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Una mirada en Tornasol
(Presentación del libro “Tornasol”, Hugo Quintana, Ortiga Ediciones, 2009.)

Por Elgar Utreras Solano.
Director de Ortiga Ediciones.

 

“Cuando vengo
intuyo que me he ido hace un rato
pero cuando llego a aquel lugar
compruebo que jamás he estado
en aquella parte…”

Iniciar el viaje, entregarse enteramente al ritmo que ofrecen los pasos, como aquella frase de Bilbo Bolson:“Pones un pie en el camino, y si no cuidas tus pasos, no sabrás hacia dónde te pueden llevar”.  Sin embargo, es necesario correr el riesgo, tornarse peligro y magia, como quien es seducido por entero a la aventura de las historias de hazañas de antiguos caballeros que enloquecen la cabeza de un viejo y que parece gritar: ¡Vivo!

No hay que temerle al camino, a salir de la patria, del terruño tan querido, ser un poco Abraham, que sale de Ur de los Caldeos, para encontrarse con el Infinito, y Hugo Quintana se atreve a dar los pasos necesarios que le permiten cruzar el lindero del refugio seguro del hogar, abandonando la ciudad de Chillán, donde junto a Pablo Troncoso, Jorge Rosas y quien redacta esta líneas de presentación, nos diéramos al ejercicio del oficio sagrado de la creación poética junto con saborear el refrescante elixir de la amistad. Por aquel tiempo (1998), Hugo da un paso más allá, escucha la voz del corazón diciéndole: Ve tras ti. Ese es el fuego primordial de Tornasol que se le ofrece en su misterio y encanto, como una novia secreta, en la cual se recoge, se mira, se palpa íntimamente.

Desde su residencia en Santiago, de miradas de humo y palabras de cemento, comienza a intuir destellos, pequeños descubrimientos como nos dice en Nocturno: “…quizá aportase con mis sonidos favoritos / un collar de melodías / a través del cual el firmamento / se nos volviera un poco menos inimaginable”. Acaso estos versos nos sugieren deliciosamente que el Universo entero está escondido en nosotros, y la poesía es la llave del arcano.

Entonces no se debe temer mirarse en los otros, ser quizás el otro, jugársela en el descubrimiento de lo que somos, ir más allá para saberse siempre desnudo detrás de las máscaras.  Reencontrarse, tal vez con paisajes en los que no se descansó y que la memoria no alcanza en la distancia presente a despertar, pero están allí y nosotros en ellos habitándolos, poblando de nosotros esos páramos, donde nuestra voz habla en otras bocas, habla de amores y dulces derrotas, donde nuestros recuerdos nos reclaman como la sangre del justo Abel, como lo dice lúcidamente en Tornasol:

Pero hay cadáveres abandonados
empujados por los vientos a errar por los cerros
                                                           multicolores
en busca de quienes quemaron sus cuerpos
bajo estas entrañas.
Llorar entonces
es apenas un gesto celeste
que estos lugares añoran
porque junto con la huida de sus moradores
se fue el murmullo
un color arenoso y terso
una multitud de armazones
con que secar el Desierto de Atacama.”

Y qué decir de Brevis Karpien, Ricardo Fernández, Antonio Caeiro, Alejandro del Valle, como los cuatro elementos que conforman la Naturaleza, los cuatro puntos cardinales de la Rosa de los Vientos, o los mundos de la Ciencia Sagrada (baste señalar estos por ahora, como cita de algunos ejemplos), al igual que los cuatros dedos semejantes  de la mano encubren uno distinto, la quintaesencia, en este coro es la voz de Hugo Quintana que surge como el caudal  discreto que los unifica. Podríamos decir que él mismo es cada uno de ellos, y que cada una de estas voces, con sus historias personales, sus sueños, trabajos, frustraciones  y esperanzas, es la voz de Quintana, como bien se desprende de la enseña del Talmud de que todo hombre es un mundo, y que Tornasol parece confirmar con estas palabras en Postfacio:  

“Quizás hoy
alcance a ser un hombre distinto
un uno igual
aunque levemente nuevo”

Estas palabras, a modo de presentación, que han brotado del entusiasmo que despierta Tornasol, no pretenden ser una especie de manual, o texto de teoría, lejos está tal propósito de ufana sapiencia, es más es el testimonio de alegría que representa el obsequio generoso de poesía y de humanidad con que nos acoge el poeta Hugo Quintana y al cual nos sumamos en celebración.  Un saludo fraterno para dar paso al deleite de las palabras, al mundo que cada uno descubrirá seducido por las luces que quedarán temblando en el alma desde la primera lectura, promesa de una aventura mayor en nuevos encuentros.  

Bienvenidos todos a Tornasol.

Fraternalmente.

 

 

 

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Una mirada en Tornasol.
(Presentación del libro “Tornasol”, Hugo Quintana, Ortiga Ediciones, 2009.)
Por Elgar Utreras Solano.
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