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"Mala Luna": una cartografía de la ausencia según Ignacio Herrera López
(Ediciones Etcetéra, 2020)

Por Tulio Mendoza Belio
Academia Chilena de la Lengua
Publicado en El Sur, Concepción. 16 de agosto de 2020



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Ediciones Etcétera de Concepción acaba de publicar el libro de poemas "Mala Luna" de Ignacio Herrera López (Curicó, 1986). El nombre de este libro se crea a partir de unos versos de Miguel Hernández que, a modo de epígrafe introductorio, inaugura el cuerpo de los textos y el sentido de esta obra.

El poema del poeta de la "Elegía a Ramón Sijé", hace referencia a un hecho concreto y a su circunstancia y a lo que eso significa: nacer en un momento poco propicio, de signos negativos. Esto anula toda la alegría posible: "Yo nací en mala luna./ Tengo la pena de una sola pena/que vale más que toda la alegría".

Rotunda afirmación cuya lectura podría dialogar con estos tiempos de pandemia. "En la vida solo dura el llanto", nos recuerda Petrarca. ¿Qué sucederá con "Mala Luna"? ¿Será este epígrafe un sello de mal augurio?

Algunos escritores necesitan crear la configuración de un espacio, un tiempo y atmósfera que nos llega desde la escritura misma, con un nombre que constituye una suerte de paisaje fundado. Un país imaginario, un lugar que, como en un poema de Óscar Hahn. se ha echado "ahí afuera".

Este complemento circunstancial podría ser nada más y nada menos que la mítica "Arcadia" o la "Utopía", una isla ficticia de Tomás Moro y "Amauroto", su capital (del griego "ciudad sin muros") o las muchas urbes que imaginó el escritor Italo Calvino o, más cerca de nosotros, "Macondo", de García Márquez o "Portacaliú" del poeta Omar Lara.


LA MUERTE CANSADA

Bajo un cielo asediado por la muerte y sus fantasmas, por "la rabia de los muertos" pero que, paradojalmente, de tan muertos matan a otros muertos, "la muerte está cansada de la muerte".

Más aún, "Al recordar su nicho ya vaciado/ la muerte busca vida en otro lado", se va configurando todo un mundo casi desierto, de "ásperos barros", de tierra resquebrajada por la sed. Un espacio ominoso, despreciable, donde sopla el viento el polvo de la memoria.

El carácter expresionista que trabaja el poeta Ignacio Herrera López hace más efectiva la visión de un hablante que "en las sendas desiertas de la nada" traza un viaje ''donde camina solo un desterrado/ a otro origen perdido que destierra". Irónicamente y en una suerte de oxímoron, "la muerte va sudando su fragancia".

Esta idea de ir creando una especie de estaciones y subestaciones, de espacios que se abren a y en otros espacios.

Un entre que ilumina otro carril, que el lector debe descubrir y luego leer como ese pan mistraliano visto siempre como nuevo, es una de las virtudes de este libro que se abre a una "nueva música": "La muerte está cansada de la muerte,/ de sus poemas siempre mal escritos, /se la pasa sangrando mala suerte,/ su lengua lanza solo mudos gritos./ La muerte se creía la más fuerte/ y sus gladiolos lucen hoy marchitos./ Al recordar su nicho ya vaciado/ la muerte busca vida en otro lado".

CONCIENCIA DE LA LENGUA

En este libro Herrera López ha incursionado en lo estricto de la métrica, aunque es bueno y oportuno recordar aquí que la lengua es siempre medida, conteo, una característica inherente al carácter lineal del significante.

En primer lugar, el conteo silábico fonológico o gramatical y, luego, el métrico propiamente tal con sus particularidades, reglas y licencias: diptongos, sinalefas, hiatos, acentuación, ritmos.

¿Qué sentido tiene esta elección o imposición que surge casi en forma espontánea? Sustraer al lenguaje meramente comunicativo su modo de decir y llevarlo a otro estadio al interrumpir sus secuencias, linealidad y otorgarle otra respiración significativa.

La operación no es posible sin esa lengua denotativa y ya ella lleva la connotación que, en la llamada lengua "poética", es de rigor.

Al escribir, entonces, además de la lengua y el estilo, que son impuestos, aparece la escritura propiamente tal como un espacio de cierta libertad de elección. Hace de la escritura un proyecto ético y estético, un acto de creación inserto en la sociedad, de allí que todo sea un acto político.

Celebramos en este poeta, su conciencia de la lengua como instrumento para construir visión de mundo y su oficio en el manejo de la métrica clásica. Algo casi extraño y ajeno a ciertas escrituras actuales tan faltas del "ostinato rigore" de Leonardo.

Tal vez ese lugar imaginado sea un modo de trascender, de enfrentar las contradicciones de la vida, una "Mala luna" necesaria.



 

 

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"Mala Luna": una cartografía de la ausencia según Ignacio Herrera López
(Ediciones Etcetéra, 2020)
Por Tulio Mendoza Belio
Academia Chilena de la Lengua
Publicado en El Sur, Concepción. 16 de agosto de 2020