LECHE FLAQUITA BRUTAL
Presentación de Delirium semen (Ciudad de México: Aldus, 2010) de León Félix Batista
Por Héctor Hernández Montecinos
Las colecciones sólo por ser colecciones, de lo que sean, tienen algo de mapa, de cartografía, una fuerza incompleta de movimiento que se detiene en la materialidad de esa compilación, totalitaria en potencia y colectiva como unidad. Recopilaciones de objetos, de palabras, de hechos, de imágenes se superponen como fotogramas de lo que podemos asociar como contemporáneo, entendiendo esto como la sensación de lo actual que quizá pase por ese conjunto de colecciones de las cuales somos parte o no. Digo esto pensando en lo coetáneo que pueden ser por ejemplo Borges y Perec, como acumuladores de materias literarias bajo el telescopio y el microscopio respectivamente de la ficción.
Hay allí un anhelo, un sueño, una idea vana de abarcar una parcela de mundo, una zona autónoma que no escape de la palabra, de la mano que reúne y nomina. Así el libro es una colección de espectros, de monstruos, de injertos, de abortos, de cadáveres, es decir, de lenguaje, atrapado en la tumba blanca que es la página y el desierto seco que es el papel. Más allá de las textualidades, cada libro es una reunión de acontecimientos, y cada acontecimiento a su vez de otros acontecimientos, y así fractalmente hasta llegar al grado cero que no es más que el antecedente del 1, es decir de la totalidad al vacío y del vacío a la totalidad.
Delirium semen del poeta dominicano León Félix Batista es un almanaque de conceptos, de entradas etimológicas pero no de definiciones. Nada es nombrable en el área del deseo, sólo sinestesia, imagen, blanco chorreo semántico que fluye entre las palabras. El orden alfabético es un mero recuerdo de la posición de la boca al pronunciar, al saborear el aire, tantear las esporas que flotan en otro ciclo de reproducción que anula los cuerpos como soportes, los fluidos como una babel genética. El afán enciclopedista es invertido por una fábula que se va contando bajo la casilla aparente de una explicación, una suerte de novela secreta que se cuela entre las enormes mayúsculas del alfabeto y las entradas en negrita que componen esta familia edípica y cachonda.
En el erotismo cada palabra es un hecho, un acto, un gesto, una mirada que huye o va hacia el deseo. Es pura intermitencia, es un ir y devenir. No permite que algo sea nombrado, que no cobre existencia, pues la atracción gravitacional que hay entre el cuerpo y la palabra es la del placer, placer del texto, textualidad del placer, orgía entre escritor y lector, voyerismo en papel. Es decir, que en el gran desenfreno que se produce entre la mano y la página, entre los dedos y el teclado, no existe otra posibilidad que el deseo y la repulsión de ese deseo, que es una forma más profunda y por qué no decir, más neurótica de desear, como se puede ver en las transversales de los textos de Delirium semen, que no preguntan por un porqué, sino siempre están siendo y acabando.
Cuando todo el terminolecto sobre los devenires del deseo parecía ya arrinconado desde las frías academias emparentándolo con el amor, la philia, el ágape, el eros, la transferencia, es que nuevas formas de inscribir lo erótico se han abierto paso en la poesía latinoamericana actual, por ejemplo como el caso de la exuberancia de Marosa di Giorgio, o el labial de Perlongher. En estas obras, como en la de León Félix Batista, textura de la escritura es correspondiente a la sexura de esa operación, a modo de un juego perverso de las manos, la mirada y la lengua. Esto es, que si el discurso amoroso había sido fragmentado por Barthes, genealogizado por Kristeva o vacíado por Derrida, desde la poesía aparece este gesto especular y paródico de montaje, más bien un guiño iluminista e iluminador al coquetear, al desearse en el campo semántico, seméntico, del deseo, el delirio y la luz.
Como en el poema “XXX” donde se señala: “Esto es algo diferente: la disolución de lo físico”, ciertamente Delirium semen suspende al cuerpo, al yo de ese cuerpo y lo ficcionaliza como una zona erógena de la lengua, lo observa como una película XXX, pero viendo allí una triple incógnita, pues no sabemos a ciencia cierta si es un “vocabulario erótico” como dice el subtítulo del libro, una novelita pulsionalmente barroca o un conjunto de poemas escondidos dentro de una colección de títulos que hacen referencia al deseo y sus propias fracturas.
Sea como sea, Delirium semen de León Félix Batista es uno de los importantes libros que nos llegan desde República Dominicana, que cruzan nuestros propios charcos y pantanos del mundo editorial y aparecen con una frescura y brío que no sólo amplía lo que entendemos por poesía latinoamericana, sino que esas ínsulas ya no nos son tan extrañas ni lejanas, sino ciertamente un espejo donde poder tensionar nuestras propias genealogías y representaciones tanto como sujetos, como autores o como textualidades de ese alguien que nos escribe desde alguna parte del universo después del delirium tremens que significó el bingbang, la explosión de la luz y su desciframiento genético en el semen que es la Vía Láctea de esta misma noche. Salgamos a verla. Salgamos ya a la noche.
Ciudad de México, 24 de septiembre de 2010