Hernán Lavín Cerda:
Entre la piedra filosofal del amor y los vicios de la vida de ultratumba
Por Rodolfo Mata
Revista "La
Gaceta", Fondo
de Cultura Económica, México, Septiembre de 1999.
Texto leído en la presentación del libro de Hernán Lavín Cerda, Música de fin de siglo,
FCE, 1998, 331 pp. (Col. Tierra Firme, Poetas Chilenos)
Inevitable escuchar en esta Música de fin de siglo, de Hernán Lavín Cerda, la doble melodía que integra la trayectoria de un poeta singular, inconfundible, incansable: en una línea, la presencia de Hernán, en otra, su escritura. Dos totalidades independientes, pero trenzadas, mutuamente contaminantes: poesía y vida, escritor y escritura. Hernán, el maestro (como atestigua, en el prólogo, Vicente Quirarte), el amigo, el charlista carismático que crea el momento mágico, que trae la poesía a su propia charla, que provoca la sorpresa del comentario metafísico disimulado de trivialidad cotidiana, que transmite la discreta amonestación: "si vas a escribir poesía, anda, escribe, ¡pero ya!" Porque Hernán no se anda por las ramas, escribe y se lo agradecemos y se lo agradecerán más, en el futuro, aunque él sea, a momentos, un devoto del Eclesiastés. La presencia de Hernán nos acompaña en la simpatía de su persona y también en su poesía, sobre la que intentaré dibujar un breve itinerario.
EL POETA FILÓSOFO
El título de uno de los libros de Hernán, Alucinación del filósofo, da la pauta para entender lo que hay de cavilación sesuda en la poesía de Hernán y cómo ésta se da y fluye en un continuo devenir que se destruye y se construye con placer, en principio, o con el placer del padecer la existencia. Mediante la alucinación, Hernán transforma el momento cotidiano en metafísico. Desde la antisolemnidad de "La comedia del cadáver", poema en el que la intermitente aparición y desaparición de un cuerpo bajo la cama oscila entre la caricatura y la epifanía del hombre ante el espejo de su existencia. Pasando por el loco de "Con una pierna para arriba" que tiene por certeza que "el futuro es como respirar al revés" y que siente que una pierna le es extraña y, es más, lo desconoce. Hasta la silla que no sabe lo que quiere y pregunta por la identidad de su pasajero con quien mantiene una estrafalaria relación.
En el mundo alucinante de Hernán "la vida es la única enfermedad mortal". Existe el psicoanálisis de los muertos con el que se ha demostrado que los habitantes de ultratumba "sufren complejo de inferioridad", son envidiosos, poco confiables y se encuentran eternamente al acecho. O aparece un hombre que carga un pescado tan grande como él: el hombre sonríe y el pescado en vez de llorar, ríe. En la poesía de Hernán deslumbra la maravilla de lo insignificante significativo, el ejercicio de la inaugural mirada infantil que prescribe: "obsérvalo todo como en el primer día del mundo".
Sin embargo, para Hernán, por encima de cualquier actividad especulativa del hombre está el amor pues: "Poco se puede hacer durante el día, poco se puede hacer / durante la más larga noche del mundo. / Muy poca es la gloria, el júbilo casi total, muy poca es la gloria, / y sin embargo es muy bella la piedra del amor / que gira en el aire y nunca desaparece".
EL AMOR Y SUS METAMORFOSIS
La omnipresencia del amor en la poesía de Hernán es multiforme. Va desde el amor puro, la amada convertida en mito inspirador de búsquedas y llamados de auxilio, el amor de los condenados a cadena perpetua, los amantes que viven como dos semillas dentro de una manzana hasta que llegue la mano del desconocido que, a cuchillo, vaya "pelándonos por fuera", hasta los ritos de la conquista (concordia y discordia), batallas, domaduras, despechos, abandonos y pruebas de amor, entre muchos otros sentimientos y situaciones que acompañan el girar de la "bella piedra del amor".
Sin embargo, en "La caída en el amor", Hernán afirma: "casi todo es barroco genital en el firmamento / y en las profundidades de este mundo". La impureza del impulso amoroso es algo que muerde. Así, en "La comedia de los hipertensos" la vemos victoriosa sobre los nacidos, desahuciados de hermosura en la tarea neumática del "puro émbolo que va y viene, va y viene". Desde luego, no faltan figuras legendarias como la del Casanova mecánico de Fellini, que hace su aparición en "Casanova monógamo". O la referencia a otra pieza incluida en el repertorio felliniano: el Satiricón de Petronio, interpretación en que se dan cita la pluralidad amorosa, la alucinación y la escatología; erotismo, sátira y parodia, entre la imagen cinematográfica y la poesía.
Dos poemas, especialmente impactantes, se inscriben también en esta línea: "El ojo de la oftalmóloga", que describe cómo el ojo del paciente, excitado y disparado por el examen de la doctora, huye de
sus manos para internarse entre sus piernas y hundirse, finalmente, en su "ojo místico", es decir, "el rabillo de su ojo clínico". Y "La ordeñada", en la que una "obscena maquinita de bolsillo" ordeña sin escándalo a una jovencita con el "vello púbico más blanco que el espíritu de un conejo". Acompañan a este elenco erótico, entre otras, la graciosa historia del condón y la del bidet.
NUEVA ESCATOLOGÍA
La escatología, con su doble raíz, también es una planta que crece en el jardín poético de Hernán. La existencia moderna, como el vértigo y la tristeza de la línea recta, y la vida de ultratumba, con todo y sus vicios, comparten espacio con lo físicamente sucio, lo excrementicio.1 En grupos de poemas como "Memorial de algunos descubrimientos" convergen los anhelos por un mundo anterior a "la simulación del lenguaje" —mundo de cavernícolas felices, no antropófagos, que cantan y danzan desnudos—; una idílica era sin la tecnología de la cama que dio a conocer el miedo, fomentó el cansancio y cultivó "el amor no siempre libre"; un tiempo impoluto en que no había zapatos, en que el vértigo del reloj y su tictac indomable no existían, ni siquiera la rueda con su falsa promesa de acabar con la violencia y la crueldad.
Las imágenes desencantadas de un progreso desfigurado —un progreso comprendido exclusivamente como velocidad y poder, o pura híbris, como veremos más adelante— se prolongan en un personaje importante de la poesía de Hernán: el "Lobo Sapiens", predador confeso y a momentos melancólico, un "cerdo melancólico con cara de niño", un caníbal sin profundidad en la mirada. Por eso, Hernán propone una Nueva teoría de la evolución, una mirada revitalizadora que tiene, por ejemplo, nuevas versiones del camino evolutivo del caballo o de la piedra, la drummondiana piedra en medio del camino; o también, la brillante teoría anticientífica de "Casi todo es antimateria", en que los seres de la creación se quejan de que todo es antimateria, estéril, inútil, inexistente, para finalmente concluir, sorpresivamente, que "la antimateria es el fuego del espíritu".
La otra escatología, la excrementicia, tiene un lugar notable en el poema "Las cajas de estiércol" en las que Dios, casi ciego y sordo, le grita a su hijo que deberá repartir las cajas de estiércol por amor a su sombra, que no entiende su rebeldía de no hablarle, de no mirarlo, que le deja la salvación del mundo en sus manos y que entienda que sólo el estiércol espiritual vuela en círculos. Porque, agrega en "Las transfiguraciones", "Todo es precipicio, estercolero, luz y más luz / que tiembla / después de palpar las siete heridas / del enfermo de timpanismo". Y en su "Breve descripción del ser humano" nos dice: "Un poco de excremento, tal vez / una sonrisa, todo el amor, un sueño muy antiguo / y otro poco de excremento, misericordia, / y otro poco, venid a mí, de excremento".
Así, al lado del "Lobo Sapiens" es inevitable que encontremos al otro protagonista de la poesía de Hernán: Dios. Un dios desubicado, "enfermo de timpanismo" aunque, definitivamente, no muerto. Un dios malabarista, un "Dios en su oruga, ciempiés de Dios jugando al caballito", "gusano de luz que todavía nos alumbra", "aquel pajarito que se escapa, corre y se desliza a través de una puerta falsa", o un zanate gigantesco de "plumas casi azules por lo profundas", "silbido de cristal" y "ojos de velocidad amarilla". Porque Dios es loco y tiene visiones. Vivan los locos, parece decir Hernán en "La última visión", los locos que me acompañan y los que llevo dentro de mí. Y, desde luego, Hernán también admite a la burocracia celestial en la tierra con una galería de santos a los que dirige sus "Tiernas súplicas". A San Antonio de Padua, por ejemplo, le pide una esposa gorda, pues gordura es hermosura, y a Santa Águeda da gracias por mantener vivos sus pechos.
Quizá por todo lo anterior, el poema que cierra Música de fin de siglo, "Alabanza de aquel vuelo", queda resonando en una especie de calderón abierto, en su "fuera del compás", al futuro, es decir, al presente poético. Me refiero al recuerdo2 en el que Julio Lavín Cayuso, padre de nuestro querido poeta, admonitoriamente señala: "—Nunca te subas al árbol sagrado, hijo mío, / nunca trates de subir, con ojos de ave rapaz, hacia la / higuera que se pierde / en las alturas del cielo donde todo es / abundancia". Porque, le explica, "los dioses no permiten que cualquier mortal se suba [...] sólo puedes subir con la mirada, / esa mirada que siempre llegará lejos, mucho más lejos / que nuestros huesos de olor aborrecible". Como en el Eclesiastés, "vanidad de vanidades, todo es vanidad", y el único verdadero sabio es Dios. Así concluye —o se suspende— esta música de las esferas, esferas no perfectas, como la tierra o los ojos, que se nutren de lo diverso y de la discordia, pues de ellas, dice Julio Lavín Cayuso, "habrá de surgir la más bella armonía", que nunca llegaremos a comprender por completo.
LA ESCRITURA
Pocos son los poemas que me parecen barrocos o neobarrocos en el sentido de preciosistas, alterados de manera relevante en su sintaxis u obscuros en su significado más inmediato. Por algo Hernán sitúa aquel mundo de cavernícolas anterior al desequilibrio escatológico como un tiempo en que, si la comunicación no era imprescindible, "tampoco existía la idea del mensaje en sí mismo". Más bien se trata de una dicción de cadencia versicular que recurre a la repetición con ligeras variantes las cuales —si me permiten el abuso— "fractalmente" desembocan en la rotundez del poema (V. p. e. el erotismo tartamudeante de "La caída en el amor"). En todo caso, si hay algo de barroquismo en la poesía de Hernán es en el concepto embestido por el desconcepto. Es decir, atravesado en un disconcepto que, para que Hernán se ría de mí y conmigo, ejemplifico con algunas líneas de su poema "La visión objetiva":
De pronto, a medianoche,
uno descubre que el alma es inmortal,
pero el cuerpo se burla del alma
y la visión objetiva se complica.
No sabe uno si el cuerpo es razón pura
o si el alma es parodia del cuerpo
que ha sido víctima
de su propia visión objetiva.
"Entonces —prosigue Hernán— estalla la risa / y nadie sabe si el alma / estuvo alguna vez habitada por el cuerpo / que ahora no acepta la crítica / de su razón pura". La objetividad no se nos da, nos revuelca, y no se nos puede dar si queremos entender con profundidad a Hernán. Probemos otro de sus reveses lógicos: "Supongamos que envejecer no es difícil: tampoco es útil. / Supongamos que rejuvenecer no es fácil: tampoco es inútil". Un golpe después del cual, con calma, todo se asentará en su sentido. Pero mientras... se da la poesía.
Nada de juego en la página. Un poco, sí, de metapoesía: los condenados que quisieran salir del "precipicio de esta página" o la "Historia de un dibujo" en que una mujer decide quemar el papel en que se encuentra dibujada. También algunos rastros de "nerudiano enumerar" aunque siempre complementado con la mueca de la ironía —la sensación de que las palabras están por las cosas como máscaras— y unos toques de mandragórica raíz surrealista. En la filosófica mesa de operaciones del sueño, el day-dreaming, la rêverie, Música de fin de siglo es el feliz encuentro de un recuerdo con una fábula o un mito y, desde luego, con nosotros, que atentos la escuchamos.
NOTAS
1.- Escatología que me hace recordar "Es la baba" o "Ejecutoria del miasma" de Oliverio Girondo, aunque sin el tono asfixiante.
2.- ¿Recuerdo o pseudorecuerdo?, como lo es todo recuerdo nutrido de poesía... Hernán, en "La sombra de Ungaretti" juega con un tema similar en que dos poetas comparten la coincidencia asombrosa de situaciones y pensamientos y la posible doble encarnación que se resuelven en el falso recuerdo creado por la ficción del tercer poeta, el narrador.
* * *
TRES POEMAS
Hernán Lavín Cerda
Tomados de Música sin fin, FCE de Chile, 1998, Colección Tierra Forma, Poetas Chilenos
BEATO DE LIÉBANA
Estoy escondido en este monasterio desde el siglo VIII
y todavía no sé cuál es mi verdadero nombre
aunque todos me dicen Beato, monje Beato
... de Liébana.
Tampoco sé cuál es la verdadera imagen de mi rostro,
pero me alivio al ver las aguas del río Deva
.... . .. en el verano:
son del color de aquellos pájaros de ojos muy agudos
que sólo vuelan en círculos concéntricos
desde los Picos de Europa.
Siempre estoy escondido y nunca abandonaré
. .el claustro
donde todavía es posible sobrevivir en calma,
aunque a menudo sueño con ángeles
. .......y demonios del Apocalipsis.
Por medio de estas láminas policromadas,
combatiré a los herejes que aún dicen o piensan
que Jesucristo es solamente un hijo adoptivo
. .de Dios.
A esos adopcionistas les ofrezco mis caballos
cuyas colas son larguísimas serpientes
con el único propósito de morderlos hasta el fin
. . .de los siglos.
Para ellos están destinadas estas bestias
. . .del cielo y del infierno
con sus cabezas leoninas, sus enormes garras,
sus rabos como ofidios arrastrándose
junto a la sombra de las rocas
que parecen haberse desprendido de los altos
. .. .de Piedrasluengas.
Creo que Elipando, el de Toledo, persistirá
. . .en su error.
Y Félix, el obispo de Urgel, no deja de perseguirnos
a Heterio y a mí, porque estamos en contra
del adopcionismo que quisiera expandirse
. . .por el mundo.
Aún estoy escondido en este monasterio del siglo VIII
y nadie sabe cuál es la verdera imagen
. . .de mi rostro:
casi nadie me ha visto desde aquel día lunes,
... . .cuando me escondí para siempre
en una de las celdas de Santo Toribio de Liébana.
Durante la primavera del año pasado,
alguien abandonó en la sacristía
un ejemplar de la novela El nombre de la rosa:
después de leer el libro con cierta inquietud,
me atrevo a decir que Umberto Eco
supo de mi vida un poco tarde, casi
... en el Apocalipsis.
Sin embargo aquí me tienen, oculto en algún rincón del
monasterio
donde seguiré fabricando nuevas láminas
... policromadas
en defensa de la bendita imaginación
que hizo del Padre y del Hijo una sola naturaleza.
LA COMEDIA DEL CADÁVER
Sobre la cama no hay nadie:
debajo de mi cama hay un cadáver.
De pronto me subo a ella
y sin embargo no hay nadie.
Mi cuerpo emite señales:
alguien se revuelca sobre la cama
y sin embargo no hay nadie.
De pronto hay una explosión
y debajo de mi cama hay un cadáver
que tiembla y también emite señales.
Desde mi cama veo cómo se estremece
y sin embargo no hay nadie.
De pronto emito radiaciones
y me revuelco sobre la espuma.
De pronto me subo a ella
por encima o por debajo de la cama.
Todo es sumamente gracioso
y sin embargo no hay nadie.
CASI TODO ES ANTIMATERIA
1
Todo es materia, gritaban de júbilo los árboles.
Todo es materia, sollozaban los hijos de los árboles.
Todo es materia, pero la materia es estéril,
sonreían con asombro los nietos de los árboles.
Todo es estéril, aunque la materia no existe,
temblaban los hijos de los nietos de los árboles.
"No mientan", sonreía Dios por encima de los árboles,
... "¿por qué mienten sin temor?".
Todo es, al fin, el final de todo, casi todo existe
... y no existe.
Todo es temblor de antimateria, sonreían los árboles
y su sonrisa era la duda del origen, la convulsión
... del pensamiento.
Casi todo es estallido y zozobra, se burlaban
... los árboles.
Casi todo es estéril en la dinámica abismal
... de la antimateria
que sólo existe más allá de nuestra presencia
convertida en árboles.
"No mientan", sonreía Dios por encima de los árboles,
"¿por qué mienten sin temor?".
2
Eso no es cierto, sonreían los hijos de los nietos
... de los árboles.
Eso tampoco es cierto, temblaban los hijos
... de los árboles.
Casi todo es antimateria, pero la antimateria se burla
... de sí misma,
sollozaban los nietos de los árboles.
Eso tampoco es muy cierto, gritaban de júbilo
... los árboles.
Casi nada es inútil en la antimateria
que solamente se pudre más allá de los árboles.
Casi nada es estallido y zozobra, sonreían con júbilo
... los árboles.
Todo es alabanza de Dios, cantaban los hijos
... de los árboles.
Todo es, al fin, el final de nadie, casi nada
... es incierto.
"Cuánta belleza", sonreía Dios por encima
... y por debajo de los árboles:
"¿Por qué cantan y bailan con tanto entusiasmo?
... ¿Qué celebran?
Nunca debiéramos olvidar que la antimateria
... es el fuego del espíritu".