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paseando en la fotografía de tus calles, acercamiento a “La Mal Agestá” de Ingrid Escobar
Por Marcelo Arce Garín
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…y como el dolor nacional es mío, el dolor popular me
horada la palabra, desgarrándome,
como si todos los niños hambrientos de Chile fueran
mis parientes…
Pablo de Rokha
La “Mal Agestá”, debut literario de Escobar escurre como lava en la corteza de la poesía, apunta turbia en el patio/de las princesas pulidas.
Esta ópera prima al decir de los cursis es una patada al cuerpo insistentemente triste/en el patio trasero de las miradas.
Una cartografía callejera pincela este poemario
Adiós chinito, ve al cielo con tu padre/mejora a mi hijo, santita, te pido/Gracias por favor concedido
Palabras erigidas en los camposantos de la patria o animitas milagrosas de factura perfecta y digna de una obra de ingeniería en las poblaciones de La Pintana. Guaridas eternas del alma en tránsito, siendo la postal; siemprevivas en la esquina/cordón de velas derretidas en el aire.
Que te sea leve, el tránsito fúnebre sin cuerpo/silencio pactado en el ruido/la oscuridad de la venda sexy…
Acá la inocencia se esfuma enarbolando a las víctimas de la represión política. Torturas, vejámenes sexuales realizados por perros especialmente amaestrados para estos efectos, los ojos siempre tapados.
Si bien se alza el puño rabioso, el susurro no tarda en llegar. Un interior marchito nos guía El amor no tiene prisa/espera en la bocacalle del olvido.
Una constante machaca las páginas de este libro, el agua fluye a borbotones, a saber:
mar – tormenta – estanques – lluvia – inundaciones – navegantes – cántaros – sudor – empaparse – marea – llorar.
Corre y purifica, es la esencia y el pilar de esta “Mal Agestá”.
El canto popular alumbra la huella y rugen también aquí sus antepasados. El hablante relata:
Bajando en la cordillera
los caminantes, cansados, van
Oscuros bajo su ropa
Los cabizbajos, mojados, van
Cargando tu gesto ambiguo
Sobre sus hombros, pensando van…
Y se genera el diálogo. Carlos Pezoa Véliz en el poema “Entierro de campo” continúa…
Una voz cansada implora
Por la eterna paz del muerto;
ruidos errantes, siluetas
de árboles foscos, siniestros.
Allá lejos en la sombra,
El aullar de los perros
Y el efímero rezongo
De los nostálgicos ecos…
Acá se vive sin duda una política de larga data en nuestra literatura, desde Alfredo Gómez Morel y “El Río”; Lucho Cornejo y su “Barrio Bravo”; La poesía filosa de Violeta Parra y por cierto Nicomedes Guzmán, quién su novela “Los hombres oscuros” del año 1939, se la dedica:
A mi padre Heladero Ambulante
A mi madre Obrera Doméstica
entre muchos otros.
Gamaliel Churata, el bello indigenista peruano, en su escrito “La América no existe” del año 1936 nos dice:
“América es un país antiguo y primitivo, sus instituciones participan de las formas de todos los pueblos arcaicos…
…su moral no ha salido del patriarcado y si podemos estudiar en el imperio inkasiko sistemas políticos avanzados, ellos representan la evacuación de un pueblo que se dirigía al porvenir”.
Hacia allá apuntan los versos de Ingrid Escobar, una expansión territorial e identitaria cuajará en sus cantos y
decantará en El cuerpo como raíz/El cuerpo como debate.
Fotografía de Ingrid Escobar de Ana Carolina Alba