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Novela/Tribu/Ignacio Fritz
Cuarto Propio, Santiago, 2006, 160 páginas
Por Javier Edwards Renard
“Revista de Libros”, diario El Mercurio. 16 de junio 2006
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Se agradece la existencia de editoriales como Cuarto Propio, en tanto que fogón donde se cocinan caldos novedosos y arriesgados. Se agradece también que haya escritores como Ignacio Fritz, que muestran la vena, que escriben con desparpajo y agudeza, que no temen quedarse cortos o largos en el intento y arman historias simplemente porque tienen que contarlas, incluso cuando el resultado es sólo un anuncio de lo que vendrá, es parte de un ejercicio, un justificado calentamiento de motores.
Así, la tercera novela -nouvelle, para ser exactos- de Fritz es un pequeño texto de apretadas 160 páginas, en las que se siente la tensión escritural de este autor, sus ganas de explorar las estructuras narrativas y el uso mismo del lenguaje. El resultado, entonces, es un relato rápido, dinámico, con puntos de vista distintos, con voces que se van alternando, con un tránsito del lenguaje prosaico al poético de ida y vuelta, cuya médula es la reflexión sobre la escritura, sobre el acto narrativo en sí y el rol o posición del escritor en la sociedad. Así, Tribu es una historia sobre el escribir que, de cabo a rabo, se mantiene fiel a la señal que entrega el epígrafe tomado de Blaise Cendrars en El hombre fulminado: “Escribir es un incendio que abrasa un sinnúmero de ideas e inflama las asociaciones de imágenes antes de reducirlas a crepitantes ascuas y a una lluvia de cenizas... Porque escribir es quemarse vivo, pero también es renacer de las propias cenizas”.
Milo Weldt, el protagonista de Tribu es escritor, como Ignacio Fritz; aparece como un alter ego que dice, que habla, que cuenta una historia que, no obstante las apariencias, de su dejo policial, de la anécdota inevitable, es la narración de la odisea misma que representa el acto de escribir. En este sentido, todo escritor es un Ulises que navega las aguas de sus propios imaginarios y que va construyendo interpretaciones sobre la fantasía colectiva.
Si bien apela a la escritura que ficcionaliza el propio acto de escribir -lo que en sí no es nuevo y responde a una larga tradición-, Ignacio Fritz aporta la incorporación de estructuras y tiempos narrativos propios de los lenguajes audiovisuales, más sintéticos y, quizás, flexibles que los habituales en literatura. Al mismo tiempo, el escritor es un lector voraz o quiere parecerlo y, de ambas cosas, va dejando un rastro con alusiones a nombres de escritores, directores de cine y actores que no resultan gratuitos y obligan a descubrir cuál es la función que tales referencias tienen en la estética de Fritz.
Tribu es un libro primerizo, arriesgado, inteligente y ambicioso que vale la pena leer; es un libro que explorando los alcances de la escritura cuenta una historia que propone una metáfora sobre las condiciones existenciales que inducen a escribir y, si en medio de todo ello resulta un libro que cabe y se recomienda leer, también obliga a decir que su factura resulta, por momentos, demasiado improvisada. Algo acusa que Fritz se mete en terrenos pantanosos, ambiguos, de difícil solución, arriesgando interpretaciones provocadoras que no siempre logran sostenerse a sí mismas. En este sentido, uno se queda con la sensación de que ésta -al contrario de tantas otras- es el tipo de novela en que se echan de menos más páginas, esa escritura complementaria en la que el autor logra explayarse con holgura en los temas que se ha impuesto. Fritz sin duda tiene talento y, aunque no les guste ni a él ni a su protagonista que los traten de “promesa”, lo es y, si se lo propone y no toma siempre el camino corto y rápido, podría llegar a ser, a su modo, tan potente como un Bolaño.
