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EL BAÚL DEL SASTRE
PALPITA CON LUZ PROPIA Y AJENA
(Fragmentos de muy variada índole)
Por Hernán Lavín Cerda
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UNO
Su Majestad el Lobo Sapiens, alias ¿Hernán Lavín Cerda o más bien el Otro, siempre el Otro?, toma las precauciones del caso y se pone todos los parches del mundo antes de la herida, con el único propósito de no herir susceptibilidades. Sólo entonces van surgiendo las apariciones más o menos fragmentarias, allí donde la memoria ya no es tan fiel a sí misma y todo puede ocurrir, incluso aquello, subrepticiamente aquello. La nariz del fisgón lo huele todo, casi todo, lo cual no es muy preciso, sin duda, desde el villorrio—mundo que es la Ciudad de México en plena expansión, todavía, como le gustaba decir a Gonzalo Rojas.
Supongamos que aún es el 6 de junio del año 2003 y alguien entrevista a Boris Bezama en el diario La Segunda, de Santiago de Chile. Las notas que uno toma son casi taquigráficas por lo escuetas. Se atomiza entonces el lenguaje. Nuestras notas de aquel tiempo dicen más o menos lo siguiente: Sun Axelsson, escritora sueca. Fue pareja sentimental de Nicanor Parra en la década de 1960 y hoy nos habla desde la isla de Leros, allá en Grecia. Uno de sus libros se editará en Chile: Las orillas de lo eterno. Sun veranea en Grecia desde hace treinta años. Nicanor Parra, por lo que se sabe, se volvió casi loco de amor por ella. “Vivíamos juntos en mi cuarto de estudiante en Estocolmo. En cierto modo, yo le ayudaba a mantenerse. Él dijo que luego me ayudaría en Santiago de Chile, pero algo sucedió y no fue así. Nicanor era un encanto. Un ser increíble, muy inteligente y con mucho sentido del humor. Podía cambiar de temperamento y de situaciones muy rápidamente, así como también de amores. Al fin pude viajar rumbo a Santiago de Chile porque él me lo pidió durante un año a través de cartas que iban y venían. De cualquier modo, Nicanor era muy celoso en aquel tiempo”.
La escritora sueca ha llegado a decir que algunas veces la castigaba dejándola bajo llave. “No me permitía, incluso, que yo asistiera al Instituto Pedagógico para continuar mis estudios. Ahora comprendo todo. La verdad es que no se atrevía a contarle a su mujer en ese tiempo, Inge Palmer, que yo iba a llegar a Santiago de Chile porque él me lo había pedido. Al fin regresé a Suecia después de vivir dos años en Chile y sólo tres meses con el antipoeta. En otro viaje a Santiago lo encontré solo y corrigiendo pruebas o exámenes de sus alumnos. Alguna vez me dijo que al descubrir y leer a T.S. Eliot se dio cuenta de que él también podía escribir poesía, aun cuando fuese un matemático. Lo encontré con sus pantalones de cotelé que yo le había regalado. Siempre había dicho que si yo lo dejaba, él iba a enterrar sus pantalones, pero no lo hizo. Confieso que Nicanor me ha dado el valor y la fuerza para enfrentarme a todo en esta vida. En un tiempo fue muy dulce conmigo, pero no pudo decidirse con cuál mujer podía navegar. Sin duda que es capaz de hacer bromas increíblemente geniales que no son fácilmente traducibles a otros idiomas. Es difícil para los suecos comprender en qué momento Nicanor Parra se esconde en su laberinto…” Lo persigue el Premio Nobel. Ha sido postulado cinco veces. Algunos dicen que así ocurre porque otros dos chilenos, Gabriela Mistral y Pablo Neruda, ya lo obtuvieron. Sun Axelsson puede hablar en siete idiomas. Se define como totalmente de izquierda “y no como otros”. Tiene más de 75 años y enviudó de Michael Piper, un escultor inglés con quien estuvo casada durante 35 años. Anualmente acudían a Leros, aquella isla donde los griegos construyeron el manicomio más grande del país. Un glaucoma en uno de sus ojos no le permite desplazarse sola. Alguna vez llegó a decir que Nicanor es algo frío, cerebral, matemático y taoísta. El poeta Sergio Badilla, quien vivió casi 20 años en Suecia como exiliado, dijo alguna vez que Nicanor Parra ha tenido una suerte salvaje con las mujeres. “Le conocí como a nueve parejas”. Él vivía con Inge Palmer cuando llegó Sun Axelsson desde Estocolmo con sus 23 años y una maleta en busca de su amor. El antipoeta enloqueció por ella y sus ojos profundamente azules.
La antología Manchas en la pared contiene 70 poemas de Nicanor Parra y fue publicado en idioma sueco en el 2003. Y Rigas Kapatos ya tradujo los Poemas y Antipoemas al griego. Fue Pedro Lastra quien se comunicó telefónicamente desde New York para darle la noticia. ¿Dónde se cruzan la poesía y las matemáticas? ¡En el infinito, como siempre, en el infinito!”, sonríe el antipoeta. “Al Fondo de Cultura Económica le pedí un buen anticipo por mis obras completas: un millón de dólares nomás, pero parece que se asustaron y dejaron de insistirme. Lo mismo sucedió con Alfaguara. Lo cierto es que yo no le trabajo gratis a nadie. Por otro lado y cambiando de tema, pienso que lo recomendable es jugar en dos planos simultáneamente: el de la broma y el de la seriedad. Reconozco que nunca se sabe si hablo en serio o en broma, y llego a creer que es el mejor método para sobrevivir”. Su madre, doña Clara Sandoval, llegó a decir alguna vez: “Nicanor es un niño problemático. Le cuesta respirar y se lo pasa haciendo dibujos en el aire. También habla hasta por los codos. Y nunca se sabe si está hablando en serio o en broma”. Y el antipoeta dice con algo de precisión: “Fue Jorge Luis Borges quien dijo que no había que preocuparse por el plagio, puesto que entre todos estamos escribiendo un gran libro. Ahora bien, ahora mal, si pensamos en esas escrituras mías que se llaman artefactos, podemos ver que allí no queda nada de la impostación del poeta. Caben todos los hallazgos. Es el lenguaje mismo, ante nuestros ojos, el que estalla en su estado más primitivo o salvaje”.
DOS
Visiones fragmentarias o píldoras multiformes que alguna vez salieron de los labios de Nicanor Parra: “Pienso que la alquimia verbal no es la solución que precisa una sociedad enferma”. ¿Y la antipoesía? “Una reflexión que va más allá del parnasianismo y del modernismo”. “Nada hay más terrible que la mansedumbre globalizadora”. “No son pocos los ecologistas que han sido infiltrados por los ecofascistas”. Y de improviso estos versos que ya ni siquiera me atrevo a saber si son de Don Nica o de Vuestro Inseguro Servidor, alias el Otro, sí, Su Majestad el Lobo Sapiens, a menudo el Otro. Durante todos los durantes, la cosa dice más o menos así: “Asómate a la vergüenza,/ cara de poca ventana./ Y dame un vaso de sed/ que vengo muerto de agua.// Adieu, mes amis: me pego un tiro/ más allá de la huidobriana lengua/ porque no soporto la música ambiental”. Por lo que ustedes pueden ver, para sobrevivir habría que inventarse, escrituralmente hablando, una especie de delirio poético. No está mal que continuemos la tradición fundacional, pero dinamitándola más bien transfigurándola por dentro y por fuera. Aún estamos vivos, sí, más o menos vivos, gracias a la existencia de un delirio (la obra) que se sobrepone a la terrible realidad. “¿Qué mundo es éste donde un loco a pierna suelta y con los testículos en la mano del corazón, se atreve a decirles que deberíamos avergonzarnos por dentro y por fuera?” Y vuelta a lo mismo, entonces, vuelta a lo mismo de lo mismo: la imperiosa necesidad de inventarse un delirio poéticamente escritural para poder sobrevivir. Ahí está la tradición fundacional para que la transfiguremos. Seguimos vivos, así es, porque hay un delirio, la obra misma, que se sobrepone a la terrible realidad. Vicente Huidobro llegó a decirnos en su momento cumbre: “Un poeta debe atreverse a decir aquellas cosas que nunca se dirían sin él. Sólo por medio de la poesía el ser humano resuelve sus desequilibrios, creando un nuevo equilibrio mágico o tal vez un mayor desequilibrio”. Volvamos a Parra, quien dijo alguna vez, hace ya un buen tiempo. Dos puntos: “Antes, los hechos literarios repercutían. Ahora casi no hay eco. Todos estamos trabajando en el aire y pareciera que a nadie le importa nada. Nadie dice nada sobre nadie”.
TRES
Ahora es Gonzalo Rojas el que aparece en el aire, sí, del aire al aire, como hubiera dicho Pablo Neruda, y aún estamos en diciembre del año 2003:
--Yo soy un poeta genealógico. Creo en la progenie o en la progenia. Sospecho que todo esto es un gran coro. Hablo de nuestro oficio, naturalmente. Por eso no creo gran cosa en la famosa “originalidad”. Todo se me ofrece como un ejercicio de rescate. Eso me lo dijo o más bien me lo enseñó Julio Cortázar. No es que yo diga que soy pariente de Friedrich Nietzshe o de Charles Chaplin, pero ellos son mi parentela. Al menos hay dos parentelas: la sanguínea, de tus ancestros, y la imaginaria, que es preciosa y nos amarra en un hermoso juego de hilos invisibles. Y qué decir de la realidad presente donde parece que nos han expulsado de la Historia y del futuro, sí, de toda posibilidad que no retumbe en las cuatro paredes del presente donde nos tienen encerrados. ¿La poesía puede ser un modo de abrir fisuras en las paredes? Yo creo que sí. Los poetas rompemos dicha cerrazón. Aunque no nos publiquen. Aunque los editores o comerciantes digan que no se vende la poesía. ¿Cuándo se ha vendido realmente? Ella penetra despacio por debajo de las puertas, los vidrios, las ventanas, y se queda tranquila. La poesía es fisura y rompe con la confusión interminable que observamos en la llamada realidad real. Aparentemente las palabras fax o stock han reemplazado a la sílaba preciosa. Pero la poesía se hace con palabras y las palabras tienen sílabas. Los poetas, entonces, silabeamos el mundo, y al silabear respiramos y hay un neuma ígneo que funciona ahí, como diría el viejo Heráclito. Para mí el déficit o limitación de estas décadas recientes se debe a que no hay confianza en el prodigio silábico—vocálico, en esa cromatización vocálica a la que se refería Arthur Rimbaud con tanta gracia. Cuando leo a San Juan de la Cruz, que es mi poeta máximo, ¿cómo podría leerlo rápidamente? Es imposible. Pienso que en este momento del mundo en que todo es prisa, locura de la impaciencia y espejismo del éxito, estas lentitudes, estas morosidades, este demorarse, este silabear el mundo es al fin lo más trascendente. Charles Baudelaire se reía de la palabra progreso. La verdad es que uno no progresa. Uno más bien profundiza en sus obsesiones de siempre. Sin duda que los poetas somos obsesivos. Uno no progresa: uno más bien explora. Sospecho que no he ganado mucho en lenguaje o en visión. Mi ejercicio poético es una metamorfosis de lo mismo. Yo creo en esto, creo en el instante, y el milagroso instante es lo eterno. Lo que digo no es un mero juego de palabras. ¿Eso mismo no será una visión mística? Sí. ¿No será que todo es igual a uno mismo? Creo que uno siempre es parido: parto soy, seré parto, sí, parto, parto. Nacemos incesantemente. Y cuando se nace, se nace de alguien o de algo: no sólo de una mujer, sino de algún pensamiento o de una situación. También se nace del aire. La poesía es un gran ejercicio respiratorio. Por otra parte, pienso que todos somos exiliados o exiliables. Al fin, más bien desde el principio, se nos dio el arte de la palabra para ser testigos y decir el mundo como hay que decirlo. ¿De la putrefacción a la ilusión? No hay poetas originales. Métanselo en las honduras más o menos sinuosas de la cabeza: todos somos parte del gran coro. La tradición funciona siempre. No es posible prescindir de ella, de los que nos precedieron, sean de Occidente o de Oriente. La tradición es indispensable porque nos proporciona una mirada nueva, fresca, respecto al sentido de la consulta de lo inmediato… Las vanguardias, como las modas, también envejecen. Por eso el poeta debe mirar para atrás y para adelante al mismo tiempo. No puedo negar que me gusta escribir desde el enigma. Al fin uno escribe de lo que no sabe: el enigma. ¿Su Majestad el Enigma? Ese pensamiento secreto, oscuro, que puede venir del subconsciente más profundo… Una vez más lo repito: soy y seré un animal rítmico. Me encanta ese juego entre sístole y diástole. Muchos poetas de hoy no tienen idea de lo que es la sílaba. Saben de computación e informática, pero desconocen lo que es la sílaba. En cambio, los niños saben del silabeo y del balbuceo esencial. Julio Cortázar se dio cuenta de que yo era como un niño que andaba balbuceando el mundo. Por otra parte, que al fin es lo mismo de lo mismo, diré que soy religioso en el sentido de que todo está convenientemente urdido y hay que descubrir el largo parentesco de las cosas. Ahí está la clave: religar-religión-religar. Es decir amarrar de nuevo lo que aparentemente está disperso. La palabra nos fue dada por el Dador-Dios-Dador de muchas idas, vueltas y venidas. Sospecho que la mujer es el epicentro de todo. Es agua de fundamento. Agua amniótica donde vivimos durante 9 meses… El tiempo es sólo una vibración: no se puede definir. ¿Qué se ama cuando se ama? La idea de este verso mío viene de Plotino. Sin duda no con estas palabras, pero al fin es la misma idea. Todos venimos de otros. No te muevas, instante, párate ahí: no te muevas más allá de tu belleza, la belleza que te pertenece y no te pertenece, como la sombra del aire en el Aire del Mundo.
Al fin no soy más que un testigo inmediato de la vida inmediata. Un testigo político, pero sin consigna. Todo parte del Eros, al menos para mí. En el Eros está lo sagrado y también lo enigmático: el no saber. Celebro la importancia del mestizaje. En Chile muchos se vanaglorian de ser muy blancos. Olvidan su mestizaje, su pasado indígena. Hay países muy ricos en este sentido, como Perú, Bolivia, México. Octavio Paz, quien aparece como muy europeo, ha escrito una obra de reflexión sobre lo mestizo de México: “El laberinto de la soledad”. En Chile hay todavía una tendencia a olvidar nuestra condición mestiza. Gabriela Mistral es mestiza, como César Vallejo y tantos otros. En Chile hay un arribismo terrible que nos hace mucho mal. El salto cualitativo no irá por ahí, obviamente. Las sangres puras, que nunca han sido muy puras, al fin se momifican sin brillo, sin esperanza.
CUATRO
Alguna vez vi en Santiago de Chile, hace muchos años, a un poeta filosófico y vestido de negro. Un personaje de apariencia no muy frecuente: traje oscuro y una barbita que apuntaba hacia la pulcritud y la elegancia no sólo del espíritu. Me refiero a David Rosenmann-Taub, autor del libro “Cortejo y Epinicio”, himno triunfal, cuya primera edición es de 1949. Fue reeditado por LOM en el año 2003. Este poeta nació en 1927 y su obra no es muy divulgada. Más de alguna voz autorizada ha dicho que Rosenmann-Taub es uno de los mayores poetas de nuestro idioma.
He aquí unas cuantas observaciones que le pertenecen: “Cuando la poesía contiene un elemento de conocimiento que va más allá del conocimiento inmediato, donde a través de la voz del poeta está hablando la totalidad del ser humano, se dice vate: vaticinador. El autor no importa nada: lo que importa es la obra. Usted, como yo, en un tiempo más vamos a ser cenizas. Pero lo que hagamos de nosotros, la verdad de nosotros mismos (si hemos sido capaces de seguirla) es lo único que va a perdurar”.
¿Sigue Rosenmann-Taub viviendo en los Estados Unidos de Norteamérica?
CINCO
A continuación van estos Sueños de Nora, a quien Su Majestad el Lobo Sapiens conoce desde aquellos días en el Parque Forestal de Santiago de Chile, no muy lejos del Museo de Bellas Artes. Aquí se trata de la maestra de Literatura Latinoamericana, quien egresó del Instituto Pedagógico de la Universidad Católica Chile, y luego hizo su doctorado en Letras Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, en la década de 1970. Cierta vez me contó algunos de sus sueños. Al buscar carpetas antiguas, me encuentro con algún viejo manuscrito que dice a la letra:
1.- “Salgo de viaje en búsqueda de algo que desconozco. No sé, no sabía lo que buscaba. Una vez más lo digo: buscaba algo sin saber lo que buscaba. De pronto llegaba a un campo florido, un jardín; todo cubierto de césped y con algunos árboles. Allí, en un rincón, se hallaba el mapa o la maqueta a escala de otra vida. Sin duda que se trataba del Más Allá. Ahí estaba todo el mundo en miniatura: palpitante, microscópico, lleno de vida propia y muy diferente a nuestra vida. Flores, arañas, hormigas, y otros insectos de muy variada índole. Me decían “pase por aquí, no hay nada que temer, pase por aquí. Entonces llegaba a unas casas no muy grandes y con algunos ancianos ya muertos, llenos de polvo. Ellos custodiaban bibliotecas cubiertas de polvo y con enredaderas. Los más viejos me enseñaban los mapas de la otra vida. Eran también los mapas de los muertos. La gente que ahí estaba pertenecía a otra dimensión. Yo me sentía dentro de un mundo de mucha paz y de una gran sabiduría, donde al fin todas las claves se descifraban. Con la posesión de aquellas claves, yo misma era capaz de hablar como un sabio. Me sorprendía de mi gran sabiduría. La vida, la muerte, la eternidad. Ya no existía lo desconocido. Todo estaba en orden: la sensación era de reposo y júbilo. No hubiera salido nunca de allí. Cuánta paz y cuánta sabiduría. Sin embargo, de pronto hubo que despertar. Pude ver entonces que había perdido esa plenitud. Fue algo muy doloroso. Cuando estuve en aquella otra dimensión de lo real, sentí que poseía las claves de la más absoluta sabiduría. Y lo perdí, lo perdimos todo al despertar. Me descubrí entonces como una persona común y corriente. Tuve en mis manos, incluso, algunas claves de la vida de los animales. Descubrí en verdad el significado del césped; no sólo de la palabra césped. ¿Por qué existe esa hojita y qué significa más allá de lo real esa nervadura? Lo mismo me sucedió con los insectos. Sentí entonces que estuve a punto de conocer o descubrir lo más profundo del secreto de la vida. El ánima original, sí, aquel soplo de los orígenes. Pocas veces en mi vida he sentido una felicidad y al mismo tiempo una gran tristeza por haber perdido esas claves, así es, la verdadera ánima”.
2.- Sólo recuerdo esa imagen: la esquina de una calle larga, muy larga, y al fondo esos árboles. Yo miraba al cielo profundo, azul, de un azul intenso, y sentía un estado de gracia en el aire. Había una iglesia blanca, demasiado blanca, que parecía brillar a lo lejos. De improviso fue apareciendo un helicóptero entre aquellas nubes no muy altas, y al fondo un Cristo, así es, un Sagrado Corazón de Jesús colgando del helicóptero.
3.- Ahora voy cruzando por una puerta hacia un recinto desconocido y muy extraño, al menos para mí. Todo se parece a un callejón. Al fondo, el portero me decía que por haber cruzado esa puerta, yo estaba inhabilitada para volver atrás, y debía seguir hacia adelante. El piso era de arena. Hombres y mujeres vestidos como para el circo, así como algunos luchadores. La atmósfera también era un tanto erótica, puesto que algunas parejas copulaban allá en el fondo. Todo el ambiente fue placentero y doloroso. Una mujer de orejas un tanto largas decía con lentitud, arrastrando el ritmo de su voz: “Aquí todo es profundo. Ojalá no les duela”. Todos vestían de colores fuertes al estilo del circo, pero con evidente sensualidad.
4.- Una vez más recuerdo que íbamos a través de una selva con animales más bien salvajes. Al fondo, una vieja tenía su choza y nos invitaba a dormir allí. Nos hablaba de la pobreza, sólo de la pobreza. Y de improviso aparecía un perro oscuro, demasiado oscuro, tratándose de un perro, aunque hay perros aún más oscuros de lo que ustedes creen. Había algo de lascivia en sus ojos. Se enamoraba de mí, tal vez del miedo que le teníamos. De improviso, el perro se transformaba en mi madre. Yo la abrazaba como al perro erótico y ella, casi agónica, me decía: “Tengo frío, hija, aún tengo mucho frío”.
SEIS
Recordemos ahora esas palabras tan lúcidas del poeta italiano Eugenio Montale (1896-1981), quien obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1975:
--También mañana las voces más importantes serán las de los artistas que hagan sentir, a través de su voz aislada, un eco del fatal aislamiento de cada uno de nosotros. En este sentido, sólo los aislados hablan, sólo los aislados comunican. Los demás, los hombres de las comunicaciones de masas, repiten, hacen eco, vulgarizan las palabras de los poetas, que hoy no son palabras de fe, pero quizás algún día podrán volver a serlo”.
SIETE
He aquí algunas palabras de Gonzalo Millán cuando se presentó en Santiago de Chile, en 1999, la antología poética de HLC “Música de fin de siglo”, con prólogo del poeta, narrador y maestro en la Universidad Nacional Autónoma de México, Vicente Quirarte, quien fue hace algunos años uno de sus alumnos más destacados. He aquí algunas palabras de Millán, cuya antología “Trece lunas”, aparece publicada en la misma colección Poetas Chilenos en Tierra Firme, del Fondo de Cultura Económica: “De acuerdo con las cartas del Tarot, Hernán Lavín Cerda es el loco, el prestidigitador, el brujo místico, el pícaro y el bromista. El alucinado. Lavín Cerda es el místico alucinado y el místico travieso”.
OCHO
¡Ahhh la cultura del Parque Forestal en Santiago de Chile, hacia el año 1947! Digámoslo entre exclamativos porque así fue. Vuestro Inseguro Servidor tenía ocho años de edad. ¿Quién habla? ¿Quién es el que escribe? “El maestro Roberto Humeres hablaba a los pies de aquel tilo del Forestal, con sus manos blancas de canónigo. ¿Quiénes aparecían allí? Eduardo Molina, el inolvidable Chico Molina con su elegancia de espíritu y su finísimo sentido del humor de muy distintos tonos, Luis Oyarzún, Nicanor Parra, Eduardo Anguita, Carlos Pedraza, Raúl de Veer, Gaby Garfias, Alejandro Jodorowsky, Claudio Giaconi, Armando Cassigoli, Enrique Lafourcade, María Eugenia Sanhueza, Enrique Lihn. Las clases del maestro Humeres duraban todo el día y, a veces, toda la noche. Continuaban en bares, restaurantes, talleres de pintores, paseos por el parque, viajes a Caleu, Horcón, Navidad. Como el liceo de los griegos: el Parque Forestal era un espacio para la reflexión, donde enseñaba Aristóteles, en las afueras de Atenas. Roberto Humeres era un Aristóteles criollo, enamorado de Marcel Proust y de la cultura no sólo de Francia”.
Lo que viene lo pongo una vez más entre comillas. “¿Habré escrito yo estas líneas en un estado de trance?” Lo digo sin falsa modestia. Racional, aunque no mucho, ¿racional hasta las lágrimas? A veces me confundo y la lengua, como un escarabajo, se me pega viscosamente al paladar: “Aún soy un positivista más o menos lógico, un positivista con mezclas de irracionalidad, ¿un positivista más o menos místico? ¡Vaya uno a saber! Supongamos que aún soy un erudito en música, teología y otras misceláneas. Soy un animal que se arma y se desarma, camaleónico, inquietante, mimético al modo de Woody Allen en su película Zelig. Estoy vivo en todas partes, casi desde siempre, aunque la vida esté una vez más en otra parte. A menudo escribo contra mi sombra, pero desde el fondo de mi sombra. Se trata de un exorcismo a la manera antigua. Qué dicha, ¿no? Cuánto júbilo, a pesar de todo y de todos. Soy un sobreviviente: la longevidad personificada. Racional hasta las lágrimas, a veces me confundo y la lengua, como un escarabajo, se me pega viscosamente al paladar. ¿Qué se hicieron “El socio”, de Jenaro Prieto, “El vampiro de trapo”, de Rafael Maluenda, y “Monsieur Pompier”, de Enrique Lihn? ¿Quién habla cuando aparentemente es uno el que habla? Aunque sospeches que de pronto no eres tú el que habla, no te muerdas la punta de la lengua y di lo que tengas que decir o repite lo que otros han dicho mejor que tú. Por ejemplo: “Siempre percibiste a Lihn como la encarnación física y espiritual de Stephen Dedalus. Cómico, trágico, tragicómico y fáustico y dionisíaco. ¿Un delgadísimo esqueleto atravesado, en su juventud, por el viento nocturno? Ahora sospechas que no eres tú el que habla, como a menudo te sucede: “Lihn fue en cierto modo un poeta alemán, casi alemán, de la Sturm und Drang, cruzado por los rayos. Un delgado esqueleto atravesando los vientos, derramando cuartillas, flores secas, maldiciones y suspiros, odiando la literatura que amaba, el arte que era su oxígeno, la belleza sin la que no podía vivir, corriendo de París a Nueva York con su maletín al hombro, esperando en los aeropuertos, enfurecido con la bendita o maldita poesía, y por supuesto con Rimbaud, quien se le adelantó y estaba allí y lo había dicho todo sobre el verbo. ¿Quién habla o escribe lo que escribimos y hablamos, cuando se supone que es uno el que habla? Luis Oyarzún lo dijo varias veces: “He conocido a pocas personas tan sensibles como Enrique Lihn”. ¿La poesía es la culpable del pecado original? ¿Qué hacer con aquella retórica que aún flota en el aire del mundo? Enrique hablaba y hablaba y hablaba, pero con fundamento. Podíamos estar de acuerdo o en desacuerdo con algunas de sus visiones, ¿y eso al fin qué importa? ¿Y por qué aparece de pronto Juliette Greco y su voz parisina y sugerente? No estamos en París, aun cuando siempre, de algún modo, casi, estamos en algún rincón de aquella ciudad que aún nos envuelve. Nunca podremos olvidarnos de la voz crepuscular de la finísima Juliette Greco. Alguna vez anduvo por Santiago de Chile, si la memoria no me es infiel, y José Tohá, quien dirigía el vespertino “Las noticias de Ultima Hora”, me pidió que fuera a la conferencia de prensa y allí la entrevistara. Pero una vez más surgen las dudas. ¿Quién y desde dónde se escribieron las siguiente palabras entre comillas: “Unos labios de princesa egipcia, una cintura casi perfecta, aun cuando nada es perfecto en este mundo, una cabellera más oscura y persistente que el olvido. Canta o más bien cantaba sin esfuerzo, como hablando con la sutileza de la media voz. La sutileza que es sensualidad. El flequillo sobre la frente. La cintura, como en un sueño, acinturadísima. Casi no abría la boca, pero la timidez y la sonrisa estaban allí: no brillaban por su ausencia, ¿gracias al Altísimo? El ritual pudo suceder en París, a la hora del crepúsculo vespertino, o en Santiago de Chile”. Regresemos a Lihn y digamos lo siguiente, a través de la visión de aquel visionario que fue Luis Oyarzún: “Enrique Lihn tenía una sensibilidad mayor, presumo, ante las ideas. Disfrutaba y se atormentaba con el mundo de las ideas. Pero también era orgiástico y carnal. Cómo olvidarnos de su pregunta de siempre: ¿No sabes dónde hay o se prepara una fiesta? En esta misma línea, no olvidemos a Martín Cerda, quien por una fiesta lo abandonaba todo. Personajes extraordinarios, qué duda cabe, y con un amor sin límites por el conocimiento”.