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Una novela de Hernán Valdés
A partir del Fin: una reflexión
perpleja del Golpe
Por
Roberto Careaga Catenacci
El Mostrador, 15 de Marzo 2004.
Pese a que por primera vez fue
editada en 1984 y a tener su centro temático en el golpe de
estado de 1973, A partir del Fin se mantiene actual en tanto
a través de una historia personal, logra dar más pistas
para comprender un periodo de crisis
de nuestra historia reciente.
Por lo demás, es una novela literariamente sólida y
que exige un lector
que participe activamente en un relato fragmentado.
Un estado de perplejidad recorre la novela de
Hernán Valdés, A Partir del Fin; una reflexión
abierta sobre la forma en que un intelectual de izquierda, en ciernes,
sobrelleva el movimiento de la historia entre la Unidad Popular y
el Golpe de Estado, y la manera en que lo conjuga –o no- con una relación
amorosa desde su inicio gastada. A través de la perspectiva
de un personaje casi encerrado
en sí mismo, transmite una sensación de derrota que,
aunque evidente en sus razones, pareciera imposible de entenderse.
Editada por primera vez en 1981, la novela
tuvo una recepción fría entre la izquierda. Valdés
había editado antes Tejas Verdes, un relato autobiográfico
sobre su experiencia en el campo de detención del mismo nombre,
comprometido con la causa antidictatorial. Si bien A Partir del
Fin, mantiene el ánimo contra el régimen, también
evidencia algunas contradicciones del gobierno de Salvador Allende.
Desde una visión marxista, sitúa al golpe en una reacción
propia del transcurso de la historia y acusa a la UP de no asumir
a cabalidad su entrada en el desarrollo histórico, quedándose
de brazos cruzados ante el evidente accionar de la clase dominante,
que pondrá fin a la vía chilena al socialismo.
En una estructura temporal fragmentada, A Partir del Fin toca
tres aspectos fundamentales de la vida de Hache, el personaje principal.
A modo de contexto, cuenta los intentos de un grupo de intelectuales
empecinados en que la UP cuente con una política cultural que
sobrepase la contingencia. Un segundo aspecto, es la línea
que recorre Hache desde la mañana del golpe de estado donde
mantiene una larga, densa y derrotada reflexión sobre las circunstancias
políticas, hasta tomar parte en la resistencia para mantenerse
en pie.
No obstante, el tercer aspecto relatado es probablemente el más
importante en términos formales, en tanto articula el resto
de las historias. La amorosa historia entre Hache y la sueca Eva,
con la vieja relación de ésta con un amigo en común,
Kurt, define el estado de ánimo general del protagonista y
esporádicamente narrador: una sensación de incomprensión
y amargura por un amor truncado, marcado por circunstancias político-sociales,
tiñen la reflexión descreída de Hache, respecto
del país y el quiebre democrático.
No hay más que dudas para Hache, pese a la narración
altamente racional y puntillosa que nos entrega; pese a la extensa
reflexión sociológica y psicológica que pretende
de sí y del país, todo es una pregunta sin respuesta.
También de su vida personal, donde mantiene una relación
amor odio con Eva, y respecto de la causa socialista, que aunque pese
a su intención, no logra en ella un espacio para participar
a sus anchas. A Partir del Fin narra una tensión entre
la vida personal de Hache y su relación con un proyecto social:
terrenos que, desde un principio, el protagonista nos deja en claro
que no andan bien.
Justamente el tono de perplejidad, y en cierto modo de derrota anticipada,
hacen de A Partir del Fin una novela algo esquiva para un público
general; la trama política en la que se enmarca, difícilmente
permiten entrar a ella desprejuiciadamente. Para mayor complejidad,
el estilo narrativo reflexivo sin tregua, los párrafos de páginas
y páginas y la propia fragmentación estructural del
texto, piden a un lector dispuesto a la lectura -por obvio que parezca.
En este sentido, Valdés se enmarca en una literatura moderna,
que concibe a la novela como un texto en desarrollo que es complementado
por el lector. Hacia el final, Hache recibe cosas que han sido rescatadas
desde su casa, entre las se cuentan algunos capítulos de la
novela que escribe. Una novela que es justamente la que estamos leyendo,
al menos partes de ella, porque no hay correspondencia total entre
lo que se ha salvado de lo que se supone que había escrito.
Es decir, leemos restos de una historia truncada, en todo el sentido
simbólico, en tanto refieren a un proyecto de país cercenado.
Desde ahí, esgrime que quizá la verdadera novela sería
la lectura de los aparatos represivos de esos capítulos faltantes.
Exagerando un poco la idea que plantea Hache, finalmente cada lector
leerá A Partir del Fin como si leyera los capítulos
faltantes, pues la propia organización del texto obliga a llenar
una serie de vacíos que, a la larga, serán fundamentales
para una idea general de la historia contada.
Es en esa línea que la novela logra dar cuenta de una perplejidad
definitiva, la de un sujeto que sólo logra enunciar los movimientos
de la historia, pero jamás entenderlos. Y que sólo logra
la promesa del alivio sólo cuando deja el Chile. El murmullo
racional y subjetivo de Hache en A Partir del Fin, si bien
no es el de una generación, parece dar cuenta de un sentimiento
general de orfandad, que ya antes del golpe de estado parecía
estar ahí.