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Cinco poemas de Ismael Gavilán



.. .. .. .. ..

*

Repetir las palabras
las mismas palabras
la humedad continua de la respiración.

Repetir la llovizna
sobre el cristal,
la danza de los días
bajo el mismo insomnio.

Repetir desolación y presencia,
el secreto uniforme del silencio
la efusión limitada de la intensidad,
el mismo juego del viento
y la esquirla del amor.

Las mismas palabras,
la espiral que no sacude
su propio cansancio,
la claridad que comienza de nuevo
su enigma permanente.

Repetir las mismas palabras
por estas largas vías despobladas.

Y respirar bajo el cielo
como una vieja piedra muda.

 

 

*

Descubrir el centro derrotado,
su llaga que se adentra en el dolor
por el dolor de mi memoria,
su reflejo que gira en mi noche
sin saber que es reflejo,
asaltando la entraña
como agonía de la última palabra,
como lava incandescente
que desgaja tu mirada y mi mirada.

Descubrir el centro derrotado
que encarcela el anhelo
en la ciénaga del aire,
en el tortuoso parpadeo
de la lluvia impredecible
que, golpe a golpe,
enciende las hogueras
del blanco erial del viento.

Descubrir el centro derrotado
en el estéril acto
de lo que jamás pudo decirse:
esa lengua de silencio
engendrada por la propia lengua.

 

 

*

Todo vuelve en estos días,
la desnudez de la que soy parte,
el abandono de Dios,
el olvido que origina lo invisible,
el animal de fondo
con sus pétalos de noche,
la claridad vacía
del fuego entre mis manos.

Todo vuelve
de sombra a piel
de voz a sangre
de humedad a derrota
de precariedad a respiración entrecortada.

Todo retorna en el desvanecimiento,
en la nostalgia de la fruta veraniega
como sonrisa núbil del agua insumisa,
en la fragilidad del tacto
que nos repuso de un tiempo sin tiempo.

Todo inicia en estos días;
el beso que nos fue concedido
aquella noche tan culpable
cuando dijeron nuestros nombres,
cuando nos expulsaron del viejo paraíso.

 

 

*

Un lenguaje
que tome piedra por piedra,
inocencia por relámpago,
padre por hijo,
tristeza por desierto.

Un lenguaje
que no diga lo ya dicho
esperando que signifique lo ilusorio,
que adivine el orden
del pulso y de la sed,
que camine sin hablar
hacia la soledad de su mirada
como despedida fugaz del llanto.

Un lenguaje
sin palabras que entregue su piedad
con la cosecha del cielo
para hacer visible
lo que dice lo invisible
pronunciando lo ajeno de todas sus vocales.

Un lenguaje
como la  mujer de Lot,
sereno ante el horror de su blasfemia
y que al caer la noche
sepa que enmudecer
no es el dolor de saberse sal.

 

 

*

El aire sigue su curso
y encandila el silencio de los árboles.

La imagen rota del agua
sigue pronunciando su palabra vacía
como penitencia y vaticinio.

La sombra carcome mis labios
con la palidez que sucede instante tras instante.

El deseo desentraña los racimos del sol
tras la noche que se alarga más allá de su rostro.

Tus ojos siguen ahí,
mirando lo que yo no puedo ver
cuando el mar dice sigiloso
lo que me toca y que a ti fecunda.

Las aves circulan perdurables
en su hambre insaciable de espacio.

Las piedra sigue yaciendo
con su ser desnudo, callado, sin tristeza.

El nogal aún anuncia la alegría del atardecer
con su respiración invisible cuando mi padre sonríe.

Dios sigue sobre sí mismo
queriendo imaginar este poema.



 

 

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