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Entrevista a Nicolás Cruz Valdivieso, a propósito de su libro “Narraciones quiltras”
(Ediciones Oxímoron, 2017)

Por Ismael Rivera L.

“Desde niño te enseñan a ser medido, a no salirte de los márgenes para ser aceptado.
Este libro quería enfrentarse a esa tradición del pudor que es tan nuestra.”


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Nicolás, en tu recorrido, has escrito libros bastante variados. "El golpe" era una novela gráfica, "No le debo nada a Bolaño y otros delirios" eran cuentos que estremecían y que a la vez contenían un humor extraño, con la novela "El Cristo Gitano" entraste de lleno a la narrativa que piensa a Chile y su pasado inmediato, el humor quedó fuera y nos entregas este "realismo cuático". ¿Cómo, o cercano a qué línea, inscribirías tus "Narraciones quiltras"?
Las inscribiría dentro de una nueva línea de escritura a la que he dado vida durante los últimos años. La literatura quiltra o literatura berraca, inventada por mí y cuyo máximo referente es el gran Nicaflor Porro. Un tipo de literatura cuidadamente descuidada, sexual, callejera, irreverente, poco académica, y que desde la intemperie dialoga, o más bien le ladra a la literatura tradicional, y a mis otros libros. Me gusta trabajar cada libro como un mundo distinto, con su propio lenguaje y reglas. En ese sentido espero que este y cada uno de los libros que vengan abran nuevas líneas de creación y hagan que mi escritura sea cada vez más difícil de clasificar.

Al leer estas "Narraciones quiltras", llama la atención rápidamente tu relación con la ficción. No hay miedo a pasarse, no hay miedo a torcer la realidad, no hay miedo al ridículo ni al humor. ¿Qué piensas acerca del oficio escritural respecto al pudor? ¿Se puede escribir con pudor?
El pudor siempre está presente, pero decides si hacerle caso o no. En estos escritos yo traté de matar el pudor de manera consciente. O al menos sentarlo sobre mis rodillas, bajarle los pantalones, ponerle sus palmadas en la raja e injuriarlo como hizo Rimbaud con la belleza. Inevitablemente, sobre todo cuando se trabaja con humor berraco, el pudor siempre está acechando sobre nuestro hombro, hueviándonos. Diciéndonos qué es lo que podemos decir y qué es lo que no. Qué va a molestar a alguien o escandalizar al otro, o incluso a cerrarte puertas dentro de los distinguidos circuitos literarios y laborales. No es raro, venimos del catolicismo y su cultura de la culpa. Además de la cultura de los milicos. Somos hijos de esa madre castradora de dos cabezas y eso se refleja en la falta de humor de nuestras letras. En muchos de los momentos de la escritura sabía que me estaba pasando, y debía hacerlo para ser fiel a una de las reglas estructurantes del extraño mundo de Bagdad: pasarse cada vez que era posible, escandalizar si se presentaba la chance, estirar la cuerda a ver si se cortaba y nos íbamos de raja junto con mis poetas quiltros. Creo que el pudor, y la decisión de noquearlo, se vuelve más consciente al saber que las reacciones en las redes sociales no se harán esperar. Somos pechoños, moralistas y nos cuesta reírnos de nosotros mismos. A los que mis cuentitos berracos escandalizaban u ofendían me dejaron de seguir, me eliminaron de sus amigos o hicieron sus descargos en mi muro. Las risas irreverentes de los que se quedaron, y la retroalimentación que me dieron ellos, me hizo darme cuenta que a muchos otros les hacía sentido lo que estaba escribiendo.

Uno de los puntos inevitables de tu último libro es el vocabulario que utilizas. Sin casarte con ninguno, te paseas por españolismos, argentinismos, etc. ¿Es solo culpa de las traducciones a las que accedíamos en nuestra juventud, o es parte del espíritu quiltro de tus textos?
Las Narraciones quiltras permiten eso, una cruza de lenguajes. Un lenguaje latinoamericano quiltro y sin fronteras, que se abre constantemente al peruano, al colombiano, al argentino, al españoleta, y a todos los otros lenguajes, ya que el habla quiltra bebe de lo que la rodea, no se encierra en sí misma, desea el mestizaje. Incluso toma palabras gringas y las vuelve quiltras, haciéndolas parte del español mestizo que se habla en las calles. Quizás si hubiera escrito estas narraciones pensando que serían un libro y se publicarían no habría tomado esa opción, y habría trabajado un lenguaje neutro o más chileno. Pero todas esas libertades escriturales son parte del espíritu de los poetas quiltros. Algún residuo lingüístico también debe haber quedado de las españolísimas y argentinísimas traducciones de libros, sin olvidar la influencia del imaginario de La Polla Records, Siniestro Total, Extremoduro, Ataque 77, 2 Minutos, Flema, y tantas otras bandas de rock con las que me crie.

En la "Advertencia al berraco lector", Bagdad, el narrador, habla de su escrito como un monstruo de varias cabezas. ¿Cómo fue para ti ver cómo mutaba este monstruo hasta ser un libro?
Como Bagdad cuenta también en la Advertencia al Lector, esta escritura nació como una manera de conectar con los lectores. Por el año 2013 yo escribía desde hace diez años libros que no sabía si alguna vez serían publicados, ni leídos. Por otro lado comencé a escribir con soltura estas historias urbanas y berracas que muchas veces me andaban persiguiendo para que las contara. Las Narraciones quiltras, que aún no tenían nombre, fueron un pulmón para mi oficio, y un espacio para experimentar, reírme, compartir y pelear con los lectores, para darle sentido a lo que estaba haciendo en la oscuridad desde hace largo tiempo. Con los años el material se fue acumulando, y a convertirse en historias entrelazadas y conectadas, que me iban obligando a contar otros momentos de la vida de mis personajes y del mundo berraco que habitaban. Creo que la mutación que más me sorprendió fue la que vi al enfrentarme a la edición hecha por parte de Oxímoron, donde me di cuenta que este monstruo de diez cabezas podía ser realmente un libro, y quién sabe, quizás más de uno, ya que parezco estar condenado a seguir escribiendo eternamente las historias de los poetas quiltros y su buen amigo Bagdad.

¿Qué crees que opinaría Nicaflor Porro del libro Narraciones quiltras?
Qué bueno que me lo preguntas. Hace unos días le llevé un ejemplar de regalo a don Nicaflor para que pudiera leerlo ¿Sabes lo que hizo? Me lo arrancó de un mordisco de las manos. En vez de leerlo sacudió la cabeza de lado a lado y cuando traté de quitarle el libro corrió con este entre los dientes, se echó sobre el pasto y me miró a unos metros de distancia. Segundos después llegaron las poetas quiltras y los poetas quiltros y trataron de quitárselo del hocico con rápidas dentelladas. Se lo pelearon y mordisquearon entre todos, enloquecidos por el sabor de la tinta y la sangre. Despedazaron el libro y las hojas cercenadas bailaban a su alrededor. Fue emocionante ver a la jauría alimentándose de sus aventuras, sueños y fracasos, haciendo volar los fragmentos de su propia historia quiltra por cada rincón de la plaza Yungay.


 

 

 

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