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El puerto que habito: Registro poético-fotográfico del Barrio Puerto

Por Mauricio González Díaz



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La obra El puerto que habito[1] (2020) del poeta Harry Vollmer y el fotógrafo de escena Rafael Arenas se sitúa específicamente en el icónico Barrio Puerto de la ciudad porteña, lugar que fue declarado  como “Zona típica de la ciudad de Puerto Montt” en el año 2019 por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. En este texto, la mayoría de los poemas tienen un tono enunciativo, ya que se describe la historia de los lugares que forman este barrio junto con sus habitantes y sus oficios, lo que da cuenta de la simbiosis que se produce entre el paisaje natural y el paisaje humano en una manera de habitar orientada hacia la productividad marítima, pero que conserva comportamientos rurales; y además, evidencia los efectos de la globalización como la inmigración:

Han cambiado las historias de mi barrio,
somos todos inmigrantes de otros cielos y cornisas,
pero desde los techos maullamos a la luna
y nos amamos bajo ella como si fuéramos un solo gato (El Puerto que habito, s/p).

Esta obra es un trabajo visual y poético de retratar un lugar específico de la ciudad que posee la cualidad de ser declarado Zona Típica, esto quiere decir que:

Se trata de agrupaciones de bienes inmuebles urbanos o rurales, que constituyen una unidad de asentamiento representativo de la evolución de la comunidad humana, y que destacan por su unidad estilística, su materialidad o técnicas constructivas. En general corresponden al entorno de un Monumento Histórico. Todos estos valores conforman un carácter ambiental propio en ciertas poblaciones o lugares: paisajes, formas de vida, etc., siendo de interés público su mantención en el escenario urbano o en el paisaje a fin de preservar esas características ambientales (CMN [Consejo de Monumentos Nacionales de Chile], párr. 1, en línea).

En este sentido, la obra nos invita a conocer un lugar de Puerto Montt que hoy en día nos muestra el paso del tiempo, por eso el blanco y negro de las imágenes que nos presentan seres, casas, objetos, oficios y una gama de elementos portadores de historias.


Breve reseña del Barrio Puerto

El Barrio Puerto (Álvarez, Arenas y García; 2015) se sitúa al oeste del centro histórico de Puerto Montt, es una de las primeras expansiones asociadas al desarrollo económico alejadas del centro histórico. Las calles importantes son Miraflores, que conecta Angelmó con el Barrio, Miramar (ex cerro Miramar), Pérez Rosales (ex camino a Maullín) y  Chorrillos. La primera población o el primer núcleo habitacional fue la población Rosa, todo esto después de fundada la ciudad (1853). Luego, Barrio Miraflores (Fábregas, 2012), que comenzó a construirse en 1909 cuando aún no había puerto en Puerto Montt, por lo que los vecinos construían bodegas para recibir la mercadería de la numerosas embarcaciones que llegaban al canal de Tenglo. Durante 1924 se construye la población Goecke, formada por la migración especialmente de origen rural, lo que se ve reflejado en su manera de habitar ya que hacen “uso a veces casi rural del espacio urbano, reflejado en la arquitectura y en la existencia de huertas y árboles frutales en los patios, la cría de gallinas, gansos (…)” (Álvarez, Arenas y García, 2015, p. 42). En 1930 se produce una oleada migratoria debido a la construcción del puerto industrial, lo que supuso que el cerro Miramar fuera desmontado a la mitad de su volumen con el fin de rellenar la costanera y ocupar la infraestructura portuaria. En 1942 se inaugura la población Marina Mercante que era un conjunto habitacional destinado a oficiales de esta institución, lo particular de la arquitectura es su estética racionalista, operativa a los movimientos del comercio y la productividad. En el artículo de Álvarez, Arenas y García (2015) se menciona que:

Estas nuevas construcciones aportan una nueva capa a la estratigrafía arquitectónica: primero, volumen simple tipo cajón y revestimiento en tejuelas de alerce (Benavides et al., 1994); luego, una primera integración de estilo y técnicas que agregan elementos traídos por los primeros inmigrantes españoles y posteriormente alemanes (cfr. Cherubini, 2016) e ingleses; incorporación de líneas y materialidades propias del Movimiento Moderno y el sincretismo de mediados del siglo XX, que vuelve a operar la integración de estilo y técnicas representados esta vez por los conceptos propios de la modernidad y las materialidades y diseños interiores locales (p. 45).

Posteriormente con el terremoto de 1960, se construye la población Kennedy que lleva ese nombre en homenaje al presidente estadounidense que impulsó la ayuda económico después del terremoto. Después, en la década del 70 a 80, con la instalación de la salmonicultura industrial comienza a decaer la actividad mercantil de la Marina. “En el Barrio comienza un progresivo deterioro arquitectónico y una pérdida de intensidad en sus dinámicas tradicionales vinculadas a Angelmó, a las migraciones campo-ciudad y a la cultura portuaria” (Álvarez et al., p.46). Por esto, la obra El puerto que habito busca testimoniar el paso del tiempo de un lugar que representa la “memoria histórica, cultural, urbana y arquitectónica de la ciudad” (Álvarez et al., p. 46)


Versos que narran la historia del Barrio Puerto

Los textos al igual que las imágenes funcionan en un principio como evocaciones de lo que este lugar fue. En términos generales, las fotografías en blanco y negro buscan capturar el tiempo que permanece, capturar la esencia de la realidad que queda a pesar del paso del tiempo; de la misma manera los textos cuentan la historia de este lugar, la alusión constante al puerto, a las cordilleras, a las islas constituyen rutas vitales que señalan los lugares de los habitantes, y cómo este se refleja en la manera de habitar el espacio. Específicamente vemos en los textos (ninguno tiene título) este gesto teilleriano de conservar la memoria en los objetos, lugares y/o paisajes; por ejemplo, el primer texto al igual que la imagen, se sitúa en la actual “Circulo naval Corneta Cabrales” ubicada en calle Miraflores 1432. Esta casa estaba constituida por personal en retiro y montepiadas de la marina, en efecto el texto poético nos  representa esta realidad:

Sentémonos
a ver en qué posición y
altura están las nubes del cielo, aquí en este barco de
tejuelas en los bordes del
puerto, este es el local donde
llegan los astrolabios y
buscadores de estrellas,
los jubilados del mar y los que descansan algunas
mareas. Los que han tirado
sus anclas en los cuatro
horizontes del barrio puerto (El puerto que habito, s/p).

En términos gruesos, predomina en los textos una finalidad descriptiva-narrativa, por un lado, el lugar se desarrolla a través de una interrelación entre la naturaleza, el puerto, el bordemar y lo humano, manifestada en sus distintas formas, en este caso a través de la arquitectura que expresa la hibridación cultural, originada en las numerosas expresiones que evidencian préstamos culturales, integración y correlación de elementos; y por otro lado, relata cómo estos elementos forjaron identidades o redes de representatividad en un grupo de habitantes que comenzaron a morar estos espacios. La alusión a los nombres de los distintos lugares: Miramar, Augusto Goecke, Marina Mercante, Angelmó, Tenglo, etc., son dispositivos de la interioridad de la escritura que dialogan con la exterioridad de la realidad, por tanto en el acto interpretativo el lector los dota de sentido, pues surge un pacto de referencialidad. Por esto son recurrentes adverbios de lugar o  preposiciones que refieren lo mismo, o sea una serie de recursos lingüísticos que sitúan los textos en una espacialidad que se describe y narra. En concreto, los poemas van transitando en la historia del Barrio Puerto y exhibiendo elementos representativos en la configuración de su morfología, que a su vez  constituyen sitios de la memoria que proporcionan nodos identitarios.

 Aquí nació la historia
y su patrimonio, el fulgor
del puerto que amamos,
los tambores con picorocos
y pancoras cocidas,
la espesura del aire,
Melipulli y la antigüedad
de sus barrios,
este Angelmó aéreo
y sus radas y sus muelles
y sus puertos y sus orillas,
su Tenglo abrigador que
de vez en cuando arde
gimiendo en bandurrias,
son el inicio, el primer
llanto o respiro de esta
ciudad, la historia,
el ovario fecundo de
Puerto Montt y el sur de Chile.
Tanto bote, tanta lancha,
tanta vida que se ha
amarrado a sus corazones (El puerto que habito, s/p).

Este texto es complementado con dos imágenes que refieren Angelmó. Un plano general que pone como protagonista de la imagen a este lugar y un gran plano general que nos muestra el paisaje natural en el que se encuentra insertado el lugar ya mencionado; lo que enfatiza esta condición de Puerto Montt de ser una ciudad donde la naturaleza se imbrica con la urbanidad, lo que se traduce en una manera particular de habitar el espacio. Angelmó le otorga al Barrio Puerto ese rasgo de palafito, la constante interacción entre el mar y la ciudad, el punto de conexión, en el que cohabitan maneras diversas de habitar sus espacios; “el ovario fecundo de Puerto Montt y el sur de Chile” dice el hablante. Lugar que con la llegada del tren se convirtió en la caleta más importante para el abastecimiento de Chiloé y centro de operaciones madereras.

Luego, aparecen imágenes de las grúas portuarias como símbolo del progreso industrial que experimenta el territorio. Este hecho también pone de manifiesto la condición de productividad y conectividad global que posee la ciudad; “no manufacturamos somos materia prima” (s/p) nos dice No Vásquez. La constante importación y exportación de recursos naturales inicialmente, para luego establecer una relación de dominación con la naturaleza en tanto posibilidad productiva para exportar; nos referimos al extractivismo como práctica de políticas neoliberales que se instala, alcanzando un crecimiento económico vigoroso, pero que degrada y deteriora el medio ambiente.

De esta manera, El puerto que habito es un recorrido por un tiempo que persiste en el lugar; no obstante, sus habitantes de cierta manera muestran el paso del tiempo en este, el cual deteriora —al igual que las salmoneras el entorno— maneras de habitar, que aún son elementos forjadores de identidad de la memoria del lugar, ahora, el tiempo va secando las formas de interacción comunitaria, mermando la actividades campesinas en la ciudad, específicamente en este lugar, y por supuesto la arquitectura.


Lo que alguna vez fue noble, ahora plebeyo es,
¿qué se habrá celebrado donde ya no se celebra?
El abandono de los viejos es el descuido de los nuevos, o ley inexorable que todo fue o dejará de ser.
Y nadie los recuerda ni vista,
fue la sangre que corrió por dentro o que aún corre más lenta,
creo ver un rostro tapado por un velo raído, sin entrada ni salida (El puerto que habito, s/p). 

El escenario del Barrio puerto, hoy nos muestra una geografía humana donde se conservan oficios y habitan ciudadanos extranjeros (colombianos y haitianos sobre todo); es decir, una amalgama de culturas que transitan por este lugar “que casi flota” como dice el hablante, un lugar que es resignificado por su valor histórico y memoria activa de lo que fue. De esta manera, consideramos la memoria como un ejercicio constante de rearticulación de relatos que buscan esencializar el ser del lugar que se articula con el ser que lo habita, por lo que la memoria no solo consiste en un ejercicio de retrospectiva, sino como una posibilidad de imaginar una representatividad del espacio a partir de la nutrientes locales que actualmente negocian con una cultural globalizada.




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Notas

[1] Para efectos de nuestro análisis nos centraremos fundamentalmente en los textos poéticos, nuestras apreciaciones de las imágenes fotográficas cumplen solamente la función de complementar lo escrito.

 

 

 



 

 

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