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LA POSIBILIDAD DE LA EXCEPCIÓN: NOTA SOBRE LA
POESÍA DE RUBÉN JACOB*

Por Ismael Gavilán



La poesía, tal vez, es una interrupción en el discurrir del mundo. Quizás por eso es también excepción y, por tanto, pausa dinámica de la fantasía y el anhelo en la urdimbre que nos consume a diario. Las presentes palabras (breves por cierto) desean ser una mera antesala al lenguaje manifestado como gesto, es decir, al poema, y donde hablar, incluso amparándose en la anécdota, de lo escrito por Rubén Jacob es difícil, desmesurado, tal vez hasta impertinente. Datos biográficos como su residencia en la ciudad de Quilpué desde hace más de treinta años o que ha publicado dos libros The Boston Evening Transcript y Llave de sol, amén de alguna referencia entre secreta e irónica respecto a su distancia de lo que podríamos llamar el “circuito literario”, configuran sólo la superficie de un mundo imaginativo que no pretendo delinear ni menos agotar aquí.

Cuando se me solicitó una breve reseña para esta selección antológica, me reencontré de súbito con la impresión primeriza de una lectura de sus poemas allá por 1993, en la época en que era un joven poeta imberbe recién salido de la adolescencia. Y esa impresión, ahora calibrada por los años, se ha ensanchado hasta arraigar en mí como opinión: la poesía de Jacob es conciencia del tiempo que se muestra en su precariedad doliente. Ni grandes ni portentosas, aquellas palabras desean ejemplificar ante todo, una experiencia que a mi juicio es llamativa en su discreta y elaborada evocación: ausencia fantasmagórica de biografía; reserva y privilegio de exponer la angustia como cosa en el decir de Rilke, cosa que es ni más ni menos, poema, plasmación paradigmática de un entrecruzamiento de coordenadas múltiples: lecturas, anhelos, asedio a la memoria. Y entre todo, la ligazón invisible, el animus de la música, ya como forma, ya como evocación infinita. La música en Jacob es esencial, no tanto porque busque un verso de melodiosa semblanza –todo lo contrario: creo que su organización estilística, por llamarla así, obedece a un ritmo duro, recio, meditativo, ajeno a evocaciones de sensual eufonía-, sino porque descubre en ella la estructura secreta que es capaz de solicitar de nosotros la lucidez suficiente para conjurar al avasallador discurrir de la vida.

Quizás por ello, la poesía de Jacob es excepción, porque se alza en la objetividad invisible que supera o subsume la vivencia privada de la queja, entendida por lo general como mero sentimentalismo. Aquí, la conciencia del tiempo al mostrarse en toda su precariedad debe ser enfrentada con inteligencia. Sin pecar de excesivo, creo que ahí se funda lo básico de este ejercicio poético y, por tanto, constituye ciertamente, una rareza en lo que de manera cotidiana solemos calificar como poesía. La inteligencia, apelando al anhelo a través de la música, ya como forma o evocación, es lo que articula nuestra recepción de una conciencia que es avasallada por el ir-venir de la rutina, de la hastiante y angustiosa rutina existencial en que el sujeto se ve inmerso y por la que clama esta poesía. Y así, este clamor se hace forma, poema y por ello detalle o nota a pie de página en el libro de la vida. Tal vez por eso la austeridad de las solapas de sus libros al negarnos la privacía del sujeto, nos indica una cautela, reserva o cuidado para asir sin derrame de fútil emocionalidad, un modo de hacer y enfrentar el lenguaje, modo que a mi entender hace dialogar a esta poesía con variedad de referentes (Eliot, Joyce, Borges, Brahms, Corelli, Bach, Proust, Rulfo y un largo etcétera). Poesía culterana se dirá, como queriendo defender en una irracionalidad vitalista el discurso que supera y absorbe todos los discursos. Porque en Jacob, la poesía es eso: ampliación dialógica con una tradición cultural de vasto vuelo que tiene como propósito, ya no mostrar un lujo de fuentes, sino de lanzar redes de arraigo en el desasosiego para ver si es posible la excepción.

 

- Breve selección de poemas de Jacob -


VII

(De The Boston Evening Transcript , Ed Carpe Diem, Valparaíso, 1993).

Los conocedores de ese periódico de Boston
Se agitan en la brisa como plantaciones
En los postreros días del verano
Esperando quizá el frescor del clima otoñal
Que ya se aproxima.

Cuando el anochecer se extiende
Suavemente por la calle albergando en muchos
Una pasión de vida y ofreciendo a otros
The Boston Evening Transcript
Trepo por los escalones resquebrajados
Y hago repicar la campana tras la verja de hierro
Volviéndome cansadamente
Como si uno pudiera mirar hacia atrás
Para decir adiós con la mano
A J. Alfred Prufrock
Si la calle fuera el tiempo
Y él estuviera en el extremo de la calle
Cantando su canción de amor
Y me dijera algunas palabras
Sobre la niebla amarilla y Miguel Angel
Y yo a mi vez pudiera responderle así
Vamos entonces tú y yo J.Alfred Prufrock
Cuando el atardecer se estira contra el cielo
Como un perro atropellado en la autopista
Pero probablemente no sabríamos dónde ir
Ni para qué
Partiríamos en dirección a otros pueblos
Como pasajeros incógnitos
Hacia lejanos y sucios alojamientos
Ah Cuándo dejará de rechinar el corazón
Habría debido ser una hoja muerta
Barrida por el viento del sur
Eso nada más que eso habría pedido
A quien correspondiera pedírselo
Si eso sea lo que fuera
Existiera en algún perdido territorio.

 

 

XVIII
(De The Boston Evening Transcript , Ed Carpe Diem, Valparaíso, 1993).

Los notarios conservadores archiveros
Actuaries receptores procuradores del número
Usías ilustrísimas y demás funcionarios auxiliares
De la administración de justicia
Revisan sus ajadas carpetas
Y completan sus registros y nóminas
Con hojas de papel proceso
Circulando solemnemente
Con funcionaria lentitud
En el silencio inmóvil del soleado mediodía

Cuando la tarde se hace noche
Y cae otra vez el mes de Noviembre
Ingreso en esas oficinas públicas
Ubicadas a veces en el centro de las ciudades
O en sus afueras en lóbregos edificios
Y después de formular mis peticiones
Retorno con serenidad hacia mi pieza
Para procurarme descanso tras de cenar
Y poder admirar el cielo lacerado el mar violeta
O escuchar ese ruido entre el ramaje
Que quizás fuese alguien que regresa desde el extranjero
Recuerdo entonces que anduve
Junto a la multitud errante y dolorida
Agolpada frente a los semáforos
Cerca de las diecinueve horas
Y me pregunto ¿Es que advendrá una vida distinta
Idas las lluvias invernales?
¿O es que deberé elegir
Entre la tristeza y la nada?
Por estos barrios ya apareció la húmeda sombra
Como si la trajera el funesto Ulises
Y otra vez ella la yegua negra de la noche
Pasó la mitad de su camino
Qué irá a ser de nosotros
¿Por qué vinimos a Comala?
Cada fantasma es el traje de la muerte
¿Es verdad que todo comienza y termina
Exactamente en el momento y tiempos justos?
¿A quién hablamos y quién nos oye?
Pareciera que nuestras frases
Son igual que piques de minerales
En ellos caben lloviznas de otros tiempos
Mares que ya no están ríos turbulentos
Y azares inexplicables
Todo tiene su lugar y su tiempo
Tal se dice en el enigma de las rocas colgantes
El mundo nace y va creciendo
Y va deshaciéndose
No como una explosión sino como un gemido
Entonces si eso acaeciera
Deberíamos volver a plantearnos
¿En dónde estará o habrá permanecido
El deshojado corazón del hombre?
Todo lo que tanto amamos
En el Octubre fenecido
Retornando otra vez más
A la añosa calle
Y si así fuere cuando permanentemente
(Si pudiéramos saber cuánto tiempo durará)
Lo vespertino se abate
Sobre los obcecados transeúntes
Atizando en muchos de ellos
Sus febriles ambiciones o inútiles desencantos
U ofreciendo a otros la esperanza
Del Boston Evening Transcript
Ya no subo por las escalas
Solamente me siento en la terraza
Pensando en la confusa muchedumbre
Observándola desganadamente
Y volviéndome hacia el Poniente
Para saludar y despedirme sin apuro
De Baudry-Lacantinerie
Si la puesta del sol fuera el tiempo
Y ese jurista apareciera después
En las cero horas como un rey destronado
Y se quedase muy quieto
En el extremo de la calle mortecina
Y él Baudry-Lacantinerie fuera el tiempo
Y me dijera distinguido colega
De mi de Usted de ellos de todos nosotros
Algún día no quedarán vestigios
Ni un rostro bello ni un rostro difuso
Está todo oscuro oscuro oscuro
Derelictos seres
De un calendario inconcluso
No permanecerá huella señal o rastro
Ni siquiera una información para perpetua memor
Ya no ha lugar
Todo está prescrito
Por el transcurso del tiempo
Una vez más no ha lugar
En todas las instancias hemos perdido
Todo está ejecutoriado
Todo está prescrito.

 

 

Septiembre
(De Llave de sol, Ed Altazor, Viña del Mar, 1996).

Estoy solo confinado
En la cabaña de un balneario invernal
Y ahí escucho Septiembre
Ese tema indefinible de Richard Strauss
Me conturba su misterio soterrado
Y su lenguaje sombrío que decae
En sonoridades amargas
Va cubriéndome
En medio de la luz desfalleciente
(Aquí nadie transita
Por las alamedas llovidas)
Así emerge de otrora
La modulación grave y pura
De Kirsten Flagstadt
Y es el sellarse de Septiembre
Del amarillo gotear de los desagües
Y del deshojarse del ciego calendario
Suspendido en el tiempo
Anunciando el término del viaje
Septiembre
Encantado desvanecido
Mes de ardidas fogatas
Como te esfumas bajo mis pasos
En esta caleta
Mes claroscuro mes de viento
Tardío y viejo amor
¿Por qué no quisiste escuchar Septiembre?
¿Por qué no escuchaste conmigo
en la costa sola a esta soprano
Y sus doradas canciones
Envueltas en pañales de tinieblas?
Septiembre renacer de muertas buganvillas
Presiento ahora las señas de la despedida
La asechanza de los días incólumes
Que transitan en sigilo
Ya llueve sobre el paisaje
Y sobre mi vida.

 

 

Quinteto
(De Llave de sol, Ed Altazor, Viña del Mar, 1996).

Si alguno alguna vez te preguntase
¿La música qué es? Podrías decir Mozart
Es la música misma tal si fueras Cernuda
Pero dirías que también lo es el jazz
Y el Quinteto Opus 115 de Brahms
Para clarinete y cuerdas tu preferido
Sentimos su dulcedumbre su ansiedad su aliento
Y su amalgama de instrumentación opaca
Que parece una luz medio apagada
A veces viene con la noche del Sábado
Que es la más solitaria
O el crepúsculo del día Domingo
Cuando la inmortal tristeza nos invade
Y presentimos que los días del tiempo
Nos atormentan con su morir obstinado
Así vivimos esta composición invulnerable
Que resuena como el viento en las vidrieras
El viento que se ha llevado tantas partes
De nosotros mismos
Todo lo ha oxidado el tiempo
Y su mirada nostálgica todo
Menos este arpegio desconsolado
Caído exactamente sobre el centro del corazón
Si nos interrogaran dónde lo conocimos
Dónde los oímos en qué oportunidad
Deberíamos responder
En medio del camino a solas
Por donde vamos desapareciendo
Sin música de cámara
En donde ya no estamos
Por donde ya no andaremos
En el lugar en que ya nadie
Ya nadie
Hablará de nosotros.

 

 

Rubén Jacob (1939): Nacido en Santiago y con una plácida niñez en Angol y Limache, estudió derecho en los años sesenta. Lector caótico, como él mismo se define y poseedor de una biblioteca nutrida que es casi un mito entre los poetas más jóvenes de la región de Valparaíso. Abogado de profesión y melómano hasta la médula, reside en la ciudad de Quilpué desde hace treinta años. Ha publicado los libros de poemas The Boston Evening Transcript (1° ed Carpe Diem, Valparaíso, 1993; 2° ed Altazor, Viña del Mar, 2004) y Llave de sol, Ed Altazor, Viña del Mar, 1996.

 

* Texto publicado en la revista de poesía Antítesis, n° 2, Valparaíso, verano de 2007.


 


 

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La posibilidad de la excepción: Nota sobre la poesía de Rubén Jacob.
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