Proyecto Patrimonio - 2017 | index  | Germán Marín   | Hernán Lavín Cerda  | Autores |
         
        
          
        
        
          
        
         
        Los Fuegos Artificiales de Germán Marín
 
          Colección Cordillera. Editorial Quimantú 1973, 166 págs. 
         Por Hernán Lavín Cerda 
        Publicado en Revista Paloma N°14, Santiago, 15 de mayo de 1973
 
          
        
        
          
        
         .. .. .. .. .. 
        
Conocíamos las página iniciales de este libro desde hace  unos tres años, cuando el novelista formó parte del Taller de Escritores de la Universidad Católica.  Aunque, en verdad, Germán  Marín venía trabajando en ésta,  su primera obra, hace ya bastante tiempo, pero con algunas interrupciones involuntarias y sin  premuras que, por lo general, sólo consiguen que el fruto se pasme ya fuera del árbol. Toda obra,  y más aún la literaria, necesita  del imprescindible reposo que  tiene la virtud de equilibrar las  aguas turbulentas.  
        No es éste un libro de ficción  compuesto de relatos pegoteados, aun cuando es probable que  la novela haya ido construyéndose, en sus comienzos, desde el  ángulo de arranque del narrador  de cuentos. Pero a poco andar,  ya la historia fue exigiendo una  estructura más densa y extendida  y es así como fue tejiéndose  la obra novelesca.
         La historia es simple: asistimos, en estos fuegos de artificio  (símbolo del radiante pasado en  el cual no todo lo que brillaba era  oro), a la decrepitud de una 
clase  social -la burguesía ligada al  comercio, la industria y el  agro-, en la persona de don José Clorindo Inchaurraga. La bancarrota no es puramente económica, social y en cierto modo política, sino también física. No olvidemos que este envejecido patricio  conservador-liberal, está ya  a merced de su destino que no  podría ser más trágico, desde la  primera escena de la novela. El  aparece sentado en el fondo de  una sala destruyéndose debido a  la gravidez insoportable de los  recuerdos, y su único alivio es  dejar que su vista se pierda a  través de la ventana. Don José  Clorindo está postrado bajo su  manta escocesa de viaje, y con  él está viviendo sus últimos minutos  todo aquello que lo acompaña. Es la vida de un cacique  semifeudal que se va apagando  poco a poco.
         El contrapunto lo ofrece su hijo Manuel, quien paulatinamente  se rebela contra ese mundo pestilente y oscuro. La novela es urbana. santiaguina, y el Santiago  que surge desde el interior de  los personajes es infernalmente  aburrido, tedioso, gris, vago,  sombrío. Y es natural que así  sea: responde a la visión de un  personaje adolescente que durante toda la semana permanece  recluido en un internado escolar  y sólo debe salir con permiso los  días festivos. Pero, más que eso,  responde a la visión de un adolescente que ya entró en conflicto con su familia, con los valores  de vida a los cuales ha debido  someterse, e inconscientemente  con su propia clase.
         German Marín emplea diversas técnicas al estructurar su  obra. Periodos extensos a través  de frases largas y envolventes,  donde, desde la corriente de la  conciencia y abriendo paso a distintos narradores, consigue situar la historia en pleno desplazamiento, ya sea temporal o espacial.  Allí donde este trabajo  surge ligado a un lenguaje sustantivo y concreto, con intención  de vitalizarse por medio de la  imagen poética, allí, digo, Marín  logra sus mayores aciertos. No  sucede lo mismo cuando su prosa se vuelve abstracta y adverbial  en exceso, pues entonces se  torna inasible, pierde pie y pierde  fuerza.
        Fuegos Artificiales constituye  el debut auspicioso de un escritor  chileno que le hinca el diente  a una etapa muy dura y rica en  Chile, que va de la matanza de  la Plaza Bulnes, allá por el año  46, hasta nuestros días. La Colección Cordillera, de este modo,  avanza en la línea de dar a conocer  la nueva literatura que se está  escribiendo en Chile, manteniéndose  en el riel sobre el cual  nació y del cual no debiera descarrilarse  o apartarse nunca.