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«Adiabática» de Ivonne Coñuecar
Valdivia: Ediciones Kultrún, 2009


Por Daniela Acosta Belaunde
Universidad de Chile / acosta.dani@gmail.com

Publicado en Aisthesis, N°47, julio 2010


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Adiabática, segundo libro de la joven poeta coyhaiquina Ivonne Coñuecar (1980), forma parte de una trilogía que comenzó el año pasado con Catabática y que pretende finalizar en 2010 con Anabática.

Resulta muy importante detenerse en los nombres que la poeta le ha dado a sus textos. Así, Catabático es el viento enfriado que sopla hacia abajo de forma rápida. Tomando esa idea es que la sujeto de Catabática regresa al lugar de origen, que en el texto es representado por la Patagonia. En Adiabática, en tanto, se produce la instalación de esta sujeto de un modo que —tal como lo establece el término físico del título— impide la transferencia de calor con el entorno. Podría decirse que es la decisión de hacerse impermeable. Por último, el término anabático, que sería el título que finalizaría la trilogía poética y que aun está preparando la autora, también hace referencia a un viento. Esta vez se trata de uno cálido, que sopla de modo ascendente y que para la autora representaría el autoexilio desde la tierra de origen.

Coñuecar, periodista y estudiante de Magíster en Literatura Hispanoamericana Contemporánea en la Universidad Austral de Chile, estructura Adiabática en dos partes: “Política de las carencias [nada entra nada sale]” y “madres y padres [todo queda nada vale]”, y utiliza un lenguaje coloquial con el que los poemas en prosa se alzan como bloques en cada página del libro, como si quisiera construir un muro, un fuerte donde instalar a la sujeto para desde ese lugar comunicar(nos) lo que no quiere olvidar, lo que intenta asir casi con desesperación.

La impermeabilidad antes aludida en Adiabática —que no se confunda en ningún caso con asepsia— lleva a la autora, desde las primeras páginas a mostrarse asumiendo su subjetividad sin plantear experiencias totales, sino internalizando un tema tan importante en la historia chilena (tanto literaria como nacional) de forma clara y natural:


“esta / mi herida patagónica
mi dictadura
estos / mis padres y madres
mi huerfanía” (11)


Se trata de un gesto político que atraviesa el volumen por completo y que interpela al Estado, a la democracia, a los conceptos tradicionales de lo que se piensa son los padres, el amor. La sujeto de Adiabática se instala desde las carencias sin dar concesiones. De este modo, trata de hacerse cargo de un contexto a partir del desencanto:“ las promesas del Estado / los aplausos mal venidos. nadie supo qué hacer con los ojos hasta nuestro beso miedo dictadura siglo veintiuno” (15).

La sujeto desea rehacer el país a punta de historia, de biografía, en búsqueda de la Patria: “para que no olviden las luchas verídicas y las bofetadas. no me pidan ahora que interprete la mejor versión de mi patria […] rellenaré con nuevos detalles mi lucha mientras zurzo una bandera a mi piel” (18).

Así, tomando su propia biografía, se hace cargo de la historia nacional, de su contexto y se instala en un paisaje específico: “1973. año que no nací. los gritos de los torturados escapan del estadio nacional. 1980. fui aprobada en una clínica / no elegí este país” (19).

Ahora bien, si se puede ver en Adiabática un contexto claro, que se articula mediante el recuerdo de sus vivencias de niña y adolescente (“que la televisión nacional nos llenara de cachureos y humanoides Pinochet dixit” [19]), también sucede que la sujeto inserta en la actualidad, se muestra disconforme con la ilusión de libertad supuestamente otorgada por la democracia, que aparece como un paso —firme— hacia el neoliberalismo: “que nos derrumbáramos hacia el libre mercado […] pagamos a crédito nuestro rito de sufrimiento” (19). Y es precisamente a partir del fin de la dictadura que busca reconstruir la patria, su hogar: “ella olvida que la lápida es sólo el comienzo de mi nueva ciudad” (20). Esa ausencia de un metarrelato social, es trabajada de tal manera que se constituye como la primera piedra para la construcción del yo subjetivo. Por eso su importancia, y también por eso el recordar desde ese lugar y momento. La memoria juega un papel fundamental en Adiabática para reconstruir la historia a través de sus propios recuerdos: “a mí no se me olvida nada de las calles. paseo por la memoria como manojo de tripas revueltas” (21). Se trata de un proceso doloroso, mas necesario, pues es de esta manera que la sujeto busca revertir los mecanismos del olvido que ejerce el neoliberalismo desde el retorno a la democracia.

A pesar de que en muchos versos puede advertirse la actitud disconforme de la sujeto en un entorno dictatorial, el retorno a la democracia, insisto, no aparece como la panacea ni mucho menos: “seguiremos víctimas y huérfanos. qué conveniente esta vida huacha y sin ideología / ahora que la historia nos debe tanto / ahora que libertad de expresión y —por supuesto— democracia” (29).

Por otro lado, el tópico amoroso también tiene lugar en Adiabática. El objeto de deseo es femenino, sin ambigüedades. Aparece claro y de forma natural para la sujeto, pero no por ello sin que su entorno lo cuestione:

“la gente marcha con pancartas sin saber que no hay / que se ama a un igual pero distinto / y hasta cuándo persiguen con sus miedos preguntas” (15)

Así, se da la apelación a otra (“cariña / besaste sin respuesta mis labios blancos y adoloridos. gritaste en los derrumbes que me amabas y no escuché” (20), que acoge: “construyo mi bunker y ella arma con cariños los ladrillos de mi muro” (28), pero que no logra aliviar a la sujeto de su angustia ni de su encierro en sí misma, como si la impermeabilización fuera un arma para poder reconstruirse pero a la vez un problema, un estado que termina siendo incómodo: “esta es mi casa donde me acosa la claustrofobia y pesa tanto la piel con tantas manos pegadas en mis costras y ventanas” (35).

Con la ironía, que ronda cada poema del texto, la sujeto se refi ere a la conformación tradicional de la familia padre-madre-hijos y de sus prácticas, que se alejan de lo que ella desea y ansía para sí: “qué común el sexo agónico de las ciudades. qué común amarse en formato siglo veinte de argollas e hijos. yo me rozo con palabras” [44]. De este modo, el hablante lírico se desmarca de las imposiciones culturales donde el objeto de deseo ha de ser heterosexual, se asume sexualmente activo y autosuficiente, en un mundo donde los deseos no son satisfechos.

Otra de las aristas del libro es la relación con los padres, así como también el diferente trato que podría darse con el padre (“a los padres no les decimos” (36) o con la madre: “a las madres les avisamos que venimos en camino” (37). No obstante, se habla desde la ausencia de progenitores, desde la orfandad, instalándose la sujeto —sin victimización— desde la carencia, constatando hechos, con rabia: “soy feroz / fría y llena de miedo como asesino huyendo / circulo por noches remediando los ocho y ochenta que no tuve” (38).

Igualmente, la relación que se pudo tener con los ahora ausentes padres no está exenta de la problemática neoliberal. La estética de la democracia, con sus códigos de barra, música de fondo de hoteles, atraviesa sus relaciones o los recuerdos de ellas: “fue por la ceguera y la cojera madre. por todas las madres que tuve / tu maquillaje paroxismo ochenteno no me dejó besarte / no pudieron mis manos embarradas con tus ropas Hollywood. tus tacos anunciaron tu ida con tanto estilo madre / tanto estilo que quise abrirte un fans club” (41).

Es así como la poeta Ivonne Coñuecar inscribe en Adiabática una poética de la memoria, retomando carencias (corporales: ceguera, sordera; emocionales: orfandad) en un texto fragmentario, plagado de relaciones truncas e inestables, en un ejercicio de reconstrucción continua de su subjetividad y apropiación de la historia política del país, construyendo una sujeto situada y crítica, tanto de su realidad como de las imposiciones dictatoriales o su correlato en el libre mercado.

Buscando no olvidar ni olvidarse, mantenerse quizá viva en el ejercicio de escribir a modo de crónica, Ivonne Coñuecar se reafirma y concluye:

“buenas historias de exilio y dictadura. yo soy de otras minorías / genéricas / sexuales / étnicas / geográficas. no me vengan con eso de la democracia. siempre me atrevo desde la minoría misma / me gusta la queja / es la excusa de todo mi abandono / mi huérfana consiste en abandonarme a mí misma / como lo hizo la historia / como lo hizo mi madre / como lo hizo luego mi padre / mis amantes y las calles. nunca me sentí parte de algo / nunca seré parte de algo. Adiabática yo, me quedo” (46).

 

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