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Entrevista a Isabel Gómez:
“Un mundo sin poesía es un mundo sin alma y eso sí es una tremenda amenaza a
nuestra condición de humanidad”

Por Julián Gutiérrez



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Parafraseando a Eliana Ortega, el territorio, en tanto lugar desde donde todo sujeto se construye e interactúa con el mundo, es algo que debe ser delimitado si queremos distinguir quién es quién en un determinado ámbito de la cultura. Esta “toma de posición” del sujeto permite, a juicio de la crítico feminista: 1) realizar una  diferenciación crítica de las contribuciones, y 2) advertir posibles interferencias y reduccionismos a dichos aportes.  

La territorialidad de Isabel Gómez, ese lugar desde donde ha articulado su experiencia de mujer, tiene que ver fundamentalmente con la escritura poética, la educación y la promoción cultural. Junto con haber cursado estudios de pedagogía (Licenciatura en Educación y Magíster en Ciencias de la educación, en la Universidad de los Lagos, Sede Santiago), Isabel también se ha desempeñado como bibliotecaria en el Colegio York (comuna de Peñalolén) y como Directora de la Sociedad de Escritores de Chile.  Sin embargo, para efectos de esta entrevista nos enfocaremos en aspectos de su quehacer como poeta.

Dentro de la poblada tradición poética chilena, Isabel Gómez es una integrante ineludible del segmento generacional “post-87”. Su trayectoria escritural está asociada a un continuum conformado por dos etapas, ambas ligadas a lugares y momentos distintos de su transcurrir vital. La primera, de formación, ocurre  en Curicó, ciudad donde nace en 1959 y en la que, entre 1979 y 1983, publica sus primeros poemas en el diario local La Prensa. La segunda etapa, de consolidación, transcurre en Santiago, lugar donde se ha radicado hasta hoy. Aquí ha publicado sus libros: Un crudo paseo por la sonrisa (1986), Pubisterio (1990), Versos de escalera (1994), Perfil de muros (1998), Boca pálida (2003), Dasein (2006) y Enemiga de mí (2013). Además de las antologías: El lugar de la memoria (2007) y Voces de la memoria. Centenario en el Bicentenario. Antología de poetas y narradores latinoamericanos en los 100 años del Partido Comunista de Chile (2012). Publicaciones con las que Isabel Gómez ha logrado ser  conocida tanto en Chile como en el extranjero, en 1995, premiada en el Concurso Becas, convocado por la Sociedad de Escritores Noruegos y la Sociedad de Escritores de Chile y, en 1997, galardonada con el Premio Pablo Neruda.

Dentro de la recepción crítica de la obra de Isabel Gómez, destacan las aproximaciones de José-Christian Páez, Jorge Teillier, Amparo Pozo, Stella Díaz Varín, Marino Muñoz Lagos, Lorenzo Peirano, Armando Uribe, Nicolás Padrón, Alejandro Lavquén, Úrsula Starke, Eugenia Brito y Patricia Espinosa, entre otras y otros tantos. Todos, en alguna manera, coinciden en catalogar su propuesta como de intuición conmovedora, de profunda conciencia existencial y de gran manejo de la palabra. Amparo Pozo, por ejemplo, señala: “La poesía de Isabel conlleva frases precisas, porque han sido productos de honda reflexión, donde se anota en juego de inteligencia y actitud de mujer”. Patricia Espinosa, por su parte, dice: “Isabel Gómez configura una estética del cansancio donde el cuerpo se ha disociado de la letra, donde ambos a su vez, habitan en el límite de la sobrevivencia”. Sin pretender capturar certezas ni intentar definir un discurso en pleno movimiento, invito aquí a leer las siguientes reflexiones de primera fuente que, junto con agradecer, creo que contribuyen a develar la línea de pensamiento y de escritura de una poeta que es necesario seguir reconociendo en plenitud.


¿Cómo ocurrieron tus inicios literarios, en términos de ambientes, amistades e inquietudes?
Cuando estaba en la enseñanza media en Curicó ingresé al taller literario Orlando González Gutiérrez. Ese taller reunía a un alto número de escritores y escritoras de la provincia de Curicó y sus alrededores, algunos de ellos y ellas ya eran escritores con bastante reconocimiento público. El taller lo dirigía el poeta Juan Jofré Bustamante. Esta experiencia fue mi primer acercamiento a quienes veían en el oficio de la escritura un ejercicio más profesional. En lo personal yo ya venía escribiendo, prácticamente desde mi niñez, pero nunca había sentido la necesidad de mostrar mis trabajos y de compartir con otros y otras esta forma de ver la vida, que hasta esos momentos era más bien intimista, casi oculta. Me costaba mucho mostrar lo que escribía y bueno eso de cierta forma perdura hasta hoy, siempre lo he visto como una manera de observar el mundo, de reflexionar y de pensarnos, más que de objetivizarlo.

¿Qué autores y/o autoras “influyeron” en tu periodo de formación literaria? 
En mis años de adolescencia no teníamos acceso a grandes bibliotecas, yo vivía en una zona rural cercana a Curicó, (Cordillerilla se llama el lugar) y en mi escuelita rural la biblioteca era muy pequeña, más bien había un par de textos de literatura infantil y juvenil, en poesía recuerdo haber leído a Pessoa, Neruda, Mistral y también algunas novelas como Gracia y el forastero, Martín Rivas y otras que en esos años eran lecturas obligatorias. Recuerdo que mi profesora de lenguaje cuando nos portábamos bien nos leía las aventuras de papelucho y se creaba una atmósfera tan especial que creo que era un espacio que yo añoraba porque era como introducirnos en un mundo de aventuras, mágico, quizá no por las historietas en sí sino más bien por el momento especial que vivíamos con nuestra profesora. Posteriormente en mi etapa de adolescencia conocí a un profesor que había sido relegado a Cordillerilla, él fue fundamental en mi formación literaria, fue a la primera persona que le mostré mis poemas, me prestó libros que influyeron en mí no solo en la escritura sino también en la manera de interpretar el mundo.

¿Cómo definirías y/o caracterizarías tu intención poética o propuesta creativa?
No sé si poseo una propuesta creativa, los procesos creativos se dan en la medida en que leemos la realidad y tratamos de expresarla a través de un discurso poético que se acerca y se aleja de nuestro ser subjetivo. Me interesa mucho el uso del lenguaje mediante construcciones metafóricas que tratan de expresar ese ser interior a través de imaginarios que transitan y se mueven por nuestra propia imaginativa. Pessoa decía que “las palabras significan lo que nosotros queremos que signifiquen”, a mí me hace mucho sentido eso, todos sabemos que la realidad no es estática, es tremendamente dinámica por ende las propuestas creativas adquieren esa movilidad y de alguna manera nos interpela a reconstruir el ejercicio escritural constantemente. Sin embargo, mi intención poética es permitirme la emoción siempre, como una forma de diálogo constante, conmigo misma y con el otro. Esos diálogos son vitales, no perder la capacidad de asombro.

¿Qué factores consideras determinantes en tu proceso creativo?
Alguien dijo que “la soledad es la patria del escritor”. Eso para mí es fundamental, estar sola, sin nada que me interrumpa. Antes escribía en cualquier lugar, en los buses, cuando salía a caminar, ahora lo siento como un ejercicio más silencioso, de mucha contemplación y reflexión, en ocasiones me acompaño por la música, aunque siempre ese es un momento previo a la escritura. Además para mí es muy importante investigar sobre el tema que quiero escribir, eso también cambió porque en mis inicios solía escribir de forma espontánea, improvisada quizá; ahora leo en torno al tema y trato de compenetrarme de otras lecturas que sean relevantes en torno al tema que quiero escribir.

A partir de tu visión estética, ¿qué criterios usas para reconocer un buen poema?
No me agrada referirme a la poesía haciendo la fragmentación entre los buenos y malos poemas, porque la poesía va acompañada de diversas sensaciones y emociones que varían dependiendo de tus propias emociones y experiencias de vida. Hay ocasiones en que leemos un poema y en ese momento no nos dice mucho, sin embargo, en otro momento refleja exactamente lo que estamos viviendo. Leer poesía es una acción poética en sí misma, tiene esa fuerza de proyectarnos a mundos insospechados, a espacios donde la palabra se representa a sí misma constantemente.

¿Cuál crees tú que es la principal amenaza que puede afectar a la expresión poética hoy en día?
La poesía siempre tiene la capacidad de repensarse, de reescribirse y de reestructurarse y eso se da por su condición intrínsecamente ligada a los procesos sociales, al pueblo con todas sus esperanzas y desesperanzas, con sus sueños y utopías. La poesía es una voz que está inserta en todas las voces, en las individuales y en las colectivas, de ahí que sea complejo acallarla, invisibilizarla, porque está en las cosas, en las sensaciones, en lo cotidiano. Un mundo sin poesía es un mundo sin alma y eso sí es una tremenda amenaza a nuestra condición de humanidad.

¿Qué trabajo literario estás desarrollando actualmente? ¿Hay algún interés temático particular?
Hace poco concluí un libro de poesía que lo venía escribiendo hace más de 4 años, entremedio escribí otras cosas, varios ensayos sobre la importancia de la cultura y el arte como una herramienta transformadora de la realidad, que espero, a futuro poder contemplarlo en un libro, porque es una temática que me apasiona. Este año decidí retomar mi libro de poesía, que es un homenaje a los pueblos originarios, con un cruce de tópicos que abarca la inmigración y los desarraigos, sumido en un mundo neoliberal donde la soledad del ser se expresa dentro de un sistema que abandonó a la humanidad dejándola en un oscurantismo propio de la decadencia de un paradigma que no da el ancho para construir sociedades más inclusivas y democráticas.

 

 

MUESTRA POÉTICA:

 

Teoremas ocres

La mujer
despliega universos
de sol inseminado

Recoge su cuerpo
y le crecen hijos
a ras de vuelo
sumergido.

[Pubisterio, 1989.]

 

XVII

No me queda más
que ser la bruja del barrio
La última hermana sin fotografía
la saltimbanqui de tus juegos ecológicos
la envenenada de siempre

No me queda más que ser la bruja
el muro de alguno que otro sueño
la tibia soledad de los pájaros
derramando oscuras palabras en mi boca

No me queda más
que largarme
sacudir mi vestido
limpiar la rabia del último día
proteger mis alas
y empollarme.

 

LVI

Un niño ciego
aferra su cuerpo a mi casa
Su palabra es la noche
deslizándose como un bosque invisible
Apenas un juego
para hacer más lenta la muerte.

[Versos de escalera, 1994.]

 

Santiago fin de siglo

En fin de siglo
veremos una película del cine mudo
Santiago se levantará anónimamente otra vez
inventaremos personajes que se nos parezcan
y no habrá testigos que memoricen tanto silencio
En fin de siglo
alguien se colgará de mi sombra
y jugaremos
los días se pegarán al cuerpo
como una nueva memoria
que amenaza desertar hacia otros rostros
En fin de siglo
caminaremos oscuros
por calles que imaginamos diferentes
rodeados de gentes que ya no existen
En fin de siglo escribiremos
y este oficio minúsculo nos devolverá al mundo
La casa donde los cuerpos
moldean la historia nuevamente.

[Perfil de muros, 1998.]

 

S

Vigilo esta ciudad cansada
y huelo sus lágrimas
como un ejercicio que a ratos me alimenta

Me queda bien el abandono
El eco de una frase
que interroga
la oscura señal
del día que demora
su entrada al cuerpo

No puedo retornar
temo la lucidez de estas voces
Me he acostumbrado a la locura
a la derrota de mi sonrisa
a perderme.

[Dasein, 2006.]

 

La mujer ausente

La mujer que escribió este poema
ya no está
transita afuera de las palabras
lejos del tiempo
lejos de los cuerpos que mienten y se ocultan
en otros cuerpos.

Alguien se marchó de mí
esta mañana
conté los pasos que nos distanciaron
qué haré con estos que retornan
No es la forma de volver
me dije
y sonreí
mientras los espejos nos guardaban
del espectáculo de existir.

 

Enemiga de mí

Isabel no me esperes
cuando intente nombrarte
y no estés en esta novela
donde algún día transitamos sin mirarnos

El naufragio de estas palabras
me traiciona
plagian estas calles donde cambian
de dirección mis memorias
sólo por temor a caer en
arcaicas figuras
enemigas de mí

Hoy tomé prestados días que nadie vio
Sólo que estas ruinas no me dejan ver
la miseria de estos años

Ya no necesito la muerte para olvidarme

El rito de nombrarnos
desafiaba las hojas que escribí.

 

La bandera rota

Este no es el país que dibujamos en la niñez
ya no pintamos los recuerdos en las calles
ni ocultamos el tiempo para no olvidar
Ya nadie nos observa
cuando arrastramos los sueños de ciudad en ciudad
y recitamos poemas
donde la pobreza es la voz
el género
la bandera rota.

[Enemiga de mí, 2013.]

 

 

 

Fotografía de Yerko Baeza



 

 

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“Un mundo sin poesía es un mundo sin alma y eso sí es una tremenda amenaza a nuestra condición de humanidad”
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