien cercano, un chileno que vivía en Comala o algo así, luego fuimos a la presentación de un librote rojo, grueso, y su disertación con cosas que no entendía me sedujo, me traje el libro y aproveché para la firma yo cargaba una criatura en mi vientre, la dedicatoria de La Divina Revelación dice: “para Karina (y Gabriel). Gracias a ambos por venir a escuchar estos poemas. Que tengas una hermosa vida Gabriel y te felicito por tu madre”.
Gabriel sigue aquí y no sé si su vida sea hermosa, pero lo que supe a partir de ese día es que la obra intrincada de Héctor habría de permanecer, desde entonces y con las explicaciones tan profundas que él hace sobre sus libros supe que la hibridación es lo suyo, esa suerte de relato-poema-anécdota-consejo-lección pedagógica o locura, desde entonces él dice “y Santiago de Chile de repente amaneció encima de mí hablando de autorretratos son en realidad otra razón para sentirme enloquecido por los cánticos de las montañas que gimen cuando frotan entre sí sus vientres”.
Comenzó a resultarme familiar el salto de un tema a otro de un lugar a otro de un Héctor joven, el muchacho brillante de 19 años que me trajo hasta a mí al poeta famoso y su mentor, Raúl Zurita, para entonces y ahora, insisto yo no soy poeta, ni crítica, soy lectora ávida y mundana pero algo sigue conectando con este poeta creativo, inquieto.
Hablemos entonces de la musicalidad, hace rato, (que se note la poca distancia entre esto que escribo y la presentación) mi hijo me señalaba palabras “¿Por qué chinga tu madre es tan fuerte y cuando decimos chinga tu padre ya no es fuerte, ya ni siquiera es insulto?” Y nos enfrascamos un ratito en el poder de la palabra y sus connotaciones, hablamos de convenciones sociales y todo eso que dice la gente que es correcto o no, yo le dije que a mí me gusta mucho como suena la palabra “pendejo” justo por lo ruidosa que es, hay que ser escandalosos en ocasiones, ahí estaba llegando a mi mente la conexión por ejemplo a “Los colores y papá” a su musicalidad y a como resuenan las palabras: “Esos conejos no eran conejos papá. Eran corderos. No tenían patas. Eran horrendos y yo tenía miedo. Mamá seguía levitando y los coyotes aullaban. Mamá te dirá que no es cierto. Te dirá que los coyotes eran mis amigos. Que yo dormía con ellos. No es verdad. No creas en sus palabras”.
Usamos el dispositivo del lenguaje para moldear nuestra manera de mirar el mundo, tal vez esencialmente básico lo que estoy diciendo, reconocer como resuena el lenguaje escrito. En Epafrodito encuentro todo eso que me remite a Héctor a como activa todas las alarmas ruidosas del lenguaje y de súbito pasa por un género y otro, dice que tiene algo que arreglar con el cuento, como si no se llevaran bien pero se mueve con comodidad en el ensayo, en el poema, en los consejos y las listas, en las vivencias, toda esa poética oscura que no es más que el destello de luz que es difícil de apagar.
Me gustaría entrevistar a Héctor platicar con él y con todos ustedes, creo que es el único lugar seguro por ahora, quisiera saber por qué es tan enciclopédico, si sus reuniones de café son muy productivas y si alguna vez piensa que cuando dice que sus series de libros han concluido no se da cuenta que nos está mintiendo desde la mirada creativa de aquel que no termina de producir, cuando la arcilla de la creación se convierte en un play-doh apachurrable para que Héctor me conteste algo como: “Nada se crea sin que algo se destruya. De alguna manera ese proceso es la dichosa transformación. Ciertamente la poesía no es mucho más que eso. El niño es el primero en saber que él mismo se transformará, aunque su presente sea eterno. Su deseo y necesidad son justamente su infancia: las llamas donde arderá su pasado y su futuro. Algo similar ocurre en el poeta con su propio yo. La infancia es la adultez de la poesía. Este planeta el lugar donde deben volver los cantos”.
Así percibo a Héctor inagotable y perenne nos encontramos en el siguiente trayecto de su diseño de procesos continuos, mientras tanto que Epafrodito (o de la poética oscura) y todos los lugares de los que toma estos textos nos cobijen en Colima, en México de nuevo en este diciembre de 2024, donde 11 años después Karina y Gabriel siguen compartiendo la vida hermosa mientras leen los poemas del poeta chileno.
Museo Universitario de Artes Populares Ma. Teresa Pomar
Colima, 5 de diciembre, 2024
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Epafrodito (o de la poética oscura) de Héctor Hernández Montecinos.
Por Karina Ortiz Bonales