El poeta de origen chileno habla de su más reciente libro, donde propone cambiarle el nombre a Dios y
basar la sociedad en el respeto, la igualdad y el amor
“A Dios le podemos cambiar de nombre”, afirma convencido el escritor Hernán Lavín Cerda. “Debemos aterrizar lo divino en esta época poco propicia para la fe. Se me ocurre llamarle comunidad, solidaridad en común, ayuda entre los seres humanos.
“Necesitamos una comunidad cada vez más amorosa, más femenina, más maternal. Pero no un apapacho que permita todo, que no ponga reglas, sino donde impere el respeto a la vida y el derecho de todos a tener lo fundamental. No podemos seguir con estos niveles de desigualdad”, comenta el poeta chileno de 69 años.
El autor de 50 libros de poesía, ensayo y narrativa acepta que Dios ha aparecido como personaje en su escritura desde hace mucho tiempo, pero “no de manera forzada, sino como un vehículo para reflexionar sobre la existencia, para tocar tanto el corazón como la mente de los lectores”.
Por esta razón, el filósofo de formación cristiana reúne el trabajo creativo de las últimas dos décadas en el libro La sonrisa de Dios (Ediciones Eón), en el que, además de este ser supremo, el sujeto central de su inspiración es el hombre y su relación con el planeta y la ecología.
“Me he encontrado con el Dios reverente, pero también con el irreverente. El creador que se encoleriza con su propia creación y es capaz de reírse de nosotros, porque no le salimos bien. El que se atreve a cuestionarnos y al mismo tiempo nos invita a corregir el rumbo”, agrega el también periodista que vive en México desde hace 35 años.
¿Cómo lograr que un pensamiento emocione, y un sentimiento haga pensar?, se pregunta y él mismo responde. “La poesía no se escribe en las nubes o en la Luna; escribes completamente consciente de tu mundo, realidad y entorno. No hay temas vedados para el arte de la palabra. Debemos recuperar la certeza de que la poesía no es cualquier cosa, sino algo fundamental para vivir y respirar mejor”.
Poesía y prosa poética cohabitan en el volumen de 191 páginas, trabajo simultáneo a los 30 años de docencia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. “La médula del asunto está en el tratamiento del lenguaje. La palabra debe tener algo, no sólo transmitir conceptos, sino convertirlos en belleza, con perfume clásico, romántico o de vanguardia, pero belleza al fin, ya sea positiva o discordante”.
Lavín Cerda define este lapso creativo, en el que ha combinado los “perfumes” mencionados, como “una vida en palabras, un trabajo de buzo en las profundidades del yo”; y, por él, confiesa que le encantaría ser llamado profanador. “Sería un título de nobleza. Entendido como un provocador que ayuda al despertar, a la toma de conciencia, sin olvidar nunca el humor, éste es vital”.
El que fuera colaborador del suplemento Diorama de la Cultura de Excélsior, durante la década de los 70, adelanta que está en proceso de edición su próximo poemario Visita de Woody Allen a Venecia, en el que recrea su pasión por el cine; y que actualmente escribe el libro de prosa Apariciones en el mundo de Vincent Van Gogh, que se inspira en este personaje “transgresor e incomprendido” y su entorno histórico.