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Hernán Miranda:
El poeta que entró al velorio de la Mistral y encontró su vocación
Se publica "Poesía reunida". Hernán Miranda. Ediciones Tácitas, 367 págs.

Por Cristóbal Gaete
Publicado en Suplemento Ku, 18 de marzo de 2018


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Once títulos compila este tomo grande de poemas de Hernán Miranda (1941), un libro justo para una trayectoria larga y destacada. Son más de cincuenta años de escritura, pues su primera obra, "Arte de vaticinar" (1970), reunió poemas escritos hasta 1968, y el último inédito de "Poesía reunida" está fechado en noviembre del año pasado. Tienen cabida además poemas dispersos, publicados en revistas y antologías, que sin duda caerían en el olvido sin esta edición a cargo de Hernán Ortiz, pero que hallan en conjunto otras muestras de la indagación del oficio de Miranda, otros matices para mostramos su ánimo renovador en las formas y a la vez extemporáneo. Así como se compila un libro llamado "Sonetos", en los textos encontrados hay uno llamado "Rap de la gorda Margot", donde con humor cuenta un romance en un burdel.

"Arte de vaticinar" fue recibido de forma entusiasta por la crítica de entonces, a la que fue revelada, al decir del critico y también poeta Hernán lavín Cerda, "la aparición de una sensibilidad nueva". Era un debut preparado con calma, como dejó dicho en entrevistas de la época, de un poeta que había quemado las etapas ganando premios universitarios y juveniles en los que eran jurados colegas grandes, como Pablo Neruda, Juvencio Valle y Jorge Teillier.

En ese primer conjunto destaca de forma representativa "Doralisa se lanzó bajo el tren de las 14", sobre el suicidio de una joven en la línea del tren, que mezclaba el periodismo -la profesión que estudió y realizó de forma excéntrica, colocándose como protagonista de sus noticias en los ochenta- con una poesía descriptiva que llegaba a la emoción, como una cámara sorda que porta la memoria: "Esparcida sobre lucientes rieles te recuerdo, Doralisa / derramada entre dedales-de-oro en flor / (Fue en primavera ¿no es cierto, Doralisa?) / y qué blanco tu cuerpo, qué blanca, Doralisa / y tu cabellera negra enrollándose / y desenrollándose al viento entre las yerbas/y tu cuerpo, Doralisa, / desperdigado sin orden ni sentido/como si hubieras querido hacer de ti misma una enigma / que nadie pudiera descifrar debidamente".

Fue llamado poeta quillotano por haber nacido allí y esas trazas de infancia, que llenaron de nostalgia a otros escritores del mismo origen como Luis Enrique Délano, que le reconoció "palpitando en sus palabras aquello que capta en la vida y en sus relaciones con los seres humanos".

Raúl Zurita, poeta y Premio Nacional de Literatura 2000, está a cargo del prólogo de "Poesía reunida", en el que afirma: "En su cotidianidad, en su humor y verdad, la poesía de Hernán Miranda hace emerger un mundo tanto o más delirante, enloquecido y rompedor que los mundos rebuscados de los barrocos, por seguir con el ejemplo. A través de lo común, de la anécdota, de cosas en apariencia despojadas de un particular esplendor, irrumpen los escenarios más oscuros, luminosos, arrasados y conmovidos de lo que podemos todavía llamar la condición humana".

Miranda alcanzó a vivir en la provincia solo unos años antes de instalarse en Santiago. En ese tiempo adolescente, registrado en una crónica que ya es parte del archivo de la Biblioteca Nacional, hay una pista de su vocación: "Iba caminando por la Alameda, tenía quince años y en la Casa Central de la Universidad de Chile había una larga fila que quería despedir a Gabriela Mistral y me puse en ella y la vi, estuve cerca un momento en su final, fue un hecho afortunado. Es un recuerdo imborrable. Fue la única vez que la vi, es de los grandes poetas chilenos que no conocí. Obviamente no conocí a Vicente Huidobro, que murió cuando era muy chico, tuve alguna relación con Pablo Neruda, no con Pablo de Rokha, Enrique Lihn fue mi amigo. Creo que ese funeral multitudinario influyó en mi vocación".

Usted escribió poemas que muestran su cercanía de infancia con la linea del tren, la que a la vez le quita la inocencia cuando descubre a una joven hermosa que decide terminar con su vida en ella. ¿Por qué cree que la gente se suicida en la linea del tren?
— Algo tiene que ver con la realidad aldeana de los pueblos. Por ejemplo, tiempo atrás me informé que en Coyhaique hay muchos suicidios de jóvenes. En el caso de Quillota habían pasado dos o tres casos de suicidio antes que ese, de la misma forma. Yo en la infancia vivía muy cerca de la línea del tren y cada día veía los hombres que trabajaban caminando por arriba del techo mientras iba en movimiento. Había una locomotora a vapor que le decían Panchote, que era una alegría para los niños cuando pasaba.

¿Cómo toma la realización de su "Poesia reunida"?
— No me la imaginaba, pero es la consecuencia de un trabajo. Lo que pasa es lo siguiente: cuando un poeta publica un libro tiene un grado mayor o menor efecto en ese momento, pero después se pierde, y viene el siguiente y después el siguiente y los anteriores quedan perdidos. Esta reunión es muy importante, actualiza los poemas. Además, la recepción de la gente cambia a través del tiempo, no es la misma que fue en su momento.

Aparte, compila poemas que estaban publicados en forma dispersa, fuera de libros, incluso.
— En cierto modo es como una reinvención, porque vistos a la distancia y en conjunto cobran otro sentido.

Revisando su trayectoria, uno de los hiatos se debe a un bloqueo creativo. ¿Se imaginó que no podía escribir más?
— Si, incluso me daba pena, porque había ganado el Premio Casa de las Américas en Cuba con "La Moneda y otros poemas" en 1976, también otros premios de esto y lo otro, y no me salía nada. Pero de un día para otro, de repente, seguí escribiendo.

¿Está preparando algún otro libro ahora?
— Tengo un proyecto de publicar un libro sobre Valparaíso, eso está en barbecho. Mi idea es que sea un libro con fotos. No puedo precisar si son fotos antiguas o actuales. Tengo algo adelantado y tendría que meterme de lleno en eso. Yo nací en Quillota, tengo el primer recuerdo con mis padres conociendo Valparaíso, esa maravilla de bahía llena de barcos y los cerros, que me dejaron una huella imborrable. Después he tenido mucho contacto con Valparaíso en ocasiones determinadas.

Usted les escribió poemas a muchos personajes. Uno de ellos al "Divino Anticristo", mítico vagabundo santiaguino. "Un despreciable clochard se apoderó entonces de la palabra", escribió. ¿Él se enteró alguna vez?
— Me interesan los personajes de la ciudad, en un momento determinado yo lo observaba pasar con su carrito para allá y para acá. De un día para otro apareció el poema. No sé realmente si él se enteró, yo lo miraba no más. Él no pedía limosna, buscaba en la basura objetos, los ponía en la venta en la calle y algunos objetos tenían valor, otros eran cosas sin ton ni son. Una vez en la vereda tenía una máquina de escribir, yo había tenido mucha repercusión con ese poema y una forma de pagarle fue comprarle la máquina.

¿Qué le dio a su poesía el periodismo?
— El interés por la realidad circundante. García Márquez decía que el periodismo le permitió escribir aunque no tuviera ganas de escribir. El interés por los personajes, eso me otorgó.

¿Cree que el factor de alteración mental ha incidido también? Usted vivió por temas familiares cerca del Hospital Siquiátrico.
— Tengo ciertas obsesiones, yo soy un buscador de cosas en las enciclopedias. Por ejemplo, en un momento determinado compré la enciclopedia británica, y para mí fue una fuente interesante de datos curiosos.

¿Cómo sintió usted la muerte de Nicanor Parra? Eran amigos y escribió varias veces de él.
— Bueno, uno sabía que era inevitable que se muriera, pero cuando sucedió recordé todas las veces que había estado junto con él, los viajes, las conversaciones y las entrevistas que le hice. Para mí fue un gran aporte, aunque tenía detractores también entre los poetas, pero fue un personaje muy importante que enriqueció nuestra visión del mundo.

¿Cuál es su relación con la muerte? Uno revisa las grandes amistades que tuvo en la literatura y han partido varios.
— Es un hecho inevitable, a medida que pasa el tiempo uno está más cerca de la muerte. Hace un tiempo presto mucha atención al mundo que voy a dejar. Por ejemplo, la cordillera o el mar. Van a pasar miles de años y la cordillera va a estar ahí. Cuando voy caminando por el centro de Santiago incluso he pensado que todos los que andan por allí circulando se van a morir y eso me impresiona.

Usted ha ganado muchos premios, acá en Chile ya tiene el Altazor, el Municipal de Santiago, los Juegos Literarios Gabriela Mistral. Le falta uno, el más importante y definitivo, el Nacional.
— He postulado dos veces y voy a postular a la próxima si es que estoy vivo.

¿Cree posible ganarlo o lo hace como un saludo a la bandera?
— Siento que se ha ido despejando el camino, a diferencia de otras veces, se ve a muchos poetas en condiciones parejas. Creo en mis posibilidades, pero hay hartos elementos azarosos, como quién está en el jurado. Igual pienso postularme.



 

 

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