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Un umbral de la catástrofe íntima.
Sobre Dub-Sar (La angustia de Gilgamesh por la muerte de la escritura): (Ciudad de México: Aldus/UANL, 2013)
de Nérvinson Machado.
Por Héctor Hernández Montecinos
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Es más que el fin de los metarrelatos como se predijo en los ochenta. Es más que el fin de la historia como se predijo en los noventa. No es sólo la crisis ecológica, o de los paradigmas culturales o del propio capitalismo. Estamos en un momento en que nos enfrentamos a nuestra propia desaparición como especie. La catástrofe. No es la primera vez que sucede, pero sí la primera en que las causas las hemos originados nosotros mismos.
La catástrofe a la que nos enfrentamos. Nuestra catástrofe. Tiene muchos rostros. La mayoría de ellos seductores y ergonométricos, con códigos de barras, banda ancha o pago en línea. Tiene que ver con que hemos entendido las ruinas como monumentos. Me refiero a las ruinas contemporáneas tanto tecnológicas como intelectuales y el (sobre)valor que le hemos asignado.
Vivimos rodeados de ruinas y nos encanta porque no las vemos (o no las queremos ver): ciudades devastadas por el capital, comunidades desoladas por el hambre y la tristeza, cataclismos ecológicos en nuestra propia casa y genocidios creativos en las escuelas y familias. Nunca el ser humano había tenido que lidiar con un enemigo tan poderoso como ocurre actualmente. Ese enemigo es la hipocresía.
Nos importa la violencia social, el ultraje a los pobres e indígenas pero sólo si es en nuestro país y si de rebote en algún momento eso posiblemente nos va a afectar. Digo esto siendo absolutamente optimista. Las redes sociales están saturadas de beneficencia moral, de campañas humanitarias ridículas, de piedad con un solo click. ¿Qué es esto? La ruina de la ética y el triunfo absoluto del deseo.
Agujeros negros que jamás se llenan, nunca se satisfacen, siempre piden más. Así el capitalismo a través del deseo construye ruinas concupiscentes que no cesan de actualizarse, de exhibirse como novedad, de parecer útiles y no lo son. El deseo es la gran catástrofe íntima pues anula la objeción y la renuncia, abre líneas genealógicas que no conectan más que con sí mismas y suspende lo realmente necesario para instalar lo irrealmente placentero.
La epopeya de Gilgamesh trata sobre esto, pero dicho diez mil años antes. Es la épica de la necesidad. Un tirano que debe enfrentarse a su propio doble, a una réplica inversa, a su complemento es la excusa para la aparición de Enkidú, metáfora de la civilización y de algún modo un designio.
Un mono semántico que mediante una prostituta sagrada accede a una humanidad, a una civilización y a una identidad. Esa hieródula no es otra que el lenguaje, la herramienta que al ser humano le ha dado la capacidad de iluminar la realidad, de ser parte de una transacción entre un adentro y un afuera, un yo y un mundo.
Es la historia de la civilización, el poder y la palabra. Es nuestra propia historia. Es el diálogo que Nérvinson Machado ha abierto para escribir su notable libro Dub-Sar (La angustia de Gilgamesh por la muerte de la escritura).
En el prólogo del libro se nos recuerda que Irak, tan desgraciadamente famosa hace un tiempo, es no sólo la cuna de la escritura sino de la civilización occidental. Entonces volvemos a pensar en la relación mancomunada entre escritura y civilización, pero aun más, preguntarnos si esta tensión es recíproca. Quiero decir que si acaso un colapso civilizatorio implicaría un desastre de las escrituras o viceversa. Esta es la pregunta que como lector del libro, de un libro, de todos los libros de la historia desde esas tablillas de barro hasta este dispositivo tecnológico en el que escribo es posible enunciar. ‘La angustia de Gilgamesh por la muerte de la escritura’, que es el subtítulo del libro, nos da un indicio, una entrada de lectura. Un umbral.
Hemos creído que el origen de la civilización es la escritura. Lo hemos creído porque escribimos, nos servimos del lenguaje tal como él se sirve de nosotros en su devenir y su genealogía ¿Qué es una civilización sino las luces con las que se iluminó? Un hombre muere y con él su civilización que no es más que la historia de su escritura. Su historia como humanidad y su humanidad como la capacidad de llamar y llamarse. Palabras incendiado campos, versos iluminando cavernas, vocales alejando a las bestias y al frío. El lenguaje está vivo y nos antecede. Le pertenecemos a él. Es esa angustia a la que los antiguos tuvieron que enfrentarse luchando contra la eternidad. Esa fue su catástrofe. Fue y será.
Los sabios sumerios eran sagrados por eso. Por ser los que portan la escritura. Esa formación, ese aprendizaje, esa traición significa la palabra Dub Sar. Convertir la vida en lenguaje, los animales en letras, los paisajes en oraciones, los accidentes geográficos en accidentes gramaticales, es decir, la sangre en tinta y los cuerpos en papel. Esa es tanto la épica de los sumerios, acadios, hititas, egipcios, tibetanos, y otros a los que el autor concita en esta nueva epopeya contemporánea de una vida enfrentada a su fin, enfrentada al fin de su mundo, enfrentada al fin de la representación de ese mundo fundacional.
Nérvinson Machado construye este libro desmontando ese género literario también en ruinas pero quizá por eso el más actual y contingente en este nuevo siglo. De algún modo descorre la línea imaginaria temporal de la historia para hacernos pensar en nuevos viejos clásicos como lo es el estrato cultural del cual nace esta brillante obra. Nínive, Uruk y Ur se iluminan al atardecer lírico junto a Chichen Itzá y Machu Picchu mientras que Troya, Tenochtitlán, Alejandría y Ciudad Juárez aparecen y desaparecen como espejismos en el desierto de la mente de la humanidad.
Dub-Sar (La angustia de Gilgamesh por la muerte de la escritura) es uno de esos libros que nadie estaba esperando pues nadie pensaba que se podía escribir algo así el día de hoy. No tan sólo en el concierto de estas novísimas escrituras poéticas de Latinoamérica, sino en el sentido global de lo que significan los restos de la literatura en un mundo en crisis, o mejor dicho, que administra su crisis desde el capitalismo. Se trata de una obra mayor que con este libro abre un punto de fuga, un nuevo vector en un proyecto de escritura que nos sorprende por su potencia y a la vez su delicadeza y brillantez. Este libro como los libros de los muertos está hecho no para leerse sino para recitarse después que lo hemos dejado todo. Es una arriesgada apuesta que logra superar el polvo cultural y el paso de los años de servidumbre e hipocresía editorial. Dub-Sar (La angustia de Gilgamesh por la muerte de la escritura) sea quizá el primero de nuestros clásicos del siglo XXI. Lo sabremos en diez mil años más.
Monterrey, 31 de mayo, 2013 d. C.