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          Presentación  de Huesos de mi último árbol (Stgo:  Ventana Abierta, 2012) de Mireya Zúñiga Noemí.
        Por  Héctor Hernández Montecinos
        
        
        
        
         
        
       
 
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        Al momento de escribir, de  representar, algo aparece pero a la vez algo ha desaparecido. Aparecen señales,  imágenes, signos que algunos llaman letras o palabras. Aparecen papiros, rollos  estirados de celulosa, libros. Aparecen voces. Aparece un autor, una autora,  una autoría. Aparecen múltiples historias y recuerdos. Aparece un mundo  imaginario. Aparece un universo paralelo. Aparecen un tú y un yo. Aparece la  literatura. 
        Un libro nos transforma,  como escritores y como lectores. Si escribo es porque me estoy transformando,  es decir en otras palabras, estoy muriendo. Todo libro es un testamento. Todo  muere. Todo se transforma. La vida es pura transformación. Quien no se  transforma muere dos veces. El lector asiste como espectador telepático y se  transforma. Si eso no sucede algo no anda bien. Lo más probable es que eso pase  pues lo que de fondo ha desaparecido es la vida misma. Sin embargo, no ha  desaparecido sino que se ha transformado. Al momento de escribir todo el mundo  se calla. Es el fin del mundo. Todo libre tiene 2012 páginas y 2012 versos y  2012 palabras y 2012 letras. Es el fin del mundo y el comienzo de un país. Hoy.
        Hoy en Chile es un día de duelo.  Ha muerto un muchacho. Todo muchacho es un libro. Nace un libro. Es la  presentación de Huesos de mi último árbol de Mireya Zúñiga. Es la muerte de Daniel Zamudio. El azar es una teoría. La  casualidad también. Incluso la muerte lo es tanto o más que la propia vida.  Este libro habla desde esa vida hasta esa muerte. Lo cruza la historia de una  desaparición. Mireya y Daniel se hablan. No lo saben.
        El libro está dividido en  tres partes. Cada una de ellas es una historia en sí. Un ecosistema lírico.  Tiene una auto-organización singular que se empuja a sí misma. Diferencia y  repetición es el eco. Intensidad e intensidad. Exterior. 
        “Montado en la joroba de un  ángel”, la primera parte, a su vez vuelve a dividirse y cada poema se divide en  sí. Es la fabulación de un viaje desde un fin hasta la resurrección. Otra  finalidad. Como si se tratara de una invocación genética que emprende camino  hacia el origen verdadero, ‘el mar del fin del mundo’ lo ha llamado la autora,  hasta la elevación “detrás de la atmósfera”, donde ya no hay desaparición. Ni  nada. Salvo la figura de un hombre fragmentario y fantasmal que reclama su  propia visión. Su derecho inalienable a la sinestesia.
        “En la secreta casa de la  noche” es la segunda parte de este libro. El viaje se materializa. Abandona su  pulsión de paisaje. Decanta en la figura de una habitación universal que dura lo  que duran las pisadas de una sonámbula sobre la hiedra. Hay un jardinero. Un  esqueleto. Una sombra. Niñas muertas. Y voces que no dejan de cantar en versos.  A modo de una pesadilla que siempre estuvo.
         “Canción para ángeles muertos”, tercera parte  y final. No sólo evoca y deconstruye el camino emprendido hasta ese momento sino  que profundiza aun más en esa pregunta por la muerte. La muerte de una obra que  es su transformación en un tiempo determinado. Los propios ángeles muertos son  canciones. Todo libro es un testamento. Repetirse es ir muriendo y cantando. En  sí, Huesos de mi último árbol es un  bosque al cual la autora ha regresado años y años. Vuelve cada vez con ojos más  profundos y una luz grande de su garganta cantarina. Celebro este libro y a su  autora, Mireya, pues nos demuestra que el espíritu ígneo de la poesía no  empieza ni acaba, siempre es. 
        Al inicio de esta  presentación me referí a Daniel Zamudio. Lo vuelvo a mencionar pues la autora  en este último capítulo de su trilogía ha escrito uno de los poemas más  conmovedores para él. Años antes de hoy. A kilómetros de donde todo ocurrió. La  poesía sigue siendo un misterio. Más en este luto que vivimos. Chile y la  poesía. El poema se llama “Cuando se desangra un lindo chico”. Está dedicado a  mí, pero sé que Mireya me permitirá que se lo dediquemos a todos los Danieles  Zamudios de este país que han muerto en manos de esos que odian la poesía, es  decir, en manos de quienes no creen en esa transformación.
         Santiago,  28 de marzo de 2012.
        
          Cuando  se desangra un lindo Chico.
                
            Cuando se desangra un lindo Chico 
            salen ciudades enteras de sus venas:
            
            Sale un caballito de mar
            Y un caballo sin cuello
            
            Sale un oso hormiguero
            Y una hormiga sin hocico y ciega
            
            Sale una orquídea azul
            Y una cala prístina
            
            Sale una duna y otra duna
            Y el desierto completo
            
            Sale un desván: grito perdido en la penumbra,  descanso de la aurora,
            Tren desvelado, llamas de rocío ardiendo, fantasma  suelto, mar,
            Noche enronquecida por amapolas agrias, lúgubre  espanto, graznidos,
            Trenzas, relinchos, caracol hambriento, pezuña de  pie herido, cajones,
            Rodillas mordidas por siniestros gavilanes, vientre  escamoso,
            Senderos de caballos sin cabeza, pena, tripas de  muertos en garajes,
            Intestinos temidos, ombligos gigantescos, dientes  de invierno y vómitos,
            Ojeras moribundas, perforadas violetas, aullidos de  novia mutilada
            
            Eso y mucho más
            
            Un grillo con espigas por antenas
            Un zorro miope llevando en sus ijares montada a una  gallina
            Una paloma con alas de cuchillos
            Un gavilán se lo come la paloma que crece le crece  el pico igual
            
            Eso y mucho más
            
            Un director de orquesta jubilado
            Un viento coreógrafo infinito
            Un trueno a punto de perder la garganta
            Unas rodillas tajeadas y famélicas
            
            Eso y mucho más
            
            Un tren descarrilado bocaarriba 
            Un barco oxidado en el desierto 
            
            Flores de plástico
            
            Una lágrima solitaria
            En el párpado de mi Chico 
            
            Cuando se desangra un lindo Chico 
            Salen ciudades enteras de sus venas
            
            Eso y mucho más.