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Edgar contra Edgar (a modo de prólogo)
Presentación
de "Investigador Privado", libro de cuentos de
Edgar Brizuela Zuleta
Por Hugo Quintana
Editor de Ortiga Ediciones. Chillán - Chile.
hqq@mixmail.com
Por cierto que encontrarse con un libro de cuentos es un evento muy
significativo. La narrativa de extensión menor ha conseguido
encantar, atraer a los lectores, y todavía más cuando
saltan a la retina diversos títulos que se han consagrado en
las últimas dos décadas (apróx.): "sobredosis",
"soy de
la plaza Italia", "mujer desnuda fumando en la ventana",
"ángeles negros", "detectives salvajes",
etc., sólo por mencionar algunos; o si consideramos el éxito
del concurso de microcuentos "Santiago en 100 palabras"
desarrollado por la compañía "Metro". Baste
hacer una visita fugaz al sitio web "loscuentos.net"
para dimensionar la gran cantidad de nuevos cultores que este sub-género
hoy en día tiene.
Desde hace algún tiempo se percibe en el ambiente que algo
nuevo se viene y que una generación potente y decidida comenzará
a rodar sus primeras publicaciones en el escenario que se avecina.
Por eso mismo es interesantísimo salir a la vorágine
contemporánea con un libro de relato breve a seducir adeptos
a diestra y siniestra, con el convencimiento de que el gesto de la
inauguración de un nuevo sello editorial y de una colección,
tendrá una aprobación instantánea entre quienes
completan el circuito de las comunicaciones, es decir, para este caso
particular: los lectores.
El presente libro que nos ocupa presentar es -en efecto- una colección
de cuentos. De relatos breves en el sentido más clásico
del término: bien definidos, con un desarrollo narrativo acabado,
de buenos trazos, con perspectivas interesantes acerca de la realidad
en estos inicios de siglo y de milenio. Las temáticas giran
en torno al hombre inserto, arrojado a este mundo que se aparece como
extraño, inabordable o inexplicable a ratos, donde los protagonistas
deambulan a través de una soledad existencial muy penetrante,
donde el absurdo pareciera constituirse en el gran nudo que aúna
las diversas hebras que tejen el entramado del texto.
La influencia de Kafka es algo que el autor de estos relatos reconoce
abiertamente, es más, casi prefiere mostrarse como un discípulo
a la distancia, aunque esto es algo que también marca la producción
narrativa chilena en los últimos treinta años. Diversos
teóricos han confirmado la amplia huella del creador de "la
metamorfosis" y de "el proceso", y son varios los narradores
que actualmente, se adscriben a esta suerte de influjo kafkiano.
No obstante lo anterior, Brizuela es un firme tributario de Juan Emar,
nuestro "kafka chileno" como dijera Pablo Neruda. De hecho,
el propio autor señala: "con Emar descubrí (si
es que uno puede decir que ha descubierto algo) la maravilla de lo
desconocido, la paradoja de lo absurdo de aquello que es tan ilógico,
que llega a tener lógica, de aquello irracional que descubre
un sustrato de razón".
En cuanto a estructura, los relatos no significan ningún radical
cambio frente a lo que se ha venido practicando hasta ahora, cosa
que puede refrendarse si consideramos aquella sorprendente tesis desarrollada
por uno de los más acuciosos investigadores del cuento en Chile
en los últimos 15 años, me refiero a Jorge Marcelo Vargas,
que sostiene que el cuento no ha sufrido grandes transformaciones
en términos de forma, desde la generación del 50 hasta
acá. La pregunta que podría asaltarnos entonces, sería:
"¿y cuál es en el fondo la novedad en materia de
cuentos?".
Suponemos que no es este el espacio más indicado para resolver
esta incógnita debido, principalmente, a la especificidad de
lo planteado, pero podríamos resaltar, por otro lado, la gran
vocación de unicidad mostrada por esta forma literaria, en
cuanto a su cuerpo, en cuanto a su práctica, o a la manera
de funcionamiento que muestra para con los lectores, pues el procedimiento
se aparece como muy sencillo y grandes maestros como Julio Cortázar
u Horacio Quiroga, ya se han encargado de describir inigualablemente,
su construcción, su génesis y el efecto que busca bajo
los ojos de quien se aventure a desentrañarlo.
Es por eso que no podemos dejar fuera de este comentario al inaugurador
de todo este gran juego, ya que Poe -descubierto y presentado como
grande por Baudelaire en una notable traducción al francés-
inmortaliza el relato breve, dándole las características
que todos, inevitablemente, habríamos de seguir hacia adelante.
Los otros grandes -Chéjov, Guy de Maupassant, el ya citado
Kafka, Rulfo, Borges, etc., etc. (la lista de los notables es muy
larga de registrar)- sólo les cabe alinearse a lo dictado por
el visionario autor norteamericano que, paradójicamente en
su época, fue admirado y reconocido más como el tremendo
poeta que es, y no como el padre del cuento moderno.
Así las cosas, un Edgar se ha propuesto decididamente emular
a otro Edgar, con las limitaciones que el formato ofrece, pero estableciendo
las miles de aperturas necesarias que la circunstancia exige. No es
fácil realizar un trabajo escritural interesante con semejante
legado presionando consciente e inconscientemente sobre nosotros,
y quizás sea ese el mayor mérito de Edgar Brizuela Zuleta,
el de haber sabido salir airoso del enfrentamiento contra el peso
de una brillante tradición, colgándose de aquello que
otros instituyeron, imprimiéndoles a sus textos el fresco oxígeno
de lo nuevo, de lo recién creado que decide salir de paseo
a la convulsa floresta de los mensajes en el mundo actual.
Y no nos sorprenda que los gestos se sigan repitiendo, y que terminemos
en resumen, observando en Brizuela, a uno más de aquel selecto
grupo liderado entre otros por Manuel Rojas, Baldomero Lillo, Alfonso
Alcalde, Juan Emar, José Donoso y otros notables de nuestra
cuentística nacional.