La poesía Chile 1973-1977 surgió después de una conversación con un amigo en Estados Unidos en 1977.
En un festival de teatro, si mal no recuerdo, un amigo argentino que se había ido de Argentina hacía muchos años me dijo algo como esto: "Debes saber que por el solo hecho de estar en Chile, uno no puede sino pensar que tú colaboras con el gobierno militar y, por lo tanto, que lo apruebas". Cuando escuché esto, me quedé absolutamente callado, porque no había respuesta posible, ya que cualquier respuesta que intentase explicar lo que pasaba en mí aparecía como una justificación a un acto inaceptable, y cualquier intento de negar participación, se escucharía como una mentira. Esto, porque en estricto sentido, yo colaboraba con el gobierno militar en la medida en que cumplía con todas las normas y tareas que tenía que cumplir en Chile. Si guardé silencio ante la aseveración de mi amigo no pude menos que preguntarme por el sentido que tenía el que yo estuviese en Chile, ya que de alguna manera participé de lo que allí pasó, al mismo tiempo que pensaba que yo no participé ni participaba. ¿Dónde estaba mi participación? Escribí ese poema, porque en último término pienso que yo, como todos los chilenos, soy responsable de lo que pasó en Chile.
CHILE 1973-1977
Aquí, junto a las montañas,
el rojo no es sólo del ocaso.
El amanecer tiñe así también
el horizonte de la noche
como un grito mudo que escapa
de las entrañas de la tierra.
Los tanques, no los vi,
sólo supe de la metralla lejana
y de los ojos perdidos
del que ya no tiene presencia
porque su historia
quedó más allá del cerrojo.
No puedo decir cuántos
ya no saben lo que fueron.
¿Qué diferencia haría
si los que quedamos
hemos perdido la voz y el silencio?
Desde lejos, más allá de la frontera,
mis amigos me han dicho
que mí sonrisa es mi complicidad,
que mi amor a las montañas
revela la entrega de mi cuerpo
y la negación de mi espíritu,
que mi pequeño deseo de vivir
en mi pequeño mundo muestra
que he cambiado de mundo
y que los que Ellos desgarraron
no lograron herir mis manos
con el dolor de su ira inútil.
Yo y Ellos estamos aquí;
yo, detenido en el miedo
a no poder amar más,
Ellos, suspendidos en el vacío
de un odio que mide
todas las dimensiones del tiempo.
Yo, sin voz y con mi pensamiento,
con mil motivos para morir
y mil motivos para amar,
pero solo y solo en silencio.
Ellos, con toda la historia que
refinada y sutil niega la fraternidad
y hace del hombre un ser
transparente y ajeno al amor
del que le destruye.
Aquí, en este mundo mío,
cómplice y parte de lo que niego,
artífice y creador de sepulturas,
llave en el cerrojo de la nada
por el solo hecho de ser
un instante de luz en el ocaso,
me pregunto si el hombre
puede a la vez ser hombre y héroe
o héroe y hombre.
Las distancias permiten el olvido,
dicen, pero más allá del horizonte
se retuerce el alma
y se confunden miedo y valor,
honestidad y egoísmo, verdad y deseo.
Aquí, el padre de mi amigo
espera la voz internacional
que libera y descubre, imparcial,
hipócrita ante la hipocresía militar
si aún en su noche espera;
o la esposa vive en la pregunta,
ante una puerta y ante otra,
en un ritmo que sólo el amor señala
en el eterno fluir solar del agua.
Aquí, el encanto lunar del hambre
desgrana universal su luz
en la transparencia de los techos magros
o el hombre no regresa
del abrazo fraternal de los álamos.
Aquí, la bota dura, dura
y el hombre languidece
sin poder ser ni héroe ni hombre.
Pero yo, ¿qué hago aquí
en este palpitar sin inocencia
bajo la verdad absoluta
del autócrata justiciero
que devuelve la riqueza al rico
y envuelve al pobre en su pobreza
según el orden natural de Dios?
¿Qué hago aquí, yo,
que busco el sentido humano
donde el hombre ve al hombre,
en el artificio que afirma la igualdad
en la legitimidad de la diferencia
y el amor en el respeto al otro?
Frustrados, aterrados, perseguidos,
muchos ya se fueron marcando
con el gesto, el repudio elemental,
pero yo, aquí, espero.
Espero el despertar de los ojos
y el despertar de los labios,
el reencuentro humano y audaz
del hombre y el hombre,
la aventura imposible del mundo
construido con el otro
y no contra él.
Espero, con una antorcha
escondida en el fondo de los ojos
y la voz sellada en la garganta,
la fraternidad de los que aun
en la negación quieren ser,
porque ni mundo ni historia
tiene en ellos aún historia y mundo.
Muchos ya no están aquí y
en otros lugares se mantienen suspendidos
en la ilusión del instante
que retenido en el pensamiento
pensamiento e instante queda.
Muchos están lejos, enredados
en la añoranza de una respuesta
que en su tiempo no tuvo pregunta,
sorprendidos en el temblor
de sus nuevas raíces.
Pero yo, aquí, espero,
aquí, en el umbral
de los gritos no emitidos,
en el soñar cansado sin esperanzas,
donde la tierra es lecho inquieto
y el hombre de nuevo afirma
sobre el hombre su bandera.
Espero, tal vez engañado y atrapado
en el fulgor de mi esperanza,
al hacer mi historia, hacer un mundo
donde el otro tenga presencia,
donde su voz no sea
ni eco ni antieco de la mía,
y sólo la fraternidad legitime
la felicidad o el sufrimiento.
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Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com La poesía "Chile 1973-1977".
Humberto Maturana