Entrevista a 
            José Angel Cuevas 
              "Chile 
              ya no existe" 
              
              Por Paz Arrese
              En Revista 
              de Libros de El Mercurio, Viernes 13 de mayo de 2005.
          
           
          Con prólogo de Raúl Zurita, "Restaurant 
            Chile" es el nuevo libro de este poeta de Puente Alto. Una antología 
            publicada
            por Calabaza del Diablo que recorre - con algunos poemas 
            inéditos de por medio- su carrera literaria desde
            finales de 
            la década del setenta hasta ahora. 
          
          El lugar de encuentro para la entrevista queda fijado: 
            Plaza Italia, frente al restaurant Baquedano. Espacio que ha sido 
            un punto frecuente de reunión para él y sus amigos, 
            y que probablemente fue una inspiración importante para su 
            nuevo libro. "¿Y cómo podré reconocerla?" 
            - pregunta Cuevas-  "Por 
            qué no lleva un libro rojo en la mano, como se hacía 
            en la clandestinidad", sugiere irónico, al límite 
            de la risa y la seriedad.
"Por 
            qué no lleva un libro rojo en la mano, como se hacía 
            en la clandestinidad", sugiere irónico, al límite 
            de la risa y la seriedad.
          Será ése el tono y el discurso que José Ángel 
            Cuevas estampe en cada una de sus respuestas, y que, por supuesto, 
            está presente también en los versos de su nuevo libro, 
            en donde vuelve a plasmar una singular visión de Chile.
          - "Restaurant Chile" comienza con una frase de Patricio 
            Marchant: "¿A qué voz, a qué escritura le 
            es permitido el comentario de la catástrofe nacional...?", 
            ¿es su libro una respuesta a eso?
            - Yo no soy esa voz, aunque es mi deseo. Yo levanto el dedo y 
            pido la palabra de algo que me compete y me atraviesa realmente, porque 
            si hablamos de la catástrofe nacional, ahí está 
            mi vivencia: la de una vida que empezó cuando yo tenía 
            20 y tantos años, y que se destruyó cuando fue el golpe 
            militar. Entonces claro, a lo mejor sí tengo derecho a ser 
            una voz.
          - Sin embargo, podría argumentarse que hoy Chile es otro, 
            y que en vez de esa catástrofe, hay una economía fuerte 
            y pujante.
            - En poesía no hay economías fuertes, al contrario, 
            porque la poesía es la resistencia. Yo por ejemplo, vengo de 
            Puente Alto, una ciudad donde hoy abunda el lumpen, la droga, la destrucción 
            y la delincuencia. Y vengo de allá en la micro, entregándole 
            monedas de cien a todo tipo de personas: cantantes, drogadictos, limosneros. 
            Un país en donde se dan esas situaciones, no es una economía 
            grande.
          - A partir de ahí, ¿cómo podría explicarse 
            el título del libro?
            - Había otro título que era "Hospital Chile", 
            porque un hospital está lleno de moribundos y gente enferma. 
            Así veía este país, y en cierto modo sigo viéndolo. 
            Pero restaurant era mejor, porque es un lugar donde uno va a tomar, 
            y aparece la otra idea que es "Bar Chile", y como puede 
            verse, muchos de los hablantes de los poemas están bajo el 
            efecto del alcohol. "El trago corría como un alguacil", 
            como decía Rolando Cárdenas, y en el libro corre el 
            trago.
          - ¿Y hoy qué pasa con esa vida de bares?
            - Yo ya no soy una persona de bar, pero eso no tiene que ver con 
            el poema ¿cierto?, es parte de la vida privada.
          - Pero su vida privada está también acá, 
            ¿o no? 
            - Si, pero no hace falta que esté, porque yo puedo inventar 
            eso, no quiere decir necesariamente que yo lo haya vivido. La lucha 
            mía fue otra, resistir, trabajar. Yo en la cosa personal no 
            caí. Pero me gusta hacer hablar a alcohólicos, porque 
            las mejores conversaciones y la profundidad más grande se dan 
            gracias al alcohol.
          - Otra de sus voces ha sido el ex-poeta, ¿qué pasa 
            hoy con él?
            - Ese sigue siendo un tema. Tiene que ver con inventar un hablante 
            y definir al poeta, que en este caso hizo profecías, pensó 
            y generó un lenguaje de la acción, pero fracasó, 
            porque se derrumbó ese castillo. Entonces después, el 
            ex-poeta puede hablar infinitamente de los errores cometidos por el 
            poeta, y por eso dice, "el que fue chileno ya no es nada", 
            porque se habla de un país que terminó, que murió. 
            El pueblo cayó y nunca volvió a aparecer, a reformarse.
          - ¿Esa es entonces la idea de país que hay en el 
            libro?
            - Claro, es el tema más importante, porque Chile ya no existe, 
            incluso pensaba hacer un poema que dijera Chile S.A., como si fuera 
            un país de turismo. Yo sé que puede ser injusto, pero 
            es ahí donde me muevo y en esas coordenadas Chile es un gran 
            restaurante.
          - Desde ese punto de vista, ¿qué nos dice de usted 
            este libro?
            - Que yo soy una persona que se ha hecho en la calle, y eso es 
            muy importante. Yo salgo de mi casa y mi felicidad es ir a caminar 
            y a vagabundear por los barrios. Este libro es un saludo que me hago 
            a mí mismo, con mucho respeto al tipo que yo fui, a la persona 
            de treinta años que está ahí. Tengo el derecho 
            a hacerlo.
          - El olvido es otro tema recurrente en sus poemas. ¿Es 
            la palabra un modo de resistencia?
            - Sí, claro. Por ejemplo ahora en Chile ha tenido que hacerse 
            eso, porque aquellos que tuvieron la fuerza, hubieran querido que 
            todo se olvidara, entonces el trabajo enorme que se hizo fue el sacar 
            esas cosas del olvido. Además, yo sé que la memoria 
            es la que une el ser interior, por eso yo siempre me reúno 
            a mí mismo a través de ella. Hago una cosa psicoanalítica 
            inconsciente o natural, que es recordarme a mí mismo y pensar 
            para lograr una unidad, o sea, reunificarme a través de la 
            memoria, y eso es también este libro.
          - ¿Cree que la historia de la literatura chilena no reconoció 
            a su generación (la del setenta)?
            - Sí, como que se la saltó, eso fue. Cuando vino 
            el golpe esa generación estaba recién emergiendo, personas 
            como Gonzalo Millán, Waldo Rojas, tuvieron que volar. Y acá 
            en Chile quedaron muy pocos, entonces borrón y cuenta nueva. 
            Pero yo no pertenezco a ninguna generación; en rigor, estoy 
            más cercano a la generación del 80, porque con ellos 
            estuve en la Sech, gente como el "Parrita", a quien le tengo 
            mucho cariño y respeto, no así a tipos como Luis Sepúlveda, 
            que tienen una ética que a mí no me interesa. Pero al 
            final las generaciones no importan, porque luego las voces se van 
            transfigurando y entrecruzando.
          - ¿Cuál es esa ética de Sepúlveda?
            - No sé, son tipos más cercanos al lumpen. Es que 
            a fines de los años ochenta se daba mucho eso, y yo en cambio 
            respeto la solidaridad, la amistad por el otro, a pesar de que no 
            conozco a este gallo mucho, pero estaba en estos grupos. Mejor ni 
            mencionarlo, porque son personas sin interés.
          - ¿Qué expectativa tiene para "Restaurant Chile"?
            - Eso es bien importante porque yo empecé a escribir solamente 
            para resistir, porque en el "Peda" yo me daba cuenta de 
            que escribía bien, pero después, en dictadura, comencé 
            a escribir como forma de resistencia, y no esperaba nada más 
            que eso. Y mandé el libro a "El Mercurio" y Valente 
            lo recogió, y yo me fui de espalda. Le tengo un agradecimiento 
            enorme porque en los momentos más duros me hizo sentir que 
            era un poeta, me reconoció. Pero no tengo aspiraciones, aunque 
            tampoco quiero que sea un fracaso, y por eso doy esta entrevista. 
            Hago todo lo que hay que hacer, no me paso películas con nada.